sábado, 24 de marzo de 2012

AREILZA Y UNAMUNO EN EL ÁGORA BILBAINA


Que el Doctor Areilza fuera un eminente cirujano es algo que no debe extrañar. Había cursado sus estudios de Medicina en Valladolid, que era una universidad prestigiosa, y había completado el doctorado en París, donde se codeaba con destacados compañeros y afamados profesores. Por si fuera poco había sido llamado a dirigir uno de los primeros Hospitales Mineros de España, el de Triano, donde había podido aplicar todos sus conocimientos, así como las experiencias que había ido adquiriendo, aquí y allá, en todos los lugares del mundo a los que había viajado, aunque sus viajes hubieran respondido de inicio a sus deseos de conocer otros lugares y culturas.

Sin embargo, -tal como queda recogido en mi libro “El Doctor Areilza: Médico de los Mineros”-, la celebridad del Doctor Areilza trascendió su profesión. Quienes han escrito sobre él antes de hacerlo yo lo han expresado de diversos modos. En unos casos recurriendo a su compromiso social y político, y en otros casos subrayando su amplio bagaje intelectual que le llevó a promocionar actividades, crear foros y participar en tertulias que terminaron por convertir el Bilbao de su tiempo en una especie de Grecia antigua. Como afirma Fernández de la Sota, “sin ser en puridad un liberal fue, no obstante, un vivo ejemplo de liberalismo en su acepción más noble”. El liberalismo del Doctor Areilza era, además de una actitud o una posición ideológica, un compromiso inconfundible con la sociedad de su tiempo, después de que los carlistas, algunos de ellos mudados en nacionalistas, y buena parte de los propios liberales, conformasen la oligarquía vasca que, en palabras del Doctor, era tan simple que se entusiasmaba adornando a sus hijas con ropas nuevas cada domingo y comprando los votos en las elecciones.

El Bilbao del primer cuarto del siglo XX que Areilza vivió, tras su reclusión en Triano, era un hervidero. Ya no se podía decir que lo dominante entonces fuera un liberalismo real porque la burguesía vizcaína se había ido apoderando de casi todos sus resortes económicos. Sólo un manojo de intelectuales debatía a todas horas preguntándose si habían merecido la pena los muertos y las destrucciones producidas en las sucesivas guerras civiles. Areilza se fue convirtiendo en un “dinamizador cultural” de aquel Bilbao. Sus contactos tanto le acercaron al patrono por antonomasia, el “león” Víctor Chavarri, como al agitador más activo en aquellos ambientes, la “serpiente” Perezagua. Sus inquietudes ante la situación se las refiere en una carta a su amigo Pedro Jiménez con motivo de la muerte de Chavarri: “El país está ya amansado para vivir sumiso y obediente al látigo y se resignará, mejor dicho exigirá que se reparta el botín entre media docena de caciquillas”. Parecida inquietud le produjo la disputa entre las familias socialistas que culminó con el abandono de Perezagua para formar el partido comunista y el triunfo de Indalecio Prieto, con quien llegó a congeniar mejor que con su antecesor.

Su celebridad en Bilbao se fraguó tras la creación de varias tertulias que tenían lugar en los cafés más céntricos de la villa, y que tenían su antecedente, curiosamente, en su “Universidad de Gallarta”, una pequeña ágora instalada en dependencias de la fonda de Ángela Arrien, donde se hospedaba cuando ejercía como Director del Hospital. Allí, tanto se declamaban poesías como se enseñaba a prevenir el tifus o a sanar las pústulas infectadas de los mineros.

Empezó participando en una que se celebraba en el Café Suizo de la Plaza Nueva, de donde pasó a la del Café Boulevard. Se trasladó posteriormente al Café García en el número 8 de la Gran Vía para instalarse definitivamente en el Lion d’Or, donde “siguió tejiendo con gentes nuevas y viejas las crónicas de la Villa, a veces proyectándolas sobre temas de interés universal”, según palabras de Juan de la Encina. En aquella tertulia participaba activamente el Doctor Areilza, bajo la dirección de Pedro Eguillor, que era quien dirigía los debates. El nivel de las discusiones tenía que ver con la importante intelectualidad de quienes participaban en ellos, entre otros, Ramón Olascoaga, Lequerica, Juan de la Cruz, Elizondo, Sánchez Mazas, Ramón Basterra, Zuazagoitia, José María Salaverría, Luis Díez, Quadra Salcedo, Ricardo Mestre, Luis Elizalde, Luis Antonio de Vega, Aureliano López Becerra, Manolo Aranaz Castellanos, Calle Iturrino, Wakoning, y también Mourlane Michelena, Esteban Bilbao, Balparda, Guiard y Unamuno. De todos los debates eran especialmente ilustrativos los que mantuvieron el Doctor Areilza y Unamuno, que concentraban una mayor afluencia de espectadores que los demás.

La personalidad del Doctor chocó en no pocas ocasiones con el carácter indómito, aunque voluble, del Rector Unamuno. Por eso es preciso dedicar un apartado a aquella relación que tuvieron, continuamente sembrada de rivalidades y desencuentros, aunque tales no fueran suficientes como para negar la peculiar amistad que les unió.



AREILZA Y UNAMUNO


Su relación fue entre dos personas que se admiraban mutuamente, pero que eran incapaces de proclamar sus admiraciones. Su amistad había sido forjada en los más tiernos años de la infancia. Los dos habían estudiado en el Instituto Central de Bilbao, habían vivido aquellos años del Sitio de la Villa y habían visto entrar en formación a los liberales triunfantes, encaramados en sendos bancos del Arenal bilbaino. Era lógico, pues, que rivalizaran el quijotismo unamuniano con aquel otro pragmatismo de Areilza, mucho más pegado al suelo.

Fueron buenos compañeros de viaje por las tierras españolas. No se aburrían sus acompañantes cuando los dos se sumergían en debates y discusiones interminables relativos a los monumentos que admiraban, las tierras que atravesaban y que habían sido escenarios de batallas y gestas gloriosas. Se profesaban un respeto mutuo especial, mucho más basado en el recelo y el miedo que ambos se tenían. El Doctor Areilza esperaba con avidez que Unamuno hiciera declaraciones estridentes cada vez que cambiaba su ubicación filosófica e ideológica: del liberalismo al nacionalismo, o al socialismo, o incluso al franquismo, con el cual llegó a flirtear. En ambos era patente la pasión por España como patria de todas las patrias, pero en ambos lo era desde una visión crítica y revisionista. Unamuno escribía, pontificaba desde los atriles de la Universidad y desde las mesas de caoba de los Ateneos y las Sociedades culturales. Areilza no acudía a aquellos foros comprometidos. Sus aportaciones públicas llegaban al círculo de sus más allegados, de sus amigos, por medio de cartas que en la mayoría de las ocasiones no llegaban a oídos del mismo Unamuno.

Compartieron en la edad adulta buena parte de sus proyectos. Un día llegó Unamuno a los Hospitales Mineros de Triano. Había sido invitado por el Doctor, sabedor de que se encontraba escribiendo el libro Paz en la Guerra. Recorrieron juntos las campas de Triano donde había tenido lugar la guerra civil. Deambularon por las calles de los poblados mineros hablando con los obreros desarrapados.  Miguel llenaba cuartillas con cuanto le decían los lugareños. Cuando culminó su obra el Doctor no dudó en ensalzar su esfuerzo al acudir al lugar de los hechos, en contraposición al trabajo de Blasco Ibáñez en El Intruso, a pesar de que hubiera culminado en una novela laudatoria para el Doctor.

La magnanimidad de ambos se hizo patente en varias ocasiones. Sirvan de muestra estos dos episodios. Cuando Enrique Areilza visitó, acompañado de su hijo, a Miguel de Unamuno en su destierro de Hendaya, quedaron boquiabiertos tras la entrevista. Como quiera que Areilza fuera interrogado por su hijo, le respondió: “Hay que saber escuchar. La primera condición del hombre civilizado es tolerar la opinión del prójimo. Las violencias de don Miguel son injustas y exageradas, pero explicables en parte. Hay que oírle en sus quejas, aunque luego no se le siga en sus propósitos”.

Un año después de esta visita murió el Doctor Areilza. A su fallecimiento Unamuno escribió una carta a su viuda para mostrar su sentimiento ante la muerte: “No sabe usted bien, señora y amiga, el desconcierto de corazón que me ha dejado el tránsito de su Enrique, de nuestro Enrique. Era tan estrecha la comunión y comunidad de íntimos anhelos entre él y yo. ¡Nos unía el mismo fervor ante el misterio que él ha traspuesto, en mi pueblo, en nuestro pueblo, en nuestro Bilbao, y qué culto le rendíamos ambos! Era aquel en quien más me oía a mí mismo. Sobre su recuerdo pasan por mi alma las horas más llenas, más eternas de mi vida. (...) Fue, sí, un hombre inteligente, pero sobre todo bueno. (...) Le quise como sabemos querer ahí y él me quiso. Me dio las pruebas más exquisitas de su cariño. Y hoy me parece que me han arrancado algo de muy dentro. (...) Dígale a su hijo que uno de los mejores amigos que tuvo su padre, uno de los que más apreciaron su corazón inteligente, su inteligencia cordial, le repite lo que él, lo que su padre le dijo, y es que sólo el trabajo desinteresado, el trabajo como religión, puede consolarnos de haber nacido a morir. Que su padre trabajó para ganarse la vida, pero la íntima, la espiritual, la que no pasa, para ganarse el pan del divino consuelo, trabajó para darse a los demás, para hacerse un alma eterna”.

Muchas más veces se refirieron el uno al otro, pero sirvan estas dos para comprender el profundo respeto que les llevó a aceptarse tal como eran. Su amistad, basada en la rivalidad, bien podría servir de modelo para tantos hombres y mujeres públicos de los que hoy pueblan los foros y las ágoras.


Fdo.  JOSU MONTALBAN

miércoles, 21 de marzo de 2012

BALMASEDA: LA VILLA DE LOS BARBUDOS


El día de Jueves Santo la villa más antigua de Bizkaia es la Villa de los Barbudos. En cualquier taberna del pueblo quienes toman vino llevan la barba crecida. Las gentes de cualquier edad dejan crecer su barba porque al día siguiente, el Viernes Santo, tienen que intervenir en el magno acontecimiento teatral en el que se mata a Jesucristo.

La Villa de los Barbudos, en Jueves Santo, ya huele a dolor y a sufrimiento. El pueblo entero está dispuesto a ser, a la vez, verdugo y azotado, Jesús y ladrón, Ecce Homo y Barrabás, Magdalena y sayón, Pilatos que se lava las manos y Sumo Sacerdote que pide la muerte del impostor, Simón Pedro y Judas Iscariote, espectador y espectado.

Los jóvenes o los viejos, indistintamente, se dejan crecer la barba, blanca u oscura, para trasladarse a aquel tiempo en que los hombres apenas cuidaban su figura. Las barbas resplandecen bajo el sol en las estrechas calles de Balmaceda, salpicadas de gotas distraídas de vino o cerveza, entre vahos amarillentos de nicotina que convierten las bocas en cuevas sugerentes.

Hay barbas que no creen en Dios; otras creen que si Cristo era Dios no precisaba dejarse matar y hacer tanto esfuerzo; las hay que no se preguntan nada y sólo hacen imitar a las de sus antepasados; y las hay, por fin, que nacen como renuevos surgidos en una tierra abonada por la tradición y la leyenda.

Aquella mañana de Jueves Santo estaba apacible. Las gentes tomaban el vino con pasión y apasionadas. Las callejuelas dibujaban lágrimas y los cantones semejaban canales de comunicación entre una pena y otra pena. El tiempo, ajeno a todo, pasaba sin mover ni una brizna de aire. Tras la noche, la villa dejaría de serlo para convertirse en un gran escenario en el que los autores y los actores iban a demostrar que la Religión es capaz de rendirse a la Historia cuando ésta impone sus costumbres.

En Balmaseda, en Jueves Santo, todo puede ser mentira. Todo menos el tosco semblante de los barbudos.


Fdo. JOSU MONTALBAN 

martes, 20 de marzo de 2012

ESTILO DE VIDA



¿Volveremos A tropezar en la misma piedra? Cabe la posibilidad porque anda por ahí un magnate de EEUU ofreciendo duros a cuatro pesetas. Las páginas de los diarios empezaron a mostrarse halagüeñas, lisonjeando a un tal Sheldon Adelson que es dueño de una fortuna de 16.200 millones de euros. En la lista de los más afortunados, económicamente hablando, de EEUU ocupa el lugar tercero, y en la de todo el Mundo en el lugar 16, según Forbes, que es una revista cuyo lema es “La Herramienta del Capitalista”. La razón por la que introduzco el asunto recurriendo a esto es que la citada revista, que ve la luz cada quince días, publica también un suplemento que se titula “Estilo de Vida”. Y de eso se trata.

El tal Sheldon Adelson es un magnate, aunque en uno de sus más ruines significados, porque el término “magnate” surge de la raíz “magnas” para significar “gran persona” o “persona noble”, y a mí no se me ocurre atribuirle tal característica a la vista de sus intenciones, de su actividad y de las proposiciones que ha hecho en nuestro país. Del mismo modo que aterrizaron otros acaudalados, -quienes abrieron Tierra Mítica; quien presentó el Grand Scala que puso los dientes largos a los aragoneses de los Monegros y aún no han visto una piedra sobre otra; quienes instalaron la Isla Mágica en Sevilla escasos años antes de suspender pagos; quien incitó a cambiar leyes que permitieran las expropiaciones necesarias para levantar Port Aventura en Tarragona; o el complejo de la Warner en Madrid, etc-, el magnate de los casinos Sheldon Adelson ha propuesto que su empresa Las Vegas Sands abra un complejo gigante en Madrid o Barcelona.

Si el asunto fuera trigo limpio el magnate habría llegado, habría buscado el lugar idóneo y se habría puesto manos a la obra. Pero no, nada de eso, como si se tratara de un filántropo ha puesto sobre las mesas oficiales los números y las condiciones. Ambos apartados están en consonancia porque para exigir tales condiciones, -leoninas, ilegales e inmorales-, primero ha inflado los números, de tal modo que imagino ya el babeo de los responsables institucionales españoles al escucharle: Eurovegas (que es el nombre del proyecto) es una inversión superior a 15.000 millones, que va a crear 164.000 empleos directos y 97.000 indirectos, dedicados a atender 6 megacasinos, varios campos de golf y 18.000 máquinas tragaperras, más los 12 hoteles (36.000 camas) y las 50.000 plazas de restaurantes bien diversos. ¿Quién no babea ante estas cifras? Y claro, en pleno efluvio el magnate omnipotente y todopoderoso debió largar sus condiciones, más propias de un bandolero que de un arriesgado empresario.

Clama al cielo que los responsables políticos no hayan respondido de modo inmediato al magnate rechazando las condiciones esgrimidas. No solo ha reclamado excepciones en la legalidad urbanística, que pueden conseguirse mediante modificaciones en las calificaciones urbanísticas, sino también en materia fiscal, laboral y medioambiental. Exenciones fiscales a la carta, contratos laborales irregulares, permiso de acceso a las instalaciones a menores y ludópatas declarados (a los que el Estado español viene protegiendo para favorecer su recuperación), conversión de las instalaciones y la actividad en una especie de paraíso fiscal, derogación de la Ley del Tabaco en las instalaciones y alrededores, y tantas otras condiciones reclamadas, que deberían haber provocado una voz de alarma de los políticos y gobernantes receptores de las propuestas. Y no sólo por la propia naturaleza de lo solicitado sino porque quien viene de ese modo está dispuesto a irse del mismo modo en cuanto su plan flojee, dejando empantanado el proyecto, convirtiendo el lugar en un vertedero de materiales de construcción y edificios abandonados.

En España hay experiencias suficientes como para haber aprendido la lección y no volver a tropezar. Dense una vuelta por la bellísima costa almeriense y piensen en la barbaridad del complejo hotelero de El Algarrobico, que iba a salvar la vida de aquellas gentes humildes de Carboneras. Vayan a Seseña y comprueben en qué quedado el poblado de más de 13.000 viviendas que prometió levantar El Pocero con el beneplácito de las autoridades municipales; si lo ven al atardecer sentirán incluso miedo ante tal “inhospitabilidad”. Recorran la costa del sur de España, donde empresarios ocasionales prometieron a Alcaldes oportunistas convertir sus pueblos en manantiales de dinero y prosperidad. Miren desde los altos a través de los cuales se accede a la villa de Castro Urdiales y entristézcansela ver como la bellísima villa marinera ha quedado convertida en un amasijo de casas desordenadas (aunque alineadas), muchas de ellas deshabitadas durante la mayor parte del año, mientras su casco histórico se deteriora porque lo que iba a ser “riqueza para todos los castreños” se ha convertido en deterioro y denuncias de corrupción. España está llena de ejemplos que nos deberían llevar a reaccionar ante el proyecto del magnate Adelson no con escepticismo sino acompañando nuestros juicios con todo tipo de prevenciones. Que las derechas de Madrid y Barcelona hayan respondido con cierta discreción no tiene que ver con ningún tipo de cautela a causa de la crisis imperante, sino con la disposición a aceptar el proyecto siempre que no se levanten estridencias pero, en todo caso, dispuestas a supeditar la legalidad y la moralidad a la consecución del éxito económico y financiero.

Lo que está detrás de todo esto es un “estilo de vida”, al modo que proclama y acepta el suplemento de la revista Forbes. El escritor Rafael Argullol ha publicado un artículo, justamente cuando yo completaba este. Muy atinadamente dice: “La “marca Barcelona” y la “marca Madrid”, los territorios más potentes de la “marca España”, en lugar de afrontar el real desafío de fomentar el trabajo mediante la creatividad y el conocimiento, se deslizan por lo más cómodo, por lo que puede fomentar más fáciles expectativas y, con una ceguera propia de demagogos, por lo inmediatamente más rentable, sin contar para nada la experiencia reciente de nuevorriquismo y corrupción. La orgía de la construcción, por cierto, proporcionó centenares de miles de puestos de trabajo, luego destruidos de manera multiplicada”

¿Volvemos a las andadas? ¿Volveremos a potenciar el enriquecimiento fácil y, sobre todo, rápido? ¿Volverán a ser los gobernantes como los aventureros que arriesgaban todo en busca de oro, despreocupándose de los ciudadanos? ¿Volverán los votantes a preferir a los atrevidos, antes que a los serios y previsores? ¿Volverá la insolidaridad y la necia (des)ideologización de los del “gato blanco o gato negro pero que cace ratones”? ¿Volverán a hacerse famosos los magnates sin magnanimidad ni nobleza, sin escrúpulos? Ciertamente, estos magnates acuden a aquellos lugares en los que saben que encontrarán cómplices tan desalmados como ellos. Cómplices sí, capaces de negar que un magnate “de los casinos” tiene más que ver con la perversidad que con la benignidad. “De acuerdo con estas voces, los casinos, como todo el mundo sabe, ya no están vinculados a la mafia, la droga y la prostitución, sino a dulces excursiones familiares en las que los niños aprenden a jugar bajo la cómplice mirada de sus progenitores”, proclama Rafael Argullol con amplias dosis de crítica y sarcasmo.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN      

lunes, 19 de marzo de 2012




UN  GOBIERNO  DE  DERECHAS 

¿Por qué este Gobierno cada vez que toma una decisión o se pronuncia sobre un tema candente se justifica acusando de irresponsabilidad al anterior Gobierno por no haber hecho lo mismo, pero antes? ¿Creen acaso que la acción política de un Gobierno se sustenta exclusivamente en dogmas imposibles de ser refutados? Cada vez que un ministro responde a cualquiera de las preguntas que le formulan los Diputados socialistas, tiran de manual y tras esbozar en qué parte del cuerpo de la ciudadanía pegarán el nuevo hachazo recurren al estribillo, al bálsamo de Fierabrás de la “irresponsabilidad” del Gobierno anterior. Y yo saco de inmediato una conclusión: acaso estos no saben que existen las ideologías, y que la disyuntiva “derecha o izquierda” tiene un significado mucho más serio que el gusto por un espacio físico o un color.

Ayer mismo, miércoles de Control al Gobierno en el Congreso, el tétrico semblante de Luis de Guindos pronunció incluso más su tenebrosidad al anunciar que la inversión pública se va a reducir un 40% para compensar “la falta de responsabilidad” de sus antecesores socialistas. Forzando más aún culpó al anterior ejecutivo de las medidas actuales  que, curiosamente, no están siendo presentadas como paladines de nada: ni harán crecer nuestra Economía de manera ostensible ni crearán empleo, peor aún, la previsión anunciada por Rajoy apunta que se producirán 600.000 nuevos parados. Pues bien, todo esto es achacable a Zapatero y a los socialistas. ¿Hasta donde les puede alcanzar la desvergüenza? La discreción, recomendable siempre en estos tiempos de zozobra, les debiera llevar a actuar, callar y esperar. Y a algo más, a no ocultar su adscripción política e ideológica en una de las posibilidades: si son de derechas que lo digan y no les de vergüenza, si son capitalistas “comme il faut” que lo voceen al menos con la misma intensidad con la que desprecian y culpabilizan al socialismo.

Menos mal que De Guindos adjuntó un ramalazo de esperanza: “no tenga la más mínima duda de que volveremos a poner a España en la senda de la prosperidad de la cual nunca debió haber salido como consecuencia de sus políticas (de las socialistas)”. Lo único que le ha honrado al decir esto ha sido su semblante justiciero. Nadie puede barruntar que este hombre haya acudido a este Gobierno con el marchamo de la profesionalidad por encima del de la militancia. Curiosamente, en el actual Gobierno de Rajoy están sobresaliendo por sus desmanes quienes han llegado precedidos de una pátina de moderación, como el susodicho o Wert o Gallardón.

Nos van a poner en la prosperidad. Bien. Pero, ¿será posible hacer próspera a España a la vez que se hagan prósperos a todos los españoles? Ignoro de qué modo será posible si, a la vez que se consigue continúan generándose parados y, como consecuencia, pobres. Si hiciera esta pregunta a De Guindos (o a cualquier otro ministro) ya sé que me respondería que la culpa de todo lo malo que pueda acontecer la tiene el ya viejo gobierno socialista de Zapatero, pero aquel gobierno y su correspondiente Parlamento dejaron de ser cruciales hace demasiado tiempo y, por cierto, “expulsados” a toque de cornetín por esta derecha que ahora nos gobierna, envalentonada y ensoberbecida por las previsiones electorales tan ventajosas para ella. Desde que se ha constituido el nuevo Consejo de Ministros no ha habido ni una sola decisión que no fuera esperada, y no por imprescindible sino por las características ideológicas de los vencedores, y por los detalles que venían atisbándose cuando ejercieron la oposición al Gobierno socialista, con procacidad, con un afán depredador y un solo slogan: hacer leña del árbol caído.

Sí, eso hicieron, y nada más. La crisis puso la munición y el PP puso las armas y accionó los detonadores. Precisamente lo hizo ante un gobierno con mayoría, pero minoritaria, que salvaba los difíciles escollos amparándose en los grupos nacionalistas y en los más minoritarios. ¡Quién lo diría! Mientras los “españolazos” se negaban a colaborar para salvar a España, los “desafectos nacionalistas” ayudando a sortear los tropiezos para que España no cayera a los abismos. Yo estaba allí, soportando las diatribas de los exacerbados “populares”, empeñados en cercenar sin compasión al gobierno socialista aunque supieran que, a la vez, se estaba debilitando nuestra Democracia, desacreditando nuestras Instituciones y necrosando la Política en general, precisamente cuando más necesidad tiene de ser apuntalada y realzada. Desde su llegada al poder el PP ha ido, hachazo tras hachazo, marcando diferencias entre ciudadanos de primera y de segunda, fijando claramente que existen las clases sociales, aunque ahora se llamen y se organicen de otro modo. No dudo de que les preocupe España (más bien creo que les interesa), pero más como elemento material que quieren poseer que como Estado que dé cobijo y amparo a los españoles. Las reformas, -fiscal, financiera y laboral-, junto a los recortes que amenazan tanto al Estado de Bienestar como al Autonómico, son tan contundentes como esclarecedores: lo que el PP busca es colmar la mesa de los ricos “epulones” mientras anuncia a los pobres “lázaros” que pululan en los alrededores que de la abundancia de las mesas de los ricos dependerá su sucinta subsistencia, porque las migas que caigan serán más copiosas y voluminosas.

La derecha es así,… y además, queridos lectores, la derecha existe, ha cambiado poco, defiende al dinero y al poder, pero con mayúsculas. No a la Autoridad sino al Poder. Uno de los rasgos más perversos que caracteriza, -y que cultiva-, este Gobierno es la ocultación de que son de derechas. Ellos sabrán por qué. ¿Les da vergüenza? Yo soy de izquierdas y me siento con derecho a decir, como mínimo, que existen la derecha y la izquierda, y que el Gobierno de Rajoy es de derechas.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN

domingo, 18 de marzo de 2012




REBAJAR LAS PRESTACIONES SOCIALES EN TIEMPO DE CRISIS ES INMORAL

Recientemente ha acudido a mí una vecina de ochenta y cinco años con los documentos procedentes de diferentes estamentos públicos, relativos a cuanto ella percibe por diferentes conceptos, es decir, lo que ella llama “su retiro”. A su baja pensión procedente de la Seguridad Social le es añadida una cantidad complementaria como Renta de Garantía de Ingresos que procede de otro ámbito administrativo. La cosa tiene su dificultad para una persona de edad avanzada que vive atribulada por la soledad y la escasez, que son dos condiciones difíciles de compartir porque los rigores de cada una de ellas no se suman sino que se multiplican. Tiene su dificultad, además, porque mientras una de las prestaciones se hace en catorce pagas la otra se hace en doce mensualidades.

He estado a punto de no responder a sus dudas. He sentido cierta vergüenza porque ha resultado que en el año 2012 esta señora va a percibir anualmente 158,34 euros menos que lo que ha percibido en el año 2011. Alguien pensará que en otros gremios y situaciones también se han reducido los salarios, pero les explico algo más: la señora ha percibido en el año 2011, 9.137,84 euros por todos los conceptos, o sea 761,50 euros al mes; en el año 2012 va a percibir 8.979,50 euros en total, o sea 748,30 euros al mes. Esta cantidad solo se podrá ver superada en el caso de que el IPC del año recién iniciado (2012) sea superior al 1% previsto, que se ha utilizado como base para fijar la nueva cantidad básica. Lo curioso es que cuando se produce alguna desviación en la cifra del IPC prevista, los perceptores reciben una jubilosa noticia cuando, a año ya vencido, reciben una cantidad compensatoria. Curiosa reacción, porque debería ser de indignación pues no en vano durante los meses en que se ha ido consumando la desviación, estos perceptores han ido percibiendo de menos la cantidad correspondiente a dicha desviación, es decir, que han “prestado” dinero a la Administración sin percibir a cambio compensación alguna.

Este ejemplo me sirve para afirmar con todo convencimiento el contenido del título de este artículo: esquilmar las prestaciones económicas de los más humildes constituye una flagrante inmoralidad. No cabe ninguna excusa porque no son precisamente esas prestaciones las que desequilibran la Economía. Las políticas sociales que constituyen el cuarto pilar del archiconocido  Estado de Bienestar, ese ramillete de medidas y prestaciones que el Presidente Zapatero incluyó en la Ley de Dependencia, por la que porfió denodadamente, ni suponen un gasto excesivo ni infieren ninguna consecuencia adversa a nuestras maltrechas cuentas, dicho en comparación con otros gastos públicos más escandalosos y menos necesarios. Sin embargo, a pesar de la renuencia con que la derecha la ha venido desarrollando en las Comunidades en que ha gobernado, y de la lentitud con que se abordó su desarrollo definitivo, sembró grandes dosis de esperanza a quienes más sufren y menos tienen.

La crisis ha servido de coartada para casi todo. Víctimas de ella son muchos los que han pasado a engrosar las filas de los desempleados, los listados de quienes tienen escasos recursos y las estadísticas de la miseria. Resulta curioso escuchar por todos los lados que cualquier prestación económica deberá estar vinculada a la búsqueda de empleo, como si las ofertas de empleo proliferaran, al menos las ofertas admisibles desde el punto de vista de la dignidad humana. ¿Quién está dispuesto a renunciar a un trabajo dignamente pagado por una prestación económica endeble? No digo que no haya de esos, poquísimos, pero seguro que complementa dicha prestación con alguna ocupación financiada desde la economía sumergida a la que alimentan con descaro contratadotes que no quieren tener tratos ni con la Seguridad Social ni con Hacienda. El fraude en las prestaciones sociales es demasiado escaso como para poner en solfa dichas prestaciones. De todos los fraudes posibles de cuantos se pueden generar alrededor de las políticas públicas de gasto, son los menos importantes. Y desde luego que no es admisible poner en el mismo paquete, por ejemplo, a quien percibe una ayuda social indebida con quien no paga a Hacienda  teniendo dinero suficiente para hacerlo. Ni es igual el móvil que les incita ni lo son sus consecuencias.

La derecha repite con voz de papagayo que la mejor política social es la que genera empleo. Nada puede ser tan falso y, sobre todo, interesado. No cabe duda de que la creación de empleo es la única solución para acabar con las altas cotas de paro que padecemos, por tanto el desarrollo social y el crecimiento económico que lo potencien son imprescindibles para configurar una sociedad equilibrada que reparta ciertas plusvalías a los trabajadores que producen esa riqueza que disfrutan los acomodados capitalistas. Pero, ¿qué pasa cuando no se crea empleo y las entidades financieras cierran el grifo del crédito y se muestran implacables con quienes soportan deudas que no pueden pagar? De ahí surgen la pobreza, la escasez y la miseria. A quienes caen en tal socavón solo se les puede socorrer con prestaciones económicas que les permitan sobrevivir y no perder todas las esperanzas.

Ni el Gobierno ni la derecha económica y social representada por la CEOE están por la labor de mitigar la pobreza. Nadal, que es un alto cargo de la CEOE, ha pedido que se rebajen las prestaciones económicas para equilibrar las cuentas de la Seguridad Social. De todas las posibilidades de financiación la única que se le ha ocurrido ha sido hacer más pobres a los que ya son pobres. ¿No se les ha ocurrido ni por un instante pensar que hay grandísimas fortunas que son un insulto a la decencia? ¿No han pensado nunca que una política fiscal más equilibrada terminará por generar menos pobres? La tentación, como se está viendo, pasa por reducir las prestaciones económicas a los que tienen poco que son los que las cobran. De ese modo tendrán menos, claro está. La señora del ejemplo con que se inicia el artículo no es una beneficiaria del sistema: es, más bien, una víctima. ¿No es inmoral?.

Fdo.  JOSU MONTALBAN    

jueves, 15 de marzo de 2012



LA  GERENCIA  DE  LA  INDIGENCIA

La frase que ha servido al Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, para pedir una ley que permita retirar a los indigentes de las calles merece una disección meticulosa, porque siendo verdad delata una absoluta falta de sensibilidad social, y muestra bien a las claras que a la derecha le molestan los pobres, aunque la pobreza y sus rigores les pasen casi desapercibidos. Gallardón ha afirmado hace algunos días que “todo aquel sin techo que duerma en la calle en Madrid es por su voluntad y no por necesidad”. Se ha mostrado partidario de hacer una ley de rango estatal que permita retirar a los indigentes de las calles, incluso recurriendo a métodos coercitivos. ¿A qué responde esta pretensión a tan escaso tiempo de las Elecciones? Supongo que a la estrategia de sumar votos en aquellas zonas donde proliferan los sin techo, por aquello de ser fiel a la táctica del grano que no hace granero pero ayuda al compañero.

La noticia ha salido en los periódicos y ha llenado buena parte del tiempo de las tertulias en radios y televisiones, pero los tertulianos han analizado muy poco el fondo del problema que se reduce a la brutal constatación de que el sistema capitalista, -tan perfecto, tan inmejorable, tan único-, genera pobres, tan de solemnidad que tienen que vivir de día y de noche en la puñetera calle. En realidad Gallardón se refirió a los indigentes que “duermen” en la calle y no dijo nada de los que viven en ella durante todo el día que, en cantidad, son los mismos más los que duermen en los albergues. Y lo dijo en una Jornada sobre Seguridad celebrada en una seda de la Policía Municipal. ¿A quién quería tranquilizar? Quizás a los agentes, a quienes una ley de tal naturaleza les permitiría obrar de modo semejante a los empleados del servicio de limpieza, recogiendo despojos humanos del mismo modo que se recogen y retiran de las calles los despojos materiales.

Los reportajes que han ilustrado la noticia han ofrecido testimonios contundentes que contradicen las afirmaciones de Gallardón y desenmascaran la miseria que se esconde tras los servicios de acogida y albergues para indigentes que ofrecen las instituciones. Porque el tiempo en que un indigente puede servirse de un albergue es muy limitado (una semana) y porque la hora de acogida es las diez de la noche y la hora de salida las ocho de la mañana. Si la indigencia fuera una mera contingencia o un accidente pasajero esos servicios resultarían lógicos tal como están concebidos, pero la indigencia de quienes viven y pernoctan en las calles de las grandes ciudades es estructural y en muchos casos permanente. Se trata del pez que se muerde la cola: primero es la ausencia de trabajo remunerado y cobertura económica la que les convierte en indigentes confiriéndoles un aspecto determinado que, poco a poco, les aleja irremisiblemente de la posibilidad de poder encontrar un nuevo trabajo. De modo que no es su libre voluntad la que les confina en las calles, sino el conjunto de vicisitudes y circunstancias que terminan por expulsarles fuera de los márgenes. Esa y no otra es la razón de que la sociedad les margine y les expulse fuera de ella. Malo es que la sociedad obre de esa manera, pero que un Alcalde se permita hacer afirmaciones tan gratuitas y despiadadas denota la profunda crisis de valores que sustenta actualmente nuestra convivencia.

En nuestra ciudades, -como en las de todas las grandes ciudades del mundo-, hay demasiados indigentes. Cuando existía la URSS los diarios de los países capitalistas mostraban cada poco tiempo fotografías de personas de ambos sexos, aviejadas, desarrapadas y desaseadas, generalmente ebrias y con alguna botella de licor en la mano, para profundizar en los detalles. Querían enseñar la perversa falacia de que el socialismo (el llamado “socialismo real”) generaba miseria y abandono. El capitalismo, en cambio, mostraba sus ciudades impolutas, y cuidaba de que en las fotografías no salieran elementos discordantes ni personas de baja condición económica y social. Y bien, el “socialismo real” cayó. Ahora mismo el Mundo está regido por sistemas capitalistas. Sólo pequeños reductos, a modo de reliquias, mantienen sistemas comunistas de economía cerrada y planificada y Estados herméticos. Ahora los suburbios son solo productos derivados del capitalismo y la Economía del Libre Mercado; las bolsas de pobreza son generadas por el capitalismo; las desigualdades sociales son consecuencia del modo profundamente injusto con que el capitalismo distribuye la riqueza; la pléyade de indigentes que engalana los centros neurálgicos de nuestras urbes son fruto del frondoso árbol de capitalismo. Por tanto, no seré intransigente con quienes dicen que el comunismo fracasó, pero me permito afirmar que estamos asistiendo al más contundente fracaso del capitalismo, y me permito subrayar que si el comunismo no fue capaz de crear sociedades ricas, el capitalismo que dice generar tanta riqueza precisa y obliga a redistribuciones injustas que generan tanto ricos insolidarios como pobres de solemnidad, pero muchos más de la segunda condición que de la primera. Y en medio esa “clase media” desideologizada que, empeñada en llegar a hacerse rica, jamás mira a la creciente zona depauperada donde residen los indigentes. En resumen, la sociedad comunista fue más justa (o menos injusta) que la sociedad capitalista.

Pero volvamos al asunto. Resulta que Gallardón no quiere que haya indigentes que duermen en las calles. Si por él fuera permitiría que los policías municipales les llevaran, incluso a punta de pistola, a los centros de acogida. La calle es suya y la quiere como a él le gusta. “La calle es mía”, es una frase famosa que Fraga Iribarne pronunció antes de mandar abrir fuego si fuera necesario contra unos manifestantes. Lo que ahora propone Gallardón participa de los mismos principios. Su Madrid no admite a los indigentes que el capitalismo que él ejerce e impulsa desde la Alcaldía, produce. Es evidente que lo único que no tiene dueño, y puede ser utilizada por todos, es la calle. De día y de noche la calle es de todos: es la fortuna y el caudal de los desheredados. En ella cabe todo, dormir de día y estar despierto durante la noche. Soñar de día y vivir de noche, todo es posible en la calle que es de todos, incluso del Alcalde de Madrid Don Alberto Ruiz Gallardón.

Se equivoca el Alcalde. Se trata de hacer desaparecer la pobreza y la indigencia, y no de gestionarla en su provecho. La gerencia de la indigencia pasa por articular medidas que llenen los bolsillos de los miserables de lo básico para vivir y no de mugre o de telarañas. Por las calles de Madrid, en la noche, vagabundean muchos especimenes de personas que merecen ser controladas mucho más que los inocuos indigentes que sueñan en los soportales, bajo trapos y cartones, con un mañana en que la abundancia llegue a agobiarles. Debiera Gallardón crear la “Gerencia de la Indigencia”, y poner en ella a avezados economistas capaces de convertir la Economía en algo útil para todos. ¡Todos! En la puerta de la Gerencia un ujier para que les abra la puerta y trate, con el máximo respeto, a los pobres desheredados de la Tierra. Eso sí, si la Gerencia funciona como es debido, en ella sobran los Policías.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN 

lunes, 12 de marzo de 2012



EL GALLO

Noche del nueve de Agosto. Desde la almohada sobre la que descanso, a través de la ventana abierta, se ve la Luna Llena. No soy lunático, únicamente me gusta la Luna cuando está llena, preñada de claridad, como si deseara que la noche no fuera tal. Tiene la Luna Llena un misterio que hace que en las noches que paso con ella me acompañen más los sueños que el sueño. Viajo, me pierdo en parajes desconocidos aunque siempre bellos, sale a mi encuentro una náyade de tez de caoba que luego rehuye mi compañía, vuelo con dos alas gigantes desplegadas, y recuerdo. Siempre recuerdo.

A las seis y media, de amanecida, comienza a cantar un gallo. Recuerdo los gallos de mi infancia. Terio Soto fue uno de mis mejores amigos de la juventud. Cuando tuve que desplazarme a Bilbao, desde mi Zalla natal, para seguir mis estudios, Terio Soto fue mi mejor amigo. Cierto día, cuando pasábamos ante el escaparate de una carnicería, nos sorprendió un gallo de plumaje pedrés que yacía colgado. “Como ese tengo uno en la casa de Zalla”, le dije. Y como me extendiera en mis explicaciones él mostró curiosidad. Me confesó que jamás había visto un gallo vivo, así que le fui contando anécdotas de gallos.

Le conté que los gallos anuncian el nuevo día, que de ellos es la madrugada, que durante mucho tiempo a mí me habían despertado los gallos y que unos se contestaban a los otros como si estuvieran compitiendo en un concurso de canto. Que en todos los gallineros alargaban sus cuellos, erizaban sus plumas y afilaban sus picos para lanzar kikirikís hacia lo alto. Le conté que me produjo mucha pena cuando mi padre mató a un gallo negro muy arisco que tenía la brutal costumbre de picar en la cara a los niños del barrio. También le conté, simulando los gestos de mi padre, que cuando estaba en la cárcel, por las noches, los fascistas sacaban a los presos para matarlos, y que los presos (mi padre lo había sido durante tres años) descansaban cuando oían el primer canto de los gallos porque durante el día no sacaban a nadie para fusilarle.

Un día le conté cómo a mi vecina Anita se le escapó un gallo que tenía cogido por las patas. Lo estaba matando para comerlo el día del patrón del barrio con todos sus hijos que eran muchos. Primero le asestó un hachazo que le dejó el pescuezo al garete, entonces el gallo aleteó y comenzó a dar vueltas por el corral. Sus primeros kikirikís fueron muy punzantes, poco a poco su canto se fue enronqueciendo. Kikirikí, kikiri, kiki, ki…y se quedó tendido sin hacer ningún ruido, con los ojos abiertos, dejando que su altivez se quedara en nada. (No sé si llegaron a comer aquel gallo tras aquel ajusticiamiento tan poco decoroso).

Hablábamos de animales diversos que él no había visto más que en los grabados de los libros, pero sobre todo hablábamos de gallos. Un día en que le estaba enumerando cuántas figuras componían el belén de mi tío Cipriano, el gallo fue el gran protagonista. Había ocho gallinas y un gallo en el belén hasta que el gallo cayó al suelo y se le rompió la cabeza. El asunto se resolvió poniéndole al cuerpo que quedó una cabeza moldeada de jabón. A mí me gustaba manosear las figuritas. Todos los días las cambiaba de lugar o de posición, y ocurrió una mañana que lo hice con las manos mojadas y la cabeza del gallo se derritió. Fue la última vez que el gallo estuvo en el belén. “¡Qué más da, afirmó Terio, a última hora los gallos no ponen huevos y no sirven para nada!”. Yo les veía encaramarse sobre las gallinas y picarlas a la altura de la cresta, pero mi tía María me decía que estaban jugando. Supe que no era un juego cuando, imitando al gallo, me tendí sobre mi vecina Marimar y le apreté el pecho y la mordí en la coronilla: “eso no se hace”, me reprendió mi tía María.

Este amanecer de Agosto, cuando he oído el canto del gallo anunciando el nuevo día, he recordado la última vez que vi a Terio Soto. Me llamó para contarme lo que le había pasado tras más de veinte años sin vernos. Llegó con su perro Orestes y nos dimos un abrazo. Me contó que un accidente le había dejado ciego. Conservaba los ojos abiertos, algo aclaradas las pupilas, y parecía como si siguieran a los míos cuando miraban hacia los lados. Me dijo: “de pronto se hizo de noche y no ha habido más amaneceres”. Había decidido ir a vivir al campo para escuchar al viento sacudiendo las ramas de los árboles. De tropezón en tropezón, decía, aprendí el caminar que había olvidado. Y me dijo que, además del servicial Orestes, tenía un gallo deambulando por los alrededores de la casa. “Para contar los días que pasan, me dijo, le oigo cantar e imagino la luz del nuevo día. “¿Recuerdas cuando te dije que los gallos no ponían huevos y no servían para nada?, me preguntó para responderse después, pues lo retiro”.

Con estas vivencias me he encontrado en pleno despertar tras esta noche de Luna Llena de Agosto. Ciertamente la vida tiene muchas formas de mostrar sus infinitos significados. Ahora mismo, lo que más deseo es que no se muera nunca el gallo de mi amigo Terio Soto.

Fdo.  JOSU MONTALBAN . 

domingo, 11 de marzo de 2012



EL  HAMBRE  COMO  ARMA  DE  DESTRUCCIÓN  MASIVA



La Cumbre de Copenhague sobre el Cambio Climático, que se celebró en el mes de Diciembre, cosechó un fracaso más, no tanto porque se retrocediera o no se avanzara nada, sino porque el avance fue mínimo y no satisfizo las expectativas. Apenas dos meses antes se celebró otra Cumbre en Italia, tan importante como la celebrada en Copenhague. La Cumbre de la FAO se celebró en Italia y tampoco cosechó avances importantes. La FAO es la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, que fue creada el 16 de Octubre de 1945 en Quebec. Desde luego no es una organización menor porque el Hambre constituye actualmente una amenaza para la Humanidad, no sólo porque arriesga su misma subsistencia sino porque degrada e impide la dignidad del Género Humano. Y no es una Organización menor porque pertenecen a ella 189 Estados del Mundo, además de la Unión Europea y las Islas Feroe.

En más de cincuenta años el hambre no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado considerablemente, y lo peor es que en los últimos años el crecimiento de las cifras del hambre es ya insoportable. En la última reunión de la FAO tampoco se tomó ninguna determinación importante. Estaba claro que una Cumbre abierta solemnemente por el fascista Berlusconi no podría generar resultados favorables para la mitigación del hambre. Ningún otro líder importante estuvo en la Cumbre, salvo Lula, que se ha convertido en la voz de los hambrientos, de los parias de la Tierra. Pero, como suele ocurrir cuando se reúnen los poderosos, al final ha de surgir un documento que resuma los logros, en este caso cinco que no obligan a nada ni a nadie. . El único valor de tal resolución se reduce a la llamada a las conciencias de quienes suelen reunirse para mostrar al Mundo sus fortalezas: los famosos grupos G (G-5, G-7, G-8 ó G-20).

Se han comprometido a Invertir, a Asegurar, a Garantizar y a Fomentar. Todo ello sin un solo compromiso concreto basado en cifras. Hablan de “invertir” en planes nacionales que financien programas; de “fomentar” la coordinación de todos los planes para conseguir una mejor asignación de recursos; de “fomentar” un planteamiento dual que permita la lucha inmediata contra el hombre y su sostenibilidad; de “asegurar” un papel importante del sistema multilateral para aumentar su eficacia; de “garantizar” el compromiso de todos los Estados. Todas las medidas son eficaces para sensibilizar, pero no para luchar directamente contra el problema del hambre, un problema que se ciñe a la cifra de hambrientos y a la evolución de dichas cifras.

Hoy son 1020 los millones de personas que sufren hambre crónica, exactamente un 25% más que las que la padecían hace tres años, y 170 millones más que las que la padecían hace un año. Cada seis segundos muere un niño a causa de su alimentación escasa y defectuosa. Este tipo de nutrición defectuosa hace que mueran tres millones de niños en el Mundo, en donde un tercio de ellos sufren malnutrición crónica. El futuro no resulta halagüeño, pues se espera que en las dos próximas décadas pudieran añadirse 200 millones de personas a la cifra de los hambrientos. Resulta sobrecogedor que durante los tres días que duró la Cumbre de la FAO murieron más de 25.000 niños por la malnutrición y sus consecuencias. ¿No son suficientes estas cifras para exigir a los líderes mundiales compromisos reales y no sólo deseos e intenciones? Pero no estaban allí para comprometerse.

Allí solo se alzó la voz de Lula da Silva. Este rudo Presidente de Brasil ya mostró su inquietud recién llegado a la Presidencia de su país, que no ocupaba un lugar demasiado importante en el Mapa del Hambre. En el año 2003 puso en vigor el Programa Hambre Cero que ha conseguido que disminuya en un 70% el número de personas desnutridas en Brasil, y que la mortalidad infantil haya decrecido en un 45%. Y, dado que no tuvo dudas en asumir que accedía a presidir un país con un porcentaje considerable de hambrientos, tampoco ha dudado en afirmar que el hambre es “la más terrible arma de destrucción masiva del Planeta”. Ni dudó en llamar la atención a quienes, desde su misma responsabilidad en otros países, muestran una flagrante insensibilidad: “Frente a la amenaza de un colapso financiero internacional, causado por la especulación irresponsable y por la omisión de los Estados en la regulación y la fiscalización del sistema, los líderes mundiales no han dudado en gastar cientos de cientos de billones de dólares para salvar la caída de los bancos. Con menos de la mitad de esos recursos, sería posible erradicar el hambre del mundo. La lucha contra el hambre sigue prácticamente al margen de la acción de los gobiernos…Muchos parecen haber perdido la capacidad de indignarse con el sufrimiento tan lejano de su realidad y experiencia de vida. Pero los que ignoran  o niegan ese derecho, terminan por perder su propia humanidad”.

Hubo algunas otras voces discordantes, empezando por la del presidente paraguayo que denunció “cómo las políticas agrícolas internacionales basadas en la liberalización sin control de la agricultura han convertido a países en desarrollo de exportadores a importadores de alimentos”. O el representante argentino Lorenzo Basso, que pidió transparencia en el comercio agrícola. Más aún, el ex relator de la ONU Jean Ziegler criticó las conclusiones que consideró como “la victoria de las grandes empresas  que controlan cerca del 80% del comercio agrícola del Mundo”. En el mismo sentido criticó a la Unión Europea que provoca una competencia desleal mediante sus subsidios agrícolas y emplea biocarburantes en su proceso productivo. Ziegler mostró gran contundencia cuando valoró la gestión de la ONU en su conjunto mediante la crítica a su secretario general Ban Ki-moon, a quien considera servil con los deseos de EEUU y condescendiente con las grandes empresas multinacionales a las que “no molestó con ninguna de sus recomendaciones”.

Si la FAO fue creada en 1945 fue porque, ya entonces, la amenaza era visible, pero da la impresión de que la ONU fue, y es, en sí misma una Organización tendente a desviar las responsabilidades inherentes al ejercicio de los Gobiernos nacionales en la consecución de un Mundo más equilibrado, más igualitario y más justo. El hambre vive instalada en países y áreas geográficas que vivieron colonizadas hasta hace escasamente un siglo.  En manos de los países más poderosos del Planeta, actualmente englobados en el G-8, en cuyas Cumbres compiten  por mostrar sus supremacías, fueron abandonados en manos de sátrapas, hábilmente apoyados y dirigidos desde las grandes multinacionales, tan cercanas al cielo  al que tocan desde sus lujosas sedes ubicadas en los rascacielos de Washington, de Nueva York, de Londres, de Tokio, o de cualquier otro centro neurálgico creado con la única inquietud de lograr dichas supremacías. Estaba claro que el desarrollo del Mundo, basado en un crecimiento sin límites, iba a fundamentarse en dos evidencias: el deterioro medioambiental que tiene su muestra más evidente en el Cambio Climático y el deterioro social que tiene su muestra en la existencia de una población mundial demográficamente mal distribuida, desequilibrada y dual, que obliga a sustentar el bienestar de unos pocos en la desgracia fatal de muchos.

Estamos en el 2010 y da la impresión de que el Mundo evoluciona favorablemente, sobre todo en esa parte de la Humanidad que se dice desarrollada, pero que solo da cobijo a bastante menos de la mitad de los humanos. Si en 1945 surgió la FAO como una llamada de atención frente a la insostenibilidad del sistema y los riesgos de que el desarrollismo ilimitado se convirtieran en hambre y muertes innecesarias, en 1972 el Universe Books, un grupo elitista ubicado en Nueva York elaboró un estudio que pretendía desde su mismo título advertir que el crecimiento no podía ser ilimitado y establecía una serie de parámetros que culminaban en un diagnóstico certero que llamaba la atención a quienes, mediante sistemas económicos y de gobierno peligrosos “deterioraban la calidad y dirección de nuestras vidas”.

Aquel Informe, además de contener conclusiones y advertencias bien fundadas, partía de un presupuesto que es igualmente válido en nuestros días: “La Humanidad posee hoy la más poderosa combinación de conocimientos, instrumentos y recursos de todos los tiempos. Tiene todo lo que es físicamente necesario para crear una forma de sociedad humana completamente nueva…pero para ello es necesario una visión prospectiva y una firme voluntad”. ¿No cabe afirmar esto mismo ahora? Incluso hoy la Humanidad dispone de un mayor bagaje, no tanto basado en los éxitos cosechados como en los fracasos sufridos, pero su visión prospectiva debe ser ahora más rica, y su voluntad de rectificación más firme a tenor de que la amenaza es mucho más manifiesta. Han sido decepcionantes las conclusiones de la Cumbre del Cambio Climático, también en lo concerniente a la lucha contra el Hambre, en la medida en que la preservación del medio natural tiene que permitir su disposición al servicio de la producción de alimentos sanos y el desarrollo de las áreas rurales, que constituyen auténticos pulmones del Planeta, en las que habitan la gran mayoría de los hambrientos del Mundo.

Nada será posible si la Economía no cede ante la Política. Si las Organizaciones en las que los Estados delegan buena parte de sus responsabilidades, en pro de una mejor gobernanza mundial, se entregan a los auténticos fines para los que fueron creadas, es posible virar el equivocado rumbo de la nave. Bueno es que mentes lúcidas, como la de Mayor Zaragoza, tercien en el encarnizado debate: “La nueva Economía deberá basarse en reducir el gasto en armamento y en atender la producción de alimentos (agricultura, acuicultura, biotecnología), porque la calidad de vida depende de la nutrición , el agua, la salud, las fuentes energéticas, el respeto al medio ambiente, la educación, el transporte y la paz”. La propuesta de Mayor incide en combatir el hambre y en que los hambrientos de hoy, alejados del riesgo de morir por ello, vivan mejor.

FDO.  JOSU MONTALBAN 

miércoles, 7 de marzo de 2012




¡SEAMOS SENSATOS!

“Creo en la madurez, el equilibrio y la sensatez del pueblo español”, ha dicho Rajoy como prólogo a su anuncio de que los Presupuestos que va a presentar al final del mes de Marzo van a ser extremadamente duros. Para decir esto a elegido Roma y ha escogido una buena compañía, el presidente italiano Mario Monti. Rajoy ganó con mucha holgura las elecciones españolas, pero inmediatamente se ha puesto en manos de gentes y poderes ajenos a nuestra nación. Con qué ideas e intenciones ha acudido a los dominios de Merkel, Sarkozy, Cameron o Monti no lo sabemos. . Lo que hemos sabido ha sido que durante casi dos meses ha permanecido callado, al parecer pergeñando y organizando las tres grandes reformas con que ha silenciado a los españoles: fiscal, financiera y laboral. Digo “silenciado”, a pesar de que varios millones de de ellos hayan salido a la calle a protestar por el hachazo laboral mientras los empresarios, satisfechos y carcajeantes, han visto pasar a las hordas vociferantes con la complacencia de saberse vencedores.

Vencedores, sí, porque el Gobierno está solamente de su lado, hasta tal punto que Rajoy ya ha advertido al PSOE y a los Sindicatos que se van a quedar “solos”. La derecha española se sabe dueña y señora del cotarro con su mayoría parlamentaria, y está dispuesta a pasar el rodillo convencida de que so objetivo empieza y termina en lo que el Capital y los capitalistas le insinúen. Los descuidos dialécticos de Rajoy (“esto me va a costar una huelga general”) y de De Guindos (“una reforma laboral extremadamente agresiva”) ante micrófonos igualmente descuidados, ya no parecen casuales. Ni es casual el hermetismo y el ceño fruncido y adusto del Ministro De Guindos como preámbulo del oficialismo de Rajoy. Ambos interpretan el mismo libreto, cuyo desenlace inevitable no es el rigor científico sino ese otro rigor, ese frío intenso que ha entrado de improviso a tantos españoles que ven reducidos sus derechos, logrados en base a muchos años de lucha y trabajo.

Como se avecinan nuevos golpes de hacha, Rajoy no ha dudado en piropearnos apelando a nuestra sensatez. “Va a ser un año muy difícil”, ha dicho ante un Mario Monti  entusiasmado que ha valorado como positivas las medidas tomadas por España. ¿Podía esperarse otra cosa? Menos mal que no se ha excedido en su veredicto porque, a nada que hubiera insinuado su insuficiencia, Rajoy hubiera admitido sus errores y hubiera obrado en consecuencia. Porque Monti se ha convertido en el embajador de los Mercados, no solo en Italia sino en toda Europa. Ah, y en un aviso a navegantes, porque Monti preside Italia sin haberse presentado a las Elecciones ni haberse impacientado en un proceso selectivo. Retiraron al presidente elegido democráticamente y pusieron a él en su lugar olvidándose de la democracia. No hay por qué concluir que se trata de una dictadura pura y dura, pero los Mercados vienen imponiendo sus dictados con la misma implacabilidad que los dictadores, de modo que ya son demasiados los gobiernos,´-el español entre ellos-, que no dudan en ser cómplices de tal dictadura.

Rajoy confía en la sensatez del pueblo español, es decir, en su prudencia, en su buen juicio, en su cordura, en su cautela y en su moderación. Cuando el Presidente Zapatero tomó medidas en parecido dirección a las suyas, Rajoy y sus más íntimos colaboradores no fueron nada sensatos porque convirtieron el Congreso de los Diputados en un Patio de Monipodio, destinado a debilitar desvergonzadamente la credibilidad de España. Ni en el fondo ni en la forma mostraron el más mínimo rasgo de sensatez, porque el objetivo nunca fue ayudar a los españoles a “entender las decisiones y las cosas que tenemos que hacer”, como ahora pregona, sino sembrar la cizaña y enfrentar a los españoles entre sí. Es curioso que en su actual anuncio haya advertido que “menos las pensiones, todas las demás partidas las hemos bajado o las podemos bajar”, después de que su primera reforma fiscal incidiera en las clases medias y bajas de tal modo que algunas pensiones sensiblemente insuficientes se van a quedar en un 0,25% de aumento, tras el anuncio del Gobierno de que las pensiones subirán un 1%.

Acabemos. Seamos sensatos. Soportemos estoicamente cuanto se nos viene encima, pero reflexionemos, porque la sensatez se ejercita de modo bien diferente según sean las circunstancias que involucren a cada cual. ¿Es sensato confiar en quien, como Rajoy, considera que el trabajador ha de ser únicamente un badulaque al servicio del empresario? ¿Es sensato reducir el importe que debe recibir el trabajador enfermo que se siente imposibilitado para acudir al tajo, aduciendo que desconfía de la veracidad de los hechos? ¿Es sensato admitir que un periodo de prueba en un trabajo pueda ser de doce meses, lo que facilitara la expulsión del trabajador sin indemnización ninguna? ¿Es sensato dejar en manos de los empresarios un instrumento tan arbitrario como la previsión de menores beneficios, o pérdidas, para reducir las plantillas? ¿Es sensato empobrecer más aún a quienes ya son pobres o están amenazados de serlo? ¿Es sensato caminar hacia una estructura social más desequilibrada, en la que una tercera parte está en riesgo evidente de sucumbir en los pozos de la pobreza, mientras las grandes fortunas crecen y crecen y crecen?

¡Sr. Rajoy! Cuando recurre a la sensatez de los españoles debe tener en cuenta que la primera sensatez que debe ser requerida ha de ser la suya. También la sensatez de los miembros de su Gobierno. Todas las decisiones, más o menos acertadas, deben ir sustentadas en las mismas bases, en los mismos valores y en los mismos conceptos. Por ejemplo, ¿por qué la estrechez del embudo se dirige a los “sensatos” ciudadanos a los que se les imponen las reglas y preceptos, mientras la anchura se destina a las clases acomodadas y a los Bancos, a los que no se les imponen las medidas sino que sólo les son sugeridas? ¿Por qué a los Bancos no se les obliga a aceptar la Dación en Pago en los desahucios de viviendas mientras a los afectados se les obliga a aceptar deudas escandalosas que les hunden económica, moral y socialmente?

¡Sí, Sr. Rajoy! ¡Seamos sensatos!...Y sobre todo, ¡sea usted sensato!

Fdo.  JOSU MONTALBAN                   

lunes, 5 de marzo de 2012

LA CASA DE MANFRED






Las Playas ocupan un bello entrante del litoral. Estrecho, sólo ocupa el espacio que media entre el mar y las altas montañas, ariscas y secas, cuyas laderas caen en picado tapizadas de cactus y sequedad, hasta la carretera, -mitad asfalto y mitad tierra-. La carretera asfaltada solo llega hasta el Parador Nacional, después continua una estrada de tierra y piedras, del color de la lava, que termina poco después para dejar paso a un farallón de rocas en cuya base se estrellan las olas levantando humaredas de espuma.

Al atardecer el mar pardea sus aguas aunque el sol adorna lo más alto de las rocas dejando pasar unos rayos potentes que dibujan visos sobre el azul marino. No reina el silencio porque el mar ejerce su tenaz porfía con la tierra, y las olas no cejan en su empeño amenazador. Casi siempre hay viento pero no se perciben silbidos, en todo caso, el rumor del mar enguye todos los sonidos. Desde la terraza del Parador se ve llegar la noche. Mientras atardece, algún pequeño cascarón pesquero atraviesa a lo lejos, de derecha a izquierda, perdiéndose más allá: debe ser algún barco que ha salido del puerto de la Restinga, al sur, en busca de peces. También mientras atardece, las montañas ocultan por completo al sol, el horizonte del mar se dibuja como una raya nítida y las nubes se van difuminando en la espesa oscuridad. En las laderas de las montañas aparecen puntos luminosos, sólo seis, que corresponden a otras tantas casas que aún permanecen habitadas allí. Al fin la noche cae de forma inevitable. Salvo los diminutos focos de luz, solo el rumor iracundo y violento de las olas muestra que algo se mueve.

Si se mira hacia el mar se ve la boca del lobo. Si se mira hacia las montañas, uno imagina un gran mural negro. En lo más alto, casi siempre hay estrellas que horadan la profundidad. En el suelo, más nos vale que aún quede solidez sobre la que apoyarnos. La noche ha caído como suele acontecer lo inexorable. Cuando se siente su trascendencia y se pinta sobre el lienzo negro la realidad que hemos admirado durante el día, la noche se llena de misterio y la mente humana no tiene más remedio que soñar. ¿Sería eso lo que buscaba Manfred cuando se aposentó allí?.

Los sueños siempre tienen algo misterioso. Aunque solo recuerden, con algunos matices, lo que nos ha pasado en la vida real, siempre acontecen de modo misterioso y enigmático. Cuando cesan los sueños, nos abandona el sueño y donde estaba la boca del lobo comienza a hacerse la luz. El mar sigue rugiendo y, en medio de los rugidos, el lienzo negro de la noche va tiñéndose de día. La ceremonia comienza con una claridad difusa que surge sobre el lejano horizonte de las aguas. Sobre la línea recta tal vez se puede ver la silueta de un barquito que faena o regresa al puerto de la Restinga. Si la ida fue de derecha a izquierda, justo es que el regreso sea en sentido contrario, así que el barquito parece surgido de las tripas de la tierra, de la Punta de la Bonanza, para mostrarse en todas las Playas hasta llegar a la punta más sureña de la isla, donde está la Restinga. El nuevo día llega a mayor velocidad que la que lleva el cascarón pesquero que se atisba en lontananza y le deja, a plena luz, en medio de la Bahía. El primer sol se refleja sobre las aguas azules y sobre las piedras grises y negras de las playas, previamente mojadas por las olas.

Las casitas de la ladera permanecen como puntos blancos. Las gaviotas sobrevuelan las aguas emitiendo sus acompasados gritos. Las gentes abandonan el sueño (o es el sueño el que les abandona) y se recrean en los sueños interpretándolos a su antojo. Algunos queremos pasear para soñar despiertos, para hacernos preguntas y diseñar las respuestas con inteligencia. Son muchas las dudas y muchas las ilusiones. La belleza está dormida en estos parajes solitarios y recónditos que ni en sueños imaginamos cuando estamos a mucha distancia de ellos. De pronto acude a mi memoria la imagen del cartero que Skarmeta ideó para hacer llegar las cartas a la Isla Negra, donde el único destinatario era Pablo Neruda. Traslado a Mario Ruoppolo, que así se llama el cartero de la novela, a estos parajes con su rudimentaria bicicleta, aquí donde el silencio también se oye, como en la isla del poeta. Como él, busco metáforas que ayuden a expresar lo que los ojos ven y los sentidos sienten. Han de ser metáforas relacionadas con la soledad, o con el amor, o con la inconmensurabilidad de la Naturaleza. La Bahía de las Playas es una metáfora plástica en la que caben todos los signos. “Puede que acá el mundo no continúe”, puede ser una bella metáfora. O, “escenario en el que el Hombre no representa otro papel sino el de admirador”. O tal vez, “lugar en que Dios huyó de sí mismo”.

Cuando la luz ya es toda la posible, el mar continúa poniendo su bronca música al libreto, las laderas conforman una tramoya ocre y negra en la que los personajes se echan las manos a la cabeza. El atrezzo son unos puntos blancos diseminados y, en medio de ellos, un gran centro de acogida para admiradores. El argumento de la obra no ha podido ser editado y, por tanto, tampoco hay ningún osado que se atreva a dirigir a los actores. Los actores vienen, sueñan y se van. Unos pocos, como Manfred, permanecen y ya se han convertido en piezas del escenario. Por cierto, a este escenario se accede a través de un túnel con una sola dirección. El semáforo destinado a regular las entradas y salidas, hace tiempo que no funciona. No parece necesario.

Ante la casa de Manfred, una estatua de una mujer, mal pintada o ya descascarillada, da la bienvenida al visitante…También le dice adiós.

JOSU MONTALBAN 

viernes, 2 de marzo de 2012

LOS TOROS COMO CUESTIÓN NACIONAL


Cuando España no existía, -es decir, hace demasiado poco tiempo-, la cuestión nacional era la definición de la nación soberana. El concepto de nación soberana inspiró el Decreto I de las Cortes en 1810, y facilitó las bases a la Constitución de 1812. El 89 francés había marcado unas líneas, de esas que ahora se llaman “rojas”, que trascendieron sus fronteras. El término “nación” había devenido en un concepto sagrado, según la definición del francés Sieyés “un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y están representados por la misma legislatura”. Pero el alcance del término “soberanía” precisó nuevos debates y reflexiones por el concepto “nación”, para que ejerciera sus funciones debía definir quién era realmente su agente activo de representación. El resumen de aquel largo debate, que anclaba sus raíces en la Historia, solo era la disyuntiva en torno a si tal soberanía residía en la voluntad exclusiva de las monarquías y los reyes o si residía en los ciudadanos (el pueblo) y en las Cortes que les representaban.

Ahora, en el siglo XXI, la cuestión nacional es muy otra. España definió sus estructuras en la última constitución y nadie pregona en público que tal constitución deba ser revisada ni siquiera para saber qué aspectos de ella han devenido en éxitos notables, y cuales otros chirrían. El texto constitucional se ha convertido en un código inviolable, -que es lo que debe ser-, aunque los ciudadanos hagan de él tantas lecturas y tan diferentes, como les conviene a sus razones territoriales, ideológicas, religiosas y morales. Por si fuera poco el Tribunal que tiene como función cuidar su cumplimiento se muestra ante los ciudadanos como una jaula de grillos en donde prima todo menos la rectitud de juicio y la imparcialidad. En realidad, solo resuelve la situación confusa la disciplina de la sociedad española que ha perdido la capacidad de respuesta y reivindicación, y sólo invade las calles para sus diversiones y no para hacer explícitos sus deseos de equidad y justicia.

El último debate público que amenaza en convertirse en una cuestión nacional, tiene que ver con la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, aprobada en el Parlament recientemente. Siendo una iniciativa surgida del corazón de los ciudadanos mediante la recogida de casi 200.000 firmas, que incidían en la tortura y el maltrato animal, se ha convertido en una reivindicación de independencia de España por parte de Cataluña. La gran responsabilidad de ello la han tenido quienes han leído los resultados de la votación sin analizarlos previamente, porque ha habido quienes han votado al unísono siguiendo el mandato de sus formaciones políticas, -PP a favor, ICV y ERC en contra-, y quienes han dado libertad de voto, -PSC y CiU-, en donde se han producido todo tipo de reacciones. Es decir, que caben varias interpretaciones de las que yo extraigo algunas conclusiones: ha habido posicionamientos nacionalistas, catalanistas y españolistas, que han actuado prioritariamente como tal; y ha habido posicionamientos que han sido dictados por las conciencias libres, eso sí, influidas por los más recónditos impulsos. ¿Porqué la consecuencia ha sido una discusión pública tan incoherente?

Principalmente porque España y los españoles viven hipersensibilizados, alrededor de una quimera nacionalista de doble dirección, que ha calado en el debate político con más rotundidad incluso que la crisis, que la conformación de una sociedad más justa y la solución de los problemas de la convivencia diaria de los españoles. En esta enfermiza situación vivimos sumergidos y es bueno que nos atrevamos a subrayar a los responsables. Lo somos la clase política que no parece dispuesta a reflexionar sobre lo esencial, y extrema la estrategia de sacar provecho a lo accesorio, pero lo son también los medios de comunicación que no tienen en la información neutra, imparcial y fidedigna su objetivo principal, sino que sus estrategias tienen más que ver con aquello del “ni quito ni pongo rey pero ayudo a mi señor”. Y cada informador parece tener su Señor.

Dos ejemplos de irresponsabilidad: Rajoy y el PP van a presentar una Proposición de Ley para blindar la fiesta de los toros por considerarla una “manifestación cultural” a la que, al parecer, tienen derecho todos los españoles. Resulta curioso que la proposición del PP se base en “el derecho de igualdad de los españoles y en el derecho de acceso a la cultura”. Bellos derechos, sin duda, si fueran aplicados más allá de la preservación de las corridas de toros, porque el concepto de igualdad, aplicado aquí, solo expresa osadía. El otro ejemplo pasa por el tratamiento que se ha dado a la información. Un diario nacional abrió edición con una frase de significado encubierto y agresividad manifiesta: “Triunfaron los animales”. Para colmo la información se completa con continuas interpretaciones del acuerdo en clave nacionalista y muy escasas esquirlas ilustrativas del desarrollo real del proceso.

Ya creo que es hora de que me defina yo mismo sobre el asunto para que nadie me tache de ambiguo. Me gustan los toros pero no considero que constituyan una actividad cultural. Yo no los hubiera prohibido ni aunque no me hubieran gustado porque creo, como Caballero Bonald, que “cualquier prohibición va en contra de la libertad de elección…el que quiera ir a los toros, que vaya”, aunque también va en contra de esa libertad de elección el excesivo costo de las entradas, del mismo modo que va en contra de la igualdad que una localidad de Barrera cueste diez veces más que una localidad de las gradas más elevadas de la plaza, o que una entrada de Sombra valga tres veces más que una de Sol. Nada está conformado en torno al concepto de clase social y castas como una Plaza de Toros. Considero que una corrida de toros es un espectáculo en que se juntan un poquito de arte (mucho on Morante y menos en Urdiales), mucho de entereza y valentía ( muchísima en Urdiales y menos en Morante), y bastante glamour en los graderíos. Hay color, vistosidad y leyenda. Los toros están presentes en la Leyenda y la Mitología, provocan inspiración en los pintores, en los artistas, en los escritores, en los poetas, pero ¡ay!, hay crueldad y sangre a raudales, y visiones tremendas, y dos riesgos desequilibrados: uno inevitable para el toro, y otro muy dudoso para el torero a tenor del balance anual que siempre concluye que todos los toros mueren  mientras solo se produce alguna excepción con la muerte aislada de algún torero.

Hay pasión, hay sobresaltos, hay pensamientos ocultos, hay sensualidad y sexualidad, hay belleza y hay disciplina mal entendida que se expresa en la arbitrariedad (sí, arbitrariedad) del Presidente, para administrar durante al menos dos horas el Coso con todas las potestades en sus manos. Dicho esto, creo que los antitaurinos solo expresan con sus acciones la crueldad que tiene lugar en las plazas, aunque me parece una exageración hablar sobre los derechos de los animales en los términos que ellos lo hacen, teniendo en cuenta las condiciones de desigualdad e injusticia en que vivimos los humanos. Las corridas de toros desaparecerán, junto al negocio taurino, cuando dejen de ser rentables o cuando las generaciones venideras lleguen a encarnar que constituyen una inhumanidad insoportable. Solo así.

Pero, ¿no es cierto que se ha puesto el grito en el cielo porque la prohibición ha tenido lugar en Cataluña y no en otro lugar? En 1991 se prohibieron en todo el territorio canario y nada ocurrió. Barcelona se declaró antitaurina en el 2004, pero también Coslada (Madrid) se declaró tal en el 2005. Y hay otros cuarenta pueblos catalanes declarados antitaurinos que corresponden a los gobernados principalmente por ERC y que fueron declarados a mediados de la década actual. ¿Por qué relacionar con el nacionalismo catalán, exclusivamente, el pronunciamiento del Parlament? Los Borbones, a su llegada a España en el siglo XVIII, denostaban los espectáculos taurinos, por lo que Felipe V los prohibió en 1723. Sin embargo los aceptó como medio para sufragar obras benéficas: hospitales, hospicios, asilos… Las prohibiciones no fueron aceptadas por el pueblo, que siguió con sus aficiones. En 1771, y en 1805, y en 1877, se propusieron sucesivas prohibiciones. Los Toros han sobrevivido rodeados de dificultades y ningún régimen las ha evitado: Primo de Rivera, la Segunda República, el franquismo incluso. Probablemente son estos avatares adversos los que han venido alentando la continuidad de las corridas de toros. Así lo expresa Jovellanos en uno de los textos más atinados sobre la Fiesta: “Así corrió la suerte de este espectáculo, más o menos celebrado según su aparato y también según el gusto y genio de las provincias que le adoptaron, sin que los mayores aplausos bastasen a librarle de alguna censura eclesiástica, y menos de aquella con que la razón y la humanidad se reunieron para condenarle. Pero el clamor de sus censores, lejos de templar, irritó la afición de sus apasionados, y parecía empeñarlos más y más en sostenerle, cuando el celo ilustrado del piadoso Carlos III lo proscribió generalmente, con tanto consuelo de los espíritus como sentimiento de los que juzgan las cosas por meras apariencias” .

Lo hace Jovellanos en un texto mucho más amplio en que analiza la realidad y cuestiona la concepción de la llamada Fiesta como “nacional”: “La lucha de toros no ha sido jamás una diversión ni cotidiana ni muy frecuentada, ni de todos los pueblos de España, ni generalmente buscada y aplaudida. En muchas provincias no se conoció jamás…Se puede calcular que de todo el pueblo de España apenas la centésima parte habrá visto alguna vez este espectáculo. ¿Cómo, pues, se ha pretendido darle el título de diversión nacional?”.

La reflexión de Jovellanos tuvo lugar con ocasión de una de las varias prohibiciones, y es por eso justamente que puede ser aplicado con ocasión del pronunciamiento del Parlamento catalán, porque conserva su vigencia: “Pero si tal quiere llamarse (diversión nacional) ¿quién podrá negar esta gloria a los españoles que la apetezcan? Sin embargo creer que el arrojo y destreza de una docena de hombres, criados desde su niñez en este oficio, familiarizados con sus riesgos y que al cabo perecen o salen estropeados de él, se pueden presentar a la misma Europa como un argumento de valor y de bizarría española, es un absurdo. Y sostener que en la proscripción de estas fiestas hay el riesgo de que la nación sufra alguna pérdida real, ni en el orden moral ni en el civil, es ciertamente un delirio de la preocupación. Es pues claro que el Gobierno ha prohibido justamente este espectáculo y que cuando acabe de perfeccionar tan saludable designio, aboliendo las excepciones que aún se toleran, será muy acreedor a la estimación y a los elogios de los buenos y sensatos patricios”.

A eso nos enfrentamos ahora mismo. Bueno será que los ciudadanos superen la quimera del sí y del no sin recurrir al debate viejo y absurdo que siempre acompañó a las luchas banderizas y los delirios nacionalistas relacionados con los territorios y no con las personas. Toros sí, toros no, es el debate. España sí, España no, es la falsa discusión de quienes solo desean aprovecharse del río revuelto.

Fdo  JOSU  MONTALBAN