sábado, 27 de diciembre de 2014

LA SOLEMNIDAD DEL ACUERDO PRESUPUESTARIO

LA SOLEMNIDAD DEL ACUERDO PRESUPUESTARIO
Que a Euskadi le hubiera venido bien un acuerdo de estabilidad política justamente tras las Elecciones Municipales y Forales de 2011 ya está fuera de toda duda. Los hechos lo corroboran. Había razones importantes: la crisis que afloraba en Euskadi aunque lo hiciera en condiciones algo diferentes al resto del Estado, el final de ETA que iniciaba un proceso de mejora y consolidación de la convivencia de los vascos y la respuesta que, sin duda, habría que pergeñar ante el empeño secesionista catalán cuya influencia se extendería por toda España, así como el fenómeno de la corrupción política que también tendría su repercusión en nuestro ámbito… Pero no hubo acuerdo, ni entonces ni después, cuando el Gobierno Vasco echó a andar con una mayoría minoritaria y endeble, tan arriesgada como ahora ha quedado patente. La consecuencia es que el Gobierno Vasco va a aprobar sus Presupuestos para el 2015 mediante una triquiñuela, y las Diputaciones, o acudirán a prórrogas presupuestarias o a alguna otra triquiñuela.
La Política vasca requiere liderazgos solventes o mayorías estables. El poder de las Diputaciones, como recaudadoras de impuestos y depositarias de algunas competencias fundamentales, es muy notable, de modo que en acuerdo que pueda extenderse a todas las instituciones y darlas cierta estabilidad que las permita discurrir por caminos íntimamente relacionados entre sí, resulta fundamental. Porque cualquier proceso electoral tiene que servir para que luego los líderes políticos se estrujen el magín para buscar los mejores caminos para el futuro.
Concluidos los procesos electorales, si no se han producido mayorías absolutas, empieza otro proceso electoral, esta vez entre los partidos, en el que los líderes tienen que hacer valer sus liderazgos y mostrar sus habilidades, no ya a través de los colmillos sino a través de sus intuiciones y convicciones. Pues bien, esa intuición es la que falló hace algo más de tres años, cuando todos los líderes se empeñaron en hacer valer sus diferencias y exclusividades, en lugar de hacer valer sus coincidencias. De poco vale defender lo de cada cual de forma exclusiva cuando los votos no alcanzan.
El Gobierno Vasco va a aprobar sus Presupuestos de un modo ciertamente peculiar, a causa de la negligencia que empezó a fraguarse en las Elecciones Forales y Municipales, y que se consumó en las Autonómicas. La consecuencia ha sido una Euskadi gobernada por monolitismos poco consistentes y sin una voz única. Para contar con Presupuestos en el 2015, seis de los dieciséis parlamentarios socialistas (casi un 40% de la fuerza socialista) van a votar “SÍ”, mientras diez se van a abstener. El esfuerzo del PSE es importante. Una vez más los socialistas vascos se arman de responsabilidad, -lo que al resto de las fuerzas políticas le ha solido faltar-, para que Euskadi avance. El apoyo, como se ve no es total, según dicen, “porque estos no son los presupuestos del PSE”. Claro, por no ser no son de nadie en concreto, pero se van a convertir en los de todos los vascos en cuanto sean aprobados.
Una vez más se impone la credibilidad derivada de la historia, la tradición y la experiencia: frente a los saltos de canguro los pasitos del ciempiés. Sólo me quedan dos dudas: ¿Por qué no dieciséis votos del PSE en lugar de seis, aún advirtiendo claramente del significado? ¿Por qué no dar algo más de solemnidad al acuerdo, a pesar de todos los pesares? Debe ser por los vértigos: a ser demasiado español el PNV, o a ser demasiado vasco el PSE. No obstante, un buen acuerdo. Y necesario.
Fdo.  JOSU MONTALBAN    

lunes, 15 de diciembre de 2014

EL NIÑO OUAMOUNO Y EL ÉBOLA EN ESPAÑA

EL NIÑO OUAMOUNO Y EL ÉBOLA EN ESPAÑA
Resulta complicado escribir sobre el Ébola, queridos lectores, porque no sé bien qué cariz darle al relato. Desde que el Ébola irrumpió en España con la repatriación del misionero español Manuel Pajares la historia del Ébola ha llegado a nosotros como una amenaza para nuestras vidas, en lugar de llegar como la realidad que ya es, que afecta a tantos millones de humanos en el continente africano, proscritos y olvidados. Pero llegó el misionero Pajares procedente de Liberia y se encendió la polémica, probablemente auspiciada por el miedo que infligió a los televidentes la parafernalia que rodeó al traslado: urnas herméticas para su aislamiento, personal (incluido el no sanitario) embozado en trajes aislantes, aislamiento completo de los aposentos que iba a ocupar el enfermo, silencio de las autoridades sanitarias españolas… Y por si fuera poco, la muerte del misionero en apenas cinco días.
El Ébola es una enfermedad pero bien parece un castigo, una plaga enviada por los dioses negros a los que los blancos no les debemos veneración ni respeto, por eso nuestro debate se ha centrado sobre todo en aspectos tangenciales. Mientras algunos científicos y médicos, -no los suficientes, principalmente vinculados a ONGs-, se empeñan en estudiar el mal con gran escasez de medios, nosotros los que nos creemos más adelantados y civilizados, vivimos enrocados en nuestra tozudez que consiste en poner barreras y edificar muros de la vergüenza para que ningún atisbo de Ébola se nos aproxime. La tragedia es allí, a muchos kilómetros de distancia, y por tanto no nos pertenece. Por eso las primeras reacciones fueron para criticar que los misioneros contagiados fueran repatriados para que murieran junto a sus paisanos y familiares. Si hubieran regresado sanos habrían recibido un homenaje en sus pueblos o ciudades como si fueran héroes, pero llegaron enfermos y la proscripción estaba cantada.
Mientras en España nos hemos enfrascado en lo más accesorio, -si las medidas de repatriación eran idóneas, si el Hospital de acogida era el adecuado, si los protocolos que se debían aplicar estaban suficientemente contrastados, etc…-, en África, en el corazón de la tragedia, se atendía a los moribundos  en unos rudimentarios hospitales de campaña donde las medidas de aislamiento más bien parecían medidas de dispersión del virus. Allá, tan lejos, según un estudio que data de 1987 (hace ya 27 años) alertaba de los primeros casos. La epidemia se ha cobrado desde entonces casi siete mil muertos de los más de 16.000 contagios, pero en Diciembre de 2013, en un poblado de Guinea retumbó la tragedia con gran estridencia.
Merece párrafo aparte, y exclusivo, el relato del periodista José Naranjo: “Ese día, un niño de dos años llamado Émile Ouamouno comenzó a tener fiebre alta, vómitos y hemorragias internas. Los epidemiólogos creen que es el paciente cero, la persona que entró en contacto con el virus, se contagió y desarrolló la enfermedad. Émile falleció el 6 de Diciembre y, en circunstancias normales, su nombre nunca hubiera sido famoso. Un niño más, como tantos otros, que muere en África de alguna enfermedad. Sin embargo, entre diciembre y enero murieron también su madre, su hermano y su abuela, a cuyo entierro asistieron numerosas personas de Dawa, el pueblo vecino. Y así, día tras día, funeral tras funeral, el virus se fue extendiendo. De Meliandou a Dawa y de allí a Guéckédou y Macenta. Lenta pero implacablemente”.
No solo allí, también en Mali, en Liberia, en Sierra Leona, en Nigeria, el Ébola fue cobrando sus tributos: unos murciélagos de características especiales iban y venían de choza en choza, de tejavana en tejavana, de poblado en poblado, transmitiendo el virus mortal. La improvisación no ha sido suficiente porque se lleva a cabo con medios precarios allí donde la pobreza es tan miserable que no alcanza ni para asegurar las más básicas y elementales condiciones higiénicas. Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) anduvo remisa en sus apreciaciones y el virus del Ébola viajó a los países de los alrededores antes de que la alarma sonara de forma contundente. Fue preciso que murieran los misioneros españoles, y que se contagiaran dos médicos estadounidenses, un enfermero británico y algunos cooperantes más, todos ellos procedentes del Primer Mundo.
Volvamos a España, porque es aquí donde se han producido ciertas reacciones que requieren un análisis minucioso, no tanto por éxito o fracaso de nuestros servicios médicos o sanitarios, sino por la cadena de despropósitos acontecidos, que durante tantos días han venido llenando las páginas de los diarios. Hubo una primera noticia que llamó poderosamente mi atención: “Familiares y colegas repudian a los sanitarios que atendieron a enfermos del Ébola en Madrid”. ¿Por miedo? Tal vez, pero la actitud refleja cierta desconfianza hacia unos profesionales que son los artífices y responsables de que la Medicina española esté considerada como una de las más eficaces de Europa. Como si de una Torre de Babel se tratara. El personal sanitario se enfrascó en una pelea dialéctica absurda en la que colaboraron de forma muy importante las autoridades políticas y la enfermera Teresa Romero que, atendiendo a uno de los misioneros fallecidos, se convirtió en una de las posibles contagiadas por el virus.
Fue zafia la ministra Ana Mato que no atisbó que ella no era la persona adecuada para informar y responder a las difíciles cuestiones que se le iban a presentar, pero fue más zafio aún, -y provocador-, el Consejero de Sanidad de Madrid Javier Rodriguez que, perteneciendo al ámbito sanitario por su profesión, se permitió tachar de negligente a la enfermera Teresa Romero. A veces la Política debe dejar hablar a las voces técnicas y científicas, porque no tiene todas las soluciones, y porque su idioma debe ser el del sentido común y el rigor, y no el de los subterfugios disfrazados de infalibilidad. Cuando en un principio la Vicepresidente del Gobierno asumió la responsabilidad que Ana Mato había practicado tan zafiamente, el fracaso estaba garantizado de nuevo. Menos mal que la última decisión fue nombrar un comité que se iba a dedicar exclusivamente al Ébola, que dirige actualmente el especialista en la materia Fernando Simón, un hombre que ofrece confianza no solo por sus contrastados (al parecer) conocimientos, sino por sus actitudes sencillas y su modo de hablar por medio de palabras y términos comprensibles, que inspiran confianza.
Merece capítulo aparte cuanto ha acontecido alrededor de la enfermera Teresa Romero, su esposo y su perro Excalibur. Alguien ha comentado que los periódicos han puesto demasiado celo en buscarle cinco patas al gato cada vez que han abierto la boca. Es verdad que los diarios escritos tienen demasiadas páginas y de algún modo hay que llenarlas, pero aquello que se publica entrecomillado no ha de ponerse en duda. Si primero fue el esposo el que puso el grito en el cielo porque fuera dictaminado el sacrificio de su perro, a la salida de su “reclusión” fue Teresa la que afirmó: “¡No quiero entrevistas, lo que necesito es a mi perro!”. Sirve como atenuante el largo periodo pasado por la enfermera en su destierro brutal pero su esposo no tiene atenuante ninguno y se le debe reclamar la debida serenidad, que no se vislumbra en estas declaraciones suyas en torno a su perro: “No quiero ni pensar cómo debió sentirse mi perro al ver que pasaban las horas y ninguno de los dos llegábamos a casa”. ¡Vaya fatuidad, en quienes no tuvieron ni una palabra de recuerdo ni consideración con quienes mueren en África por la misma causa.
Después fue el razonable alborozo que siguió a las pruebas negativas que certificaban que Teresa Romero no se había contagiado. Ese alborozo se convirtió en euforia, no tanto en la enfermera como en su esposo, que desplazó a la mujer que había venido ejerciendo el papel de portavoz para erigirse en dueño y señor de la situación. Las fotos fueron bellas porque el rostro aún convaleciente de Teresa aparecía rodeado de los rostros sonrientes de los médicos y sanitarios que la habían atendido con éxito. En la foto también estaba su esposo, pero ya no estaba quien había hecho de portavoz en varias ocasiones. ¿Por qué? Yo no soy quien para afirmarlo a machamartillo, pero bien creo que el nuevo tiempo ya había sido diseñado como el idóneo para reclamar, no ya responsabilidades, sino dinero. La noticia más espectacular desde entonces fue que “Teresa Romero reclama 300.000 euros para limpiar su honor y por el sacrificio de su perro”. Lo que, al parecer, no le importó tanto fue que “cuatro de los seis médicos que tratan a los enfermos de Ébola son eventuales”. ¿No hubiera sido más honorable  ponerse al frente de esa posible reivindicación, incluso propiciar algún tipo de organización que trabajara en el campo de investigación de la enfermedad, en lugar de reclamar dinero a título individual que, según apuntó, quizás fuera destinado todo o parte a una asociación de defensa de los animales?
Porque el Ébola sigue siendo una amenaza aquí, pero es una herida abierta que supura muertos en África; que deja a padres sin hijos y, por tanto, sin futuro ni esperanza; que deja a niños huérfanos, y faltos de protección y cariño; que deja a aquellos países inermes de brazos humanos. Los datos son escalofriantes porque los afectados aumentan (58% en un mes) a pesar de que antes aumentaran en mayor medida. Porque aunque las necesidades dinerarias se han cuantificado en 1.000 millones por Naciones Unidas, solo han sido aportados 600 hasta ahora. Porque las cifras de afectados e infectados asustan a quienes estamos tan lejos del epicentro de la epidemia, ¿qué no asustará a quienes ven pasar los cadáveres ante sus humildes guaridas? Los países siguen enviando personal médico y sanitario al lugar en que “se celebra” la tragedia. ¿Por qué será que Cuba, que es un país pequeñito y pobre, es uno de los países que más profesionales ha enviado? ¿Será que los cubanos tienen menos miedo al contagio, o será que ha fomentado con más ahínco la solidaridad internacional?
Siento la mayor pena por la muerte del niño Émile Ouamouno. También me da pena cuando se mata a un perro, pero lo de Excalibur es un sainete inadmisible.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN 

sábado, 13 de diciembre de 2014

PODEMOS,...¿PUEDEN?

PODEMOS: ¿PUEDEN?
Conforme pasa el tiempo Pablo Iglesias Turrión y los suyos empiezan a mostrar sus debilidades, por cierto, unas debilidades que son consecuencia de una impostura. Se ha tratado de una impostura en su doble acepción, porque primero imputaron de forma indiscriminada a los partidos que han gobernado en España desde la Dictadura (PSOE y PP) de producir, a partes iguales, los males que atribulan a los ciudadanos, y después han mostrado el engaño en que nos metieron a todos cuando han empezado a matizar el contenido de sus suculentas promesas, convirtiendo en meros agraces lo que habían presentado como almibarados manjares.
Su programa inicial ha resultado ser una especie de cuento de la lechera atiborrado, no ya de utopía, sino de metas imposibles de alcanzar. Ese afán mostrado por Iglesias, que consiste en “asaltar el cielo”, apenas va a suponer mirar hacia lo alto y soñar. No es poca cosa, pero resulta insuficiente como corolario de una hilera de añagazas que, como se ve, solo han pretendido minar la resistencia de los grandes partidos y preparar a los ciudadanos (a los que ellos llaman “gente”) para unas nuevas Elecciones en las que Podemos sea el artista invitado y principal.
A casi nada, de cuanto se les ha achacado, han respondido con serenidad. Cuando se les ha acusado de ser tan humanos como los demás, por crear empresas intermediaria “alegales”, o aprovecharse de becas universitarias distribuidas por sus amigos, han denunciado la infamia de los acusadores. Cuando se les ha tildado de haber participado en la construcción de regímenes “totalitarios” en América Latina, -Venezuela, Ecuador, Bolivia-, en lugar de advertir la insustancialidad de las denuncias por tratarse de regímenes tan democráticos como el español, se han venido abajo, y el propio Iglesias ha afirmado que el plan económico que han presentado hace solo unos días “tiene sus raíces en la tradición socialdemócrata”, es decir, en una de las tradiciones de la descalificada “casta”.
Se sienten atacados, perseguidos y maltratados. Precisamente ellos que han sido albergados en todos los programas televisivos y radiofónicos; ellos que todos los días ocupan al menos un par de páginas en los periódicos… Y todo esto ocurre antes de que tengan un solo Diputado en las Cortes Españolas, un solo Diputado en los gobiernos regionales, y un solo Alcalde o Concejal de Ayuntamiento. Bien, hay que admitir que su estrategia mediática ha sido extraordinariamente eficaz, pero ¿es suficiente? Sus propuestas primeras se han convertido en papel mojado, y ahora que, rodeados de colaboradores, están presentando su programa definitivo, los debates públicos con personas que responden a otras ideologías y tendencias, les parecen afrentas.
El problema de Podemos es que contienen su contradicción en su propio nombre, que es más un slogan que un nominativo. Lo suyo, hasta ahora, han sido las consignas fáciles, que no los discursos bien armados. “Sí se puede”, gritan en las plazas en que se congregan, pero no se atreven a romper realmente los esquemas. Ellos son la elite que habla a la “gente” para que les siga con los ojos cerrados. Les da miedo o vergüenza romper el sistema y ya, poco a poco, empiezan a ser socialdemócratas, ni siquiera socialistas.
El futuro se presenta interesante.
Fdo.  JOSU  MONTALBAN