viernes, 27 de febrero de 2015

PODEMOS SACRIFICARÁ A MONEDERO (El Confidencial Digital, 27 de Febrero de 2015)

PODEMOS SACRIFICARÁ A MONEDERO
Cuando Pablo Iglesias Turrión voceó  que quien ataca a Monedero, a Errejón o a Tania Sánchez le está atacando a él, comprendí que le movía una estrategia concreta. Cuando, poco tiempo después, Tania Sánchez provocó la debacle en IU de Madrid para hacerse cargo de una especie de plataforma que favoreciera la confluencia de la izquierda, bien se veía que todos estos acontecimientos seguían una secuencia, conforme a un guión preestablecido. Cuando el mismo Pablo I. Turrión ha presentado a Monedero como un mártir frente a los “déspotas” que le quieren hacer trizas, mi seguridad es ya aplastante: Podemos está dispuesto a sacrificar a Monedero, y tal sacrificio será la tapadera tras la que se camufle un debate político que ya les exigía abordar propuestas y soluciones, donde hasta ahora solo han presentado denuncias y protestas. Pablo I. Turrión es un mago de la palabra, nadie combina con la misma habilidad el tono mitinero con las ocurrencias, las frases impactantes y el intercalado de citas y frases cuya sonoridad llame la atención. Dijo “tic-tac” varias veces seguidas y las onomatopeyas impactaron; ahora ha dicho que David puede ganar a Goliat: “las encuestas demuestran que David puede ganar a Goliat, pero eso no es sencillo; David solo tenía una oportunidad, tenía una honda y una piedra que sólo podía lanzar una vez”. La metáfora es impactante, pero es falsa, porque Podemos no es un rebaño de pastores entregados a su trabajo sino un hatajo de oportunistas reunidos en un claustro universitario.
Ahora, en plena vorágine, cuando la nerviosa derecha y la inquieta izquierda  le reclaman las mismas responsabilidades que ellos reclamaron a la “casta”, Pablo I. Turrión ha dado un paso al frente y ha exhortado al Presidente Rajoy a convocar elecciones lo antes posible. Sí, cuanto antes, porque el goteo de actuaciones irregulares, escarceos, corruptelas y corrupciones que afectan a los suyos puede irles minando. Y por si fuera poco, el efecto producido por el triunfo de Syriza en Grecia, que Podemos quiso convertir en su propio triunfo, se ha ido diluyendo tras el pacto de Tsipras con la ultraderecha, la ausencia de mujeres en su gobierno y los “fracasos” cosechados tras las primeras reuniones con los responsables y dirigentes europeos. El tic-tac del eufórico reloj que parecía guiar las palabras de Pablo I. Turrión en la noche de las elecciones griegas, ha disminuido su tono y su volumen. Pero, además, los hechos han demostrado que Podemos va a funcionar exactamente igual que los demás partidos en vigor en España, en todo caso peor, sujeto a un centralismo más o menos democrático en el que los famosos “círculos” solo son coartadas para que las cabecitas de ratón surgidas de ellos sigan a pie juntillas las órdenes de las cabezas de león surgidas del claustro de la Complutense.
Y bien, que cada cual saque las debidas conclusiones. En Democracia caben incluso quienes pudieran estar dispuestos a cargársela, el cual no es el caso. Lo que a mí no me cabe ninguna duda es que Podemos está muy cómodo aunque Monedero esté lleno de caca. En la famosa “casta” hay gente como Monedero, tramposa hasta que las trampas salen a la superficie, a los que cabría exigirles que públicamente pidan perdón y subrayen su propósito de enmienda, pero no lo han hecho, y eso ha acrecentado más si cabe la furia de los ciudadanos. Monedero tampoco lo ha hecho, pero el estado de gracia en que viven ahora los líderes de Podemos aún les ha servido para intentar justificar el “atraco” suyo comparándolo con la entidad muy superior de algunas otras corrupciones, como si lo importante fuera la cantidad y no la calidad.
Lo cierto es que ya se han retirado de la estela de Syriza en cuanto han visto que Tsipras va a pasar por el aro europeo. Ya parece que Tsipras ha dejado de ser “el primo de zumosol” de Pablo I. Turrión, y como a la dirección de Podemos le falta gallardía para hablar de la política que van a hacer mañana, -a la vez que le sobra para caricaturizar la política de ayer-, mucho me temo que de aquí hasta las próximas Elecciones Generales se van a someter a las normas y comportamientos que han venido usando los demás. La huida hacia adelante y la defensa a ultranza de la inocencia de los suyos, ante cualquier denuncia contrastada, formarán parte de su estrategia.
No han inventado nada nuevo. Sus frases empiezan  a estar diseñadas en un laboratorio, pero no en uno de ideas sino en uno de estrategias: no somos de izquierdas ni de derechas, han dicho, queremos conquistar el cielo… Hay que respetarles, dejarles caminar, que se defiendan a la vez que atacan. Por eso no tengo ninguna duda de que los reproches de Pablo I. Turrión al actual Ejecutivo, al que tacha de “utilizar las instituciones públicas no solo para enriquecer a sus amigos sino para atacar a la primera fuerza de la oposición que es Podemos”, van a acabar en el sacrificio de Monedero en el altar público. Los sondeos y las encuestas  serán finalmente los que decidan que Monedero, puño en alto, haga mutis por el foro entre los aplausos de la concurrencia y las salvas laudatorias y honoríficas que le dedique Pablo I. Turrión.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN  

lunes, 23 de febrero de 2015

LOS TRABAJADORES OCIOSOS ( DEIA, 23 de Febrero de 2015)

LOS TRABAJADORES OCIOSOS
Bien mirado sólo existen los trabajadores, sin más. El trabajo es el único bien que libera económicamente y redime moralmente. Pero para que esto ocurra el trabajador ha de estar pagado suficientemente y ha de trabajar en unas condiciones saludables y seguras. Si no se dan ambas condiciones el trabajo constituye un castigo divino, -“ganarás el pan con el sudor de tu frente”, dijo Dios a Adán como respuesta a una falta cometida que nada tenía que ver con incumplimientos laborales anteriores-, o un suplicio mundano que atosiga por igual a unos y a otros solo porque las normas que se aplican al trabajo las elaboran los patronos y no los trabajadores.
Sin embargo el trabajo parece ser lo único que legitima a los humanos. Quienes huyen del trabajo, quienes lo evitan voluntariamente, son indignos como personas humanas: sus conductas merecen el descrédito más absoluto, el escarnio público. No solo son ociosos sino que son holgazanes y vagos que en otro tiempo incluso merecieron una Ley que les castigara, la famosa Ley de Vagos y Maleantes. Sin embargo, habrá que modificar nuestras impresiones y convicciones respecto a quienes “no trabajan”, porque son muchos, demasiados, los que no trabajan porque no tienen dónde, y porque son aún muchos más los que trabajan en condiciones indignas e inhumanas, percibiendo salarios de miseria, ocupándose durante jornadas interminables, no dotándose de las suficientes medidas de seguridad que eviten riesgos y accidentes, o desprovistos de todo plan de ahorro o previsión que les ampare cuando lleguen a la edad provecta o de jubilación.
Urge, en principio, modificar el catálogo de las definiciones. Sobre todo cambiar aquellas definiciones que son usadas con cierto sentido subliminal y destinadas a conseguir objetivos, en buena medida, espurios. Porque si “vago” era según el diccionario “una persona sin oficio ni beneficio”, bien se ve que a sensu contrario serán los más trabajadores, -o los menos vagos-, quienes obtengan los mayores beneficios. ¿Es esto cierto? ¿Acaso no hay personas con copiosísimas fortunas, y por tanto abundantísimos beneficios, que viven holgando, a lomos de lujosísimos yates que navegan los mares de la Tierra y, por tanto, no trabajan? ¿Son vagos, acaso, esos activos aventureros que por todo esfuerzo solo culminan el de atar los cabos de sus embarcaciones de recreo a la llegada de cualquier puerto del Mediterráneo, mientras esperan las noticias de sus agentes financieros? Es decir, que hay vagos acaudalados e, incluso, que la forma menos escandalosa de ser vago es la de los que tienen dinero para poder pagar y ocultar su holgazanería.
Habrá también que definir de otro modo el término “maleante”, porque ya no se pueden unir indefectiblemente la idea de “desempleado” y “perverso”, que es la acepción más normal del término “maleante”. No cabe aceptar que los casi seis millones de españoles que acuden a las oficinas del paro en demanda de ayudas, subvenciones o subsidios sean vagos, porque si acuden lo hacen, precisamente, porque desean abandonar esa situación que no les depara otro beneficio que su pobreza y su miseria. Y menos aún tacharles de perversos, malos o malignos, ni siquiera aunque se diera la circunstancia de que recurrieran a la picaresca para mitigar el excesivo rigor de sus carencias. No obstante, los acomodados no cejan en achacar a los parias una parte muy importante de responsabilidad en sus mismas desventuras. Los más atrevidos, cuando conversan con osados como ellos, se permiten criticar gratuitamente a los ociosos, a los que tachan de flojos o de poco ambiciosos, de acomodaticios y de asumir su situación con resignación e, incluso con delectación.
La misión de este artículo no es abordar ese que los políticos y los economistas se empeñan en considerar el problema más crucial de nuestros días, es decir, el paro. Pero sí es atajar otra cuestión, como es la lectura que muchas personas hacen del comportamiento de quienes sufren el paro, a las que en muchas ocasiones se les suele tildar de descuidados como poco. Muchas veces se les imputa la terrible falta de no buscar con suficiente intensidad un nuevo trabajo, de alargar sin límite el cobro de los subsidios, de huir del trabajo. A quien no trabaja le caen sobre el lomo todas las imputaciones: vago, perezoso, holgazán, haragán, remolón, zángano, indolente, negligente… Y por si un fuera suficiente se da un paso adelante y se le imputan otros comportamientos nefastos que les convierten en delincuentes, malvados, malignos, bribones y granujas, Tampoco faltan los que acusan a los holgazanes de comportamientos incívicos que dan un mal ejemplo a los demás. Como quiera que no tienen nada mejor que hacer, salvo buscar un lugar en el que trabajar (y esos lugares nadie sabe realmente dónde encontrarlos), suelen ser personas que vagabundean sin otro objetivo que dejar pasar el tiempo, contemplar el paisaje o autocomplacerse compartiendo con un vaso de morapio sus tristes cuitas. ¡Ay! Esa es la perdición. Cuando los parados recurren a entretener sus preocupaciones y su tedio apoyando los codos en el mostrador de una taberna para dar cumplida respuesta a sus tribulaciones y pensamientos, es cuando firman su sentencia: son vagos.
Como cuando fue promulgada la famosa Ley de Vagos y Maleantes, allá por el año 1933, cada vez es más patente ese rebaño de gentes que abarrotan las plazas, que van y vienen, que pasean sin rumbo ni destino, esperando que el tiempo pase sin agobiarlos en exceso. Curiosamente la evolución de los tiempos va ubicando a cada cual en su lugar. Ahora que los líderes políticos, económicos y sociales saben que un parado ocioso lo es porque el sistema es no solo imperfecto, sino profundamente inhumano, guardan silencio y evitan culpabilizar a los parados de su ocio, pero no se esmeran demasiado en definir el paro como lo que es en realidad, la actividad de los que no trabajan, o mejor, el ejercicio noble de quienes no cobran por trabajar. ¿Acaso dar vueltas en la mente a las preocupaciones no es un trabajo, no es una penalidad? La Ley de vagos y maleantes fue aprobada por consenso de todos los grupos políticos durante la Segunda República, y tenía la condición de Ley preventiva cuyo objetivo era evitar que los ociosos mendigasen o delinquiesen. Pero los tiempos han cambiado, y solo treinta años después la ley abordó unas nuevas disciplinas y adoptó un nuevo nombre: ley de peligrosidad y rehabilitación social, aunque estaba destinada al mismo colectivo y al mismo tipo de comportamientos.
¿Y hoy qué? Hoy que no hay trabajo para todos, que el trabajo disponible no se reparte equitativamente entre todos; hoy que las muestra más importante de éxito social consiste en ganar cuanto más trabajando cuanto menos, porque eso es a la postre la más evidente muestra de productividad, conviene educar a las generaciones futuras para que tengan una actitud respetuosa y convencida de que la vida es noble y respetable al margen del trabajo que se desarrolle o del ocio que se disfrute. En España hay más de cinco millones de parados o desempleados que merecen ser mirados con aquiescencia y no con rechazo, en todo caso, serán ellos los que rechacen su propia situación pero en modo alguno deben sentir sobre su espalda los dardos de quienes les acusen de vagos y perezosos, cuando no de perversos y maleantes.
Ahora mismo son los que no trabajan, es decir los “vagos”, los más dignos paseantes de las calles y plazas de nuestros pueblos, porque llevan a cuestas una desgracia que ellos no han provocado. Esa laxitud que en tantas ocasiones se les achaca por soportar su estado, es la coartada que usan los poderosos para justificar de algún modo su ambición desmedida, su codicia, su insensibilidad y su insolidaridad. En su fuero interno está la convicción de que se trata de conseguir los más copiosos beneficios recurriendo al menor número de operarios, entre otras cosas para no tener que repartir el pastel entre demasiados comensales.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN 

miércoles, 18 de febrero de 2015

LA IZQUIERDA, EN EL ATOLLADERO ( El SIGLO, Febrero, 2016)

LA IZQUIERDA, EN UN ATOLLADERO

El debate político actual tiene más tumulto desordenado que de reflexión contrastada. El problema no es precisamente el bipartidismo PP-PSOE que, con más o menos acierto ha construido esta sociedad, imperfecta y mejorable pero consistente. Tampoco lo ha sido la irrupción de partidos como UPyD o CIUDADANOS, que surgieron de la mano de “pseudolíderes” que salieron rebotados de los partidos tradicionales y quisieron aprovechar electoralmente a la clientela que habían hecho en sus anteriores partidos, dando la impresión de que les moviera más la fobia a sus viejos patronos que las adhesiones al nuevo. Y por fin, tampoco lo ha sido la irrupción del último “monstruo” político que reúne en una amalgama ciertamente extraña a grupos de afectados por los casos más variopintos, plataformas reivindicadoras de la más variada condición, gentes que apostaron a las finanzas más inestables siguiendo promesas mal cuantificadas en lo concerniente a los riesgos que contenían, a descontentos, a contrariados o enrabietados, a los que todo les vale. En suma gente que a falta de cualquier formación política e ideológica, ha optado por lo de “cuanto peor, mejor”.
Entraré rápido en el asunto: asistimos a la más flagrante muestra del fracaso de la izquierda, o de las izquierdas. Ojalá que la situación a la que hemos llegado no sea irreversible, es decir, que no calen en la opinión de los ciudadanos algunas frases que ya han empezado a ser acuñadas. Por ejemplo, que un mismo término (“casta”) sirva para nombrar a dos partidos, como PP o PSOE, cuyas ideas trayectorias e historias han sido tan diferentes y, durante la mayoría del tiempo que han compartido, enfrentadas. Por ejemplo, que la percepción de lo que ha de ser el poder cambie, porque da la impresión de que es considerado mucho más un objetivo que un instrumento. Por ejemplo, que nadie pueda estar convencido de que hablar en términos “derecha-izquierda” en el debate político partidista sea cosa de trileros, porque distinga bien el tesoro que encierra la bolita que el hábil estafador mueve hacia un lado u otro… Y ha de ser la izquierda, en sus variadas facetas e intensidades, la que revierta esta situación.
El advenimiento de la Democracia, a últimos de la década de los setenta, trajo la libertad a los españoles, pero trajo también a muchas personas que habían tenido que vivir miserablemente, a escondidas, porque el régimen dictatorial así lo había impuesto. Otros muchos vinieron de los más alejados lugares del Mundo, adónde habían tenido que huir amenazados por Franco. Aunque llegaron antes, hasta el 1982 no pudieron cantar victoria, ni siquiera para sus adentros. Desde entonces, es verdad que solo han sido dos los partidos que han gobernado en España, y también lo es que se han mostrado fieles a un europeísmo que ha venido imponiendo a todos sus integrantes un sistema capitalista, acrecentado por la caída brutal del comunismo, que tuvo su figura representativa más espectacular en la caída del Muro de Berlín y el desgajamiento del Bloque soviético. La aceptación del libre mercado, casi sin condiciones, nunca hizo presagiar que constituyera un riesgo para las izquierdas que comenzaban a temblar: el comunismo estacionó en el eurocomunismo antes de desaparecer incluso de las siglas de sus formaciones, y el socialismo pasaba a ser socialdemocracia, con predominio en muchos casos del carácter democrático sobre la condición social, que quedaba supeditada a la otra.
Si este era el guión que estábamos siguiendo, el riesgo de terminar ideológicamente en un terreno neutro, lleno de indefiniciones o, al menos, vacío de definiciones concretas, era más que evidente. La adhesión o simpatía a un partido político tanto puede obedecer a una elección responsable como, solamente, interesada; tanto puede responder a una inquietud solidaria y global, como a los deseos del grupo social al que uno pertenezca; tanto puede partir de una concepción previa de que todos somos iguales, como de que todos somos tan diferentes  en nuestras condiciones humanas, que dichas diferencias provocan desigualdades que no tienen por qué ser atenuadas; tanto puede ser debido a un slogan acertado e impactante, como al atractivo de un líder, o el tono de su voz, o sus ademanes… Pero la izquierda no es solo una posición en el espacio.
Ser de izquierdas significa, lo primero de todo, oponerse a las derechas. Ahí, en ese espacio, no caben las incertidumbres, ni ocupar esos espacios intermedios y ambiguos en los que siempre están más a gusto los grises y los que no distinguen los rotos de los descosidos. En esto las izquierdas no han sido suficientemente exigentes consigo mismas. El hecho de que para ganar unas Elecciones se requieran siempre algunos votos prestados y circunstanciales pertenecientes a otras formaciones, ha influido en exceso en quienes han ostentado el poder en el PSOE, que han puesto un empeño mayor en conseguir los votos necesarios que en convencer a cuantos más de que sus votos serían los más adecuados a cada situación. Eso mismo es lo que guía los pasos y los planes de quienes acaban de llegar a la Política con el peregrino y único objetivo de conquistar el poder. Lo urgente es conseguir el poder, y aunque luego prometan, usando las palabras bíblicas, que “lo demás vendrá por añadidura”, se olvidan de que antes “hay que buscar el reino de Dios y su justicia”.
La izquierda, o las izquierdas, se parecen demasiado a la derecha en sus formas, aunque en el fondo sus diferencias sean profundas. De eso se aprovechan los advenedizos, cuya obsesión pasa por negar legitimidad a todos los que les han precedido. En realidad las preocupaciones deben ser las mismas: el empleo, la desigualdad, la economía, lo social, las pensiones… En el fracaso en estos apartados fundamentan su presencia los que llegan de nuevos, pero los análisis que realizan son muy someros. Porque los ciudadanos necesitan un empleo, suficientemente seguro y aceptablemente remunerado; un nivel de vida y económico equiparable al de los demás, es decir igualitario; y poco más, porque lo demás serían capaces de renunciar a ello si el libre mercado les garantizase un nivel económico alto para proveerse la vivienda, la sanidad, la educación de sus hijos y el ocio. Ahí precisamente tiene la izquierda su campo de trabajo.
La izquierda tiene que recuperar su espacio. Mucho mejor que evitar este o aquel desahucio es articular y defender una política de vivienda que no permita los desahucios, ni se necesite nunca de recurrir a ellos. Mucho mejor que luchar contra la desigualdad es luchar a favor de la igualdad. Mucho mejor que la generación ilimitada de riqueza, es su reparto equitativo e igualitario. Mucho mejor que la estigmatización de los pobres, obligándoles a acudir a los centros que conceden ayudas sociales basadas siempre en la caridad, es luchar contra la pobreza, que nunca llegaría a producirse en una sociedad compuesta por ciudadanos iguales.
¿Hablan de esto las izquierdas? Poco. ¿Lo hace la derecha? Tampoco, pero es que no les interesa ni les preocupa. ¿Y los advenedizos, de qué hablan? Ellos sí hablan de los pobres, de la desigualdad, porque saben que de ese modo forman legión con los descontentos, pero no ofrecen solución ninguna. No voy a redimir a la izquierda, ni voy a disculpar su desidia ante el tiempo que nos toca vivir. Lo más grave es que un camino mal trazado y difuso no suele llevar a feliz término. Si la izquierda no recupera su espacio, la derecha se sentirá más libre para avasallar a los ciudadanos. Y los advenedizos no dudarán en ocupar ese sitio en que tanto se ponen velas a Dios como al Diablo.
Tal como dicen las encuestas, podemos estar en esta tesitura.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN     
            

lunes, 16 de febrero de 2015

LA HERENCIA DE LOS AÑOS DE PLOMO (EL PAIS, 16 de Febrero de 2015)

LA HERENCIA DE LOS TIEMPOS DEL PLOMO
“¿Qué harían cada uno de ustedes si se les pidiese ayuda para una persona que ha estado en la primera línea de la lucha antiterrorista? Supongo que lo mismo que yo”. ¿De qué modo hay que interpretar esta frase del ex presidente de Kutxabank en relación con la facilitación de un contrato de doscientos y pico mil euros para un ex delegado del Gobierno que abandonaba su puesto de forma natural? Da la impresión de que se trata de lo más normal, de algo ante lo que todos actuaríamos del mismo modo (“lo mismo que yo”). Y sin embargo la frase contiene toda la perversión del tiempo del plomo, cuando ETA mataba sin mirar a quién: de alto copete o de condición más baja pero, eso sí, debía ser agente del orden, militar, empresario o político de algún partido españolista.
Cuando ETA ha anunciado que deja de matar las Instituciones han creado órganos diversos para diseccionar la violencia de los últimos cuarenta años y, otra vez erradamente, estamos haciendo compartir la misma estancia al terrorismo de ETA con el llamado terrorismo de Estado (Gal, Batallón Vasco-Español, etc…). Así de imbricados están todos los ingredientes que han completado aquella época del plomo y las bombas asesinas, que tanto sirvieron para que el pueblo reaccionase contra la ignominia como para que hubiera quienes se plantearan que se podían y debían cometer irregularidades veniales en nombre del sufrimiento. El resultado último no ha sido el lógico, y bien creo que estamos en el momento apropiado para reflexionar sobre él.
Las palabras del ex presidente de Kutxabank pretenden justificar que se ponga un sueldo cuatro veces por encima del salario medio de los vascos, por el mero hecho de haber sufrido la amenaza terrorista, es decir, por sufrir lo mismo que sufrieron  tantos concejales del PP y PSOE en pueblos pequeños, muchos de ellos quizás desempleados o de escasos ahorros en sus libretas bancarias. ¿No hubiera sido más lógico haber legislado para crear periodos de carencia en los que el cargo público que dejaba de serlo pudiera irse acomodando a su nuevo tiempo, sin tener que recurrir a subterfugios de este tipo?
Y algo más respecto a ese batiburrillo en que se pretende juntar el terrorismo de ETA con los llamados terrorismos de Estado. Yo no tengo reparos en admitir la extrema gravedad de los terrorismos del Gal o similares, pero edulcorar la gravedad del terrorismo de ETA haciendo coincidir todas las variantes solo responde a un guiño de ojo a los colectivos de presos y a sus familias, que tan poco esfuerzo están poniendo en la solución del conflicto. Es también algo perverso de lo que queda de aquel tiempo. Permitidme una vaga reflexión: si un terrorismo surgió como respuesta al otro, si no hubiera existido ese “otro” tampoco hubiera actuado el “uno”,.. lo cual no es justificación para ninguno, claro está.
Estas son dos herencias de aquel tiempo de plomo y pólvora que jamás debió haber sido.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN   

domingo, 15 de febrero de 2015

LA TRASCENDENCIA DEL PSOE ( DEIA, 13 de Febrero de 2015)

LA  TRASCENDENCIA  DEL  PSOE
Vivimos tiempos de convulsión en el PSOE. Lo grave de este tipo de tiempos suele ser que mientras los socialistas entramos en una especie de trance, entre la incomprensión y la confusión, los enemigos la emprenden a mamporros contra quienes son protagonistas  directos de tal convulsión. Y cuando la agitación trasciende a la opinión pública, y ocupa las páginas principales de los medios de comunicación, todo el mundo tiene algo que decir, no desde una reflexión metódica y mediada, sino desde las entrañas o vísceras, que no suelen producir sino excrementos. Por eso debemos requerir en este momento rigor y buena voluntad a quienes hablen de este asunto, porque no es propio de gente decente fomentar el fatuo refrán del “a perro flaco todo son pulgas”, máxime cuando estamos hablando del partido político más antiguo de cuantos existen en España, que ha soportado y sobrevivido a una Guerra Civil, a la inestabilidad política que precedió a tal Guerra y a la Dictadura heredada de tal Guerra. Sin embargo los españoles no tienen por qué guardar silencio ante tales convulsiones, aunque sus interpretaciones de los acontecimientos deban ser comedidas.
La cosa ha sido que el Secretario General del PSOE ha tomado la determinación de inhabilitar al Secretario General del PSOE de Madrid. La drástica decisión ha cobrado una dimensión excesiva porque los medios de comunicación se han empeñado en puntualizar las razones que han llevado a tal decisión antes de que el propio Pedro Sánchez, D.G. del PSOE, haya explicado tales motivos. ¿Qué es lo que explica realmente que se haya levantado tal polvareda? Sólo una cosa, la trascendencia que tiene en la sociedad española cualquier vicisitud en que pueda encontrarse involucrado el PSOE. Desde que la democracia llegó a España el PSOE ha gobernado durante las dos terceras partes del tiempo. No sólo en el Gobierno del Estado sino en los gobiernos de todas las Comunidades Autónomas, en alguno de los priodos. Las grandes transformaciones que han tenido lugar han sido impulsadas y protagonizadas por el PSOE, de modo que se ha convertido en un partido político imprescindible en la configuración del Estado fuerte y compacto, capaz de dirigir los destinos de más de 40 millones de españoles en paz y concordia, y por su condición social, como partido de izquierdas que es, capaz de proteger y dotar de esperanzas a quienes más las necesitan.
Cuando una formación política de estas características entra en crisis todo se resiente, porque los ciudadanos sienten que algo les falta y, salvo que alguien llegue a ocupar su lugar, sienten la posible desprotección como un peligro que les acecha. La crisis del PSOE es evidente, pero igualmente es clara y manifiesta la necesidad de que se recupere y vuelva a la senda que nunca debió abandonar. Ha sido el partido político que antes democratizó  sus estructuras adoptando las medidas pertinentes para que las mujeres participaran en la cosa pública; y ha sido el partido que implantó con mayor diligencia la democracia interna impulsando las elecciones primarias, tanto para los militantes como para los simpatizantes.
Pero es verdad que vivimos tiempos convulsos. Los ciudadanos reclaman que los partidos políticos tomen medidas drásticas ante los excesivos casos de corrupción que tienen lugar. Cada vez se muestran más escépticos cuando simples atisbos de irregularidad se presentan como signos indelebles de flagrantes ilegalidades. Tal ha sido el caso que nos ocupa, porque Tomás Gómez no ha sido imputado por los desajustes económicos que parece haberse producido en la construcción del Metro de Parla, pero Pedro Sánchez  ha juzgado que más vale prevenir que curar, y ha tirado por la calle más directa: la inhabilitación y la disolución de la Ejecutiva del PSOE de Madrid. Probablemente la decisión ha sido algo precipitada porque la conclusión que muchos sacan es que hay “gato encerrado”, la cual es absolutamente gratuita dado que aún no se ha escuchado ningún maullido lastimero. Eso sí, Tomás Gómez ha sacado las uñas y se ha defendido. ¿Quién tiene la razón? Será cuestión de tiempo, y casi seguro que en el comportamiento de ambos hay afrentas mutuas. Seguro que Pedro Sánchez ha puesto demasiado vendaje para tan escasa herida, del mismo modo que Tomás Gómez ha reaccionado de forma desmedida. Uno afirma que defiende al partido que lidera desde hace algo más de medio año, mientras que el otro defiende su honor. Lo bueno hubiera sido haber compaginado bien ambas defensas pero, como se ha visto, no ha sido posible.
Lo cierto es que esta pelea inflige un nuevo castigo al PSOE, en un momento en que necesita consistencia, en un momento en que precisa de toda su fuerza y toda la confianza para seguir siendo la fuerza política que siempre ha sido: la auténtica y única garantizadora del Estado de Bienestar en España. Cabe hacer alguna consideración añadida. En estos tiempos en que se achaca a los líderes políticos ser demasiado condescendientes con quienes se ven involucrados en asuntos turbios, la decisión de Pedro Sánchez de apartar a Tomás Gómez debería ser aceptada como un ejemplo a imitar por los demás en otros casos parecidos. Pero no ha sido así, de modo que han sido demasiados los que han juzgado que ha habido un exceso de rigidez en la toma de la decisión.
No es nada menor que lo acontecido haya ocurrido en Madrid, capital del Estado, en donde la repercusión es máxima sobre el resto del Estado. Quien ha venido ganando en Madrid, ha ganado en España, tradicionalmente así ha acontecido. Puede ser, por tanto, que la decisión de Pedro Sánchez haya obedecido también a esa constatación, lo cual pondría en entredicho el respeto debido a las normas internas y los estatutos del Partido Socialista. En 24 horas el PSOE de Madrid ha pasado de tener un secretario general a tener un presidente de gestora. Dado que en solo dos meses se producirá un proceso electoral, también se ha pasado de tener candidatos decididos mediante elecciones primarias, a tener solo posibles candidatos. Ya no habrá Primarias porque no queda tiempo para hacerlas, pero la vida continuará mientras los socialistas discutimos sobre la decisión tomada, y los demás sacan conclusiones gratuitas e interesadas.
Conviene advertir que el sistema democrático de partidos debe ser aceptado y apuntalado, también en el seno de los mismos partidos. El tiempo va a decir dónde está la razón, pero el PSOE se juega mucho en este envite. Si Tomás Gómez no ha dado el brazo a torcer, ni ha negociado, tendrá sus razones. Si Pedro Sánchez se ha obstinado en mostrarse rígido e inflexible inhabilitando todo lo que estaba habilitado en Madrid, puede que también las tenga, sean personales o estatutarias. El tiempo responderá, pero los socialistas deberíamos ser respetuosos con nosotros mismos, porque toda reflexión al respecto, que no parezca razonable, solo servirá para dar bazas y aliento a los enemigos, que son varios y son cobardes. ¡Tan cobardes que no dudarán en usar razonamientos arteros y espurios!
La trascendencia del PSOE le hace imprescindible en nuestra Democracia. Los oportunistas lo saben, -saben de su compromiso social y de su trascendencia-, y no dudarán en meterse, osadamente, en camisas de once varas.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN

domingo, 8 de febrero de 2015

EL NUEVO MAPA POLÍTICO VASCO (EL DIARIO NORTE, 7 de Febrero de 2015)

EL NUEVO MAPA POLÍTICO VASCO
¿Cómo quedará configurado el mapa político vasco tras las próximas elecciones? No me refiero exclusivamente al número de electos con que contará cada una de las formaciones, sino de qué modo la irrupción de una nueva fuerza política (Podemos) va a influir en el debate político que actualmente se viene produciendo en las Instituciones vascas. ¿Para cuándo lo sabremos? De momento faltan algunos datos, no menores, por ejemplo que Podemos llegue a formar candidaturas para todos los municipios vascos o no, para las tres capitales vascas o no, para las Juntas Generales de los tres Territorios o no. Sin embargo, cada vez que se publican los resultados de alguna encuesta se introduce la variable “Podemos”, que viene a mover ostensiblemente la distribución de escaños actual. Pero sobre todo, falta una definición, cuando menos un esbozo de tal, que sitúe a Podemos en un lugar o en otro respecto a los asuntos que atribulan a los vascos que, además de ser los mismos que lo hacen al resto de los españoles, -crisis, pobreza, desempleo, etc-, también son los concernientes a su estructura territorial, sus relaciones con el Estado y ese concepto recientemente descubierto del derecho a decidir.
Hace algunos meses la noticia fue que Podemos arrebataba el cuarto lugar en Euskadi al PP, pero ahora bien pudiera ser que haya mejorado posiciones. Y ello sin mover ni un dedo, sin hacer el más mínimo pronunciamiento en torno a los temas más espinosos y controvertidos que nos afectan a los vascos: ni se han pronunciado respecto a cómo debe producirse el fin de ETA, o cuales han de ser las políticas relativas al tratamiento de los presos o las víctimas de ETA, ni lo han hecho sobre la “soberanía” de Euskadi, que se dirime en la más absoluta ambigüedad entre propuestas de constitucionalismo, federalismo, nuevo status o independencia. Tampoco en este escabroso paisaje se han decidido por nada en concreto. Se percibe que quienes han mostrado esa preferencia cuando han sido preguntados por los encuestadores, han puesto el énfasis en seguir la estela más populista, la tendencia más seguida en el resto del territorio nacional, lo cual nos hace a los vascos mucho menos diferentes que lo que pensamos del resto de los españoles.
En todo caso los nuevos políticos vascos tienen la obligación y el deber de posicionarse respecto al asunto que nos ha traído a mal andar a los vascos. Será una traición a la democracia y un rasgo de cobardía o desidia que todo continúe como hasta ahora, o que el gran debate que a lo largo del tiempo ha supuesto que la sociedad vasca haya estado dividida en torno a quimeras secesionistas, mientras unos empuñaban las pistolas, se salde ahora con un sencillo referendo, no vinculante por cierto, en respuesta al ambiguo derecho a decidir. Y ello por varios motivos, en primer lugar porque incluso quienes han inventado (o utilizado por primera vez) el término, se han posicionado con cierta nitidez sobre sus preferencias; y en segundo lugar porque cabe que su desistimiento en la polémica resulte vital en el resultado último.
Si, como se prevé, Podemos va a tener una presencia mucho más que testimonial en las capitales vascas, en las poblaciones de más de 50.000 habitantes y en las Juntas Generales, hay que pedirle que no actúe como un mero convidado de piedra en los debates que ya se vienen produciendo. Si se muestran partidarios de la independencia de los vascos respecto de España, bueno será advertirles de que su presencia en las Juntas Generales servirá de bien poco; y si son proclives a buscar un nuevo status, también deberían mostrarnos un bosquejo aunque sea hecho a brochazos. Cualquiera que sea su pretensión habrán de exponerla antes que nada, porque lo que no pueden hacer (ni debemos permitírselo) es arrogarse el papel de espíritus puros y serviciales que están a disposición en todas las situaciones o posibilidades que se presenten. La Política es también una forma de compromiso, es sobre todo compromiso con las personas y los ciudadanos, va más allá de un mero servicio que responda a cumplir los caprichos de la gente. Por lo tanto, quien ejerza el noble oficio de político no puede delegar sus propias responsabilidades en una consulta pública, por muy democrático que pueda parecer. La defensa del derecho a decidir, sin asumir la responsabilidad y el riesgo de perder en el consiguiente referendo solo tiene que ver con la urgencia que le asiste a Podemos de conquistar el cielo, es decir el Gobierno, utilizando cualquier medio.
El nuevo mapa político vasco ha de conformarse desde la seriedad y el compromiso con la sana convivencia de los vascos. Si los nuevos políticos vascos (Podemos) siguen en esa tibieza tan medrosa frente al problema vasco, -o conflicto-, lo mejor es que se escondan. Y los demás, los que siempre han estado en la sana pelea, deben apremiarles para que hablen ahora o callen para siempre. Al menos, aquí, en la tierra de los vascos.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN    

JARRONES CHINOS (EL PAIS, 8 de Febrero de 2015)

JARRONES CHINOS
De este modo se autodefinió Felipe González (FG) cuando dejó de ser Presidente del Gobierno: “Para mí los ex presidentes son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños, se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes”. Esta especie de conmiseración hacia sí mismo sonó bien en su momento. Dio la impresión de que FG se apartaba para siempre de la vida pública y se quedaba en los libros y en esos pasajes recónditos de la Historia. Sin embargo, solo tenía 54 años cuando abandonó el Gobierno, pero tenía el bagaje de muchos años de experiencia laboral como abogado laboralista, unos cuantos años de lucha contra la dictadura franquista en la clandestinidad y catorce años en el Gobierno Español dirigiendo una Transición realmente complicada. Quiero decir con esto que aquel pensamiento auspiciado por su comparación con los jarrones chinos se ha hecho realidad: ya es un jarrón chino que parece estorbar en todas partes. Pero, ¿estorba? Responder que sí sería como negar la Democracia en que vivimos, porque en Democracia no estorba nadie, toda vez que es ella misma la que coloca a cada cual en su sitio.
Cada vez que FG opina sobre algo actual hay quien salta a su yugular como si se tratara de un doberman. Al parecer, no debe pronunciarse sobre nada, debe rechazar cualquier micrófono que se le ofrezca, incluso deberá dejar de reflexionar en sus adentros para no verse tentado a hacer públicos sus pensamientos. Las Redes Sociales, que son usadas con crueldad por quienes han hallado en ellas el desahogo y el protagonismo que nunca hubieran soñado, se han llenado de insultos y calificativos obscenos para FG sólo porque se ha posicionado a favor del Pacto antiyihadista (que contiene la “prisión permanente revisable”, que el PSOE va a recurrir y derogar), y porque ha reflexionado en torno a la necesidad de elevar la edad de jubilación para favorecer la sostenibilidad del sistema de pensiones. Ha respondido a lo que le han preguntado, y lo ha hecho desde su posición y desde su situación.
Hay quien dice que esto ha ido en contra de su compañero de partido Pedro Sánchez, a la vez su Secretario General, al que intentan tachar de marioneta del “establishment” o poder establecido en el PSOE, que personifican en FG y no en Pedro Sánchez. Cabe que la evolución de FG no haya sido la más adecuada, porque dedicarse a cobrar por asesoramientos cantidades tan elevadas, pudiendo vivir con su sueldo de Ex Presidente, que sería lo idóneo, resulta tan sospechoso como criticable. Sin embargo, sería un derroche inadmisible despreciar todo el bagaje que ha llegado a almacenar FG, o cualquiera otro de los ex presidentes. ¿Se le puede exigir que guarde un silencio sepulcral a quien tiene tantos datos para construir reflexiones? En todo caso es imposible tener éxito en el intento porque los periodistas serios buscan la noticia en todas las fuentes que pueden suministrarlas, y los periodistas chapuceros y tendenciosos viven obsesionados buscando disputas falsas entre compañeros, o contradicciones en lo que solo son pareceres diferentes.
A mí personalmente no me han hecho gracia las declaraciones de FG porque no las comparto, pero acallarle sería como quemarle algunos capítulos a los libros de la Historia y de la Experiencia.
El Secretario General del PSOE es Pedro Sánchez. Eso lo sabe también FG, pero hay quienes se empeñan en demeritarle poniéndole a los pies de cualquiera que opine de modo controvertido o matizado respecto a las tesis imperantes en el PSOE. En resumen, están esperando que Pedro Sánchez lance un grito estridente, como el del Rey español a Hugo Chávez en aquella famosa reunión: “¡Por qué no te callas!” Y rizando el rizo, probablemente, también esperan que FG convoque a los medios y, tras abrir una puerta, pronuncie con consternación: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Es una pena que nosotros, los del vulgo, valoremos a estos jarrones chinos mirando más el esmalte que cubre la porcelana que los conocimientos y experiencias que albergan en su interior.
FDO.  JOSU MONTALBAN