jueves, 31 de mayo de 2012


UN SARAPE DE MORTAJA
(Para Chavela Vargas)


Llovía mucho. A raudales. Por eso, quizás, la noche era más noche. En la radio sonaba una canción desgarradora. Las palabras caían como piedras despeñadas y en el alma se amontonaban las lascas desprendidas y esos granos de polvo que nos pasan desapercibidos. Cantaba Chavela Vargas.

...Y empezó a interesarme su vida tanto como su voz, porque su voz quebrada auspiciaba una vida completa; porque el hondo eco de su carraspeo anunciaba unos atardeceres turbulentos y unas noches tumultuosas entre multitudes conservadas en alcohol. Empezó a interesarme su vida porque el hondo erotismo de su canción me transportó al templo oculto de mis aberraciones, al que aún nadie ha accedido. Empezó a interesarme su cuerpo porque su ansiedad pedía a Macorina que posase su mano en un “aquí” que era todos los lugares de su morena piel. “Ponme la mano aquí, Macorina”, repetía resbalando la última “a” sobre su lengua rasposa. ¡Ay, cómo me hubiera gustado entonces conocer a Macorina!. ¡Oh, cómo me gustó, algunos años más tarde, conocer a Chavela!.

Desde entonces no he perdido ninguna oportunidad para encontrarme con Chavela. La he escuchado siempre que he podido y, cuando no la he escuchado durante bastante tiempo, no podía imaginar que estuviera bebiendo, sumergida en las ondas transparentes y temblonas del alcohol y la pesadez del sueño. Pero, ¿para qué hurgar en la miseria pasajera de una vida llena de sensibilidad y grandeza?. Ya lo ha dicho la propia Chavela: “¿Por qué no dicen que he cantado en los mejores teatros, que ya no bebo y que ahora soy un modelo de virtudes?”. Sin embargo, la vida deja secuelas en la piel de aquellos instantes que deseamos olvidar y que, por visibles, provocan que todo y todos nos recuerden el sufrimiento que desembocó en dolor.

Ahora Chavela deja de cantar en directo, pero el eco de sus interpretaciones vagabundea de un lado a otro buscando brazos ardorosos, besos extraviados, manos de Macorina que le trasladen a lechos de placer y felicidad. Ella ya espera la muerte mientras agota la vida. A nada teme ya, vencidos tantos trances amargos y difíciles. Ahora, aún está dispuesta a enriquecer su alma con esas cosas bellas que tanto abundan y tan poco se aprecian. “Ahora enriquezco el alma con el canto de los pájaros, el lloro de un niño y el vuelo de las mariposas”, ha dicho. ¿Y la muerte?. “La muerte debe ser muy bella porque nadie se ha devuelto de ella”. Bella y simple reflexión de quien ve a la muerte como un trance, cercano ó lejano, pero inevitable. Sana ocurrencia de una mujer que se sabe mortal pero no moribunda. Dulce afirmación de quien se anima a sí misma y está de vuelta de casi todo.

Chavela se siente avizorada por dos señoras lujosas y graves. La Vida y la Muerte se acechan mientras Chavela enriquece su alma y, como ellas, espera. Ella es la tercera en discordia. Ama a la Vida y no odia a la Muerte. Tal vez también ama la Muerte porque en algún tiempo asqueó la Vida. Lo seguro es que las tres viven empeñadas en cerrar un triángulo mágico en el que brotan los recuerdos y refulge la memoria. “Ahora la vida está esperando que la muerte llegue, y la muerte está esperando que la vida se vaya”, ha resumido Chavela.

La recuerdo con su sarape de colores chillones algunos meses después de aquella noche en que llovía tanto. Abría los brazos bajo las luces ardorosas del escenario y desplegaba las rayas de su sarape, de lanas saltarinas y ásperas. En lo alto del sarape brillaban sus ojos blanquecinos en medio de su tez cetrina y arrugada. Bajo la frazada de lana revoloteaban, certeras, las manos de Macorina posándose en las convexidades y concavidades de su cuerpo. Recuerdo que el escenario estalló en luz y el sarape alcanzó su plenitud cromática justo cuando Chavela apuró la voz, mandando a Macorina “ponme la mano ¡aquí!”. Inclinó la cabeza y salió a los camerinos a abrazarse con Macorina.

Pero ahora que conozco sus deseos, pido a la Providencia o al destino que sean fieles a sus palabras. Ella ha dicho de sus sarapes: “... esos morirán conmigo. El día que me entierren me los ponen. Me los ponen... ¡de mortaja!”. Pido a las divinidades que busquen en la memoria de mis ojos aquel sarape... ¡Pónganselo de mortaja!.

JOSU MONTALBAN

domingo, 27 de mayo de 2012


 EL ESPEJO


Una vez obtenido cuanto precisamos para garantizar nuestra supervivencia, lo más necesario es disponer de un espejo. En cualquiera de sus muchas formas y modelos, pero un espejo, porque a través de él podemos tener una idea clara de nuestro aspecto, de nuestro semblante e, incluso, de nuestras intenciones.

Nuestras vidas están llenas de encuentros en los que compartimos requiebros y adulaciones, frases dulces y aquiescencias dulzonas surgidas de manuales del “saber estar”, mucho más que de los impulsos del “saber ser”. Por eso resulta tan importante que seamos capaces de autointerpretarnos, de mirarnos al espejo, clavando nuestros ojos en nuestros ojos, para espetarnos y obligarnos a desterrar las intenciones perversas que, casi siempre llevamos latentes en el fondo de nuestras miradas.

¿Creen acaso que los asesinos seguirían matando si se miraran a los ojos instantes antes del momento fatal? . ¿Es posible, acaso, resistir una mirada de odio sin tornarla en bondadosa, cuando tal posibilidad está en nuestras manos?. A través del espejo no sólo verá el asesino el odio que le empuja a la vileza, sino también la bondad que le puede llevar a la vida y a la templanza de ánimo..

¿Creen acaso que los violadores podrían resistirse a sí mismos, si vieran dibujado sobre el bruñido brillo del espejo el rostro de su propia miseria humana?. ¿No verían incluso el rostro azorado de sus víctimas preguntándoles “porque”?.

Porque lo cierto es que la maldad rehúye los espejos y desea la soledad para favorecer el anonimato. Lo certero es que la perversión se oculta de todo y de todos, y a quien más teme es a sí misma. Lo verdadero es que sólo la bondad busca las multitudes para mostrarse y conseguir el beneplácito de cuantos más, sólo la bondad acepta de buen grado el efecto multiplicador de los espejos. Y, si esto es así, ¿porqué no admitir el efecto contrario, es decir, que el espejo puede disuadir al malvado de sus perversiones?. No aceptarlo sería admitir la maldad como una de las posibles condiciones del hombre.

¡Oh, los espejos eternizando los instantes!. ¡Oh, los espejos dibujando los instantes sucesivos como perpetuadores de ese instante algo mas duradero que es la vida!. ¡Oh, los espejos como flecha que nos ayuda a mirarnos hacia dentro a través de nuestras propias pupilas!. ¡Oh, los espejos como dictadores que son capaces de reinventar el tiempo!.

La imagen de un espejo es la narración de un instante. Si como dice Omar Jayyam: “Un instante separa devoción de blasfemia,/un instante divide lo cierto de lo incierto;/disfruta de este instante y tenlo en mucho aprecio,/ que el total de la vida suma lo que este instante”, bien puede ser la fugaz imagen del espejo la que nos aleje de la blasfemia o de lo falso y nos haga devotos de los verdadero. Basta una mirada a nuestros propios ojos para encontrar en ellos la secuencia continuada de nuestra vida. En ella estará plasmado cuanto nos inquiete y cuanto nos agrade, los pasos que dimos con seguridad de triunfadores y los que dimos calzados en nuestras propias limitaciones y miserias.

Si, tal cual lo dibuja el poeta “La esencia de esta vida y el ser del mundo son/un sueño, una quimera, un engaño, un instante”, busquemos un espejo en el que quepan todas las cosas y regodeémonos en los sueños, atormentémonos en las quimeras, irritémonos en los engaños y convirtamos todo en un instante. A través del espejo, mirándonos a los ojos, podemos conseguir que del lado del brillo queden vivos los sueños y, detrás, en la opacidad oscura del envés, se pudran las quimeras y los engaños. En suma, que en el instante variado que es nuestra vida, lo bueno triunfe sobre lo malo.


JOSU MONTALBAN

miércoles, 23 de mayo de 2012


EXHORTACIÓN A LA CODICIA

En Miami, los pequeños cruceros que salen del puerto para dar un paseo de un par de horas a los turistas por un puñado de dólares, anuncian ostentosamente que el paseo incluye ver, aunque sea de lejos, las mansiones de los famosos multimillonarios que se han instalado en islas artificiales en medio de la gran bahía. En Monterrey, también en Estados Unidos, las excursiones incluyen veinte Kilómetros a través de una carretera privada que cuesta a millón, desde la que se ven las mansiones de los grandes jugadores de golf y otras personalidades del cine. Ya, este tipo de actitudes y costumbres están generalizadas en casi todo el mundo. Da la impresión de que la clase media, travestida de turista, cultiva la envidia y acepta la desigualdad como un mal menor, y, lo peor de todo es que lo hace porque, en el fondo, a todos les gustaría ser ocupantes de esas mansiones.

Esas formas de obrar constituyen una exhortación a la codicia, porque ¿cómo no codiciar una vivienda amplia, rodeada de vegetación, en medio de una bahía o un lago y debidamente servida por gentes humildes, bien mandadas y siempre agradecidas?. Para acrecentar la tentación, los multimillonarios o los simplemente ricos, se encargan de iluminar el entorno con arte y profusión empeñados en que la gloria y la grandeza no sólo se sientan sino que se vean. Recientemente un guía turístico, informando mecánicamente que una mansión señorial había costado a su ocupante 27 millones de dólares, provocó una interjección de admiración en lugar de una blasfemia. A mí, sólo me produjeron admiración el desinterés del guía por ilustrar el dato y la desidia de los turistas que tomaron la cifra como una simple apostilla accesoria al hecho esencial de que allí vivieran los famosos.

El capitalismo es así de cruel. De pronto, un golpe de fortuna convierte a alguien en rico o multimillonario, y ya son precisas muchas generaciones de zafios u holgazanes para que vuelva a aparecer un pobre con el mismo apellido. Este tipo de injusticias, que son admitidas y admiradas en los paraísos turísticos, comienzan a aparecer entre nosotros. Lo más grave es que las clases medianamente acomodadas, que tienen el privilegio de vivir en áreas residenciales en las afueras de nuestros pueblos, también hacen ostentación de sus posesiones con iluminaciones indirectas, escudos de linaje improcedentes y perros guardianes de cuidado pedigree.

En este panorama, ¿quién se atreve a denunciar la injusticia, los desequilibrios sociales y, hablando en plata, la desvergüenza de las clases acomodadas que afirman incluso que los pobres lo son por vagos y no por desafortunados?. ¿Quién se atreve a proclamar que la comodidad de unos se fundamenta en las estrecheces de los otros?. ¿Quién se atreve a denunciar que  a los pobres, a los sin techo y a los que mueren de hambre y miseria les corresponde, al menos, un viajecillo de los acomodados, un alero de sus casas o las migas que caen de sus mesas?.

Ese es al problema, la falta de denuncias generalizadas que culminen en la acción certera a favor de la justicia y el equilibrio social. Porque los opulentos no se sienten afortunados y, por tanto, deudores con cuantos sufren a su lado, sino que se consideran casi imprescindibles para el mantenimiento del esquema social imperante, y piden a los gobiernos que protejan sus situaciones porque sólo así podrán vivir las subclases inferiores que están a su servicio. En palabras de Galbraith: “si se alimenta al caballo generosamente con avena, algunos granos caerán al camino para los gorriones”. Esta filosofía mezquina, con la que no comulgamos ni Galbraith ni yo, terminará por consolidar lo que ya comienza a vislumbrarse: una sociedad, dividida en clases con una élite vergonzante que se exhibe de modo descarado, una clase media acomodada que admite que los poderes públicos no actúen sobre la élite vergonzante para que  tampoco ellos se vean afectados y una clase baja formada por personas de bajísima formación y características peculiares que les aleja del mercado de trabajo y los convierte en meros apéndices de la sociedad, sujetos para siempre a la beneficencia. En este último estrato terminarán integrándose quienes conforman la que se llama “subclase funcional”, en torno a quienes no pueden acceder al nivel económico ni calidad de vida de las capas más bajas de la clase media. A esta subclase funcional se irán integrando  los emigrantes, los parados de edad avanzada que no acoge el mercado de trabajo y los que encuentren empleo de forma ocasional, a través de empresas de trabajo temporal o, incluso, en la economía sumergida. Estos también aspiran y desean una casita iluminada bajo los árboles pero de momento se conforman con codiciar lo de los demás.

La codicia, aunque tiene que ver con el último de los mandamientos, dicen que lleva al infierno. Lo que les faltaba a los pobres: insatisfechos durante la vida y condenados por malos tras la muerte.

JOSU MONTALBAN

domingo, 20 de mayo de 2012


EL AÑO DE BRECHT

Bertol Brecht a bordo del “Oskawa”

Si éste es el año de Bertol Brecht, también es el año del “Oskawa”. En él desarrolla el dramaturgo y poeta alemán una de sus denuncias del sistema.

El Oskawa era un vapor de seis mil toneladas que llevaba champán  y licores a Río de Janeiro y volvía con carne congelada a Hamburgo. En él se enroló Brecht para denunciar la injusticia de la explotación y la corrupción. Por un lado, los marineros explotados ahogaban sus escaseces en alcohol a la vez que los oficiales divertían sus abundancias por el mismo procedimiento. El alcohol estaba al alcance de todos en el viaje de ida. Pero en el retorno no transportaban alcohol, y la carne congelada no sirve para mitigar penas ni acrecentar euforias. No obstante, persistían las causas de las penas: bajos sueldos, vejez insegura, incierto futuro. Dado que un obrero descontento no puede rendir lo suficiente, sucedió lo esperado: el “Oskawa” llegó a Hamburgo remolcado, porque los continuos desatinos en el gobierno de la nave y la desidia de los trabajadores descontentos, llevó a que las instalaciones del barco llegaran a un estado de deterioro irreversible que motivó su desguace.

Con este preámbulo, que el propio Brecht sitúa en el año 1.922, es posible iniciar la crónica de nuestro tiempo. Los trabajadores cada vez se sienten más amenazados por los globos sonda que lanzan los responsables económicos. La constante llamada a congelar salarios, disminuir costos sociales y abaratar despidos, como coartada ante el fracaso de los regentes de la Economía y el voraz egoísmo de los empresarios grandes y las multinacionales adineradas produce miedo e inseguridad. En resumen, en el barco de la vida hay quienes, a falta de alcohol, rumian su desgracia sin cesar, mientras los aventajados alegran su tedio con dosis de champán o licores a su antojo, pagadas con sus dineros más o menos copiosos. Sin embargo, cada vez se producen menos motines a bordo, y el barco que nos trae y nos lleva, continúa la terrible aventura de la supervivencia.

¿No sería mucho más bello que el barco que nos lleva nos ayudara a vivir, a “vivenciar” placeres y completar el marco estético que nos haga felices?. Entre el vapor “Oskawa” de Brecht y el barco con destino a Itaca del poema de Holderlin hay sensibles diferencias, aunque en ambos ocurren cosas bellas. El de Hordelin se entrega al idílico balanceo de un oleaje suave y apacible por una travesía a través de paisajes sugestivos y sugerentes que acercan a la Itaca anhelada, sin llegar nunca a ella, para que el gozo dure lo mismo que la eternidad. El “Oskawa” de Brecht no siente la ternura del oleaje oceánico y, en todo caso, balancea las mentes preocupadas de los tripulantes, ahogadas en alcohol, o se presta a las iras de los trabajadores insatisfechos ante la injusticia que padecen.

Hoy, apenas se usan las alegorías. Las metáforas quedan en el éter de los poetas y las comparaciones sólo se utilizan para vilipendiar a los menos afortunados, pero el “Oskawa” constituye toda una premonición de lo que comienza a ocurrir. ¿Cómo criticar que los trabajadores se muestren desidiosos, o que empleen sus horas de descanso en huidas de la realidad, si se sienten profundamente amenazados por los caprichos y arbitrariedades de sus dirigentes?. Cada vez es más evidente que el modelo económico no lleva a ningún modelo social concreto y que, en todo caso, éste último sólo es una consecuencia del primero y no un objetivo conseguido. El sistema económico diseña sus acciones desde la obsesión por servirse a sí mismo. Sólo esto explica el fracaso de las teorías económicas en nuestros días. Al crecimiento de la Economía no sucede la creación de empleo. Al aumento de los beneficios de las grandes empresas, entidades bancarias y multinacionales, no le corresponde una mejora económica de las rentas de los trabajadores o asalariados. Incluso, los crecimientos económicos o de beneficios, están basados en esquilmar salarios y disminuir la seguridad de los que, con su trabajo, constituyen el instrumento más eficaz para conseguirlo.

Es preciso, pues, desguazar de una vez por todas el “Oskawa” del poema de Bertol Brech. Cuando el dramaturgo alemán escribió el poema, la Economía se explicaba más simplemente que hoy, por eso los tripulantes del Oskawa sólo protestaban por su bajo salario. Pero hoy, los asalariados siguen sometidos a los mismos miedos. Para terminar su poema acude Brecht a una sencilla suposición: “Nosotros pensábamos que hasta un niño podría comprender que nuestra paga era realmente demasiado pequeña”. Ahora, también, los niños se dan cuenta de la injusticia.


JOSU MONTALBAN

sábado, 19 de mayo de 2012


SOCIALISMO  VASCO  O  VASQUISTA

Con motivo de la presentación de la “Historia del Socialismo Vasco (1886-2009)” se ha vuelto a suscitar de nuevo una disyuntiva que no ha dejado de estar presente desde la Transición en el socialismo vasco: “vasco o vasquista”. Incluso el autor y Presidente del PSE-EE fue más lejos al alentar al partido a que “se abra al centro (político) y al vasquismo sin temores”, y que todo ello puede venir de la mano de los dirigentes más jóvenes porque son “los que menos prejuicios tienen”. Nada de esto es nuevo, pero es nuevo que se reflexione de este modo precisamente ahora que el socialismo gobierna en Euskadi.

La evolución del socialismo vasco desde la Transición ha estado guiada, o al menos mediatizada, por la tentación de llegar a convertir el socialismo vasco en el socialismo catalán, aunque todos los intentos han fracasado porque ambas estructuras ni responden a un mismo modelo ni tienen el mismo modo de relacionarse con el PSOE desde su formación y, sobre todo, a partir del advenimiento de la democracia, cuando se produjo en Cataluña el proceso de reunión o convergencia de varias formaciones socialistas de su ámbito para formar el Partido de los Socialistas Catalanes. No ocurrió lo mismo en Euskadi donde el PSE siempre fue una parte del PSOE, e incluso su implantación primera,  en el año 1886, precisó la presencia de un manchego, Facundo Perezagua, hombre de absoluta confianza del fundador del PSOE Pablo Iglesias, y enviado por él. No fue casual que así fuera porque a Euskadi llegaban en aquel tiempo gentes de todas las procedencias a trabajar en las minas y en las actividades derivadas (metalurgia, siderurgia, industria naval, etc), en unas condiciones laborales y vitales deplorables, a manos de una oligarquía conservadora que gozaba de una buena reputación entre los ciudadanos de entonces, que no merecía. Es verdad que, de no haber venido Perezagua bien podía haberse articulado la respuesta a la explotación desde la propia Euskadi, pero lo cierto y real es que quienes se integraron a la lucha por la dignidad de aquellos trabajadores lo hicieron después de que llegara Facundo Perezagua.

Si algo caracterizaba a Perezagua era su radicalismo ante la injusticia que suponían aquellas jornadas de trabajo interminables en las minas, de sol a sol, mal equipados y siempre expuestos a unas condiciones miserables que provocaban accidentes todos los días y producían, a la vez que pingües beneficios para los patronos, una buena cantidad de muertos en los tajos y una pléyade de “lisiados y tullidos” (así eran llamados) que eran expulsados a vivir escondidos en la espesura de los montes, y solo acudían a los poblados para mendigar.

En aquel momento el nacionalismo vasco daba sus primeros pasos y, aunque surgiera como reacción a la invasión “maketa” (de gentes no vascas, llegadas de otros lugares de España), tenía serias dudas sobre la relación que deberían mantener Euskadi y España. A Perezagua no le impacientaba demasiado qué hiciera el nacionalismo, más bien su empeño se volcaba exclusivamente en la mejora de las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores. En aquel ambiente Perezagua organizó una primera huelga, la de los tres ochos, en la que los trabajadores de las minas e industrias afines reivindicaron “8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de educación y formación”. Fue en el año 1890, siendo secundada por 30.000 trabajadores que fueron arengados en la Plaza de la Cantera de Bilbao y por la tarde en el frontón de La Arboleda por un Facundo Perezagua enardecido, y siempre acompañado por el lugareño Toribio Pascual.

Este germen fundacional a través del cual dio sus primeros pasos el socialismo vasco acarreó secuelas importantes, aunque viviera después una importante convulsión cuando, incorporado al elenco Indalecio Prieto, -igualmente incorporado desde allende las fronteras vascas-, intentó imponer nuevas ideas y nuevas estrategias, a la vista de que la presencia socialista en la lucha obrera no se traducía en poder real en las instituciones. Primero propugnó una alianza con los republicanos que produjo el fruto inmediato del acta de diputado de Pablo Iglesias en Vizcaya en 1910, y un año después, tras fracasar una huelga general promovida por Perezagua, su propia acta de diputado. De este modo se inició el ocaso que llevó a Perezagua a las filas del Partido Comunista junto a buena parte de trabajadores de la minería y la siderurgia, si bien la mayoría de los trabajadores continuaron fieles a la UGT que imperaba el tales sectores. La idea de Indalecio Prieto resultó ser más práctica y produjo unos mejores frutos electorales.

Conviene detenerse en la figura de Indalecio Prieto. Sus objetivos políticos fueron debidamente explicados en aquel memorable discurso pronunciado el 21 de Marzo de 1921 en la Sociedad “El Sitio” de Bilbao, de eminente vocación liberal. En dicho discurso pronunció su más famosa frase definitoria: “Soy socialista a fuer de liberal”. De ella deriva que persiguiera con más ahínco la libertad y la democracia, y en segundo término el socialismo, y eso sólo era posible y alcanzable a través de la República. El objetivo de Prieto no fue el socialismo como doctrina o ideología sino, como afirma Ricardo Miralles, “la reforma del Estado y la mejora social mediante el establecimiento de una verdadera democracia republicana, (…), transformar la sociedad a partir del Estado, pero reformando previamente el Estado”. Este afán republicano, que dio alas al liberalismo  y regeneracionismo  y favoreció la extensión del socialismo vasco mucho más allá de los ámbitos en que dio sus primeros pasos, corrió parejo por sus venas con un antinacionalismo que no había profesado Perezagua. Sin embargo, la impresión más generalizada pasa porque el radicalismo social de Perezagua fue un signo de intransigencia, mientras que el antinacionalismo de Indalecio Prieto queda diluido en su ideario liberal.

La pregunta que surge de inmediato es si está en aquellas primeras semillas ese vasquismo que se propugna hoy en algunos ambientes del socialismo vasco. Desde luego que tampoco el contradictorio sentido de combatir lo vasco sólo porque la oligarquía que explotaba a los obreros foráneos hiciera gala de vasca, o porque el nacionalismo que surgió como ultradefensor de las esencias vascas frente a la invasión maketa hiciera ostentación, pero hay una manera de ser vasco que está basada en la naturalidad y no requiere esfuerzos. Será esta forma de ser y de actuar la que mejor defina al socialismo  vasco actual, máxime ahora que el Gobierno Vasco permite trasladar ciertas visiones que antes no producían los mismos efectos ni resonaban con la misma intensidad en los oídos y las conciencias de los ciudadanos.

Los años de la Guerra Civil y, sobre todo, los años de la posguerra y del franquismo debieran hacer reflexionar a los socialistas vascos actuales de cómo la adversidad, cuanto mayor sea, más razonables nos hace para discernir lo conveniente una vez pasada ésta. ¿Sirvió para algo el Estatuto de Estella aprobado en los prolegómenos de la Guerra? ¿Sirvió para algo el Gobierno Vasco que recién nombrado tuvo que tomar la senda del exilio? Quienes no lo vivieron y quienes no se han preocupado por informarse y documentarse al respecto dirán  que no sirvieron para nada. De ese modo pierden una oportunidad inmejorable para enriquecer su bagaje político acercándose a aquel tiempo en que los viejos socialistas –junto a nacionalistas, republicanos y comunistas-, forzaron un acuerdo histórico entre ellos para que la República y la democracia siguieran presentes, siquiera en la Memoria, a la espera de nuevos tiempos. Por eso, no creo que sea atinado confundir la Memoria con los prejuicios. Sería deseable que los actuales jóvenes socialistas conocieran los avatares de los socialistas que actualmente son abuelos, sus impresiones y sus opiniones. Desde luego que a mí me han enriquecido mucho las enseñanzas recibidas de Ramón Rubial a través de largas conversaciones amistosas. (O las de otros socialistas mayores, veteranos, como el “Padre” Félix, o Alejandro Pérez Valle, o Sahuquillo, o Bombín, o de tantos históricos socialistas vascos que vivieron aquellos tiempos fundamentales en nuestra evolución como socialistas y como vascos). Lejos de alimentarme con prejuicios nocivos, han fortalecido mis juicios y han enriquecido mis opiniones haciéndolas más humanas y, por tanto, más valiosas.

La Transición encontró al socialismo organizado alrededor de figuras tan históricas como Ramón Rubial o Eduardo López Albizu, que habían forjado un entramado firme y comprometido que fue capaz de mostrar que, tras cuarenta años de adversidad, a pesar de haber sido perseguidos con mayor ardor que lo había sido el nacionalismo, estaban dispuestos a disputarle el poder. Y lo hizo consiguiendo que el primer Presidente vasco de la Democracia fuera Ramón Rubial. Desde entonces el socialismo vasco ha navegado en la Política vasca con la ilusión de los sufridores liberados por el tiempo y la responsabilidad de los llamados a afrontar nuevos retos. Para eso la estructura del PSE se mostró siempre equilibrada, superando debates y discusiones que no resistió ninguna otra formación vasca. Quebró el nacionalismo y quebraron las formaciones abertzales (entre las que se contaba EE) porque el nacionalismo se encontró sin el valiosísimo enemigo (para sus objetivos y para la eficacia de sus estrategias) que había sido el franquismo como depositario del nacionalismo español. La evolución del PSE hasta nuestros días tanto tuvo que superar intentos de enrocamiento en el españolismo más procaz como antídoto del nacionalismo vasco imperante, como intentos de sobrecargar las líneas identitarias vascas siguiendo la estela del nacionalismo vasco.

El combate entre el socialismo vasco de corte intransigente y marcado tinte españolista encarnado en García Damborenea, y el socialismo moderado de Txiki Benegas o Ramón Jauregui inclinó la balanza del lado de los segundos. El intento de formar una alianza entre el PSE-EE dirigido por Nicolás Redondo y el PP de Mayor Oreja resultó frustrado, tanto que provocó la dimisión de Redondo y desembocó en un tiempo de radicalización nacionalista justamente cuando las políticas del PP gobernante en Madrid y la debilidad socialista en Euskadi no favorecían dar una respuesta comedida a tal radicalización. Como se ve, en todo el tiempo de la transición, con especial incidencia en los ocho últimos años, la trayectoria del PSE-EE ha estado caracterizada por la normalidad, huyendo tanto del españolismo como del vasquismo, fiel a su historia y a los avatares del destino, y respetuoso con la sociedad vasca y con su Memoria.

Es cierto que el socialismo vasco tiene “gotas de sangre jacobina”, como corresponde a su origen y evolución, pero es igualmente cierto que para combatir ese jacobinismo, -si es que debe ser combatido, de lo cual tengo dudas porque nunca ha supuesto un factor desestabilizador del partido en sí mismo-, malo será recurrir a visiones identitarias propias de la antigua EE. Por eso resulta gratuita la frase pronunciada en la presentación del libro de la Historia del Socialismo Vasco en la que el autor subrayó que “la convergencia con EE debe recoger ahora los frutos que no dio en su día”, a partir de una reflexión en torno a un nuevo socialismo que se abra al centro y al vasquismo sin temores, de la mano de los dirigentes más jóvenes que son los que menos prejuicios tienen. Precisamente la apertura a la “vasquidad” exige desterrar el vasquismo, que sólo puede desarrollarse desde el absurdo prejuicio de quien cree que ser vasco es ser algo especial y exige esfuerzos añadidos al ya arduo esfuerzo de vivir. Llamar al vasquismo es tanto como admitir un cierto nivel de desarraigo inherente a la condición de socialistas vascos.

Si huimos de las luchas identitarias propugnadas por el nacionalismo, con especial virulencia durante los mandatos de Ibarretxe, debemos hacerlo huyendo de mostrarnos, siquiera en la más mínima proporción, como aquello a lo que nos oponemos. Para gobernar a una sociedad, a un pueblo, a un país, a una colectividad, -da igual el término que utilicemos-, no es necesario recurrir a las esencias de los demás, sino a la responsabilidad del compromiso social derivado de nuestra pertenencia al género humano, universal, cuyo destino es el mismo para todos sus miembros.

Porque, en palabras de Gioconda Belli, “uno no escoge el país donde nace; pero ama el país donde ha nacido”. Quizás sea por esto por lo que yo me siento vasco e intento huir del vasquismo.

FDO.  JOSU MONTALBAN
                        

viernes, 18 de mayo de 2012


¡BASTA  YA!


No se me ocurre otra frase. Las gentes salen a la calle. Gritan airadas. Estrujan sus neuronas para encontrar un dicho sugerente, un slogan que llame la atención. Los más armónicos inventan canciones y los poetas componen poesías que se entonan o recitan en las plazas públicas. Como no es tiempo de armas se arman de osadía, se disfrazan de lo que sea menester  para que la gente les mire y, de paso, lea el cartel que llevan en las manos. Elaborarlo les ha llevado un tiempo, pero tiempo es lo que les sobra. Les falta trabajo y les falta ocio, porque el trabajo escasea y el ocio es costoso, por eso les sobra hastío y les empieza a sobrar rabia y enfado. Tanto les sobra que eso de gritar en las calles se les hace imprescindible para liberar sus tensiones internas y para agotar una de las escasas medidas revolucionarias que aún quedan a los humildes: la reivindicación. Las calles están furiosas. Cierto que están llenas de gente, pero de gentes que no van a ningún sitio concreto, que gritan sin descanso y dicen sus miedos, sus desdichas y sus deseos, pero que una vez acabada la manifestación, cuando retornan a sus casas, encuentran la misma imagen en su televisor: por un lado la imagen de la creciente desolación y por el otro la imagen del Gobierno más descarado e insaciable.

Se sientan, cansados, ante esa televisión que, de tanto mostrar rostros hieráticos e impasibles, comienza a ser un motivo de discordia en las casas, ahora que las chirigotas y los chascarrillos de los programas de telebasura son más soportables, y menos agresivos,  que los informativos, los reportajes y los documentales de actualidad. Han Llegado de reclamar la dignidad que el Gobierno les está robando con la disculpa de que la auténtica dignidad les llegará a raudales, pero “mañana”. Han llegado de vocear palabras bellas, de esas que siempre vemos escritas en la lejanía del horizonte. Pero ese horizonte que siempre está a la vista, que nos seduce mostrándose a nuestro alcance, siempre está en el último confín al que tan difícilmente se llega. En cambio, el televisor siempre está presente y cercano y, de pronto, el recién llegado a su casa se ve en una imagen tomada a la multitud que se ha manifestado, y reclama la atención de sus familiares para que le vean con el puño en alto y portando en la otra mano un cartel en que intenta denunciar con dos palabras las razones que le atemorizan.

Porfían por el éxito de la manifestación, que siempre está basado en el número de los manifestantes. Nunca son suficientes para enternecer a este endiablado Gobierno del PP, porque no cuentan a todos, porque unos son los que acuden a esas llamadas con vocación y pretensión de multitudinarias, pero son muchos más los que protestan en las reuniones de vecinos, en las reuniones de trabajadores de las empresas o de los tajos, en los centros sociales, en los corrillos que se forman en las aldeas al atardecer, en las plazas de los pueblos, en los parques de las grandes ciudades, en las aceras de la avenidas, en las barras de los bares, en los pasillos de los supermercados, en las salas de espera de los servicios públicos, en la intimidad de las alcobas, en… Nunca son suficientes para este Gobierno tan insensible ante los humildes como servil ante los poderosos.

Si fueran humanos serían algo más discretos en sus interpretaciones de la realidad, sobre todo en el modo de expresarlas, pero les sobra la altanería y la soberbia de quienes se creen infalibles, de quienes se sienten signados por el dios de la abundancia. No les basta lo suficiente. Quieren competir para acaparar, pues bien saben que en esa competición brutal que es la vida unos van sobre bólidos sofisticados y otros sobre la débil suela de sus zapatos, cuando no van descalzos. Por eso nunca les parecen suficientes los que acuden a las manifestaciones. Debieran sumar también como manifestantes a los niños a los que esquilman su formación y su educación; a los mayores a los que les amenazan con disminuir sus prestaciones sanitarias, o les recortan las pensiones a través de amañadas medidas, o les cobran los medicamentos que toman para sobrevivir; a los enfermos crónicos que temen que su precariedad se acreciente; a los parados que ven pasar el tiempo y desean que el futuro no llegue nunca porque se les puede hacer demasiado largo en sus condiciones; a los excluidos a los que casi nadie quiere incluir; a los inmigrantes que cuidan a los hijos y a los padres de los poderosos por una limosna escasa, pues tal es la costumbre de los poderosos.

“¿Había mucha gente?”, le preguntan sus hijos al recién llegado mientras sigue informando el televisor. Y él, que ha llegado exhausto y ronco pero entusiasmado, les responde: “Muchísimos,… estábamos todos”. Así lo cree, porque iba rodeado por todos los lados, y por todos los lados escuchaba voces y consignas que él repetía. “Estábamos todos”, les repite alborozado. Pero en el televisor aparece el rostro circunspecto de Rajoy, el semblante inhóspito de De Guindos, el irrespetuoso rictus de Montoso,  la fisonomía despreciativa como de oveja que mira al tren de Ana Mato, el ultrasatisfecho gesto de Fátima Báñez, el rasgo de tahúr al acecho de Gallardón, el rostro de lobo con piel de cordero de Pert, la cara de vicepresidenta repipi de Soraya Sáenz, … Y todos entonan a coro que el mal viene de tiempos pasados y que, para mejorar la situación, todo debe aún ir a peor para poder remontar el vuelo. Así dicen y piensan ellos que ya están en las alturas y, desde ellas, miran a la tierra en la que tienen sus posesiones para que los más humildes las hagan prósperas. Por si fuera poco , el jefe del tinglado muestra su inflexibilidad: “Cada viernes se hará público un nuevo ajuste” (Rajoy dixit).

Así que cuando los hijos interpelan de nuevo al recién llegado a su casa, a él solo le queda responder: “Son unos desalmados. A mí no me va a parar ni dios”. Y se levanta, y sale del salón, y vuelve en unos segundos con la pancarta que ha llevado en la manifestación, y la coloca sobre el televisor. En la pantalla, Rajoy continúa con sus amenazas ”tan imprescindibles” mientras la pancarta clama a gritos: “¡Basta ya!”.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN           

martes, 15 de mayo de 2012


CHOQUE GENERACIONAL

(Este artículo fue escrito en el año 1997, pero creo que aún está vigente)

Remigia Fuentes vive asiduamente en una casita baja, de una sola planta, situada en un pueblo de la Margen Izquierda que, antaño, tuvo hondas raíces mineras. Nacida en un pueblo pequeño de Andalucía, llegó al País vasco recién casada, huyendo del hambre y la estrechez económica. Apenas era capaz de firmar y, tal vez por eso, deseaba que sus hijos supieran hacerlo con soltura y, además, que firmaran muchas veces pues, como solía decir, “los importantes son los que firman”. Actualmente ocupa la cama X de la misma habitación que ocupa mi madre en el Hospital de Bilbao.

José Antonio González Fuentes vive asiduamente en una vivienda amplia de una urbanización situada en la Margen Derecha. Es hijo de Remigia. Gracias al esfuerzo de Remigia y su marido, -peón de albañil que murió de anciano mal conservado hace pocos años-, terminó sus estudios de Titulado Superior en Informática y se colocó a trabajar, sin dificultades importantes, en una multinacional poderosa. Justo es que José Antonio también sea poderoso y haya logrado satisfacer los deseos de Remigia “firmando mucho”. Actualmente, en horas de visita, acude a visitar a la enferma de la cama X de la misma habitación que ocupa mi madre en el Hospital de Bilbao.

Markel González Prado Fuentes Iribarren vive con sus padres y hermana en una vivienda de una urbanización ubicada en la Margen Derecha. Es hijo de José Antonio y nieto de Remigia. Su padre no ha tenido que esforzarse demasiado para que estudie hasta el COU en un colegio de élite. El curso siguiente lo emprenderá ya en la Universidad y, a pesar de la insistencia de su padre para que estudie lo mismo que él y aproveche las influencia suyas, él se ha matriculado en Sociología, disciplina que su padre considera “poco útil” tanto para la sociedad como para el sociólogo. Actualmente, en horas de visita pero con menos asiduidad que su padre, acude a visitar a la enferma de la cama X de la misma habitación que ocupa mi madre en el Hospital de Bilbao.

Y ocurrió una tarde en esa habitación que ocupaba mi madre junto a Remigia, que coincidieron padre e hijo, -José Antonio y Markel-, ambos cumpliendo la noble obra de misericordia, además de obligación socio-familiar, de “visitar a los enfermos”. A pesar del calor José Antonio traía apretado su cuello con una corbata (quizás de Hermes) que hacía juego con una finísima raya de color azulado que, muy tenuemente, se abría paso entre los hilos grises de su traje (quizás de H. Zegna), perfectamente asentado sobre el brillante cuero negro de unos zapatos de diseño (quizás Clark). Markel, por el contrario, combatía el calor con la desidia: zapatillas deportivas con los cordones desordenados, vaqueros agrietados y deshilachados, camiseta desajustada mostrando una lengua larguísima en la región torácica anterior y gorra tipo visera con el ala protectora dirigida hacia atrás.

Ante los ojos entusiasmados de su abuela y los ojos inquisidores de su padre, Markel tarareaba con cierto gracejo unas coplillas del grupo Ketama: “... no estamos locos,/que sabemos lo que queremos,/vive la vida/igual que si fuera un sueño...”. Parecía ajeno a aquel paisaje familiar en el que cada especie obedecía a un tiempo, a una concepción social, a una situación concreta y a una ilusión. Remigia era la supervivencia, José Antonio la estabilidad y Markel la ilusionada improvisación.

Que los cordones de las zapatillas estuvieran desatados colgando hacia el suelo era para Markel una consecuencia de su deseo de comodidad; para José Antonio era síntoma del desaliño de su hijo y del desorden que aqueja a todos los jóvenes; para la abuela no tenía importancia porque aunque pisara los cordones al caminar, no iba a caerse (“estos chavales están ágiles como ardillas”).

Que llevase los pantalones agrietados y deshilachados era para Markel, además de una moda, un sistema rudimentario de ventilación corporal; para su padre era, además de una cochinada, una forma de llamar la atención enseñando las carnes; para Remigia no tenía demasiada importancia porque, según apostillaba, “no van a estar las madres todo el día cosiendo y trabajando si ahora los chicos van contentes de esa forma tan graciosa”.

Que la camiseta fuese tres tallas más grande que la que le correspondía era para el joven una interpretación laxa de lo que es la libertad; para José Antonio era la consecuencia inevitable de las zapatillas y los pantalones, es decir, desidia, haraganería y “así vamos a resolver los problemas”; para la abuela Remigia, una vez más, la cosa no tenía importancia, en todo caso, se trataba de algo útil pues el nieto aún era joven y debía crecer y anchar, con lo que la camiseta le iba a servir para mucho más tiempo.

Que llevase la gorra negra con la visera dirigida hacia atrás era para Markel una mezcla de personalidad y ahorro energético pues ya todos sus amigos le identificaban con ese estilo y, además, bastaba con girarla para que la visera sirviera para proteger sus ojos del sol, con el mínimo movimiento y con el mínimo esfuerzo; para José Antonio era simplemente ridículo y “antiestético, ¡cojones!”; para la abuela era un detalle muy gracioso, como algunos ciclistas antiguos pero “es que, además, mi nieto esta precioso con cualquier cosa que se ponga”.

Unos minutos mas tarde Markel preguntó la hora a alguno de los presentes en la habitación y le entraron las prisas de repente. Tomó impulso y se levantó de un salto entrecruzando los pies al caer ente su padre. Hurgó en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó un teléfono móvil en el que marcó un número al son de la canción de Ketama. “Koky, cinco minutos y estoy en la escalera de Kachi... vienen Sonia y Mar la cometodo... llama a Roky..., dijo”. Depositó el teléfono, sin cerrar, sobre la cama y besó a la abuela al mismo tiempo que la viejilla empezaba a vocear la belleza del nieto, y antes de que José Antonio terminara de decir “adónde vas” ya había recibido una mocha de su hijo Markel acompañada de un beso real aunque imperceptible.

“Otro día que uses el teléfono lo dejas como...”. El golpe de la puerta al cerrarse cortó las palabras de José Antonio. La habitación quedó callada envolviendo la admiración de Remigia y la circunspección de José Antonio. A lo lejos se perdían, cada vez menos ostensibles, los pasos del muchacho en el corredor... Y se perdían también los sones desenfadados y convencidos de Markel: “...no estamos locos/que sabemos lo que queremos,/vive la vida/igual que si fuera un sueño".


FDO.  JOSU MONTALBAN

lunes, 14 de mayo de 2012

EL CHICLE DEL PP Y LOS INMIGRANTES


EL  CHICLE  DEL  PP  Y  LOS  INMIGRANTES 

He leído en un diario de ámbito nacional, en vísperas de la elecciones griegas,  que “muchos griegos van a votar hoy por un país sin albaneses ni chinos”. Constituye, sin duda, una razón demasiado mezquina para acudir a votar y hacerlo en un sentido u otro. Los inmigrantes son rechazados en demasiados sitios si son pobres, pero son llamados para que vengan si son ricos. Está cundiendo, además, un lenguaje soez hacia ellos, como si no fueran personas, como si no tuvieran ese sentimiento inherente a la especie humana. Es mucho más importante la cédula de identificación que puedan traer en su bolsillo que sus intenciones, aunque estas puedan ser las mejores. Junto a la derechización ideológica ha proliferado la insensibilidad social, hasta tal punto que quien llega a un lugar es un extraño a pesar de que demuestre su más noble empeño.

Las gentes que debieran mostrar maneras de expresión, y educación, respetuosas y refinadas, han descubierto que venden mejor su despreciable producto con palabras contundentes, nada humanas y muy hirientes. El Alcalde de Badalona, del PP, ha dicho en relación a los inmigrantes de su ciudad, que son muchísimos, que “o aceptan nuestros valores o que se vuelvan por donde han venido”. (Un inciso: siguiendo al pie de la letra su propuesta deberán volver a su origen muchos de ellos en la patera que les trajo). De ese modo tan contundente consiguió que se aprobara su ponencia en el congreso del PP catalán por un terrible 997 a 11. No es extraño que a los once disidentes les llamara ”traidores”. Y yo le pregunto: ¿traidores de qué? Para ser mayoritariamente cristianos, estos desalmados no parecen haber leído la Biblia, ni siquiera un leve libro de la vieja Historia Sagrada. Ni se paran a pensar en que Cristo nació en un portal porque huía de los peligros como cualquier inmigrante.

La disculpa es sencilla. El Alcalde de Badalona ha recurrido a una reflexión demasiado simple: el dinero no se puede estirar como un “chicle”. La perversión de este razonamiento se debe al hecho de que las posibilidades de que el chicle se pueda estirar más aumentan cuando la masa de chicle es mayor. Al señor García Albiol, que será procedente de la inmigración interior española hacia Cataluña, no se le ha ocurrido pensar que se podría intentar agrandar la masa de “chicle” aumentando los impuestos a las grandes fortunas, que en España aún pueden dar más de sí. A él solo se le ha ocurrido expulsar a sus semejantes, a sus convecinos inmigrantes.

Más acá también se ha suscitado el debate hace poco tiempo. Basagoiti aplaudió la decisión del Gobierno Rajoy de “restringir” la tarjeta sanitaria para los inmigrantes no legalizados. Lo hizo con un argumento ruin para el que no se necesita tener estudios: “Sanidad para todos pero primero para los de casa”. Tan ruin es el argumento, teniendo en cuenta que se trata de alguien que quiere ser Lehendakari, que muy pronto tuvo que salir a puntualizar, y lo hizo con obviedades: “Los de casa también son los colombianos, bolivianos y marroquíes que han venido a trabajar y a pagar los impuestos y las pensiones”.  ¡Hasta ahí podíamos llegar! Las cosas fueron a más cuando afirmó que “el colectivo (inmigrante) es víctima de un sistema dominado por los excesos de los inmigrantes irregulares y por la irresponsabilidad de los gobernantes que han dado alas a los irregulares”. Esto no solo es falso sino que responde  a una intencionalidad miserable que complementa con la coletilla que el PP viene utilizando en torno a que “el dinero no da para todo”.

A esta especie de laxitud que denuncia Basagoiti la llama “buenismo”. Convendría que explicara qué entiende por tal. Convendría también que preguntara en Cáritas, en las sedes de las Organizaciones Sociales o en las Oficinas municipales de Servicios Sociales si lo que se hace con los inmigrantes, regulares o irregulares, es buenismo estéril, o emergencia necesaria, o gestión responsable de los recursos. Deben saber quienes pregonan sus ocurrencias con esa ligereza que la crisis que utilizan para justificar sus drásticas medidas, incide sobre todo en los colectivos más vulnerables, como es el de los inmigrantes que, al verse obligados a trabajar en condiciones precarias e irregulares, encuentran grandes dificultades para su inclusión social fuera de las ayudas sociales. No solo las medidas de control de fraude en las ayudas son meticulosas sino que el Gobierno Vasco ha elaborado un Pacto Social y un Plan de Inmigración, Ciudadanía y Convivencia, que reúne más de 120 medidas a favor de la integración social de los inmigrantes y de una convivencia saludable.

No es necesario profundizar demasiado porque las declaraciones de García Albiol, Basagoiti y el PP se desacreditan solas, aunque caigan en mentes demasiado propensas a aceptarlas porque se sienten amenazadas y atemorizadas por las premoniciones que el PP hace de las consecuencias de la crisis que ha sido provocada por sus amigos los Mercados. Sí es necesario subrayar que los inmigrantes, regulares o irregulares, no solo hacen los trabajos para los que no están dispuestos los naturales, sino que se ven obligados a admitir contratos irregulares y condiciones laborales y económicas precarias para sobrevivir. Y es bueno (nada de buenismo, por cierto) subrayar que vienen desarrollando, al menos, tres funciones fundamentales en nuestras vidas acomodadas: cuidan y educan a nuestros niños, cuidan y entretienen a nuestros padres mayores, incluso ancianos, y limpian, ordenan y proporcionan confort y comidas en nuestros hogares. ¿Cómo puede ser que quienes desarrollan tan nobles funciones puedan ser tan denostados por la misma derecha que tanto los utiliza, regular o irregularmente?

Dicho esto, conviene aclarar que el control de las ayudas sociales que perciben ha de ser firme y minucioso. El fraude social debiera ser igualmente perseguido que el fraude fiscal, ¿es así en la realidad? Lo cierto es que son demasiados los que se regodean con las noticias y las frases de Basagoiti que nunca ha diseccionado el fraude fiscal con el mismo empeño. ¿Será porque sus partidarios son más artífices del fraude fiscal? ¿Será porque según los cálculos efectuados el fraude fiscal es cuatro veces superior al social? Si tuviera en cuenta el fraude fiscal a la hora de cuantificar la masa del chicle a estirar, se daría cuenta de que, estirándola, llegaría para mucho más, para casi todo. En realidad, lo que la derecha no acepta es aportar de lo que les sobra para engordar el chicle que ha de alimentar a lo que les falta lo más básico.

Fdo.  JOSU MONTALBAN   

lunes, 7 de mayo de 2012


VIAJE A LA COMUNIDAD DE LOS “HOLGAZANES”

Recuerdo mi primer viaje a Andalucía, bueno, el segundo porque el primero fue para cumplir con la patria, al campamento de Campo Soto en San Fernando, donde permanecí quince días, los suficientes para demostrar que tengo los pies planos y que, como todos ustedes saben, constituyen un hándicap fundamental para la preparación para la guerra, pues no de otra manera se puede interpretar aquello que todos llamábamos “mili” menos las autoridades de entonces que lo llamaban “servicio militar”. De modo que volví hacia el norte casi sin haber paseado ni una sola de las calles de San Fernando, sin haber olfateado el azahar de sus jardines ni haber admirado las flores rojas de las adelfas, porque mi urgencia era huir de aquel traqueteo de órdenes y desfiles, del oscuro trajinar de los uniformes de lona y las armas untadas con grasa consistente. Fui, ví y vencí: mi victoria fue enseñar los pies sin engañar a nadie pero, sin darme cuenta, estaba también haciendo un importante favor a la patria porque, ¿qué podía aportar a la defensa nacional un poeta adiestrado en un campamento militar?

Pero volví sobre aquellos pasos. Bastante tiempo después. Mi hermano Javier dirigía en Palma del Río la sucursal de un Banco vasco, así que cuando llegué, al mediodía, allí estaba esperándonos, en la Plaza más céntrica, justamente frente al Ayuntamiento. Y es a partir de aquel reencuentro con Andalucía, y de todos los que han tenido lugar después de aquel, que he sacado todas mis consecuencias, las que me han movido  a amar a ese pueblo andaluz y a considerarle un ejemplo digno de reseñar. Máxime ahora que la derecha española (mediática, económica y política) la han emprendido a mamporros dialécticos con los andaluces porque no les han votado en número suficiente para recuperar aquel poder absurdo e inhumano, hecho de caciques fascistas y señoritos acaballados. Resulta que el 25 de Marzo los andaluces han dicho que, a pesar de los treinta años de socialismo democrático, en que algunos socialistas se han contagiado de caciquismo y han robado, no es aquella derecha ni sus herederos la alternativa: que lo sigue siendo la izquierda, otra vez el socialismo, pero avisado y diezmado como pago o castigo ante lo que han sido prácticas de gobierno poco recomendables.

La reacción ha sido terrible. Las voces surgidas de la caverna mediática de la derecha no han podido ser más desatinadas. Las explicaciones aportadas por la derecha política no han podido ser más despreciativas. Y las surgidas de la derecha económica tampoco han sido nada constructivas. Los intelectuales han abandonado su intelectualidad para sugerir comportamientos miserables ante todos los millones de andaluces que han respondido a los caramelos envenenados de la derecha con un giro de desaprobación. La pregunta más atinada ahora mismo es: ¿quién volverá a votar a esta derecha en Andalucía, salvo que la debacle llegue a obnubilar las conciencias y las voluntades de los andaluces?

La derecha inmisericorde se ha expresado con el más absoluto desprecio. Una ministra se cuestionó, cuando aún no lo era, que “todos” los andaluces tuvieran suficiente criterio  como para votar y elegir debidamente. El derechoso Durán i Lleida  llegó a decir que “los trabajadores del campo andaluz se pasan el día en el bar con el dinero de los catalanes”. Para el presidente de la empresa Sacyr, una de las importantes empresas que representan cabalmente al poder económico, “se está fomentando la vagancia en Andalucía,…, hay que revisar el PER y poner a los andaluces a hacer labores de arreglo de los bosques, o sea, incentivos para salir del paro,…, si extremamos el camino actual vamos hacia las reservas indias donde solo habrá apaches con tabaco y alcohol”. Para la política catalana Montserrat Nebrera la exministra andaluza Magdalena Álvarez “tiene un acento (andaluz) que parece un chiste”. Ana Mato se permitió decir que “los niños andaluces son prácticamente analfabetos”. Y el Presidente catalán Mas sostuvo que los niños andaluces, aunque hablan castellano, “no se les entiende”. Peor aún, la falta de consideración ha llegado a tal punto que Vidal-Quadras se atrevió a considerar al padre de la patria andaluza, Blas Infante, como “un personaje grotesco y un cretino integral”. La última joya la ha vertido recientemente Cayetano de Alba en un programa televisivo: “En Andalucía hay pocas ganas de trabajar; los jóvenes andaluces no tienen ganas de progresar”. De poco sirve que tras las ofensas todos recurrieran al perdón. ¡Miserables!

Yo los vi. Cruzaba Despeñaperros a bordo de un coche modelo 127, sin aire acondicionado por tanto, a finales de la década de los setenta. Las ventanillas bien abiertas para que el insoportable aire se moviera y refrescara nuestros rostros. Nos decíamos: “si volvemos otro año habrá que viajar de madrugada o al atardecer”. Pero a través de la ventana empezamos a ver a los jornaleros, doblados sus espinazos, acarreando remolachas, cargándolas en los remolques ansiosos de atiborrarse. Y veíamos aquellos rostros ajados y morenos, atezados por el implacable sol del mediodía, y suplicándose, como si preguntaran en qué libro del destino estaban escritas sus encomiendas, sus ansiedades y sus deseos.

En Palma del Río, donde tenía mi campamento base, me gustaba madrugar y acudir a la Plaza del Ayuntamiento para ver llegar a los jornaleros para comprobar en las listas allí expuestas si habían sido requeridos o contratados para aquel día. Deseosos de tomar el camino del campo para que la tarde, o el último día de la semana, les deparara algo de dinero para procurarse unas vidas más dignas. ¿Qué pasaba si no eran contratados? ¿Habrían acaso de esconderse, de ocultarse para que nadie les tachara de vagos y holgazanes? No. Se sentaban ante las casas porque sus huertos, cuando los tenían, eran tan escasos que apenas les requerían, y la umbría de sus casas hundía sus pensamientos y presentimientos en un pesimismo brutal. Vivían como podían mientras los potentados les explotaban. Les explotaban también con su presencia física, justamente hasta el mediodía, la hora en que debían acudir al centro del pueblo a tomar sus aperitivos. Entonces ya se hacía alguna huelga, o se ocupaban algunas fincas, lo que motivaba reacciones curiosas. Recuerdo a un tabernero facha que deseaba que volviera Franco, y lo representaba haciendo reverencias ante una figura de escayola que era el mismísimo Caudillo. Y recuerdo a un empresario del campo que decía que los jornaleros y sus sindicalistas deberían ser enterrados con la cabeza hacia abajo para que, si intentaban salir de la tierra valiéndose de sus manos, se metieran más abajo. ¡Así lo proclamaba a voz en grito! Cuando he escuchado las palabras de Cayetano de Alba he recordado al peón de una ganadería que fue solicitado por su dueño para que nos mostrara una inscripción que llevaba tatuada en sus encías uno de sus caballos más queridos: era el nombre de su hija Laya y una fecha que ya no recuerdo. El caballo forcejeó y le hirió en una mano. El dueño le ordenó al tiempo que le daba la espalda: ¡Mete la mano en agua!

Así son, así eran, y de allí provienen los “vagos y holgazanes” de Andalucía. Tan despreocupados que no han sido capaces de votar a Arenas, cuya figura tan bien representa al señorito andaluz, tez morena y brillante, eses silbantes que se descuelgan acompasadamente al hablar, y ceceo o seseo según para qué lado de Andalucía derive. Todo ha resultado censurable tras estas Elecciones para la derecha, derrotada por su propia intransigencia y ajusticiada por quienes distinguen entre unos y otros, entre quienes tienen nostalgia del señoritismo a caballo y quienes han luchado porque la Democracia fuera, no ya un Rey Mago, sino un Juez equitativo.

No ha de servir para casi nada que yo proponga un homenaje a los andaluces en este tiempo de tribulación y dificultad que ellos sufren en mayor medida que el resto de los españoles, pero Andalucía bien merece que sean recordadas tantas injusticias de caton, tantas miserias perpetradas en nombre de la patria que con tan escaso ahínco protegió a sus hijos, tantas cunetas con las almas y los cuerpos de los ajusticiados del franquismo esperando salir a la luz. Sirva ese 25 de Marzo como Homenaje a quienes han sabido, y se han atrevido a reaccionar ante la injusticia de las prácticas horrendas de algunos socialistas que no merecieron nunca tal nombre, y ante la inveterada condición de una derecha caciquil y señoritinga, engominada y acaballada, que no merece mejor suerte que la que ha tenido.

¡ANDALUCÍA!

Te conozco Andalucía.
Andalucía son sus gentes, sus tierras fértiles, sus ásperas cordilleras, sus costas benignas, sus desiertos inhóspitos, sus castillos vigilantes, sus ciudades ajardinadas, sus catedrales implorantes… Andalucía es un vaho que impregna e incita al sosiego, a la hermandad y a cierto recogimiento interior que se desborda en un canto profundo y aguerrido, en un poema contagiado de solemnes metáforas que surgen de sus vidas y de sus costumbres… El rigor se disfraza para que la tristeza no se desborde ni se contagie.

Dice un tal Lolo en una de esas redes sociales, dirigiéndose a un destinatario desconocido: “¿Tanto les duele que en el sur al mal tiempo le pongamos buena cara?”. Así parece,… y parece que esa holganza criticada se tradujo en importantes hallazgos y descubrimientos. La salada claridad de Cádiz, el agua oculta que llora en Granada, el silencio para encontrarse con uno mismo en Córdoba, los cantaores entregados en Málaga, el color dorado que el sol reparte en Almería, la plata que las hojas del olivo distribuyen por Jaén, la inmensidad que se abre al océano en Huelva, y la incalificable Sevilla. Así lo expresó Machado, don Antonio. Así la he disfrutado yo.

En esa sublimación han cabido todas las interpretaciones. Grandes maestros del Cante Hondo, tal como fueron descritos a través de su canto: “Andalucía canta y en su cantar suspira,/ Andalucía canta y en su cantar implora,/ Andalucía canta y cuando canta llora”. No es malo llorar, pues el lloro hace derramarse la tristeza y el sentimiento. Pero el canto es denuncia y es recuerdo y es alma. A veces los poetas pusieron las letras para que otros, los cataores, les pusieran la entonación, la dulzura o amargura que sus pechos apasionados les dictaron. José Hernández, que no era andaluz, escribió su glosa a los andaluces de Jaén, aceituneros altivos, la más agria denuncia de la injusticia que les sojuzgaba: “¿quién levantó los olivos?”. Y se respondió: “No los levantó la nada, ni el dinero ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor”. Pero la denuncia continúa en el excelente poema: “Vuestra sangre, vuestra vida, no la del explotador que se enriqueció en la herida generosa del sudor. No la del terrateniente que os sepultó en la pobreza, que os pisoteó la frente, que os redujo la cabeza”.

Andalucía tiene un alma que ha aflorado en muchas conciencias silenciosas, en las manos que han rasgado las cuerdas de las guitarras, en las gargantas que han convertido las voces en lamentos. La rebeldía ha respondido como un grito ante los agravios: “Ay de tu rebeldía;/ si sometes tu honor al engaño,/ de los trepas, sin escrúpulos,/ y si te dejas manejar por malos apaños”, cantaba Manuel Gerena. Y ponía sentimiento a la tristeza del pueblo desangrado que veía marchar a sus hijos buscando la vida que su misma tierra les negaba: “Los campos se quedan solos, tristes los pueblos, los niños y los ancianos solos en ellos”. Ciertamente, una literatura sencilla para afrontar la pena, o para relatar la imagen de la miseria como si fuera un grito de libertad, de mañana, de futuro: “Duerme mi niño,/ que pronto vendrá,/ con el canto de tu padre/ la libertad”. Manuel Gerena ha sido la voz ronca del pueblo zaherido, quizás denuncia o quizás renuncia, como resolvió Vazquez Montalbán en el epílogo de una de las obras del cantor: “A este chico le dejan cantar poco porque a la clase obrera le dejan expresarse poco”.

Manuel Gerena escribió “a contracorriente por la dignidad” (título de uno de sus libros), en los espacios intermedios entre las múltiples condenas que sufrió. Igual que Carlos Cano escribió “a duras penas” (título de uno de sus discos) su colección de coplas que eran vivencias de la realidad. Carlos Cano creyó en Andalucía con pasión (“Amo mi tierra, lucho por ella, mi esperanza es su bandera verde, blanca, verde”), cantó con ese deje que el sentimiento convierte en la voz de la conciencia porque estaba convencido de que “la aventura de vivir y la utopía anidaban en las prisiones de la soledad”. La Democracia puso la utopía al alcance de los andaluces después de que “se hubieran acostumbrado a vivir con la mentira, la manipulación y la hipocresía, a justificarse con ellas en nombre de la supervivencia”.

¡Ay, si hubieran encarnado antes su realidad doliente los andaluces! Ellos, los andaluces, fueron alma y crespón anclados en la bandera del franquismo que solo les sirvió de mortaja. Para sus alcobas, para la intimidad de sus patios quedaban las voces del flamenco, profundas y dulces, tan válidas para reflejar la pena y el dolor como para engrandecer las pasiones y acrecentar las ansias del amor. Sí, allí sentó también sus bases la Iglesia más fastuosa que convierte las calles de la Semana Santa en un gemido que se rompe en alabanzas al Cristo crucificado, para pedirle después que remedie las miserias. Tal es la cara que se muestra en ese semblante alegre que produce envidia en quienes no pueden soportar que al mal tiempo le combatan los andaluces con buena cara.

Por eso, solo por eso, los resultados del 25 de Marzo constituyen un bello homenaje a su profunda sabiduría.

FDO.  JOSU MONTALBAN             

martes, 1 de mayo de 2012

EL CANCERBERO DEL GOBIERNO


El cancerbero del gobierno: El administrador del nuevo tiempo


Acabo de leer una interpretación del tiempo que nos está tocando vivir que comparto plenamente. Por fin leo a alguien que niega la actual “crisis” y la define de otro modo. La sacralización de la palabra “crisis” siempre ha servido al interés por atemorizar, por hacer que los ciudadanos acepten cuanto el poder les propone por considerarlo inevitable. La satanización de la expresión “brotes verdes” buscó eliminar toda esperanza de la mente de los ciudadanos en tanto la coartada de la crisis conseguía sus objetivos. Ni siquiera síntomas tan evidentes como un parón en el descenso del desempleo, un repunte tenue de la economía, o alguna noticia concerniente a inversiones multimillonarias de capital extranjero en España o capital español en el extranjero, han sido considerados brotes verdes, porque la crisis y quienes la están administrando han prohibido la primavera.

Lo ha escrito Maruja Torres en uno de sus certeros artículos (“Sin piedad”): “En primer lugar, esto no es una crisis. Esto es una remodelación del mundo, emprendida por los poderosos para que los débiles pierdan lo poco que han conseguido a lo largo de décadas de lucha. Esta es una asiatización, una tercermundialización  de Europa, de la más indefensa, y más que eso, es el surgimiento de cosas que ni siquiera somos capaces de imaginar”. Rajoy, como responsable de la servil derecha española, ya se ha puesto al servicio de los poderosos, de ese Capital que ha mudado su nombre por Mercados, aunque las decisiones las tomen personas de carne y hueso, algunas de ellas procedentes de gobiernos nacionales, generalmente de ideologías conservadoras y reaccionarias. ¿Alguien esperaba otro comportamiento?

Este proceso de asiatización y tercermundialización que anuncia MT ha requerido un proceso delicado de afirmaciones y tesis debidamente imbricadas, para que nada permita que se generen dudas que se convierten en vías de escape para que opinen todos. Los Mercados nunca han aceptado las opiniones porque quienes opinan, y lo hacen en el océano de la democrática diversidad, no entronizan verdades absolutas. Los Mercados, como el Capital, son una verdad absoluta que no admite interpretaciones. Son ellos los que han bombardeado a los gobiernos progresistas de Grecia y Portugal; los que quitaron al Gobierno italiano para poner a Monti, que fue director de la Comisión Trilateral, un lobby de cariz neoliberal que fundó hace cuarenta años David Rockefeller, el famoso banquero de EEUU; y también fueron los Mercados los que hicieron estallar al gobierno español de  Zapatero, propiciando este de Rajoy en el que no hay que perder de vista al enviado de los Mercados, Luis de Guindos. Ha venido a cubrir espacios de los Ministerios de Economía y Hacienda y del de Ciencia e Innovación, pero su papel es el de cancerbero del Gobierno.

Va y viene, se cubre con la mano para dar a entender que no desea ser sorprendido, pero al final destapa su semblante para decir todo lo que está contenido en el guión del PP y de los Mercados. Es osado. Ha agriado su semblante para marcar una distancia insalvable con sus interlocutores. Probablemente ha sido su descaro facial el factor que ha contado más en su elección para el cargo que ocupa. Cuando los comentaristas de la caverna mediática de la derecha criticaban los currículos de algunos ministros socialistas, por escasos, jamás pusieron pegas a aspectos cualitativos relativos a los avatares en que hubieran estado inmersos en sus vidas privadas o sus ejercicios profesionales. Ahora lo entiendo. De Guindos  estuvo presente en la mayor quiebra de la historia hasta el momento en que se produjo, la de la compañía Lehman Brothers. Si Rajoy hubiera hecho su selección en base a criterios serios jamás hubiera podido aceptar a Luis de Guindos, pues los créditos subprime que motivaron la caída de Leman son créditos que se caracterizan por tener un riesgo de impago muy superior a la media del resto de tipos de crédito. En la medida que participó en aceptar tales créditos cabe aplicarle el calificativo de “negligente” que le hubiera imposibilitado para ser ministro.

De la crisis saldremos como se sale de todas las crisis, es decir, por el arte de birlibirloque. Habrá quien se arrogue el mérito diciendo que fueron sus fórmulas las más eficaces, o concluyendo con esa frase socorrida “eso ya lo dije yo hace tiempo”, pero habrá que analizar con detalle los efectos colaterales de la crisis. Todas las medidas tomadas hasta ahora van creando efectos y motivando consecuencias que harán del futuro un tiempo diferente. Se trata de remodelar el mundo, como ha escrito MT, de hacer un mundo diferente, pero no un mundo diseñado entre todos. Esta remodelación obedece a un dictado pronunciado desde un púlpito, al que nadie se muestra dispuesto a responder, porque las izquierdas se han quedado sin voz después de que todas sus reflexiones aceptaran que el sistema de Libre Mercado era el único posible, y que el Estado de Bienestar era el único beneficio que el Capital cede a las clases sociales más humildes. Es cierto que se ha avanzado hacia ese Estado pero, amparados en la condescendencia del Capital siempre cicatera, y cuando el Libre Mercado se ha despiadado un poco más, han sido el Estado del Bienestar y sus beneficiarios quienes han sufrido las carencias.

Los nuevos tiempos van a ser, sin duda, nuevos. Primero nos han infligido un miedo que nos atenaza, no solo para obrar sino también para pensar. En estos tiempos de precariedad laboral, el desempleo es una amenaza que ha borrado del mapa de las reflexiones colectivas debates aún no resueltos. Cuando las izquierdas debatíamos en torno a la semana laboral de 35 horas, o el reparto del trabajo, la derecha no combatió lo suficiente aquellas inquietudes de los trabajadores y los sindicatos porque su hoja de ruta era otra. Aquella versión del sistema capitalista que pretendía que trabajáramos menos para poder trabajar todos, nunca le sirvió. El Capital nunca entendió que los beneficios derivados de que una máquina ejecutara la labor de veinte obreros en mucho menos tiempo y con mayor calidad, fueran a parar a los trabajadores, que iban a pagar sus consecuencias sufriendo el brutal desempleo. El Capital se entregó a un mercado, no ya libre sino libertino, que ha enmarañado tanto el ambiente como para convertirle en un abismo.

Y así es como se ha generado el hábitat en el que el ultraliberal De Guindos se siente satisfecho. Mientras la brutal reforma laboral se muestra implacable con el trabajador, ante el empresario al que se conceden todos los privilegios para hacer de los obreros esclavos. Mientras se suben los impuestos indirectos en lugar de los directos. Mientras se amamanta a los bancos desde la ubérrima ubre pública, obteniendo como contrapartidas desahucios generalizados, y negaciones sistemáticas de créditos para las PYMEs. Mientras se rebajan las prestaciones y servicios sociales derivados de la Dependencia, que generan bolsas de pobreza y miseria. Mientras se desmantela el Estado Social de forma drástica, y se destruyen de un plumazo la cohesión social y la solidaridad…Mientras todo esto es ya un hecho insoslayable, Luis de Guindos ha dicho: “Podemos equivocarnos pero no es un ajuste de cuentas contra nadie”. Las decisiones políticas siempre tienen consecuencias, y cuando las medidas favorecedoras de una clase social son excesivas, redundan en perjuicios para las otras, máxime si las beneficiadas son las ya aventajadas. .

Hasta tal punto Luis de Guindos está convencido de los excesos del Gobierno que ha dado un aviso a navegantes: “tenemos que poner orden en la casa porque si no la alternativa es mucho peor. Como vengan otros a hacer los presupuestos va a ver usted lo que es un ajuste de cuentas”. Esta aseveración es sintomática de algo: España ya está intervenida por el interventor Luis de Guindos, que actúa del mismo modo que lo hace Monti en Italia. Tal como preve Maruja Torres, esta remodelación que algunos llaman “crisis”, que es el término que los Mercados y sus poderosos mensajeros han entronizado en nuestras orejas para que retumbe en nuestros oídos, tiene el mezquino objetivo de hacer que los más débiles (o sea, los pobres) lo sigan siendo más y más, mientras los ricos ejercen el poder insaciable que les suministra su creciente abundancia.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN