jueves, 28 de febrero de 2013

LA  CORRUPCIÓN  POLITICA
Da la impresión de que la corrupción está en todos los lados. Sí, es cierto. Pero cuando echa raíces en el ámbito de la Política, es decir, cuando se convierte en un hábito malsano y criminal de quienes gestionan las Instituciones públicas, la corrupción se convierte en un virus mortal para la democracia y un impedimento brutal para la convivencia de los diferentes.
La sociedad está compuesta por gentes diferentes: personas que viven de modo diferente, que hablan en idiomas diferentes, que se comportan siguiendo costumbres diferentes, que desean vivir en entornos diferentes, que participan de códigos de conducta diferentes… Quienes desde la Política pregonan que desean proteger y fortalecer la democracia y la convivencia pacífica, quienes se exponen a la elección de los ciudadanos después de haber desplegado ante ellos sus propuestas, han de partir de un punto común para todos, en el que estén garantizados unos comportamientos básicos fundamentados en la ética y la moral, que al fin convergen en un punto: el de la decencia. Ahí, en ese punto, deben coincidir las izquierdas y las derechas, los republicanos y los monárquicos, los nacionalistas, los separatistas y los centralistas, los vascos y los andaluces (por nombrar solo a algunos). Por eso, cuando los fenómenos de corrupción son descubiertos en el seno de una formación política, ha de ser esa formación la que empeñe su palabra en defenderse, pero el resto de formaciones han de medir sus reacciones, porque es la democracia y la convivencia las que están en juego, y no los resultados de las elecciones más próximas.
Cuando la corrupción ensucia a un partido político, el relato de los hechos viene acompañado de señales que corresponden a un tiempo y a un ámbito determinado. El tiempo siempre se corresponde con el esplendor y el predominio de un partido en las Instituciones. El ámbito se circunscribe a las propias instituciones y sus aledaños. Sin embargo, las instituciones tienen la misión de gestionar los servicios públicos, y de administrar los dineros públicos. Cualquier práctica perniciosa que desvíe fondos públicos hacia las manos o los intereses de los dirigentes de los partidos debilita los servicios públicos y enflaquece las arcas de las que sale el dinero destinado a sufragarlos. Por tanto, lo que la corrupción comporta no es solamente una trasgresión de quien se corrompe, sino una merma del papel que el Estado debe ejercer como protector de los ciudadanos y mantenedor de un orden social determinado.
Recapitulemos. ¿Qué han hecho los partidos políticos cada vez que un caso de corrupción ha afectado a alguno de sus dirigentes o cargos representativos? Lo primero, negar la mayor, mostrar una extrañeza perfectamente impostada ante las denuncias y construir una pared alrededor de los hechos denunciados. A partir de ese momento los líderes políticos se las han visto y deseado para buscar la coartada que permita sembrar suficientes dudas sobre las denuncias, como para que no se puedan resolver fácilmente. Peor aún, algunos recurren a la hemeroteca para desenterrar algún otro caso en sentido contrario, es decir, desarrollar la que se ha dado en llamar técnica del calamar: extender la tinta de tal modo que nadie quede libre de culpabilidad. Esta actitud no tiene por objeto resarcir de culpa a los denunciados, sino extenderla de tal modo que lo que debe ser percibido como una excepción se perciba como la regla de actuación más extendida. Se trata de una muy perniciosa actitud, impropia de quienes tienen la valiosísima misión de servir a la sociedad desde una ideología y unas instituciones que son de todos. En realidad quienes actúan de tal manera parten de la irresponsable equivocación de cree que es a la dirección de su partido a quien tienen que rendir cuentas, en lugar de hacerlo ante todos los ciudadanos. ¿Por qué? Porque en su partido encuentran una enfermiza complicidad.
Confunden voluntariamente el “reino” en el que viven y se protegen con el “reino” al que han de servir. Digo “reino” para equiparar mi reflexión con un texto de Confucio en el que relata un viaje en que llegó a un lugar y le informaron: “En este reino impera la virtud: si el padre roba, el hijo lo denuncia; y si el hijo roba, lo denuncia el padre”. A lo que Confucio respondió: “En mi reino también impera la virtud, pues el hijo encubre al padre y el padre encubre al hijo”. O sea, que cuando el político decide que se debe solo y preferentemente a su partido, y no a la sociedad a la que sirve, la corrupción se generaliza con mucha más facilidad. Este recurso al siempre socorrido Confucio no sirve como disculpa, ni para la inmundicia e indecencia de los políticos corruptos ni para la actitud conmiserativa y cómplice de los partidos.
Ante la eclosión hedionda y corrupta aparecida en los últimos tiempos en el seno del PP, la sociedad se muestra tan asustada como encolerizada. No le faltan razones porque la reacción de los líderes políticos es remisa e inútil. La palabra de moda es “transparencia”, es decir que se pueda ver todo. Sin embargo, hay legislación suficiente para advertir a los ciudadanos en general, -y por tanto, también a los que se dedican a la Política-, que apropiarse de lo ajeno es un delito, que no cumplir las leyes lleva inevitablemente a la pena y al castigo, además del descrédito público. ¿Por qué es necesario complementar esa legislación general con otras leyes específicas? Principalmente porque los partidos políticos han venido comportándose como auténticos refugios de atrevidos corruptos que han puesto la financiación de sus partidos en el frontispicio de sus fechorías, pero al mismo tiempo se han enriquecido, ellos y los dirigentes a cuyas órdenes han actuado. Han dicho algunos líderes políticos que “es necesario que los posibles corruptos sientan miedo a las penas que les puedan causar sus corrupciones”. Creo que se trata de una sublime estupidez. ¿No será mejor que los partidos políticos cuiden los comportamientos de sus afiliados sembrando buenas dosis éticas en ellos? ¿No será mejor que los partidos adopten comportamientos y reacciones de forma ejemplarizante cada vez que se presente un caso en su seno? ¿No sería mejor, de cara a mostrarlo ante la sociedad a la que sirven los partidos, que se subraye con menos ahínco la presunción de inocencia de los denunciados, teniendo en cuenta que en escasísimas ocasiones los imputados han resultado inocentes?
Creo que los partidos políticos, empeñados en la transparencia, pueden llevar a propuestas inverosímiles que redundan en lo ya existente. Se habla de la creación de una Unidad Anticorrupción específica para esos casos, que estaría formada por “inspectores incorruptibles” (tal término empieza a ser acuñado) que actuarían en todos los ámbitos. Bien, de acuerdo, pero ¿existe la incorruptibilidad: cómo se mide y comprueba? Se habla de impedir que las empresas implicadas en supuestos de corrupción no puedan contratar con organismos ni empresas públicas. También está bien pero, aunque sea verdad que a cada corrompido corresponde un corruptor, ¿no estamos hablando ahora de la corrupción de los políticos de forma específica? Se habla de que los delitos de corrupción precisan juicios homogéneos en sus conceptos e interpretaciones, por lo que será bueno que sean todos ellos juzgados por la Audiencia Nacional. Bien, aunque la Justicia, si es justa siempre, también será homogénea siempre. Y se dice que deben prohibirse las donaciones a los partidos políticos por parte de empresas privadas. Esta sí es una postura lógica porque quien dona a un partido (ideología) político ha de hacerlo a través de un proceso de reflexión que le lleve a apoyar una determinada causa política o social, y eso se hace desde la conciencia en su versión más genuina y profunda, que las empresas no tienen. De modo que solo queda la medida de publicar las cuentas públicas, las contabilidades de los partidos políticos y las declaraciones de la renta de los líderes. Pues bien, de eso trata la famosa transparencia que se pretende implantar mediante una ley específica.
Todo el dinero que cae en manos de quien nunca debiera caer es dinero robado a todos, uno a uno, a cuantos ayudamos a contar los cuarenta y tantos millones de habitantes del país. Se trata pues de regenerar el ámbito político y social, máxime en este tiempo en que son demasiados los españoles desempleados que sufren carencias muy importantes, los españoles amenazados por la pobreza, por los desahucios, por la pérdida de derechos básicos, por la reata de recortes y hachazos que, en algunos casos, ponen en práctica los mismos que condescienden con la corrupción y disculpan a los presuntos corruptos. ¿Basta con la transparencia? Probablemente no será suficiente ahora que está la corrupción en todas las páginas de los periódicos, salpicando inmundicia a todos los que han ocupado las instituciones en alguna ocasión y han ejercido el poder sin miramientos éticos. Ahora los ciudadanos reclaman confianza, que quienes dicen ir a las instituciones con vocación de servicio se comporten como servidores y no como amos.
Porque muchos de los episodios de corrupción que han tenido lugar, han sido protagonizados por partidos y por líderes políticos a los que se había votado de forma muy mayoritaria y se les había dado carta blanca para que gobernaran a sus anchas. Más aún, ha habido casos en que corruptos confesos han concurrido a nuevas elecciones y también han sido votados mayoritariamente. La consecuencia es que han de ser los propios partidos políticos los que laven su cara y se presenten ante los ciudadanos con una nueva faz, mucho más risueña y, además mucho más comprometida. Si los líderes políticos afrontaran los problemas de los ciudadanos aportando soluciones concretas en lugar de culpabilizarles de su propia situación, como hacen en muchas ocasiones, éstos les mirarían y valorarían con menos recelos y prevenciones.
Resumiendo. Sí a la transparencia, pero mientras no haya autoinculpaciones, los ciudadanos no van a confiar en políticos obstinados en mantenerse en el poder, erre que erre y pese a quien pese. Produce un bochorno asqueroso que la corrupción, que se muestra de forma tan nítida a los ojos de los más sencillos y normales, pase tan desapercibida para los más poderosos. ¿No creen ustedes que las leyes de transparencia, al final, adolecerán de las mismas limitaciones a la hora de ser interpretadas y aplicadas que otras leyes actualmente vigentes? Si el funcionamiento interno de los partidos políticos fuera democrático y escrupulosamente ético en todas sus facetas, su proyección externa también lo sería. Han de ser los partidos los que crucen el Rubicón, antes de que lo cruce la sociedad entera.
FDO.  JOSU  MONTALBAN  

sábado, 23 de febrero de 2013


EL PESO DEL TIEMPO

Hallábame admirando las bellas obras “arquitectónicas” que exponían los agricultores, en una de esas ferias que proliferan en los pueblos vascos, que pretenden mostrar cuanto tiene que ver con nuestras gentes del campo. Antes había admirado los más variados productos: pimientos gigantescos, patatas de formas caprichosas, gallinas autóctonas con plumas hasta en las patas, quesos artesanos, panes sabrosísimos, flores vistosas junto a flores menos vistosas, txacolis de todos los colores y setas que complacen el paladar más exigente compartiendo lecho con otras tan letales como una leve sospecha del inspector Gachet. Hallábame en ese trance cuando le ví cruzar la plaza con un bastón oscuro envuelto aún en un plástico transparente.

Conozco a ese Hombre desde hace poco menos de medio siglo. Por eso me sorprendió verle con el bastón sin estrenar en la mano. Si hubiera sabido de sus intenciones, le hubiera regalado uno de los veinte bastones, -algunos de ellos, artísticos-, que integran mi humilde colección. Conozco bien la integridad de ese Hombre, su sentido de la hombría, su fortaleza e incluso esa debilidad que casi todos los humanos ocultamos tras un falso halo de fiereza y valentía. Conozco bien su austeridad, rayana con la tacañería, que no le hubiera permitido jamás comprar un bastón para una colección ni siquiera para adornar un rincón de su casa. Por todo esto me sorprendió verle con el bastón empaquetado cruzando entre los mirones sin mirar a nadie.

El ha conocido el doble de calendarios que yo. Su cuerpo delata este detalle nada accesorio. Por eso a casi nadie sorprendía que, dada su vejez, cruzara la plaza encorvado, pero no cabizbajo, y ensimismado en sus pensamientos, pero no taciturno. Pero a mí sí me sorprendió, porque mientras yo he ido madurando él ha ido acorchándose; mientras yo he ido haciendo méritos para presentarlos no sé dónde, él ha ido reuniendo los méritos hechos como si supiera ya donde tiene que presentarlos. De pronto la visión de ese Hombre apoyado en el bastón golpeó mi conciencia y alertó mi sensibilidad. ¡Cómo no pude comprender antes que un casi nonagenario podría necesitar cualquier día de un bastón sólo para transportar tanta vida, tanto sudor, tanto esfuerzo y tantas vivencias!. ¡Cómo he podido olvidar que un bastón es, sobre todo, un instrumento que ayuda a soportar el peso del paso del tiempo, aunque pueda ser artístico y coleccionable!.

En mi colección de bastones hay varas de mando, cachavas de monte, cayados de pastor, porras de vaquero montañés y estilizadas piezas propias de aristócratas caprichosos. Cualquiera de ellos hubiera evitado que ese Hombe austero se viera obligado a un dispendio de más de mil pesetas que, surgidas de su cartera, le habrán dolido también en el alma...., pero la vida pesa y las piernas que trasladan cada humanidad precisan complementos. Además ese Hombre austero no desea ya mandar, ni subir al monte, ni cuidar ganado, ni presumir de gentleman. Sólo desea vivir, apoyar sus ochenta kilos sobre el bastón y, de vez en cuando, desperezar un sueño sobre la curvatura de la manija acompañándose de sus manos y sus recuerdos... Y porque sólo precisaba eso, su bastón es clásico, nada complicado.

Aún no les había dicho que ese Hombre es mi padre.

Mi hija, que apenas acaba de acceder a la vida de los adultos con sus 19 años, no dedica un sólo segundo a mirar ó admirar mis bastones. Es lógico. El bastón de su abuelo es, a su vez, lógico para ella. “Si lo necesita y anda mejor con él...”, suele desdramatizar. Y yo que estoy en el espacio intermedio en que empieza a ennegrecer el futuro y la vida a convertirse en alarmante rutina, comienzo a reflexionar en torno a dos inquietudes: ¿Será mi colección de bastones una provocación ante el paso del tiempo?. ¿Será el bastón de mi padre una premonición para mí?. Entre la vacuidad de un lujo (mi colección de bastones lo es) y la plenitud de una necesidad (el bastón de mi padre representa eso precisamente), el peso del paso del tiempo me hace reflexionar sobre la realidad que nos va encorvando y desluciendo hasta que no reflexionamos más y apoyamos toda nuestra humanidad en un bastón de cerezo, de brezo o de caoba que nos convierte en aristócratas auténticos.

JOSU MONTALBAN

jueves, 14 de febrero de 2013


DOCTOR AREILZA, EL MEDICO DE LOS MINEROS



“Los personajes de los mejores retratos están en su mundo,
en su tiempo, en aquellos años de nuestra amputada edad,
pero también en este, en el ahora mismo”

(Antonio Muñoz Molina, Diciembre 2007)



Mientras me documentaba para escribir el libro “El Doctor Areilza: el médico de los mineros”, -que forma parte de la cuidada y bella colección “Bilbainos Recuperados”, editado por Muelle de Uribitarte Editores, bajo el patrocinio de la Fundación Bilbao 700, del Ayuntamiento de Bilbao-, Muñoz Molina publicó un artículo en un diario nacional, del que destacaba el texto con que inicio este artículo, y también el libro recientemente publicado. La acertada precisión de Muñoz Molina me lleva a una inevitable pregunta respecto del personaje de mi libro: ¿qué tipo de personaje sería el Doctor Areilza en este tiempo, ahora mismo?

No son, ciertamente, éstos como aquellos tiempos en los que el Doctor vivió, quizás porque no es posible que los tiempos se repitan, pero el bilbaino Enrique Areilza hubiera estado presente en todos los ámbitos de la ciudad y de la sociedad como lo estuvo entonces, reconduciendo la filantropía de los acaudalados patronos mineros en beneficio de quienes, llegados de todos los lugares vascos y regiones españolas, pusieron su sudor, su fuerza, su integridad y su vida incluso, al servicio de aquellas fortunas. De ese modo estaban aportando cuanto estaba en sus manos al crecimiento de Bilbao y Vizcaya en una época en que se estaban fijando las bases de la Economía vizcaína y vasca que ha sobrevivido hasta hace bien pocos años.

El periplo vital del Doctor discurrió en tiempos difíciles. Las entrañas de la tierra tintineaban entonando la sinfonía de la avaricia. A la llamada de la fortuna acudieron los acaudalados de la Villa dispuestos a trepanar la corteza de la tierra vizcaína. Era muy antigua aquella llamada. Los tomos de la Historia Natural de Plinio relataban los signos de la abundancia en aquellos montes de Triano donde iba a ser instalado el primer Hospital Minero, justo al lado de las minas, para el que fue elegido el Doctor Areilza como Director. Era el comienzo de 1981 cuando partió desde su querido Bilbao a aquella tierra roja de Triano. Le esperaban veinte años de trabajos a las órdenes de aquellos patronos que, alertados por los excesivos accidentes producidos en los tajos y por sus consecuencias, sentían perjudicadas su economía y su moral en exceso.

Enrique Areilza inició su travesía con escasa experiencia. Recién llegado de París, donde había culminado sus estudios cursados en Valladolid, los patronos mineros le eligieron entre varios aspirantes, movidos por las alabanzas de algún profesor del Doctor por la intuición de que su inexperiencia se tradujera en la práctica en un director moldeable, maleable y fácil de manejar, pero Areilza no podía caer en tales errores después de haber vencido incluso la resistencia de su madre para aceptar el cargo. Ella, que era una mujer de carácter fuerte, quería un hijo de postín, quizás un honoris causa o un doctor que platicara en las conferencias y simposios internacionales, en lugar de un médico dispuesto a calzar sus botas para bajar a las entrañas de la tierra en busca de heridos poco avezados quizás o miserables.

Le habían llamado para curar a los accidentados, intervenir quirúrgicamente a los más dañados y ayudar a vivir posteriormente a quienes quedaban impedidos para el trabajo en las minas, pero sus reivindicaciones ante ellos siempre pusieron su acento en aspectos menos científicos, mucho más humanos. “Nuestros anhelos deben dirigirse a suprimir los trabajos intensivos y a aumentar los salarios”, repetía constantemente en las mesas de los patronos. Ciertamente sus conocimientos podían atenuar los rigores y consecuencias de un accidente pero había siempre un empeño previo en su mente: conforme comprobó que aquel Hospital se quedaba pequeño por la proliferación de heridos requirió con urgencia que había que humanizar las condiciones en que trabajaban y vivían aquellas personas.

Desde la ventana de su despacho, en lo más alto del hospital, veía como se iban desarrollando las faenas: los jornaleros picaban sin descanso apenas separados por un par de metros, apresurándose en exceso en llenar los vagones quienes trabajaban a tarea, extenuados por la fatiga los que llevaban demasiadas horas trabajando, quienes trabajaban sometidos a jornada laboral rígida. Desde la distancia sentía el agotamiento de aquellos forzados y el riesgo de morir víctimas de una voladura, un desprendimiento o el golpe del pico de algún compañero despistado. Las frases del Doctor Areilza empezaron a ser lapidarias para sus patronos: “¡Estos hombres vienen aquí a trabajar y a vivir! ¡No vienen a morir!”, repetía. Y alertaba a sus acaudalados protectores: “Con lo estudiado no basta. La Medicina puede curar los males y aliviar a los accidentados, pero no curará jamás ni la codicia ni las ansias desmedidas”.

No le bastaba al Doctor con observar desde su atalaya. Con frecuencia se calzaba sus botas altas (el calzado que utilizó con más frecuencia durante su estancia en Triano) y salía a caminar por los poblados mineros. En ellos veía las carencias más básicas, las condiciones higiénicas de aquellas viviendas insalubres en las que cualquier enfermedad encontraba su mejor hábitat: falta de agua, ausencia de retretes y excusados, “camas calientes” que permanecían ocupadas durante las 24 horas del día, hacinamiento, habitaciones compartidas por adultos, ancianos y niños sin discriminación de sexos. Su misión, más allá de la específica como médico, pasaba por la humanización de aquellos lugares. Por otra parte sus acendradas convicciones morales estaban basadas en una inquietud por la formación cultural que le llevó a crear una tertulia en la Fonda Arrien en la que se hospedaba, donde se discutía sobre todos los asuntos. Desde allí procuró mejorar las condiciones de vida de aquellas familias humildes atribuladas por la escasez y, por su fuera poco, por una epidemia de cólera que se extendió con especial virulencia en aquellos núcleos en que las condiciones de vida eran las más propicias para la epidemia.

Su fama como cirujano alcanzó niveles muy importantes. Además de su experiencia en el Hospital Minero sus múltiples viajes por el extranjero no solo le sirvieron para compartir conocimientos y perfeccionar nuevas técnicas, sino también para hacerse con la tecnología más avanzada, de la que se hacía sin contar con la decisión de los patronos, determinando que si ellos no estaban dispuestos a mejorar la dotación instrumental del hospital, sería él mismo el que corriera con los gastos.

A su afán viajero unió sus dotes como organizador y su autoridad. De todos los estamentos vizcaínos era requerido para poner en funcionamiento servicios y proyectos nuevos. Dirigió los trabajos de coordinación para aislar y erradicar la peste de cólera de Vizcaya y, posteriormente, encabezó el equipo de políticos y facultativos que instauró el Hospital de Basurto. Fue más tarde la creación del Sanatorio para Niños Tuberculosos en las dunas de Górliz. No llegó a materializarse en su totalidad la Escuela para lisiados y tullidos que diseñó por mandato de Indalecio Prieto. Sí, por iniciativa exclusivamente suya la creación del Sanatorio Bilbaino que más tarde cedería a sus compañeras infatigables, las Siervas de Jesús. Su gran espina fue no conseguir una Universidad pública para Bilbao. Muchas de sus iniciativas perseguían que eso fuera una realidad. Lo hubiera logrado fácilmente si hubiera renunciado a algunos de sus principios o los hubiera transgredido siquiera temporalmente. Durante la dictadura de Primo de Ribera fue llamado a ocupar la Alcaldía de su pueblo, Portugalete, pero rechazó el ofrecimiento. Algunos meses después recibió la negativa del gobierno para la creación de la Universidad pública en Bilbao.

He preferido hacer hincapié en el aspecto en que su actividad fue más eficaz, pero Enrique Areilza fue un bilbaino comprometido con su tiempo. Nada le era ajeno de aquella sociedad compleja en la que liberales y carlistas andaban a la greña. Educado en un hogar estricto en el que la tradición era una ley inviolable, vivió su niñez en el corazón del conflicto. San Francisco, donde nació y vivió, y Bilbao la Vieja daban cobijo a gentes llegadas de muy lejos a trabajar, o a vivir de los que trabajaban. Su madre y sus familiares más directos (tras la pronta muerte de su padre) solo le dictaban sentencias de sublime religiosidad para preservarle de la epidemia maketa que llegaba a trabajar en las minas y en la prostitución. La explosión económica traía consigo riesgos porque los obreros, faltos de disciplina familiar por vivir muchos de ellos desplazados, hacían su vida en los bares, nublados por el alcohol y enfervorizados por el sexo y la prostitución. La niñez del Doctor Areilza discurrió allí, en aquel ambiente que su madre Ramona detestaba.

De aquella confusión y aquella euforia ante la abundancia surgieron comportamientos e impulsos políticos. Los patronos quisieron dirigir los destinos políticos desde una formación paternalista llamada La Piña. Compraban votos y ocupaban puestos políticos con el único objetivo de hacer medrar sus empresas. Desde sus palacetes en el borde del mar, venían a las casonas del Campo Volantin bilbaino donde habían instalado sus oficinas, para dirigir sus negocios y ver los barcos que transportaban sus mercancías, a través de la ría, hacia Francia o Inglaterra. El nacionalismo vasco emergía de la mano de Sabino Arana, hijo de carlistas, que juzgaba como un peligro la invasión de aquellos llegados de fuera, tildados como maketos. Y Pablo Iglesias ya había atisbado que Vizcaya era el lugar ideal para extender el ideario socialista del PSOE que había fundado en Madrid. Perezagua , un toledano radical en ideas y formas, fue el enviado por Iglesias con tan encomiable misión.

Eran también tiempos de esplendor cultural de Bilbao. Cuando el Doctor Areilza abandonó Triano como lugar de residencia para instalarse en Bilbao, la villa bullía. Liceos, sociedades culturales, bancos, centros de negocios, asociaciones, cámaras y centros de todo tipo de relaciones sociales afloraron por doquier. Los Cafés, ornados con señorío y elegancia, cobijaron reuniones y tertulias que convirtieron Bilbao en una ágora. El Doctor Areilza fundó y mantuvo varias tertulias en las que participaban los bilbainos más ilustres, entre ellos, el Rector Miguel de Unamuno, con el que el Doctor mantuvo siempre una relación de amistad y rivalidad basada en equilibrios hábilmente calculados.

Da para otro artículo como éste referir buena parte de esa vida pública que hizo del Doctor Areilza uno de los bilbainos más insignes de su tiempo. (Seguro que en números posteriores de este BILBAO podré extenderme en esa faceta que completa mi libro). El Doctor Areilza escribió poco, principalmente en forma de cartas, pero su escritura firme y directa, alejada de parabienes y condescendencias, hace de sus cartas auténticos legados en los que queda patente su autenticidad.

Aunque las obras literarias dejan de ser de quien las ha escrito para ser de quien las lee, me permito advertir antes de soltar amarras al libro “Doctor Areilza, el Médico de los Mineros”, que nunca ha pretendido ser una biografía. Es más bien una recreación de un personaje insigne que me ha permitido abrir mi pecho y mi mente a los lectores mediante esa especie de disección de la vida del Doctor Areilza, que es el libro.

Fdo. JOSU MONTALBAN

viernes, 8 de febrero de 2013

¡PACTOS  A  TUTIPLÉN!
¿Qué significa “tutiplén”? Según reza en el Diccionario no tiene un significado muy preciso, pero debe ser algo así como “a porrillo”, o “por todas partes”, o “sin ton ni son”, o “sin orden ni concierto”. Por ser tan ambiguo su significado es que uso esta palabra. Porque ofrecer pactos está de moda en Euskadi. Al parecer cualquier pacto es bueno para derrotar a la brutal incertidumbre que atemoriza a los ciudadanos. No importa de qué se pacte ni importa cómo se pacte ni importa siquiera quienes pacten. Los líderes políticos no tienen otra palabra en sus bocas: pactar, acordar. Por eso, cualquier pacto es entendido y comprendido, porque lo que importa es pactar. Algunos dicen que ese fue el mandato que los votantes hicieron a los políticos de los diferentes partidos: pactar entre diferentes. Y se quedan tan anchos, como si para extraer esa conclusión de la interpretación de los resultados electorales habría que hacer esfuerzos. Nadie quiere asumir ninguna responsabilidad y arriesgar apostando por alguna fórmula de gobierno para Euskadi más ambiciosa. Pactar, hay que pactar y acordar entre diferentes, pero todo se queda en pactos de conveniencia que, como su propio nombre indica convienen a los que acuerdan  y a casi nadie más.
Son fáciles de justificar porque dan estabilidad a las Instituciones a las que conciernen pero apenas solucionan nada más. Los respectivos gobiernos (Gobierno vasco, Diputaciones y Ayuntamientos) serenan el sofocón del desamparo que supone no contar con presupuestos, pero los presupuestos presentados siguen siendo incompletos, incongruentes, en una palabra, malos. Casi a ciegas se facilitan mediante abstenciones los presupuestos, aquí y allá, aunque dichas cuentas respondan a intereses casi opuestos y las sociedades resultantes de la aplicación de tales presupuestos no tengan casi nada en común. Pero los “líderes” que han pactado pos simple conveniencia levantan la cresta satisfechos, convencidos de que el día después el corral seguirá soliviantado mientras los gallos alargan sus cuellos para entonar kikirikis triunfalistas.
Pactar, acordar. Pactan los perros con los gatos y los gatos con los ratones, y en cuanto se resuelve el instante crítico que el pacto intentaba resolver ya vuelve el perro a perseguir al gato, y el gato al ratón, y el ratón horada el queso de la despensa…Y el guarda de la despensa, que había comprado el gato para reducir a los ratones, y había comprado el perro para cuidar la casa y la hacienda, se ve obligado a amarrar al perro para que el gato pueda ejercer lo que es propio de su condición e instinto: matar ratones. De ese modo la hacienda queda mucho más desprotegida porque ha puesto su prioridad en preservar su queso en su despensa.
Así nos viene ocurriendo en Euskadi tras las últimas elecciones. A falta de un gran acuerdo político que dé estabilidad a la sociedad y consistencia a la democracia, se propician pactos puntuales que responden sólo a la necesidad de una oportunidad, de un instante. A falta de itinerarios compartidos y con vocación de futuro, para combatir la crisis y apuntalar la paz y la convivencia, se fraguan acuerdos miedosos que dejan siempre pendientes las soluciones para mañana. Será esta una Legislatura configurada como una suma de instantes variados, pero si no se produce un acuerdo político firme y solvente, entre partidos realmente solventes, que englobe a todos los ámbitos institucionales, nos quedaremos en eso, en una sucesión de instantes sin peso específico para conformar una Época. Da la impresión de que cada cual está solamente a proteger el queso de su despensa.
Fdo. JOSU MONTALBAN   
RAJOY:  COMO  LOS  MONOS  DE TOSHOGU
“La boca no es para hablar. Es para callar”. Así empieza la obra literaria “Todo es silencio”, de Manuel Rivas. El novelista es gallego, como también lo es Rajoy, aunque Manuel no suele callar, como sí lo hace Rajoy. Ocurre que Manuel Rivas pone voz y palabras a quienes ahora mismo están sufriendo las brutales consecuencias de las medidas que Rajoy está firmando en el Boletín Oficial del Estado. Mientras tanto Rajoy imita a los tres  Monos Sabios que esculpió Hidari Jingoro y que son exhibidas en el santuario de Toshogu desde el año 1636. Se trata de una escultura en madera en la que tres monos están en actitudes bien diferentes: con sus manos, uno cubre sus ojos, otro cubre sus orejas y el otro su boca. La Sabiduría, según se desprende de la escultura, consiste en “no ver, no oír, no decir”, por eso los Monos Sabios se llaman Mizaru, Kikazaru e Iwazaru, cuyos nombres significan precisamente eso: no ver, no oír y no decir.
La Filosofía permite estas interpretaciones que la Mística incluso sublima, pero cuando de lo que se trata es de valorar la acción del Gobierno de Mariano Rajoy no vale para nada la imitación de los Monos Sabios. Porque el Gobierno de Rajoy ya lleva más de un ejercicio de andadura, ya administra los Presupuestos que ha aprobado a su antojo gracias a su mayoría absoluta y, además, cuenta con el apoyo de casi todos los gobiernos autonómicos. El mapa español se vislumbra bien lleno de “gaviotas” que van dejando caer sus excrementos en todas las ciudades, pueblos y aldeas de la geografía nacional. Nada de cuanto pasa le es ajeno a este Gobierno que ha mostrado la máxima prisa para convertir a España en un territorio bajo su dominio, y a los españoles en súbditos amedrentados, todo ello a base de Decretos –Ley que, como método o fórmula de gobernanza tienen poco que ver con un talante realmente democrático.
Da la impresión de que este Presidente ni ve, ni oye, ni dice, pero todos sabemos que eso no es verdad. Ve los telediarios, oye las noticias en general y oye a los asesores que él mismo ha elegido, pero dice pocas cosas porque no quiere provocar discusiones que debiliten su figura. Su frase más repetida desde que accedió al Gobierno ha sido “se trata de una medida necesaria, imprescindible”, para justificar los continuos recortes sociales que, lejos de haber sido administrados con tijera de miniaturista, han sido efectuados con la burda técnica de los hachazos. Hizo un Gobierno de fajadores atrevidos y montaraces porque las medidas que estaba decidido a tomar llevarían la discusión a terrenos empinados y escabrosos. Para tratarse de un Gobierno de derechas lo que menos caracteriza a muchos de los miembros del gobierno son la educación y las buenas maneras. Ellos, que podrían aprobarlo todo recurriendo al socorrido amparo de su mayoría absoluta, no han dudado en provocar discusiones absurdas en las que han dejado ver su intransigencia, por encima de su deseo de convencer.
Muchas han sido las decisiones presentadas como necesarias e inevitables cuyo resultado práctico ha sido el contrario del pretendido. Probablemente ninguna de las medidas tomadas hasta ahora ha tenido el alcance y las pretensiones de la Reforma Laboral. Su finalidad era, al parecer, la flexibilización del mercado laboral cuyas consecuencias deberían haber sido acabar con el crecimiento del desempleo, que comenzaba a ser una losa de excesivo tonelaje. Pero resulta que nos hemos puesto en seis millones de parados (aproximadamente un millón más que cuando accedieron al Gobierno), por cierto, muchos de ellos como aplicación de la Reforma: con indemnizaciones más bajas y condiciones mucho más desfavorables para los trabajadores despedidos. La negociación colectiva se ha quedado en nada, con el consiguiente deterioro de las relaciones laborales, en las que los sindicatos se van a ver obligados a tragar sapos y culebras si no quieren convertir las calles de las ciudades en itinerarios de un sinfín de manifestaciones.
La Economía aún no crece, al menos no lo hace con suficiente fuerza. Nadie se atreve ya a aventurar previsiones, pero el miembro mediopensionista del Gobierno, Luis de Guindos, busca aliados en Europa que le permitan sembrar mínimas esperanzas. Rajoy ha guardado silencio en relación a la petición de rescate económico para España pero el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker ha salido en su ayuda: “Yo personalmente no creo que Rajoy vaya a pedir el rescate y en cualquier caso las especulaciones no solo están de más sino que son perjudiciales”. También la directora del FMI, Lagarde, ha echado manos de ayuda a Rajoy. Y De Guindos, junto al presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi, ha aprovechado su estancia en el Foro Económico de Davos para anunciar que se va a producir un crecimiento económico a partir de Julio. El anuncio será tanto mejor, y más esperanzador, si el desempleo se reduce en España, si las tasas de pobreza disminuyen y las alarmantes cifras que tanto asustan a los ciudadanos comienzan a bajar. Rajoy, mientras tanto, calla. No parece dispuesto a revisar ninguna de las medidas tomadas a pesar de que el clamor de los más directamente afectados atruene las calles.
Rajoy, el Mono Sabio, debería interpretar tanto las cifras como las actitudes de los españoles. Y deberá establecer comparaciones para decidir después. Volvamos a la Reforma Laboral. ¿Puede considerarse eficaz, a la vista de la evolución de los resultados? En el año 2012 se han triturado casi los mismos puestos de trabajo que en el año 2008, a pesar de que la caída de la economía haya sido mucho más baja (de 3,7% a 1,3%). Si relacionamos empleo con evolución del PIB, según los datos oficiales, si en el peor momento de la Gran Recesión cayeron 406.000 empleos por cada punto del PIB perdido, ahora en el trimestre menos malo la caída ha sido de 531.000 empleos por punto del PIB. Luego la Reforma Laboral ha sido un fracaso más, a pesar de que haya conseguido algunos objetivos: las empresas se han visto favorecidas mediante bajadas de sueldo unilaterales a los operarios, se han producido traslados forzosos y reducciones de jornada a conveniencia del capital. Esto acontece a la vez que más de dos millones  y medio de parados no perciben ningún tipo de subsidio.
Podría exponer en este artículo muchas más medidas tomadas por el Gobierno cuya eficacia ha sido muy dudosa. Las privatizaciones sanitarias que, tanto han servido para enriquecer a empresas privadas que se han apropiado de servicios y beneficios, como para debilitar la cartera de derechos y servicios a los ciudadanos, en detrimento de la calidad. La imposición de copagos diversos que cargan contra las clases medias y desfavorecidas. La intervención sobre los derechos de los españoles en materia de libertades públicas. La paralización de la aplicación de la Ley de la Dependencia que fue aprobada con la vocación de que se convirtiera en un pilar más del Estado del Bienestar, además de un importante nicho de generación de empleo. El encarecimiento de los procesos judiciales, que aleja la Justicia de las posibilidades de los más desfavorecidos. La imposición de una Educación alienante que ignora las competencias autonómicas y favorece el elitismo. Todas estas disciplinas están siendo intervenidas por el Gobierno del Mono Sabio Rajoy, aprovechando el despiste y la desidia de los españoles que votaron al PP creyendo que la derecha y la izquierda políticas hacen lo mismo cuando acceden al Gobierno.
Ante este desaguisado, el desprecio con que el Presidente de España viene comportándose obedece al carácter y al devenir histórico de la derecha más alienígena de cuantas hay en Europa. Rajoy debería responder a cada una de las demandas y protestas de los españoles. No como Mizaru: debería abrir bien los ojos para ver las penosas condiciones en que viven ya los españoles más necesitados y pobres. No como Kikazaru: debería limpiar la cera del interior de sus orejas y afilarlas para escuchar las voces y distinguir las palabras y los gemidos de los que se quejan, sufren y reclaman actitudes más justas y equitativas. No como Iwazaru: debería abrir bien la boca y agilizar sus labios para dirigirse a los que quieren, ya que no parece posible una solución definitiva a sus problemas, al menos una frase de esperanza que les reconforte. Desde los tiempos en que Jingoro esculpió sus monos han pasado casi cuatrocientos años, los suficientes como para que la Sabiduría precise de ojos, orejas y bocas bien abiertas… Además de principios éticos que la derecha española dejó arrumbados en el olvido. El silencio del Presidente Rajoy va bien parejo a la condescendencia de los poderosos hacia sus recortes sociales que constituyen el ejemplo más nítido de lo que es una Política antisocial.
FDO.  JOSU  MONTALBAN