lunes, 28 de abril de 2014

PARTIDOS EMERGENTES. IDEOLOGÍAS EN CRISIS (DEIA, 28-04-2014)

PARTIDOS EMERGENTES: IDEOLOGÍAS EN CRISIS
No soy nuevo en Política. La llevo siguiendo desde aquellos tiempos en que hacerlo comportaba algún riesgo. No fui un avanzado en aquel tiempo, más bien era entonces un estudioso que quería conocer la Historia, que deseaba tener algún criterio sólido cuando llegaran los nuevos tiempos. No era necesario ser adivino para estar convencido de que llegaría un tiempo en que los españoles nos comportaríamos como el resto de los europeos, que elegiríamos a quienes nos gobernaran, y que podríamos debatir en torno a las tesis e ideologías políticas. En las casas se hablaba de Política. La derecha, como todos sabíamos, seguiría siendo la misma que entonces era afín al franquismo, aunque debería verse afectada por un proceso democratizador, pues la democracia se presentaba como algo inminente, bueno e inevitable. Porque España, durante los últimos años del franquismo, ya era Europa. Y las izquierdas, -socialismo, comunismo, etc…-, así como los nacionalismos periféricos enardecidos pos la torpe consigna franquista de la España “una, grande y libre”, continuaban su andadura también tras el Golpe de Estado de Franco y la Guerra Civil, si bien que recluidas en los hogares, donde los viejos y las radios clandestinas que emitían allende nuestras fronteras, servían para mantener vigorosas las ideologías. Más aún, en círculos más restringidos se distribuían panfletos y libros procedentes de la inquieta clandestinidad.
Hoya la Política pasa por malos momentos. En pleno periodo democrático, tras más de treinta años de ejercicio de la acción política en libertad, las ideologías que sobrevivieron al brutal franquismo pasan por una crisis a la que hay que calificar de peligrosa. Peligrosa para la supervivencia de los grupos políticos en que se sustentan las ideologías, y peligrosa porque está sirviendo de coartada para quienes desean desacreditar a la Política y a los políticos.
No me cabe ninguna duda de que las ideologías clásicas deberían haberse actualizado y fortalecido, ni me caben dudas de que los partidos políticos, en algunos casos de forma demasiado flagrante, se han empeñado en perdurar a cualquier precio, olvidando incluso que su acción pública debería estar supeditada a los intereses de la sociedad y no a los intereses meramente partidistas. Por otro lado, han accedido a las direcciones de los partidos algunos arribistas que, aprovechándose de la endeblez de los valores y principios ideológicos actuales, no han dudado en convertir a los afiliados y militantes de los partidos en meros entusiastas de causas cada vez más indefinidas que se han venido concretando en base al cultivo de fobias hacia los otros en lugar de filias hacia las ideologías propias. Esparcidos entre los arribistas llegaron gentes capaces de desarrollar prácticas corruptas que han convertido la Política en un detestable Patio de Monipodio.
Es verdad que la política vigente en estos momentos adolece de falta de profundidad. Los partidos diseñan sus políticas tras haber hecho los cálculos electorales pertinentes. Los grandes principios (igualdad, justicia, libertad, solidaridad, etc…) se doblegan ante los vicios de los líderes actuales, a los que les asesoran potentísimos equipos de comunicación, mucho más obsesionados con decir lo que se quiere escuchar que con proponer las medidas mejores para pergeñar un futuro óptimo para todos. He dicho bien, para todos, no solo para quienes nos votan en cada ocasión. Pero la Política se ha convertido también en una profesión. Cuando el político ejerce la política como si se tratara solamente una profesión, su obsesión es prevalecer y perdurar. En ese momento acomoda sus propuestas a las modas y a los tiempos que se viven, olvidándose de que ejercer la Política implica sobre todo servicio, y de que los políticos en modo alguno deben ser meros gestores de la cosa pública, sino servidores públicos, organizadores y diseñadores de la vida pública, de tal modo que cuanto acontezca, cuanto defina socialmente a las vidas y a las gentes ha de formar parte de su responsabilidad.
Sin embargo la condición humana también está sometida a cambios y riesgos que en algún momento la han convertido en miserable. Ahora mismo se ha generalizado la impresión de que la mal denominada “clase política” constituye el mal más importante de cuantos padecemos. Curiosamente quienes denuncian dicho mal son igualmente políticos que pretenden engrandecerse a sí mismos en la medida que degradan a los otros. Han surgido formaciones políticas y líderes, -que podríamos denominar emergentes-, cuyo primer slogan siempre va dirigido a desacreditar a las grandes formaciones políticas desde las que se difunden y defienden las ideologías clásicas. Los movimientos populares del 15-M fueron un detonante importante pero, como se ha visto, aquel esfuerzo desmesurado dejó exhaustos a sus organizadores. Eso sí, sirvió para que las ideologías clásicas de las izquierdas (no hablo de las derechas cuya acción política se basa en las defensas de intereses) sufrieran una merma importante en su credibilidad. A su sombre brotaron liderazgos, mucho más fundamentados en la audacia de las personas que en la profundidad de los contenidos ideológicos. Ahora cabe decir que el desmantelamiento ideológico de las formaciones de izquierdas más clásicas se ha producido, pero en su lugar no han brotado ni nuevas ideologías ni nuevos liderazgos de cierta consistencia. Los nuevos líderes se amparan en reivindicaciones puntuales, muy legítimas, pero no ofrecen alternativas globales, es decir, modelos de sociedad realmente nuevos en los que estén presentes los viejos valores que, mientras nadie demuestre lo contrario, son imperecederos e insustituibles.
¿Por qué los nuevos líderes, que cuando hablan parecen hacerlo desde la infalibilidad, no se atreven a transformar y actualizar las grandes ideologías integrándose previamente en las formaciones políticas pertinentes? Su programa suele ser el siguiente: primero desacreditan el bipartidismo, -que no siempre es la fórmula ideal, es verdad-, pero su objetivo más inmediato es, precisamente, convertirse en una de las dos opciones partidistas más votadas. No hay ningún líder emergente de los actuales que no esté soñando con ser el más votado de España, en muchos casos para fomentar ese bipartidismo que dicen abominar, pero con ellos como uno de los dos contendientes. Se constituyen plataformas, formaciones cuyo nombre tiene más de añagaza publicitaria que de identificación ideológica. Acuden a la llamada gentes que se han hecho famosos por haber sufrido desprecios o rechazos en otros ámbitos profesionales: empresarios ambiciosos, jueces retirados del ejercicio activo, disidentes de otras formaciones políticas, populistas cuya esencia ideológica fundamental es, según sus propias palabras, no ser derechas ni de izquierdas porque, según dicen con voz de papagayos, esa disyuntiva está ya superada. Da la impresión de que acuden a la Política como si estuvieran convencidos de que para ello no es necesaria ninguna aptitud ni actitud concretas.
Permitidme un ejemplo esclarecedor. Titular de un periódico del fin de semana: “Ex cargos de UPyD abren la primera delegación de Ciutadans en Euskadi”. Curioso y absurdo resulta que Ciutadans, que surgió como contrapunto al nacionalismo catalán, pretenda ahora constituirse en una Plataforma para toda España. Pero lo más chocante es que a los ex cargos de UPyD también les sirva ahora Ciutadans. ¿Por qué han abandonado UPyD? ¿Qué esperaban de UPyD? La líder de UPyD llegó a tal lugar porque, entre otras cosas, perdió las elecciones que tuvieron lugar en el seno del PSOE ante Bono, Matilde Fernández y Rodríguez Zapatero. Si las hubiera ganado en aquel Congreso solemne del PSOE en Madrid no andaría ahora despotricando de los grandes partidos e ideologías. Porque ella no habría cambiado al PSOE ni en la dirección ni con la intensidad con que ahora le exige cambiar. Bien se ve que su discurso y sus convicciones solo tienen que ver con su pretensión de abrirse un hueco a codazos en la Política española, y consolidar su posición en un lugar alejado de cualquier ideología concreta.
Mucho me temo que la afluencia de formaciones y líderes de estos últimos tiempos responde a esa llamada oculta de quienes creen que la Política no implica servicio a la sociedad ni requiere convicciones ideológicas. Ya está bien de aceptar la falacia que proclaman como loritos de que nada diferencia a las derechas de las izquierdas. Así lo pregonan tantos recalcitrantes políticos de derechas actualmente que en su fuero interno se sienten avergonzados de ser tan insolidarios y poco humanos: avergonzados de ser de derechas.
FDO.  JOSU  MONTALBAN            

domingo, 20 de abril de 2014

PERO, ¿QUÉ SOS PASA? (EL DIARIO NORTE, 18 de ABRIL de 2014)

PERO, ¿QUÉ “SOS” PASA?.....
Con esta frase un vecino mío solía reconvenir a quienes discutían sobre asuntos de escasa importancia. Se trataba de un hombre sencillo, incluso simple, que encontraba solución a los problemas con suma facilidad porque siendo, como era, de fácil convencimiento y siempre dispuesto a dar el brazo a torcer, no entendía las posiciones bizantinas ni las posturas drásticas. Había quien le achacaba por ello cierta debilidad de creencias y, sobre todo, fragilidad en sus convencimientos, lo que le llevaba a propugnar que para conseguir la paz y la concordia entre las gentes nada había como un avemaría compartida. De ahí que cualquier disputa gratuita nublaba su mente y, en un ramalazo de incomprensión, lanzaba un “´¿qué sos pasa?” que rebajaba las tensiones.
Es una pena que mi vecino muriera, porque si viviera en estos tiempos absurdos y convulsos no pararía de pronunciar la famosa frase por aquí y por allá, principalmente porque el panorama político y social está lleno de incongruencias, de debates forzados, de discusiones en las que la intransigencia se impone constantemente, de decisiones tomadas desde la soberbia propia de la unilateralidad, de imposiciones propias de autoritarios que ponen más énfasis en la solidez de los pedestales que en el significado de las palabras. Y nadie piense que no hay otros asuntos importantes que tratar. Los ciudadanos sufren carencias importantes, en unos casos de productos básicos e imprescindibles para sus vidas, y en otros de las mínimas atenciones tendentes a sostener su dignidad.
Han pasado casi mil atardeceres y amaneceres desde que ETA anunció que no mataría más. De pronto una parte importantísima de la sociedad vasca empieza a comportarse como si ETA (y la IA cómplice) no hubiera matado nunca. Peor aún, el efecto contagio ha alcanzado niveles preocupantes, y ya son más los que reclaman la libertad para Otegi que los que reclaman un fin de la violencia basado en el compromiso y la condescendencia de todos. Puestos a extremar las reflexiones no dudan en parangonar de igual a igual a Otegi y a Mandela, sin apercibirse de que ambos se parecen como un huevo a una castaña. El contagio no tiene límites, porque incluso el socialista Jesús Eguiguren, aprovechando la aparición de un libro suyo debió decir que “España vivía mejor con ETA”, si bien lo desmintió en cuanto tuvo la primera oportunidad. Pero, ¿qué “sos” pasa?.
Con tanto parado sin subsidio; con tanto jubilado de pensión escueta que busca en el fondo de su bolsillo un euro para financiar el copago farmacéutico; con tanto ciudadano de salud renqueante al que se le amenaza con cobrarle por los servicios sanitarios a poco que “abuse” de ellos; con tanto abuelo cuidador de nietos porque a los hijos les atormenta una hipoteca que les derriba la casa en sueños; con tanta pobreza acechando a los hogares en los que viven niños mal alimentados y escasamente dotados de material escolar; con tantas mujeres en situación de flagrante desigualdad respecto de la otra mitad de las personas constituida por los hombres. Con tanta miseria e inhumanidad los responsables públicos y políticos, -nuestros gobernantes-, discuten de cuestiones absurdas que no merecen que se ponga una sola neurona a su servicio.
¿Qué “sos” pasa? Después de tantos amaneceres y atardeceres tranquilos, liberados de la atrocidad de ETA, la Oficina para la Paz y la Convivencia ha saltado por los aires porque el Lehendakari puso a su frente a quien, en otro tiempo, apostó por posicionarse más cerca de los violentos que de los pacíficos. No es extraño que Jonan Fernández haya tenido prisa en expulsar de su lado a alguien que se había posicionado más cerca de los pacíficos que de los violentos. Jonan Fernández se ha comido a Txema Urkijo, tal ha sido el argumento de la triste obra escrita y dirigida por Urkullu. ¿Qué “sos” pasa? Las páginas de los periódicos están llenas de noticias hueras y vacías. Hay ponencias a tutiplén: de autogobierno, propuestas que promueven un nuevo status para Euskal Herria, peticiones al Parlamento para que se calculen los costos que tendrá para nosotros la “no dependencia” de España, yo qué sé… Lo ciertos es que mientras las mesas de las reuniones se rodean, los diferentes grupos se reúnen y las opiniones germinan sin orden ni concierto, la ciudadanía pasa por alto los EREs que cierran empresas y destruyen empleos, pero eso es nada teniendo en cuenta que se asoman a nuestras ventanas desde el exterior nuevos aires de libertad y soberanía, nuevas ansias de libertad alimentadas por Cataluña, por Escocia, por Flandes, por Quebec, por Timor, por cualquier lugar del Mundo en que sea posible una sublevación.
¿Qué “sos” pasa? Algún virus raro aqueja a los vascos, como a los catalanes y a tantos otros. Si nos dejan, no dudo de que la Encartación vizcaína, es decir, ese vasto territorio que se extiende desde el oeste de Bilbao hasta el este de Cantabria, también reivindicará su soberanía, de modo que en Avellaneda, que es un pequeño enclave situado más o menos en el centro del territorio, donde reinan las altas torres de la Casa de Juntas, quedará ubicada la sede del gobierno del nuevo Estado, que los encartados consideramos no solo legítimo sino incluso imprescindible. Tal es el curso del delirio que me aflige desde que el insigne Arthur Mas ha quedado impreso en mis pupilas. ¡Por Dios! ¿Qué “sos” pasa?
Acabo… Creo que me estoy contagiando. ¿Qué me pasa?.

FDO. JOSU  MONTALBAN      

miércoles, 16 de abril de 2014

RABIA Y APATÏA (DEIA, 15 - 4 - 2014)

RABIA Y APATÍA
Mediada la segunda legislatura del Presidente Rodríguez Zapatero saltaron todas las alarmas, se desencadenó un tsunami que ha durado hasta ahora. Tanto ha durado que incluso es ahora cuando algunos medios de comunicación se hacen eco de noticias que corresponden a aquel tiempo. Hace apenas dos semanas un diario nacional de gran tirada ofrecía como “primicia” que en el año 2009 el Presidente español pidió al Presidente del FMI que no anunciase de forma demasiado drástica cuál era entonces la difícil situación de la banca española ni los importantes riesgos que la amenazaban. Es verdad que para entonces ya habían caído bancos muy importantes en todo el Mundo. La redacción de la noticia recoge como el Gobierno español enfatizó ente el FMI que podría adelantar la necesidad, incluso urgencia, de hacer reformas estructurales en el sector financiero, pero no remarcar las importantes flaquezas de la Banca, que para entonces ya habían sido suficientemente detectadas. Se trataba, al parecer, de evitar una influencia negativa en el marcado financiero. ¿No es realmente absurdo que esta noticia haya ocupado, casi cinco años después, la portada de un gran diario? ¿A quién sirve esta noticia? ¿Con qué finalidad ha sido divulgada?
Las noticias salen a las páginas de los diarios y las gentes salen a las calles de nuestras ciudades a vocear consignas en medio de una sociedad convulsionada a la que se la torpedea con noticias que asustan con futuros negros y, lo que es peor, con adjudicaciones gratuitas de culpabilidad. Si todo depende del comportamiento del sector financiero, que es el que debe dar crédito para facilitar el consumo doméstico, para facilitar el funcionamiento de las pequeñas empresas que son las que más empleo generan, y para hacer de la Economía algo útil para el desarrollo social, me cuesta mucho entender que las medidas drásticas de retroalimentación del sector económico-financiero no se tomaran mucho antes. Incluso, si como he escuchado decir a Rajoy, España está saliendo de la crisis sin haber tenido que recurrir a ningún sistema de rescate, los ciudadanos españoles deberíamos sentirnos doblemente estafados: por las noticias con que se nos amedrentó y por los recortes que nos han sido aplicados desde hace demasiado tiempo con la única razón de la inevitabilidad.
El Gobierno de Rajoy no para de patalear. Incluso ahora que la recuperación “ya está aquí”, toda previsión de futuro queda supeditada a que se sigan impulsando las medidas. (Medidas, en el argot PP, son recortes y pérdidas de derechos). El ataque que el gobierno del PP viene dirigiendo a los españoles no se para en ningún lado. En algo más de media legislatura ha aprobado leyes de todos los tenores que van en contra de los derechos y de las carteras de los más humildes. Nunca como ahora han quedado tan patentes quienes son los destinatarios de los perjuicios o beneficios de sus leyes. Es una pena que esta forma de hacer la Política que practica el PP esté llevando a los ciudadanos o a la rabia o a la apatía. Porque primero es la reacción, la respuesta inmediata que saca a las gentes a la calle a gritar y, como mucho, a desfogarse. Pero el fulgor del primer chispazo se va quedando en un potente resplandor hasta que desaparece. ¿Qué queda después? Reuniones del grupo de afectados directos, marchas reivindicativas, columnas de la dignidad (que deberían llamarse “contra la indignidad), concentraciones y poco más, porque a estos actos de protesta cada vez acuden menos, o porque alguno ha encontrado algún trabajo miserable o porque la apatía le ha conminado en un salón de su casa frente a una televisión eternamente encendida.
Tal es la perversión del Gobierno del PP que no ha dudado en desacreditar todo tipo de manifestación de protesta solo por el hecho de que tengan lugar situaciones violentas durante su celebración. En la actual sociedad, en la que el precio es más importante que el valor de las cosas, llega antes a la mente de los ciudadanos la tasación de los destrozos producidos que el auténtico objetivo de la manifestación o las opiniones expresadas por quienes hayan liderado las protestas. Serían necesarias muchas páginas de periódico para enumerar los ejemplos en este sentido. ¿Creen acaso que los despedidos de sus empleos mediante EREs caprichosos (como demuestran muchas veces las sentencias definitivas), que sufren después situaciones vulnerables, van a salir a la calle a doblar la cerviz? Muchos de los que van a esas manifestaciones llevan intenciones inmejorables, pero siempre hay alguna orden oficial inoportuna, algún miembro de las fuerzas del orden que siente como su miedo se antepone a su responsabilidad, algún manifestante que se excede en la palabra o en el gesto y, por qué no, algún infiltrado “antisistema”. Ahí surge el conflicto, o sea, la reyerta que se repite en los medios de comunicación como relato de cotorra hasta que la ven todos, debidamente comentada, poniendo el énfasis en los costos de los daños ocasionados. En las cloacas del Gobierno hay quienes solo se dedican a sacar réditos de la manipulación de las noticias.
Las últimas eclosiones de las cloacas han sido la Ley de Participación Ciudadana anunciada y ese globo sonda lanzado por la Alcaldesa de Madrid que pretende fijar los itinerarios de las manifestaciones alejándolas del centro de Madrid. Ninguna de ambas tendrá el éxito que pretenden, pero debe sugerir alguna reflexión. ¿Qué idea de participación ciudadana tiene la derecha? Recuerdo aquellas formas de participación del franquismo, basadas en la pura exaltación: de muy niño, junto a todos los niños de mi pueblo fuimos trasladados a Bilbao para manifestarnos en loor de la Virgen de Fátima. Tuve que asistir igualmente a aquella manifestación gigante que festejaba o exaltaba los “25 años de Paz” con que Franco nos había premiado… Pero la Democracia también trajo apertura que fue aprovechada por la derecha española en su conquista del poder. Quienes acudían a las manifestaciones convocadas por diferentes Asociaciones, y siempre apoyadas por el tardofranquista Rouco Varela, durante los gobiernos socialistas no discurrían con la misma placidez y serenidad porque su objetivo no era solamente reivindicar detrás del correspondiente slogan, sino echar al Gobierno socialista de la Moncloa.
Para los ciudadanos lo importante es no desfallecer aunque estemos convencidos de que los resultados, cuando llegan, lo hacen de a poquitos. Lo importante es no apresurarse y, para ello, hacer demasiado violenta la pelea. Sí, Amigos, una manifestación es una pelea en la que, curiosamente, se hace más patente y estruendoso el menos poderoso, porque es él el que sufre, el que se lamenta, el que gime. El auténtico agresor no suele estar presente en las manifestaciones porque suele ser algo intangible que vive en un bunker inaccesible. Y cuando el manifestante, salido de sí, hace lo que no debería nunca hacer, -destroza efectos de terceros tan humildes como él, convierte en cenizas vehículos y propiedades de otros que pueden sufrir fatalmente las consecuencias-, devalúa en alguna medida al acto completo. Sin embarga nada es tan cínico e ignominioso como tachar de “anti sistema” a quien acude a una manifestación y protagoniza actuaciones de este tipo. Da la impresión de que el Sistema solo acepta a los pusilánimes y a los pacatos, y que aquel que responde, soliviantado y excitado, corre el riesgo de salirse del sistema. ¡Curioso contraste!
Porque las calles españolas cada vez están más llenas de hombre y mujeres, jóvenes o ancianos, a los que el Sistema los está echando fuera de sí por la vía de los hechos. Sí, es cierto que las manifestaciones contienen en su seno a algunos impostores que gozan en el desorden pero ¿se han parado a pensar de qué modo el Sistema (el Gobierno) desordena las vidas de quienes deciden acudir a una manifestación y provocar sus voces de protesta? Una vez más resulta esclarecedor el refrán “muerto el perro se acabó la rabia”, pero precisamente para criticar a esta derecha ramplona e inhumana que nos rodea, que hace ver que la relación amistosa o violenta de los manifestantes con las fuerzas de seguridad es más importante, a la hora de evaluar los acontecimientos, qque las mismas reivindicaciones y propuestas.
¡Qué nos quede la rabia! ¡Huid de la apatía!

Fdo.  JOSU  MONTALBAN                

martes, 8 de abril de 2014

EL SOCIALISMO EUROPEO SE LA JUEGA (PAIS, 7-4-2014)

EL SOCIALISMO EUROPEO SE LA JUEGA
La izquierda tiene que estar muy preocupada. Los socialistas europeos tienen que estarlo aún mucho más. Porque las derrotas sufridas por los socialistas españoles, alemanes y, hace pocos días, los franceses, convierte al socialismo europeo en un vagabundo en busca de un lugar donde pueda pasar el día y la noche mientras llegan tiempos mejores.
Los socialistas alemanes (SPD) prefirieron acordar con la derecha de la Sra. Merkel  que con los otros  socialistas y algún otro partido bisagra, según presentaron públicamente porque habían conseguido compromisos muy importantes como, por ejemplo, la fijación de un salario mínimo, que lo tiene hasta España. La negativa a pactar con el otro grupo socialista, desgajado del SPD, se produjo de modo automático sin que mediaran papeles ni reuniones. Hay que pensar que si la formación de los nuevos socialistas se produjo en contraposición a la derechización del SPD, provocada por las políticas neoconservadoras del socialdemócrata Schroder, los actuales dirigentes del SPD asumen aquella derechización.
A los socialistas franceses les ha ocurrido algo muy extraño. En poco más de un año Hollande ha perdido su honor, su popularidad y la confianza de los franceses. Los frutos cosechados tras el descrédito de la derecha democrática francesa (UMP, UDI, MoDEM) ha sido esta aplastante derrota en las urnas. Pero la derrota no se ha quedado en eso, porque el propio Hollande, es decir el enfermo, se ha administrado la medicina en caliente. Su más lúcida ocurrencia ha sido poner a dirigir al Gobierno Francés a Manuel Valls que, si viviera en la tierra de sus antepasados –Cataluña- habría coincidido con el Alcalde de Hospitalet, al menos en lo tocante a expulsar gitanos. ¿Qué quiere salvar Hollande, su propio pellejo o el socialismo? Como ha partido de un perverso diagnóstico, la terapia ha sido inadecuada, porque las formaciones de derechas han recibido los votos que esperaban, y no más, mientras que la abstención ha crecido más cinco puntos. Si los abstencionistas y unos pocos de los votos nulos o en blanco hubieran votado al PSF, Hollande habría comparecido con una sonrisa de oreja a oreja.
El tercer error de diagnóstico se produjo en un acto electoral celebrado en el Palacio de Congresos de Madrid, en donde no faltaba nadie del PSOE más clásico, desde Felipe González hasta la candidata Valenciano, con Méndez y Martin Schulz, el alemán que dirigirá los debates europeos a favor de la austeridad que la Sra. Merkel aprendió con tanto ahínco como su primer catecismo. En ese acto la compañera (mía) Valenciano pronunció una frase que debe ser diseccionada: “No basta con indignarse. Hay que votar, ganar y cambiar. Es ahora o nunca”. Perro la respuesta se la dio Martin Schulz: “¿los votantes, nos abandonaron o somos nosotros los que abandonamos a los votantes?” Los indignados ya mostraron si indignación cuando gobernaba el PSOE, sin encontrar una respuesta esperanzadora, de modo que se trata de proponer medidas muy drásticas que despierten a los adormecidos. Y dejaron de votar al socialismo porque el socialismo español había renunciado a sus principios fundacionales: la igualdad dejó de ser una urgencia porque, según algunos, impide la generación de riqueza; y el obrerismo porque la O del PSOE pone demasiados escollos entre los derechos de los asalariados y las ínfulas del empleador.
Nos jugamos mucho los europeos, sobre todo los socialistas, y con nosotros, todas las gentes honradas y sencillas. Pero no sirve de nada reprochar  su indignación a los indignados, porque también lo están con los socialistas. Una foto de cabecera del Acto, que podría haberse hecho hace más de veinte años, en la que nadie quiere abandonar la primera fila, bien podía haberse rejuvenecido un poco., pero Rubalcaba quiso parecer simpático con un “Estamos todos”. Pero no, faltaban algunos socialistas desplazados por incómodos, algunos socialistas que desde su contrastada credibilidad ponen en riesgo los liderazgos, algunos socialistas indignados que torcerían el morro al escuchar a Elena.
El socialismo europeo se la juega porque lleva bastante tiempo sin hacer los deberes.
Fdo. JOSU MONTALBAN  

jueves, 3 de abril de 2014

EL DESARME ÉTICO EN EUSKAL HERRIA

EL  DESARME  ÉTICO  EN  EUSKAL  HERRIA
Casi nadie duda de que el terrorismo de ETA está finiquitado. A algunos les desborda la alegría, a pesar de que el mero recuerdo, aún reciente, de sus asesinatos es razón suficiente para que nos sintamos aún tristes, porque lo perdido nos ha dejado a los vascos profundas y escandalosas cicatrices. A otros les desborda la tristeza, porque perdieron mucho en el trance: porque enterraron a familiares, porque despidieron para siempre a amigos con los que habían vivido grandes vivencias y aventuras, porque vieron sufrir a otros, y el sufrimiento propio o ajeno siempre sume en la pesadumbre y la melancolía a las gentes decentes. Y a otros les desbordan las dudas, pero se trata de dudas fundamentadas en el convencimiento de que algo ha quedado sin hacer, alguna parte de la obra ha quedado incompleta. Yo estoy entre estos.
Puede ser que estuviera equivocado cuando, en tiempos del franquismo, no veía con desagrado las acciones de ETA. Yo era un joven fogoso, hijo de alguien que había sido condenado a muerte por Franco, que después vio conmutada su atroz pena por cadena perpetua, y terminó por ser castigado a pasar en la cárcel tres años y un día. Mi padre, sin embargo, era un hombre bueno, normal, trabajador y austero en sus costumbres. Para el niño y muchacho que fui no había ningún motivo para que mi padre tuviera que haber pasado por aquel suplicio. Por eso, cualquier medida o acción en contra de Franco, de sus cómplices y de su régimen de gobierno estaba justificado. A la muerte del dictador mis reacciones fueron las normales para quien esperaba cambios importantes que tardaron en llegar: la ansiedad y la prisa jugaron en mi contra, y dudé de que lo que venía detrás no fuera algo más de lo mismo.
No era más de lo mismo. Era muy diferente, desde luego que mucho más razonable, aunque aquello que se llamaba “transición”, que estaba siendo gestionado por gente que no había criticado en exceso al franquismo, llevaba un ritmo tan lento como desesperanzador. Sin embargo hubo varios momentos que recondujeron mis convicciones con respecto a la existencia de ETA. Como era lógico la organización terrorista (clandestina, claro) sufría en su interior luchas intestinas diversas que provocaban disensiones, rupturas, creación de grupos de contestación a la dirección, etc… Como nunca me interesaron demasiado los entresijos de ETA solo diré que los dos procesos de amnistía que tuvieron lugar y el abandono del terrorismo y entrega de las armas por parte de ETA Político-Militar (ETA-PM), ponía fin a cualquiera de mis devaneos condescendientes con ETA, aunque nunca partidario desenfrenado.
Desde aquel momento ETA solo ha sido un tumor canceroso que ha necrosado a la sociedad vasca hasta convertirla en una masa de carne corrompida. Porque, siendo Euskal Herria una región escasa en territorio y escasa en habitantes las posibilidades de una metástasis global eran muy grandes. Y así ha sido, que poco a poco la cizaña invadió los trigales vascos provocando serios problemas en la convivencia. Empezaron a aparecer síntomas de una degradación social evidente. Los “peros” empezaron a ser más importantes que las afirmaciones basadas en la ética. Primero lo fueron a través de la coletilla “algo habrá hecho” como colofón explicativo de cualquier asesinato. Después ya bastaba un simple “pero…” para terminar una conversación tras cualquier masacre cometida por ETA. Y al final, el silencio, incluso las manifestaciones públicas ante los atentados eran demasiado silenciosas, mucho más parecidas a entierros que a muestras de indignación. Para entonces ya había anidado el miedo y sus polluelos emitían unos “píopíos” tan estruendosos que amedrentaban a las gentes hasta convertirlas en sordomudas.
Las calles fueron tomadas por las hordas más indómitas que, entre destrozo y destrozo, vitoreaban a los asesinos. Y casi todos los demás callaban sin combatir con la debida contundencia a aquella canallesca irredimible. La lucha política partidista no se esmeró tanto en rearmar éticamente a la sociedad como en arrimar votos a sus buchacas. La lucha antiterrorista se encontraba una y otra vez con la oposición de quienes concedían a los terroristas la misma condición ciudadana que a las víctimas y a los amenazados, que cada vez eran más numerosos. Fue necesario un alarde de atrocidad inhumana como el que tuvo lugar en el asesinato de Miguel Ángel Blanco, -secuestro, anuncio de la hora de ejecución y ejecución a la hora anunciada-, para que los vascos empezáramos a sentir la rabia al unísono. Pero, curiosamente, no se produjo ni un acto de venganza que mereciera la pena reseñar. Desde entonces hasta hoy la sociedad vasca asiste resignada a este final de ETA que parece diseñado por diabólicos miserables.
A los presos etarras no se les aplica excepcionalidad alguna. Ya las calles les han acogido: toman sus vinos en las tabernas rodeados de amigos tan campechanos como ellos. De vez en cuando acuden a algún acto convocado por la organización (u organizaciones) a la que aún pertenecen. En el acto correspondiente reivindican aquello que ETA les ha escrito en un papel, porque ahora ellos también tienen miedo a ETA. ETA les ha transmitido una sola palabra: ¡chitón!, que escrita al modo de sus antepasados se escribe “¡txiton!”. Y los demócratas, que nos hemos pasado bastantes años callados, -cuarenta callados ante Franco, y treinta y tantos ante ETA-, nos volvemos chiribitas procurando que los etarras y sus secuaces de la Izquierda Abertzale (IA) no se sientan atacados en exceso. Todo esto, que algunos consideran que responde a una evolución saludable socialmente hablando, obedece al desarme moral y ético que sufre actualmente la sociedad vasca.
La expresión “por la paz una avemaría” con que se hacen oídos sordos o se mira hacia otro lado cuando los antiguos etarras, actualmente inmersos en la IA, cometen alguna de sus brutales arbitrariedades dialécticas, solo responde al miedo que nos aflige. Son demasiados los vascos que exigen al Estado un comportamiento ejemplar, como es lógico, mientras aceptan ser despreciados por sus vecinos recién incorporados a una convivencia en igualdad. La última charlotada protagonizada por el grupo de verificadores internacionales que mostró un vídeo en que ETA inhabilitaba tres de sus más de doscientas y pico pistolas, y entregaba algunos gramos de explosivos, provocó satisfacción en la IA y defraudó a todos los demás, pero muy pocos líderes políticos se atrevieron a manifestar que se sentían burlados, todo lo contrario, asumieron su ridículo papel como “positivo aunque escaso”. Peor aún fue el papel que representó el Lehendakari Urkullu acudiendo con el grupo verificador a la Audiencia Nacional a la que fueron citados.
Ahora mismo la formación política que ocupa el lugar que ocuparon los defensores de ETA es la segunda fuerza política en Euskadi, tanto en número de votos como en representación institucional. Esta segunda fuerza amenaza seriamente la supremacía de la primera fuerza que es el PNV. Pero esta situación no obedece exclusivamente al funcionamiento democrático y electoral, porque fue tal el miedo escénico de los demócratas, que no tuvieron ni tino ni agallas suficientes para cerrar el paso a quienes podrían llegar a administrar las Instituciones vascas como Patios de Monipodio a su servicio. O fue por debilidad o fue por miedo, pero esa cobardía de los demócratas contrastados ante los “demócratas de caparazón” denota el devaluado sentido ético con que deciden sus posiciones y toman sus medidas quienes sufren los rigores del miedo infligido durante el último medio siglo.
En tanto no nos rearmemos ética y moralmente los vascos, deberíamos ser discretos y huir de los triunfalismos. Estoy casi convencido de que el terrorismo no va a volver a nuestras calles, pero de ahí a pensar que la normalidad ha llegado a nuestras vidas media un importante trayecto: el que va del miedo a la serenidad, el que va de la candidez a la picardía, el que va de la Ética a la deshonestidad con la que la Izquierda Abertzale sigue amparando a los antiguos asesinos. Que el terrorismo produciría heridas era algo claro e ineludible: ahora se trata de que las cicatrices no nos ridiculicen en el futuro. Pero sobre todo se trata de que a nadie se le ocurra hacer desaparecer las cicatrices mediante ningún tipo de cirugía estética. En Euskadi la auténtica y única Estética tiene que ser la Ética.
FDO.  JOSU  MONTALBAN