miércoles, 25 de enero de 2017

EL PSOE EN LA HORA DE LA VERDAD (LaInformacion.com, 25 - 01 - 2017)




EL PSOE EN LA HORA DE LA VERDAD

Me asedia, incluso me agobia, una pregunta de difícil y comprometida respuesta: ¿cómo debe comportarse ahora mismo un socialista? La contestación me introduce en una auténtica aventura cuyo desenlace final es tan dudoso que quizás no llegue a iluminar ninguna de las mentes involucradas, pero el socialismo español se encuentra en uno de esos momentos en los que los socialistas tenemos que obrar con sumo cuidado y poner en el desenlace la máxima responsabilidad.

Ahora que la tan criticada Gestora del PSOE ha agitado la bandera para que comience el zafarrancho, ahora que incluso ya hay un candidato formal, y que otros dos juguetean para encontrar el momento más propicio para su postulación, es tiempo de poner sobre la mesa qué es lo que los socialistas del PSOE nos traemos entre manos para que los personalismos , las filias y las fobias dejen paso a las propuestas, a la ideología y a las posibles estrategias. Ello a sabiendas de que de este proceso de selección del nuevo Secretario General ha de surgir el nuevo tiempo para el PSOE y para España. Sin embargo da la impresión de que los socialistas no hemos aprendido de nuestros errores.

El único candidato surgido cuando escribo este artículo, Patxi López, ha sido defenestrado con el mismo ahínco que antes por los partidarios beligerantes de Pedro Sánchez. El esfuerzo de López por mostrar cara y ademanes amables, por usar un lenguaje nada agresivo, choca con la hemeroteca que muestra los viejos tiempos en que formó el escuadrón de defensa a ultranza de las posiciones de Pedro Sánchez con su “no es no”. Y aunque siga en el ambiente, y en las intenciones del PSOE, negar al PP la posibilidad de aprobar sus Presupuestos, al “no es no” hay quienes le añaden detrás un “pero”, seguido de unos puntos suspensivos, que da pie a casi todo. De las filas socialistas surgen las voces airadas de quienes discrepan con las élites, pero la figura de Patxi López ha añadido incertidumbres, toda vez que sus palabras anuncian que quiere moverse en un espacio que quedó borrado justamente cuando el PSOE se dividió de forma tajante entre los partidarios de Pedro Sánchez y los partidarios de Susana Díaz. No había espacio para más. Tampoco ahora lo hay, salvo que alguno de los dos se retire de la contienda y decida pedir a sus apoyos que voten a Patxi López.

Cuando el próximo fin de semana Pedro Sánchez comparezca en Sevilla para mostrar sus cartas sabremos más y podremos especular con nuevos datos y más fundamento, pero aún quedan muchos pasos que dar y muchas posibilidades. La pena es que se haya sometido a las bases a un esfuerzo irracional porque los posibles líderes del futuro han permanecido agazapados, sin aportar ni una sola razón para el debate, dejando que los socialistas de la base se hayan dado de puñaladas y se hayan desangrado mientras los lideres ávidos de poder contaban, con premeditación y alevosía, los votos a favor y los votos en contra para el caso de que tuvieran lugar unas Primarias en el PSOE.

Me hago una pregunta: ¿quién es el candidato de las bases, de la militancia? Si se ha acuñado el término “candidato/a de las élites”, debe haber un “candidato de las bases”, aunque tal no pertenezca a dichas bases. ¿Lo es acaso quien fue Secretario General impulsado por la misma élite a la que ahora denuesta? Así que dejémonos de pamplinas y abordemos el proceso de selección interna con serenidad y mesura. Que hasta este momento lo hayamos hecho bastante mal no quiere decir que debamos profundizar en los errores.

Es el tiempo de las bases. Un militante, un voto. Menos cuchillos y más ideas. Y sobre todo más lealtad a un partido centenario al que los españoles necesitan para vivir mejor, al menos para vivir menos mal que ahora.

Fdo.  JOSU  MONTALBAN     

sábado, 21 de enero de 2017

LA IZQUIERDA SE RESQUEBRAJA... (LaInformacion.com, 22 - 01 - 2017)




LA IZQUIERDA SE RESQUEBRAJA

Y las izquierdas se hacen añicos.

El sino de la izquierda política es el debate constante e infructuoso, la división de opiniones que conduce fatalmente a la enemistad y al odio. Si la derecha gana las elecciones y se mantiene en el poder es en buena medida como consecuencia de la división de la izquierda y, lo que es peor, la nula voluntad de sus trozos de llegar a acuerdos para derrotar de ese modo a la derecha. El panorama actual es esclarecedor. IU firmó su finiquito cuando pactó comparecer a las Elecciones con Podemos, que exigió a cambio que sus siglas desaparecieran del escaparate político y electoral. PODEMOS discute sobre liderazgos, mucho más que sobre ideologías o programas, sin que aún haya consolidado su estructura como formación política. Y el PSOE se desangra buscando un líder para reunir a sus huestes en el campo de batalla electoral, sin otro debate que el de las apetencias dirigidas a uno o a otro, aunque sin profundizar en lo ideológico. En todo caso, la Izquierda que debería aglutinar a las tres formaciones (PSOE, Podemos e IU) está resquebrajada del mismo modo que las tres izquierdas que forman, o deberían formar, esa Izquierda se están haciendo añicos.

En la gran Izquierda perviven las desavenencias. No es ninguna exageración decir que si IU, como heredera del PCE, procede de una desavenencia en el comunismo, que provocó una sangrante herida y posterior ruptura, Podemos también procede de una “ruptura” del PSOE, motivada por su escaso acierto a la hora de desarrollar sus políticas en los últimos años, y por la intransigencia de un líder como Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse), mucho más entregado a cultivar su ego en los medios de comunicación que a colaborar en eso que se ha dado en llamar “la unión de las izquierdas”, como única fórmula para superar a la derecha española, reaccionaria, interesada y muy poco aficionada a consolidar una democracia fuerte mediante la configuración de una sociedad equilibrada e igualitaria, al menos en  derechos.

La derecha española campa a sus anchas porque a su alrededor solo ve inoperancia o desórdenes que no auguran nada útil y eficaz. Por no contar ni siquiera cuenta con algún líder consistente y capaz de aglutinar las tendencias e ideologías de todas sus fracciones y facciones. En la Izquierda se arremolinan un partido casi testimonial, como IU, una formación tan desordenada como populista, como Podemos, y un partido grande, como el PSOE, que debe hacer valer su experiencia, su antigüedad y su historia. Pero de poco servirá todo esto si los líderes se miran con desconfianza y porfían por ser ellos, individualmente, los elegidos para capitanear la gran afluencia.

Si la experiencia y lo acontecido a lo largo del  tiempo enseñan algo, deberíamos convenir que ha sido el PSOE la fuerza que ha mantenido en pie la vigencia de la Izquierda en España. Ha sido el PSOE el que puso toda la carne en el asador, incluso renunciando a venganzas y “justicias enrabietadas”, para culminar la Transición y construir la Democracia en que vivimos, que es imperfecta pero es un hábitat saludable para los españoles después de cuarenta años de dictadura franquista que a pesar del largo tiempo ya pasado aún muestra sus secuelas.

Resulta fácil ahora criticar y desacreditar el proceso de la Transición, pero el ambiente social en que se desenvuelven nuestras vidas, o sea nuestra convivencia, se ha visto sobresaltado en los últimos años como consecuencia del afloramiento de populismos que siempre son pan para hoy y hambre para mañana. Conforme el populismo se ha ido, claro está, popularizando, el socialismo (PSOE) se ha visto sumido en un proceso de “despopularización”, en buena parte porque no ha ofrecido respuestas adecuadas a los problemas, es decir por haber adolecido de una alta dosis de desidia.

Es tiempo de que las izquierdas dejen sus rencillas a un lado, de que hagan causa común, -ya que no consiguen construir una casa común-, con todo aquello que confluye en todas ellas. Es tiempo de que comprendan que han de ser ellas, las izquierdas, las que solucionen el gran problema de los humanos que es la desigualdad, la que hace ricos y pobres, poderosos e impotentes, satisfechos e insatisfechos, humildes y soberbios, en suma, buenos y malos. Las izquierdas deben reconstruirse para que la Izquierda deje de resquebrajarse.

FDO.  JOSU  MONTALBAN              

jueves, 19 de enero de 2017

FÚTBOL (DEIA, 19 - 01 - 2017)




FÚTBOL

Hablemos de fútbol, amigos. Es imposible sustraerse a hacerlo porque ocupa demasiado tiempo en nuestras vidas. No solo como espectáculo o entretenimiento, también es un deporte, y una competición, y una actividad de masas, y un juego, y sobre todo un negocio. Además está sirviendo para que hablemos tanto de él que apenas nos queda tiempo para hablar de otra cosa. Las pantallas de las televisiones que presiden los espacios públicos retransmiten constantemente partidos, siempre para ofrecer divertimiento a enfervorizados hinchas que no ven lo que está aconteciendo realmente sino lo que les gustaría que aconteciera. Pero el fútbol no es lo que debiera ser. Convertido en un revulsivo de la economía y de ciertos negocios que muy bien pueden ser asimilados al tráfico de humanos, lo que menos aprecian los espectadores es la belleza del juego, ni la fortaleza y habilidad de quienes lo protagonizan, ni la conjugación del equipo que convierte a los once componentes en piezas de un engranaje, de una máquina compleja a la que se opone otra máquina igualmente compleja.

El fútbol necesita que todo cuanto forma parte del espectáculo funcione al unísono, y que cada elemento cumpla su cometido a la perfección. Cuando esto no ocurre el fútbol deja de ser un arte para convertirse en una serie de movimientos alrededor de un punto, el balón, que se mueve impulsado por quienes, virtuosos o no, lo practican desde la obsesión sana de conseguir la victoria. Pero el “match” que se desarrolla en el estadio también tiene lugar en otros ámbitos: en las calles, principalmente en las que rodean al estadio, en las gradas en las que se agolpan los hinchas ataviados con bufandas coloreadas y fetiches, en las páginas deportivas de los diarios en donde los comentaristas no exhiben tanto la imparcialidad como el forofismo, en las tertulias radiofónicas en las que los especialistas intentan ejercer de hinchas y los hinchas de especialistas, en los corrillos que forman los jubilados en las plazas y parques,… en cualquier insospechado lugar el fútbol llena todos los espacios, incluso llena los sueños.

Dice Eduardo Galeano en su libro “El Fútbol a Sol y Sombra” que “la historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber”. Los futbolistas, cuando eran niños, “jugaban” al fútbol, más bien jugaban con una pelota, o con cualquier bulto esférico o similar al que se pudiera patear dirigiéndolo hacia un objetivo en el que finalizaban su utilidad y su trayectoria. Pero el fútbol deja de ser un juego demasiado pronto para convertirse en un compromiso formal, en un deber que supedita las vidas y convierte su práctica en una añagaza para los jóvenes que empiezan a verle no ya como un “modus vivendi” sino como la forma más rápida de enriquecerse. Pero, ¡ay!, los cuerpos fornidos y atléticos de los futbolistas comienzan su declive demasiado pronto víctimas del “envejecimiento”, y de las lesiones sufridas, que someten a los deportistas a terapias que curan aquí y deterioran allá. Todo esto convierte el proyecto de vida de los futbolistas en una carrera muy apresurada de no más de doce años en los que tienen que conseguir un capital suficiente para vivir más de la mitad de sus vidas.

Y bien, ya nadie piensa que el fútbol sea un juego, ni siquiera un deporte, sino un negocio que mueve millones y millones de divisas por el Mundo. Para ello ha sido necesario invertir importantes cantidades de dinero en su divulgación y en la propaganda publicitaria que utiliza los acontecimientos y los estadios como soportes. El fútbol actual reúne a sus protagonistas principales, los jugadores, con los espectadores, distribuidos en categorías, como hinchas, forofos, partidarios o meros curiosos alertados por la belleza y la espectacularidad que afloran en los estadios. Sin deportistas, sin futbolistas y sin espectadores no habría fútbol, al menos no habría fútbol-espectáculo. Y es más que probable que tampoco habría fútbol-juego. En el caso del fútbol, y también en otras actividades deportivas, la condición de espectáculo y negocio, a partes iguales, es la que prevalece. Salvo honrosas excepciones, -nuestro Athletic, Real Madrid, Barcelona…-, los equipos de la Primera División española se han visto invadidos por magnates orientales y adinerados con ansia de riqueza que han puesto casi todo su esfuerzo en sacar el máximo provecho a su inversión dineraria sin que el deporte les importara un bledo. A ellos no les obsesionan, ni siquiera les inquieta, el deporte, sólo el negocio. Del traspaso de sus jugadores obtienen dinero, pero se desentienden inmediatamente del futuro de quienes son traspasados, salvo que lleguen a la gloria y el éxito, en ese caso hacen alarde de que conquistaron tal éxito gracias también a sus esfuerzos.

Sin embargo conviene subrayar que no es oro todo lo que reluce en el fútbol tal como ahora forma parte de nuestras vidas. ¿A quién hemos de adjudicar su responsabilidad? Veamos de qué modo se presenta el espectáculo, y veamos de qué modo se desarrollan los acontecimientos. Los multimillonarios futbolistas salen al terreno de juego cogiendo la mano de niños de menos de doce años, entusiasmados ellos, principalmente los niños, y de sus infantiles manos llegan hasta el centro del campo, allí se desentienden de la infantil compañía para dar cumplida presencia y fe al espectáculo. Suenan los himnos, si es menester, y muestran sus parabienes los contendientes y el juez que tendrá la sublime misión de arbitrar la contienda conforme a los pertinentes reglamentos. Las reglas que rigen la contienda futbolística no solo las conoce el árbitro, sino que también las conocen los futbolistas, de modo que la figura del árbitro debiera ser la más innecesaria, porque unos futbolistas honrados evitarían cometer faltas e incurrir en incorrecciones que deberían aparejar sanciones. El árbitro, por tanto, solo debería interpretar aquellas actuaciones trasgresoras y valorar las intenciones de sus artífices.

Tras el pitido inicial que da comienzo a la “pelea” –que curiosamente se llama “encuentro” de fútbol- el espectáculo se abre a todo tipo de especulaciones. Es verdad que no son pocas las acciones virtuosas que provocan aplausos y ayes de elogio en el graderío, que se producen situaciones que provocan tanta sorpresa como admiración, que la pasión llena los pechos de aire presto a inflar gritos de ánimo para los propios y pitos airados para los contrarios, que la fortaleza, la resistencia y la habilidad componen escenarios en los que los magos del balón construyen la gloria realizando goles dignos del máximo elogio… sí, es verdad. Pero en medio de las virtudes afloran los vicios: los insultos sin razón, las brusquedades de los contendientes, la violencia excesiva, los desaires que se administran unos a otros sin advertir ni admitir que son colegas de oficio que mañana pueden ser compañeros de equipo, las silumaciones e imitaciones que buscan engañar al juez y árbitro de la contienda…

Y todos los empeños de los futbolistas para engañar a todos, provocando favores del árbitro y ánimo improcedente de sus forofos, terminan por convertir el noble deporte del Fútbol en una reunión de previsibles reaccionarios incapaces de valorar desde la imparcialidad y la neutralidad ese juego sublime que es el Fútbol, en el que la habilidad, la fortaleza, la rapidez y la nobleza han de ponerse de acuerdo para llevar el balón a la cesta, que es la portería, donde un cancerbero se la ve y desea para que los forofos nunca lleguen a gritar “¡goool!”.

FDO.  JOSU MONTALBÁN      

¿TODO ES BUENO PARA EL CONVENTO? (El Diario Norte, 19 - 01 - 2017)




¿TODO ES BUENO PARA EL CONVENTO?

Euskadi no es un convento, pero no le hubiera venido mal a sus autoridades disponer de un claustro para pasear por él e ir reflexionando sobre la paz que, con tanto anhelo e inquietud, buscábamos los vascos. Quienes pusieron tanto de su parte para que la paz y la convivencia fueran casi una quimera, es decir los terroristas de ETA y sus cómplices de la Izquierda Abertzale, que llegaron a vocear en las calles “ETA mátalos”, ya han sido derrotados mediante la contundencia policial ante su pertinencia desmedida. Pero lo que queda de ETA, aún no disuelta, sigue dando guerra… Y siguen dando guerra quienes continúan reivindicando la pacificación y la convivencia desde un posicionamiento absurdo que predica la equidistancia entre víctimas y victimarios. La sociedad vasca está suficientemente constreñida como para que en una misma familia convivan víctimas y victimarios, o familiares de tal con amenazados aterrorizados, de modo que los discursos institucionales han tenido que hacer equilibrios para satisfacer y enfadar en la misma medida.

Cuando ETA, derrotada previamente mediante la Ley, la constancia y el acierto de las Instituciones decidió dejar de atentar se abrió un periodo difícil de administrar para los gobernantes autonómicos. Cuando el Lehendakari Patxi López apostó por acordar con el PP un Gobierno que plantara cara al terrorismo etarra, estaba arriesgando mucho, porque la sociedad vasca adolecía, y aún adolece, de una endogamia peligrosa en la que conviven vínculos muy imbricados unos en otros que han impedido la contundencia y la libertad. También el nacionalismo vasco buscó la paz, pero lo que caracterizó a tal búsqueda fue la pusilanimidad a la hora de adjudicar la culpabilidad del hecho terrorista, al menos desde el momento en que Franco, con su muerte, dejó el camino libre para que se iniciara un nuevo tiempo.

Cuando escribo este artículo ya está en la prensa escrita la noticia de que “miles de personas exigen en Bilbao un cambio en la política penitenciaria”. Es verdad, pero todo es muy engañoso, porque a la cita convocada por la plataforma llamada SARE, ocasionalmente útil para los presos y sus familias, no acudieron los partidos políticos vascos más importantes. Curiosamente el ex etarra Otegi estaba mientras tanto en Berlín falseando la realidad y reivindicando “la libertad de los presos políticos vascos”. De modo que, de un plumazo, los presos de ETA se han convertido en presos políticos. Lo que Otegi dijo en Berlín contrasta con la pluralidad que vio el responsable de SARE, Joseba Azkarraga, en la marcha de Bilbao en la que, al parecer, se defendían los derechos de los presos asesinos de ETA como si se estuviera defendiendo a un carterista, a un matón o a un traficante de drogas… Y al mismo tiempo Urkullu buscaba en el Vaticano la mediación del ”número dos” (el siguiente al Papa Francisco en el escalafón) Monseñor Paroli, para consolidar la paz. Urkullu buscaba en el encuentro con Paroli un impulsor de la convivencia que no debería ser necesario, porque el diagnóstico de la situación actual es coincidente para casi todos, si bien no lo son ni la terapia a aplicar ni las actitudes de los líderes vascos.

El colectivo de presos y ex presos vascos no se pronuncia de modo unitario. Los hay que aún mantienen el dedo en el gatillo aunque les hayan desposeído del arma pertinente. Los hay entregados a la mística religiosa pues no en vano, como pregonaba el título de un famoso libro “ETA nació en un seminario” (Alvaro Baeza). Los hay haciendo vida normal en las calles después de haber mostrado su arrepentimiento y obtenido las medidas de gracia con las que la sociedad buscó el fin de la violencia y la integración de los violentos apaciguados. Y los hay, por fin, que permanecen en las cárceles supeditados a las estrategias de quienes, desde las calles, los usan como puntas de lanza de su quimera independentista. Es en este último apartado en el que hay que encuadrar a quienes, convocados por SARE, pasearon por las calles de Bilbao con tantas reivindicaciones dirigidas a las pacíficas Instituciones, y tan pocas dirigidas a la ínclita y despreciable ETA. SARE, a pesar de la posible “encomiabilidad” de su empeño, está haciéndole los mandados a una organización terrorista que tiene a sus espaldas más de un millar de asesinados, sin juicio de ninguna clase, y sin otro veredicto que justificara los asesinatos que la maldad y la miseria moral de los ejecutores. SARE hace un importante esfuerzo intentando naturalizar un hecho tan brutal (la violencia terrorista en Euskadi y en España), pero se equivoca cuando no exige a ETA su disolución.

La nomenclatura que se utiliza cada vez que afloran estas acciones programadas en favor de la paz no es inocente. Con todo el respeto para quienes abrían la manifestación, la mayoría familiares directos de asesinados, se trata de una añagaza por parte de la plataforma para arrimar el ascua a una sola de las varias sardinas que aún se queman en forma de ascuas o rescoldos de ETA. El uso del término “conflicto” es interesado y fatuo, y convierte a los presos de ETA en lo que Otegi y Sortu pretenden, es decir en “presos políticos”, en lugar de mantenerlos en lo que siempre han sido: delincuentes comunes y asesinos. Las coletillas utilizadas por quienes acudieron a la manifestación, -“les toca a ellos mover ficha”, “viven más cómodos obstaculizando la paz” o “…para que no haya más víctimas”-, que han recogido los diarios, vinieron inducidas por las intenciones arteras de los organizadores, que quieren la paz y la buena convivencia pero la quieren sin que sea imprescindible la capitulación previa de ETA en los justos términos en que debería producirse.

El comunicado leído por SARE es delatante. Se inició en un tono poco edificante y desafiante: “¡Que se nos oiga, que se nos sienta, que se nos vea en Madrid y en París, en las cárceles y en el exilio!”. No dijeron nada de los cementerios en los que reposan las víctimas que asesinó ETA. Y hablaron de la “resolución del conflicto” cuando el motivo de la manifestación solo era reclamar el final de una situación dolorosa para las familias de los presos, como es la dispersión en diferentes cárceles españolas. Pero ellos, erre que erre, utilizando un lenguaje apocalíptico y mezquino que puso en tela de juicio sus intenciones reales, más aún cuando exigieron que se ponga fin a “las vulneraciones que supone la aplicación del derecho penal y penitenciario del enemigo”. ¿Amigos y enemigos? ¿Cómo puede usar esos dos términos una organización que busca la concordia? Eso sí, culminaron con un colofón lleno de sentimiento, insinuando que el Estado “vengativo” usa “la lógica perversa que intenta imponer desde la justicia vindicativa lo que no pueden ganar en las urnas ni en los corazones de Euskal Herria”. ¿Es este el programa pacificador que ha de buscar espacios para la condescendencia y la convivencia de todos los vascos? ¿Es este el fin, el objetivo pacificador de SARE? Para este viaje no son necesarias las alforjas.

Deberíamos sacar conclusiones. También SARE, que no ha contado con la aquiescencia y el respaldo de ningún partido político vascos, salvo los adscritos a la llamada Izquierda Abertzale. Euskadi (más aún Euskal Herria) quiere otra cosa, aunque venga inducida por Monseñor Paroli desde los aledaños de la Capilla Sixtina. Lo que no necesita son agitaciones absurdas. Si SARE hubiera exigido en este mismo viaje a ETA su disolución yo no hubiera escrito este artículo.

Fdo.  JOSU MONTALBAN