sábado, 29 de noviembre de 2014

¿TODAS LAS IZQUIERDAS NO SON LA IZQUIERDA? El SIGLO de EUROPA (25 de Noviembre de 2014)

¿TODAS LAS IZQUIERDAS NO SON LA IZQUIERDA?
Reflexiones sobre un mal de la Izquierda

Cuando un chorro de agua que cae de lo alto golpea sobre un cuerpo sólido que está en las alturas comienza su conversión en chorros mucho menos gruesos y contundentes. Y si tras ese primer choque acontecen otros, con otros cuerpos sólidos intermedios entre las alturas y el suelo, ocurre que el agua llega en pequeñísimos hilos o en gotas cuyo impacto contra el suelo llega a ser tan débil que resulta desapercibido. Sirva este ejemplo para mostrar lo que, desde mi punto de vista, puede estar ocurriendo con las izquierdas (con la Izquierda en general), víctimas de un aturdimiento generalizado y de una competencia interna tan despiadada como letal para los fines que debe perseguir, que no han de ser otros sino conformar una sociedad más justa e igualitaria.
Asisto con gran pesimismo al brutal espectáculo que se inició hace unos pocos de años. La crisis, el fracaso de los últimos meses del Gobierno PSOE-Zapatero y la invasión más que justificada de las plazas españolas por el Movimiento 15-M han convertido a la Izquierda española en un mosaico en el que las piezas, convertidas en minúsculas voces aunque enfervorizadas, emplean las mismas fuerzas en combatir a las otras piezas del mismo mosaico que en combatir a la compacta losa de la Derecha.
En los últimos tiempos la lucha por el liderazgo político está fundamentada mucho más en combatir contra algo que en luchar a favor de algo. Ya no resulta esencial la ideología, porque previamente se ha extendido un fatal convencimiento: que la Izquierda y la Derecha son iguales. No solo el comportamiento de los corruptos que concurren en ambas, sino incluso sus principios ideológicos. De hecho, quienes han irrumpido en el mapa político actual de España, -copiando a otros esquemas ensayados en otros países europeos-, se han apresurado a integrar en un mismo concepto (“casta”) a dos fuerzas políticas, -PP y PSOE-, cuyos bagajes y comportamientos mientras han gobernado han sido casi antagónicos. Al mismo tiempo los pronunciamientos de sus líderes huyen de cualquier etiqueta porque su auténtico objetivo es hacer rebosar la caja de los sufragios suyos en las próximas elecciones, procedan de donde procedan y respondan a cualquier impulso o impacto. Por eso precisamente pregonan que su formación no es de izquierdas ni de derechas, vamos, que parecen abominar de la Política vieja sólo para hacerse dueños y señores de la nueva.
A la Izquierda la va a derrotar la propia Izquierda. En realidad se trata de que son tantas las izquierdas que compiten en su propio seño, que corren el riesgo de convertir su propio hábitat en un Patio de Monipodio. Cuando escribo estas líneas se está produciendo en Madrid un debate tan importante como esclarecedor: “Las corrientes de IU en Madrid acceden a integrarse en GANEMOS para las próximas elecciones municipales”, es el titular, pero la foto que ilustra la noticia recoge a personas y personajes bien variopintos, que pertenecen a grupos y plataformas de muy diferente procedencia e intenciones. Hay representantes de SOS Racismo (José Antonio Moreno), de Equo, de los movimientos del 15-M e, incluso, la mismísima Tania Sánchez, que además de ser militante de IU es compañera sentimental de Pablo Iglesias Turrión y lidera a una fracción muy importante de IU, es decir, que tal vez su neutralidad ahora mismo está en entredicho.
La gran Izquierda, en la que convergieron dos ideologías de parecido significado aunque diferente intensidad en los métodos prácticos, -socialismo y comunismo-, siempre combatió a la gran Derecha con una merma importante en los medios utilizados. En España la gran Derecha muestra una unidad y una uniformidad envidiables, mientras surgen por doquier grupos, partidos y plataformas de izquierdas cuya cortedad de miras les lleva a encontrar a sus principales enemigos en su propio terreno. Para el PSOE, el PCE fue un adversario preferente, incluso más adversario que una parte importante de la derecha heredera del franquismo. Para IU, que fue la consecuencia de la capitulación de los comunistas españoles, el PSOE fue un enemigo más nítido que el PP. De este modo resulta más que evidente que las izquierdas compiten entre sí, y es tal la inquina que provocan unos en otros que apenas dejan un hálito de aliento al derrotado, a pesar de que su victoria haya sido conseguida con muy malas artes en algunas ocasiones.
En la actual vorágine discursiva vale casi todo, porque el descontento acoge susurros y gritos lastimeros con la misma hospitalidad. Pero no por eso deja de ser una vorágine y, como tal, un ambiente favorable para que los pescadores capten presas en el río revuelto. Ahora mismo ya se están acuñando términos que resultan diabólicos en los oídos que los escuchan. Sobre todo dirigidos a esta Izquierda que se desmiembra, víctima de las rivalidades de tantas cabezas de ratón que prefieren serlo antes que colas de león. Resulta irritante escuchar el término “casta” para reunir en un mismo concepto o subgrupo al PSOE y al PP, esgrimiendo la gratuita razón de que hayan sido ellos, y sólo ellos, los que han gobernado España desde la llegada de la Democracia. ¿Acaso Pablo Iglesias, y los suyos, no distinguen entre la construcción política de un Estado de Bienestar (PSOE), o su agotamiento por ahogo (PP)? ¿Acaso Pablo Iglesias, y los suyos, no distinguen entre la recuperación de los derechos civiles para los españoles (PSOE), o su continuo cuestionamiento (PP)? ¿Acaso Pablo Iglesias, y los suyos, no distinguen una lectura responsable de la Historia española presenta y reciente, inherente a las generaciones aún vivas, (PSOE), de una lectura irresponsable de tal Historia, que pretende hacer tabla rasa de todo lo ocurrido (PP)? Entonces, ¿a qué viene hablar de casta, como si los viejos y nuevos socialistas pudieran equipararse con los franquistas o con sus orgullosos herederos?
Resulta igualmente absurdo el término “régimen del 78” con el que los nuevos “demócratas” pretenden definir a quienes iniciaron la construcción de la actual democracia española. Porque en el año 78, quienes decidieron construir un nuevo ambiente para la convivencia lo hicieron con gran responsabilidad. Desde el 78 han pasado más de 35 años, de modo que yo mismo, a quien por la avanzada edad se me considera caducado para el ejercicio de la Política, era en aquel momento casi un principiante como recién incorporado al mercado laboral. Quien, ahora mismo, usa el término “régimen del 78” para desacreditar esta situación, no tiene vergüenza, o no conoció cuanto ocurría durante aquel tiempo, o pretende conseguir beneficios a costa de la ignorancia de los otros.
Las izquierdas tienen la obligación de reconstruir el edificio de la Izquierda. No es de recibo que a su fornida atalaya se acceda por una sola entrada mientras de ella se sale por tantas vías, puertas, ventanucos y aspilleras. Sin embargo nadie pretenda buscar las contradicciones fuera, porque es en sí misma, en su propio seno, donde se producen las disensiones que hacen irreconciliables a unas izquierdas con otras. La disculpa ha sido esa bárbara y miserable afirmación de que la “casta” aglutina a la Derecha y a la Izquierda mayoritaria en una “clase” cerrada en la que no cabe nadie más. Quienes así se expresan demuestran que, o no conocen de qué modo acontecieron los hechos, -lo cual es harto extraño teniendo en cuenta la formación de los nuevos políticos “salvadores”-, o los interpretan a su manera, con el objetivo, tan preciso como artero, de hacerse con el poder a cualquier precio.
Lo cierto es que estos que llegan y pisotean la Historia de la Democracia más reciente llamándola “régimen del 78”, y tildando de “casta” a sus protagonistas, también están arrasando como el caballo de Atila el espacio en que construimos nuestra convivencia a partir de aquel año. Allí, en aquel “régimen”, coincidieron socialistas, comunistas y nacionalistas (los malditos para el franquismo), ilusionados ante el nuevo tiempo que querían construir. Sí, ha habido fracasos, han aflorado corruptelas y corrupciones, pero ha habido también ilusión y ansias de avanzar en aquella Izquierda que el franquismo persiguió y postergó. Y ha surgido ahora, como por arte de birlibirloque, la “auténtica” Izquierda, que edifica su edificio, o monumento constituyente, sobre el descontento social y la desafección de los españoles afectados por la crisis y profundamente enfadados. Es decir, un edificio con cimientos algo endebles.
Porque la Izquierda, -las izquierdas-, debe construir su espacio en una ágora en la que los ciudadanos de izquierdas, que son mayoría en España, se sientan a gusto. Las izquierdas han de poner en común aquello que les une antes de flagelarse con lo que les separa. La Izquierda española necesita irremediablemente a su fuerza política mayoritaria hasta ahora, el PSOE. Los nuevos advenedizos, que no deben ser descalificados, tampoco deben ser descalificadores. Sean respetuosos si quieren ser respetados; sean rigurosos si quieren que los demás lo sean con ellos; sean responsables, pues la Política lo requiere, y no debe ser entendida como una disciplina exclusivamente destinada a alcanzar el poder y ejercerlo, sino como una práctica que transforme a sociedad y la mejore. Es encomiable que busquen un nuevo escenario “que cambie la correlación de fuerzas a favor de las mayorías empobrecidas”, como ha expresado Iñigo Errejón (Podemos) en uno de sus artículos propagandísticos, pero una expresión tan irreprochable encuentra su negativa contrapartida en esta otra contenida en el mismo artículo: “En un Estado plurinacional (en el artículo se habla de Cataluña) solo el acuerdo y la seducción deberían ser pegamentos para reconstruir puentes, en un escenario de construcción de la soberanía popular frente a los poderes de minorías y el diktat financiero asumido por las castas catalana y española cuya única patria real es la Suiza”. Resulta difícil saber si este párrafo contiene algo de fundamento o es solamente una provocación más.
El nuevo tiempo acaba de empezar. La Izquierda española vierte sus aguas en chorros débiles y desparramados, cuando no en gotas dispersas, víctima de quienes se ocupan más en desacreditar a l PSOE, su formación más abundante, que en enseñar a la ciudadanía y acercarla a un proyecto político amplio y compartible. Ahora la duda que me queda es saber si realmente Podemos es una formación de izquierdas o de derechas, lo cual no es baladí, a pesar de que para Pablo Iglesias Turrión, y los suyos, sea un detalle menor.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN         

martes, 25 de noviembre de 2014

LOS LUGARES DE LA NIÑEZ ( DEIA, 25 de Febrero de 2014 )

LOS LUGARES DE LA NIÑEZ
Luis Landero empieza el capítulo que inicia la narración de su infancia, de su libro “El Balcón en Invierno”, con este párrafo: “Salí al balcón, a ese espacio intermedio entre la calle y el hogar, la escritura y la vida, lo público y lo privado, lo que no está fuera ni dentro, ni a la intemperie ni a resguardo, y entonces me acordé de un anochecer de finales de verano de 1964”. En aquel recordado año él era un mozalbete de una docena de años que correteaba por las calles de la barriada de la Prosperidad de Madrid, y trasteaba por los campos de su Alburquerque natal en aquellos veranos de calina y calentura en que los animales y las personas convivían bajo soles abrasadores y atardeceres alumbrados por lunas benevolentes. Leyendo a Lardero he revivido los pasajes de mi niñez, igual que él, asomado a un balcón imaginario de hierros herrumbrosos del que colgaban geranios y gitanillas floridas. Supongo que la cara de un niño mostrando la alegría y la risa propias de la edad sería entonces una flor más, añadida a aquel mosaico de flores que con tanto esmero cuidaba mi madre para mostrar a todos que en aquella casa vivíamos gentes de buen gusto, cuidadosas en los detalles, limpias y decentes.
Los lugares de la niñez permanecen en nuestras retinas, pero no solo como si se tratara de un cuadro pintado que se exhibe en una de las paredes del salón, sino como espacios en los que se mueven las mismas figuras que nos acompañaban en aquel viejo tiempo. Los recuerdos permanecen allí amontonados, pero cada una de las visiones, cada uno de los pasajes, cada uno de los personajes y cada una de las vivencias corre a ocupar su lugar, el mismo que ocuparon cuando acontecieron los hechos, pero para que todo se repita, para provocar la añoranza, para emocionar o enrabietar, para distraer o ensimismar, para hacer que germine “un grano de alegría” o “un mar de olvido”, tal como culmina su obra Luis Landero.
Leyendo el libro de Luis Landero he revisado aquellos años en que mi casa era mi refugio, como una especie de bastión hasta el que corría después de haber hecho las fechorías propias de aquellos tiernos años: romper un cristal o una bombilla propinándoles certeras pedradas, robar unas piezas de fruta que esperaban su sazón aún colgadas del árbol, propinar algún empujón a algún otro niño más vulnerable que yo, hacer mofa de algún cojitranco de malas pulgas, sisar propinillas a las abuelas que ocasionalmente me utilizaban como mandadero,… Mi casa era el bastión, aunque entrar en él después de haber culminado una de mis fechorías era como meterme en la boca del lobo, porque mi rostro asustado me delataba, y mi madre ejercía unas veces de jueza y otras veces de justiciera. Algunas veces era peor el remedio que la enfermedad, porque mi madre-juez iniciaba un interrogatorio que iba adueñándose de mi aún débil voluntad, hasta tal punto que mis mentiras, por exceso de evidencia, se convertían en mi gran suplicio: una mentira contradecía a la anterior y la invalidaba, y así sucesivamente hasta que afloraban las primeras lágrimas en mis ojos, y las voces se convertían en balbuceos. Siempre había una máxima, una frase autoritaria que, acompañada por un cachete, culminaba el improvisado juicio y trasladaba de nuevo a mi madre a cumplir con sus labores (así rezaba en el apartado “profesión” de su carnet de identidad), y a mí a un rincón de la cocina donde había una banqueta en la que me sentaba hasta que las aguas se amansaran.
La niñez no fue la infancia. Eran dos cosas diferentes. Hoy, buscando la diferencia que bien sé que existe aunque no encuentre fácilmente las palabras que la pueden definir, recurro al Diccionario. Dice que la niñez es el periodo de la vida que desemboca en la adolescencia mientras que la infancia es el que desemboca en la pubertad. Yo prefiero usar el término “niñez” porque conservo en mi memoria, ya algo quebradiza, aquellas niñerías de poca importancia para los demás pero trascendentales para mi vida. En cambio, la infancia es algo mucho más hosco, porque nos deja en manos de la pubertad, y la pubertad empieza a doblegarnos y a someternos a los caprichos del pubis. Conforme he ido deambulando, de la mano de Luis Landero, por los paisajes de su niñez, he ido recordando la mía, y he ido superponiendo mis pasajes a los suyos, y viceversa, para componer esa dulce sinfonía de la Niñez, que nos sirve a todos y sirve para todos.
Yo bien sé que mi niñez no fue igual que la de otros, que no hay dos niñeces iguales, porque los protagonistas de cada niñez son bien diferentes, pero hay componentes que se repiten en todas: el cariño, la alegría, las ansias de sentir esa libertad desenfadada en que no se valora el riesgo ni se ve el peligro, la esperanza que lleva a los padres a soñar con un futuro mejor para sus hijos (niños), el deseo de proteger la debilidad de los vulnerables, la inquietud ante la sana pretensión de que quienes nos suceden sean más sabios y capaces que nosotros. En esa atmósfera (en que yo viví) caben muchas posibilidades, se agolpan las contradicciones y, en muchas ocasiones, se somete a la niñez a unos niveles de exigencia para los que no están preparados los niños. (No quiero parecer impertinente en este momento, pero me atrevo a afirmar que la niñez transcurría, en los tiempos en que yo la viví, con alicientes más potentes que los actuales: con menos instrucción académica se aprendían más cosas, y las cosas eran más útiles).
En la niñez las cosas ocurrían porque sí. “Sí o sí”, que decimos ahora para explicar lo irremediable y, a la vez, mostrar nuestra indefensión y redimirnos de ella. Todo ocurría porque sí, al menos aquello que era más importante. Asumía que la cigüeña hubiera decidido dejarme allí, donde me había dejado, y asumí que aquella mujer de pechos breves y poco copiosos en producción láctea era mi madre. Y que aquel hombre de genio prominente era mi padre. Sí, sí, pero ¿y si la cigüeña se hubiera equivocado de lugar? Entonces el lugar (o los lugares) de mi niñez hubieran sido otros. Yo siempre pensé que aquella cigüeña que me depositó en aquella casa debía parecerse a Jesús, el Cartero Manco, y que como él ella solo había leído la dirección y había aleteado hasta mi casa, hasta el primer lugar de mi niñez.
En nuestra sociedad actual, tan deshumanizada, los lugares de la niñez van perdiendo buena parte de sus encantos, porque se transforman con tanta rapidez que apenas nos dejan disfrutarlos en plenitud. Por eso ahora resultan tan importantes las reuniones amistosas, que ya no se hacen alrededor del fuego, como antaño, sino alrededor de una barbacoa en la que la carne asada es más importante (y no debiera serlo) que los visos que dibuja el fuego sobre los rostros. No importa, porque saciadas las ansias digestivas y corporales, aún queda algo de tiempo, y siquiera las brasas encendidas, para revolver en ellas y volver a aquel tiempo y a aquellos lugares de la niñez en que nuestras vidas se fueron conformando.
Igual que ha hecho Luis Landero en su libro, yo también he retornado a los lugares de mi niñez, no tan saltarina como la suya, y he descubierto esa patria común, insulsa e intranscendente, en que los niños vamos (des)aprendiendo que la vida de los adultos adultera las ilusiones que nos han hecho tan felices mientras sólo éramos niños.

NOTA: También hay niños pobres, entristecidos por la soledad, por la miseria, por la ausencia de toda alegría y de toda esperanza. Esos niños, que no sienten ni sentirán cuanto aquí intento describir, son los más importantes.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN             

martes, 18 de noviembre de 2014

¿ES ESTA LA EUROPA QUE QUERIAMOS? (EL DIARIO NORTE, 17 DE NOVIEMBRE DE 2014)

¿ES  ÉSTA  LA  EUROPA  QUE  QUERÍAMOS?
Cuando España solo era Europa en los libros de Geografía, recién salíamos de la Dictadura de Franco, éramos muchos los que soñábamos con ser Europa, para ser europeos con mayúsculas. Apostamos por serlo, pusimos todo el empeño y, los que éramos de la izquierda renunciamos a buena parte de nuestros principios ideológicos para abrazarnos en cuerpo y alma a aquella decena corta de Estados que decían estar dispuestos a construir una Europa próspera, democrática y social, frente al resto del Mundo, compartido por soviéticos, chinos comunistas y aquella Norteamérica, cuya grandeza militar eclipsaba las miradas más inquisitivas.
Ahora somos muchos más los europeos, desde que el bloque soviético pasó a mejor vida y el socialismo real perdió casi toda su credibilidad, arrastrando tras de sí incluso a una socialdemocracia que ahora mismo no encuentra su ubicación lógica. Lo cierto es que quienes, como yo, creímos oportuno renunciar a algo que considerábamos muy nuestro para ser europeos con los demás, nos vamos dando cuenta de que la renuncia quizás no tuvo demasiado sentido. Ahora me asalta el escepticismo: “¡Quizás Europa ha perdido las potencialidades que decía poseer, o quizás los europeos no generamos ideas potentes después de que la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría hayan convertido a Europa en un mercado de trileros!
Sí, así ha ocurrido. Sirva como muestra el hecho de que en apenas un par de semanas han acontecido dos hechos importantes. El Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha tenido que comparecer para explicar el escándalo atribuido a él, un escándalo fiscal bautizado como “luxeleaks”, que tiene que ver con los acuerdos fiscales secretos con 340 empresas multinacionales y muy poderosas, cuyo fin no era otro que favorecer la evasión fiscal en los países en que estuvieran ubicadas. Cuando se produjo aquel escándalo en su Luxemburgo Juncker era ni más ni menos que el Primer Ministro. Lo curioso es que este colaborador de evasores fiscales fue votado de forma mayoritaria para la Presidencia de la Comisión, por la derecha europea y por buena parte de la izquierda socialista. Parece evidente que una Europa dirigida por tal persona no es la Europa que queríamos.
¿Debería dimitir? Claro, no me cabe ninguna duda. Porque su promesa posterior de atajar la evasión fiscal en Europa ha perdido toda su consistencia. A quien le preguntó si creía que mantiene su credibilidad tras descubrirse el escándalo, le respondió que “sí, soy tan apto como usted”. Y a quien le interpeló sobre por qué debemos creerle ahora, cuando afirma que va a luchar contra la evasión fiscal, solo le quedó esgrimir “porque lo estoy diciendo”. De modo que la palabra reciente y poco contrastada aún, la puso por encima de los hechos ya contrastados. El líder socialista Pedro Sánchez, ha sido oportuno en un artículo publicado en EL PAIS: “Nuestra negativa a Juncker no se debía exclusivamente a las diferencias que nos separan de su programa político; era también un problema de credibilidad. Pese a que el candidato incorporó a su programa algunas de las demandas de los socialistas europeos, el perfil de la persona que tenía que aplicarlo nos generaba serias dudas”. Como fue oportuno cuando, recién elegido Srio. General del PSOE obligó a los socialistas españoles a oponerse al nombramiento de Juncker como Presidente de la C.E.       
Ha habido otro hecho, también procedente de Luxemburgo aunque se afección es a toda Europa, que incrementa mi escepticismo. El Tribunal de Luxemburgo ha avalado la negativa de Alemania a conceder ayudas sociales a quienes siendo extranjeros no encuentren un trabajo. Algunos comentaristas hablan de “turismo social” para referirse a los extranjeros que cobran ayudas sociales en sus países de acogida. Esta interpretación tan mezquina de lo que constituye una brutal tragedia para los extranjeros desempleados, tampoco había sido anunciada cuando la anfitriona Europa se nos mostraba como próspera, espléndida y solidaria. También aquello se acabó. Ahora los europeos se convierten en “máquinas” en cuanto llegan a otro país que no es el suyo. “Máquinas” a pleno rendimiento  que, en cuanto dejan de producir, porque su producción no es demandada, son tratados como chatarra.
Decía Jean Monnet, quizás el padre más importante y entregado a la causa de la UE, que el proyecto europeo no sólo tenía como objetivo unir los Estados sino, sobre todo, unir a sus gentes. Se inhabilitaron las fronteras en buena medida pero, desde el punto de vista económico y social, han sido muchas las fronteras levantadas desde entonces. Esta Sentencia establece una frontera tan invisible como infalible. Si nos atenemos sólo a inmigrantes españoles en Alemania, que es el país que solicitó el pronunciamiento del Tribunal, son 12.546 los españoles que perciben algún tipo de ayuda social básica allí. ¿Qué harán? Ellos que creyeron que la frase pronunciada por Alfredo Landa en el Cine (“Vente a Alemania, Pepe”) se refería a la solidaria hospitalidad europea, sabrán ahora que esta Europa que tanto añoramos en aquel momento, se ha convertido en inhóspita y triste.
Esta Europa que pone tanto interés en “distinguir” a los inmigrantes vagos de los diligentes, con el único fin de incrementar los beneficios empresariales y los PIBs, al tiempo que disminuye su gasto social, enarbolando un justicialismo populista e insolidario, no es la que queríamos. Ni la que queremos. De modo que, como Pedro Sánchez, creo que “la Unión Europea hace frente a nuevos retos globales pero también internos, y el avance del euroescepticismo no es el menor de ellos”.
El euroescepticismo ya es un problema cuya solución solo pasa por reconstruir y regenerar Europa, como continente y como idea, o romper la baraja y diseñar la nueva geopolítica sobre otras bases.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN

domingo, 9 de noviembre de 2014

ANATOMÍA DE LA CORRUPCIÓN ( DEIA, 7 de Noviembre de 2014)

ANATOMÍA  DE  LA  CORRUPCIÓN
En algunos de mis ratos libres alterno por las tabernas de mi pueblo. Acompañado de otros amigos, o sólo cuando ellos están ocupados en otras labores diferentes a la mía, deambulo por las calles para degustar un vasillo de vino y comentar con quien se tercie las últimas noticias, sacar a la calle los comentarios acertados o desacertados de las tertulias que tanto proliferan en las emisoras de radio y las cadenas de televisión. Y me ocurre con demasiada frecuencia que escucho opiniones sorprendentes relacionadas con el asunto más de moda: la corrupción. Sí, la corrupción sin más, aunque es verdad que casi siempre se habla de la corrupción de los políticos. En mi condición de persona que me he dedicado a la Política, me siento aludido cada vez que escucho las opiniones ligeras y fatuas que se esbozan alrededor de los vasos de vino (o de cerveza o de txakoli,…) mediante las cuales se extiende basura y miseria sobre tantos y tantos que, como yo, creen que la Política es el arte noble de gobernar a los pueblos y sus instituciones, y no una actividad que sirve de instrumento para el enriquecimiento personal, sea a través de comportamientos morales o inmorales.
Lo cierto es que se sientan tres o cuatro alrededor de una mesa y recién han mojado los labios con el líquido elemento ya están pronunciando la fatídica frase: “Los políticos son todos unos corruptos”. No seré yo quien diga que no hay políticos corruptos, pero no me cabe ninguna duda de que el fenómeno de la corrupción, tan perverso y doloroso, es mucho más complejo que la mera adscripción de su ejercicio a quienes por el mero hecho de ostentar el poder político son ahora mismo los únicos señalados por el dedo acusador. Para resolver el bárbaro problema de la corrupción hay que intervenir resueltamente sobre el sistema social y económico que la permite y la facilita, mucho más que sobre quienes, valiéndose de él, se han enriquecido a su costa. Sin embargo los análisis someros que se han hecho cada vez que ha tenido lugar un caso de corrupción siempre han concluido en la imputación de algún político de cierto rango, cuyo rango precisamente eclipsa la categoría social o profesional de quienes, tan corruptos como él, son colaboradores imprescindibles para consumar la fechoría.
De modo que para vencer esa terrible epidemia de la corrupción en España es necesario practicar una anatomía previa muy meticulosa. Cabe afirmar que hay leyes más eficaces que otras para acabar con la corrupción, y que llegados al punto al que hemos llegado resulta necesario que las penas con que se castigue a los corruptos sean suficientemente contundentes como para convencerles a abandonar sus prácticas ilegales. Pero la opinión pública se equivoca cuando considera que la corrupción es un ejercicio en el que quienes tienen la misión de legislar son los únicos que se corrompen.
La especie humana es política por naturaleza. Las unidades de convivencia más reducidas se rigen mediante normas, usos y costumbres que tienen que ver con el arte de la política. La familia, la tribu, la aldea, y así sucesivamente, se someten a leyes y normas semejantes a las de la Política, y los políticos que rigen las Instituciones que nos gobiernan y, en muchos casos, nos protegen.
El poder que confieren las Leyes a quienes desde la Política tienen la misión de gobernar los pueblos, tanto puede ser utilizado para fines encomiables como para fines perversos. Pero las perversiones se quedan en casi nada cuando no encuentran a los necesarios colaboradores en otros ámbitos. Tan necesario es un legislador interesado o un administrador público proclive a la corrupción, como un agente externo capaz de corromperlos, eso sí, siempre compartiendo los beneficios económicos fraudulentos derivados de las operaciones realizadas. Al lado del político corrupto suelen comer los profesionales corruptos, los directivos corruptos, los propietarios corruptos que quieren poseer más, los influyentes corruptos y, si es necesario, los sicarios corruptos que consiguen que la corrupción siga los pasos del miserable protocolo que siempre le acompaña. Porque todo proceso de corrupción exige violencia, y amenazas suficientes como para que quienes intervienen lo hagan con la máxima discreción.
Es cierto que quienes intervenimos en la Política solemos pregonar previamente la ejemplaridad de nuestros comportamientos, lo cual hace que cualquier inclinación corrupta sea interpretada con la máxima severidad, pero la propia condición humana de todos, y no solo de los que están en el ámbito puramente político, debe exigir decencia en nuestros comportamientos. Los ciudadanos, atribulados por la crisis económica que pone constantemente rigores y tropiezos en sus vidas, imputan buena parte de sus males a la inacción o la acción nefasta de los responsables políticos, de modo que cuando afloran anécdotas en las que aparecen políticos corruptos apenas perciben que la corrupción siempre necesita de varios agentes de diferentes ámbitos para que gane en eficacia. Por eso, liquidar el problema achacando todas las responsabilidades al estamento puramente político no ayuda a encontrar la solución integral de la corrupción en nuestro país. Personas, -posteriormente convertidas en personajes-, con formaciones académicas solventes, de prosapia y nobleza contrastadas (al menos en teoría), han aparecido en los periódicos protagonizando hechos delictivos, apropiaciones tan ilegales como sofisticadas y tráficos de influencias groseros, pero al lado de ellos han aparecido los facilitadores que han puesto a su disposición las herramientas necesarias.
En España la corrupción no es una consecuencia de la Política mal concebida ni de la falta de principios de la clase política en general (la famosa “casta” según algunos atrevidos). La corrupción está en la sociedad y en ese convencimiento tan español de que todo vale si produce beneficio, que el fin justifica los medios y de la extendida necedad de quienes confunden el valor de las cosas con su precio. Pero los políticos, haciendo gala de su poder, en lugar de combatir abiertamente la corrupción se empeñaron en ejercerla y luego usar su poder para cubrir sus responsabilidades. Ha resultado tan ineficaz y absurda su estrategia que incluso en su debate más íntimo, en la lucha dialéctica entre los líderes de los partidos, los casos de corrupción están siendo utilizados como armas arrojadizas en la lucha electoral, sin apercibirse de que estando, como está la corrupción, instalada en la sociedad, ningún grupo político está libre de su sucio alcance. Las sospechas se han extendido como el sirimiri sobre los campos, y ahora todos los líderes políticos se empeñan en ser transparentes sin darse cuenta de que no se trata de eso, sino de ser íntegros. Cuando los partidos anuncian que van a obligar a sus afiliados a suscribir códigos éticos para combatir la corrupción da la impresión de que su análisis y diagnóstico, -su anatomía de la corrupción-, han determinado que todos sus militantes han sido corruptos, y que todos van a dejar de serlo mediante esta fórmula. Craso error, porque los corruptos son una cantidad ínfima en los partidos políticos, en todo caso muchos menos en porcentaje que los ciudadanos corruptos que no están afiliados a ninguna formación política.
Fue costumbre entre los líderes de mi partido (PSOE) decir que los políticos deberíamos tener los bolsillos de cristal, pero luego ocurrió que el cristal dejó ver algunas miserias en algunos lugares. Hubo quienes creyeron que era más importante el material de que estaban hechos los bolsillos que su contenido. Ahora se han puesto de moda los códigos éticos, pero yo estoy convencido de que la corrupción está ya instalada en la sociedad, y que el código ético, sea el que sea, no ha de estar reservado a los afiliados sino que ha de ser aplicado a todos los humanos por el mero hecho de serlo. Por eso os dejo aquí el Principio General del código ético  de mi partido, pero adaptado a la sencilla condición humana: “El Hombre y la Mujer han de tener una voluntad irreductible de mantener una conducta íntegra como exigencia inherente a la pertenencia al género humano”.
Así, sin más, sin siglas políticas ni zarandajas.

FDO.  JOSU  MONTALBAN       

miércoles, 5 de noviembre de 2014

TIEMPO DE MUDANZAS ( EL PAIS, 05 -11-2014 )


TIEMPO DE MUDANZAS
A las nueve de la mañana, mientras tomaba un café como acompañamiento a un hojeo rápido de periódico, he escuchado una conversación jugosa. Después de que una señora clienta haya llamado “sinvergüenzas” a “todos los políticos”, por “chorizos y ladrones”, entre bocado y bocado de cruasán, la camarera ha iniciado un diálogo con ella. Bien se veía que se trataba de amigas ocasionales, como poco de asiduas acompañantes en ese momento del desayuno matutino. La conversación ha sido tan simple como sencilla, y ha derivado en una conclusión basada en frases hechas y lugares comunes. Una de ellas decía que “al español solo hay que decirle donde está el dinero porque luego él se encarga de cogerlo”, como si no nos afectara nada eso de “prohibido robar”. La otra señora le ha contestado que ella nunca ha visto tanto dinero junto, y ambas han coincidido en una duda final: “A saber qué hubiéramos hecho nosotras si nos encontramos en ese trance”. Eso sí, también se justificaron de pensar así usando el argumento de que, habiendo tanta gente en apuros a causa del paro y la crisis los desfalcos de los poderosos son mucho más asquerosos. Pues sí, ¿y qué vamos a hacer? Los poderes públicos se han convertido en instrumentos imprescindibles para consumar latrocinios que, además, requieren la colaboración de otros poderosos que no son tan criticados por pertenecer a ámbitos privados. Los responsables políticos no dudan en usar estas tristísimas anécdotas de corrupción generalizada, en el debate político partidista, de modo que en ese tira y afloja  que se conoce como “y tú más”, la que queda maltrecha es la Política.
Habrá que preguntar a los líderes políticos algo tan sencillo como “¿qué queréis hacer con la Política?”. Y deberán contestar de forma rigurosa, teniendo en cuenta que lo hecho hasta ahora ha dejado abiertos tantos flancos en ella que el descrédito se ha instalado en ella de forma calamitosa. Quienes la ejercen ahora mismo, y lo hacen con clara vocación de servicio, están perplejos porque los políticos corruptos, junto con su cohorte de facilitadores y testaferros de la más variada condición, permanecen agazapados esperando no ser descubiertos. Y quienes aún no la ejercen pero desean ejercerla lo antes posible, arden en deseos de que haya muchos nuevos casos de corrupción que afloren, porque cada caso hace aumentar sus previsiones de voto en las siguientes elecciones.
Sin embargo, nuestra sociedad se desmadeja, alterada por la afluencia de sinvergüenzas y ladrones que, antes de robar, fueron capaces de jurar nuestra Constitución, y pregonar a los cuatro vientos que la Ética guiaría sus comportamientos. A la Dictadura franquista, basada en la corrupción derivada de un levantamiento militar que produjo más de un millón de muertos, le ha sustituido una Democracia que está mostrando una atroz podredumbre con solo treinta y tantos años de vida. Si nadie se atrevió a aplicar la justicia a los hijos de aquella Dictadura, no es extraño que la Democracia se haya entendido como blanda y permisiva. Así nos va.
Lo cierto es que en medio de las revueltas aguas de este río hay pescadores que quieren sacar provecho y levantar las redes llenas de pececillos indefensos que reaccionan al más mínimo atisbo de esperanza. Y claro, busquemos ahí la razón sencilla de que “Podemos” (y alguna otra fuerza emergente) sea ya el primer partido en intención de voto. Cierto, que se trata de una razón poco consistente que constituirá, si llega a consumarse, un flagelo excesivo contra el PSOE, IU y las demás izquierdas, que se empeñaron en luchar por los derechos sociales y ciudadanos cuando los ahora “elegibles” de Podemos no eran sino voluntarios convidados de piedra, que ahora se aprestan a coger a brazadas lo que antaño les molestaba en las manos.

Fdo.  JOSU MONTALBAN