OBAMA Y LA ESPERANZA
Recién conocidos los primeros resultados, prácticamente definitivos, de las Elecciones de EEUU, Obama pronunció un bellísimo discurso que deseo encadenar con otros dos discursos suyos memorables que pronunció cuatro años antes: el que pronunció cuando sólo era candidato a Presidente, en la famosa Puerta de Brandeburgo, aunque tuviera que ubicarse frente a ella por mandato de Angela Merkel, que le prohibió usar la misma ubicación que había utilizado el insigne Kennedy; y el que pronunció poco tiempo después, tras resultar elegido Presidente.
La frase que ha dado título en todos los periódicos al discurso de Obama ha sido “Lo mejor está por llegar”. Si algo ha caracterizado a Obama ha sido el modo como ha ido sembrando esperanza, la manera de abrir las ventanas para que, a su través, entre un paisaje bello y fructífero que ofrezca alicientes para afrontar el futuro que, casi siempre, se nos muestra menos halagüeño que el presente. Esto, dicho hoy, en medio de la brutal crisis mundial, alcanza un importante significado, porque si lo mejor está por llegar y aún no hemos conquistado lo bueno, el futuro va a ser una progresión harto satisfactoria. En medio de la fatal moda de pesimismo con que algunos gurúes de la Política y la Economía nos amenazan, es bueno escuchar palabras de esperanza.
Desde que inició su carrera hacia la Casa Blanca todo han sido mensajes aleccionadores que han provocado entusiasmo en todos los ciudadanos. En Brandeburgo se declaró “ciudadano del Mundo”, lo cual eclipsó a aquella frase tan convencional de Kennedy cuando afirmó que él “también era berlinés”. Allí fue donde, y cuando, puso tierra sobre el toque imperialista que había caracterizado a los “emperadores” de EEUU. Allí estuvo presente una humildad que luego ha caracterizado el proceder de Obama durante su primer mandato. “Es el momento en que podemos unirnos para salvar el planeta (…) Ninguna nación, no importa cuán grande y poderosa sea, puede vencer sola todas las amenazas (…) Rehagamos el mundo otra vez”. Y prometió “un nuevo amanecer para el mundo”, como si se tratara de un preámbulo para conseguir ese “mejor que está por llegar”. Nadie puede negar que esta esperanza es hija de aquella sembrada en Brandeburgo, cuando pidió que se derribaran “los muros entre los países que tienen más y los que tienen menos, los muros entre razas, entre tribus, entre credos, entre inmigrantes y nacionales”. Con estas palabras rememoró una frase lapidaria pronunciada en el mismo lugar por Reagan once años antes: “Señor Gorbachov, derribe ese muro (de Berlín)”, había voceado en alusión al famoso Muro que marcó el pasado de bloques herméticos y de Guerra Fría.
Cuando Obama llegó a la Casa Blanca, hace cuatro años, de aquella casa comenzaron a salir consignas diferentes. Hasta entonces solo los más enterados conocían como era la vida de los estadounidenses. El Ejército era la institución más conocida, siempre dispuesto a ir de un lugar a otro, a veces provocaban los conflictos para mostrar al Mundo el casi ilimitado poder de sus armas y la brutalidad de sus soldados. No se puede ahora decir que eso ha cambiado demasiado, -“el ejército más poderoso de la Tierra, y las mejores tropas que ha conocido el Mundo”, pronunció en ese último discurso Obama-, pero han sido muchas las oportunidades en que EEUU ha mostrado otros modos de actuar. Sin embargo, han aflorado matices y posiciones ideológicas inspiradas por Obama o por su equipo de colaboradores más cercanos. De cuanto entonces decía es bastante lo que ha transmitido en su discurso, aunque ahora lo haya hecho después de cuatro años en los que ha transformado el sistema sanitario y ha propiciado la legalización de tantos inmigrantes como viven, y vivían, en EEUU sin poder disfrutar de los derechos más básicos.
En este último discurso ha valorizado la Política, algo tan necesario en estos tiempos de absurdo descrédito hacia ella: “Sé que las campañas políticas pueden parecer poco importantes, incluso tontas. Y son carne de cañón para los cínicos que dicen que la política no es más que un enfrentamiento de egos o un territorio en que disputan grupos de intereses. Pero si habéis tenido la oportunidad de hablar con las personas que han acudido a nuestros mítines, o si habéis visto a los voluntarios que trabajaban hasta altas horas de la noche en una oficina de campaña en algún rincón remoto, habréis descubierto otra cosa”. Cínicos les llama, por tanto, a quienes la vilipendian. Y tira de la Política para pergeñar un futuro mejor para nuestros hijos: “Queremos que nuestros hijos vivan en un país que no esté acosado por la deuda, que no esté debilitado por las desigualdades, que no esté amenazado por la capacidad destructiva de un planeta que se calienta. Queremos transmitir un país seguro, respetado y admirado en todo el mundo, un país que avance con confianza más allá de esta época de guerra para construir una paz basada en la promesa de libertad y dignidad para todos los seres humanos”.
No renuncia a unos EEUU poderosos, pero incorpora palabras de importante significado humano: “Creemos en un EEUU generoso, un EEUU compasivo, un EEUU tolerante”. Se trata de un discurso nada exento de estética: “Este país tiene más riqueza que ningún otro, pero no es eso lo que nos hace ricos. Tenemos el ejército más poderoso de la historia, pero no es eso lo que nos hace fuertes. Nuestras universidades y nuestra cultura son la envidia del mundo entero, pero no es eso lo que hace que el mundo venga sin cesar hasta aquí. Lo que hace que EEUU sea excepcional es la convicción de que tenemos un destino común, la libertad por la que tantos estadounidenses han luchado que acarrea responsabilidades además de derechos. Y entre esas responsabilidades están el amor, la generosidad, el deber y el patriotismo”.
La palabra “esperanza” está presente en muchas partes del discurso, precisamente para subrayar que la sociedad que pretende construir será una sociedad que ofrecerá oportunidades para todos: “Creo que podemos cumplir la promesa de nuestros fundadores, la idea de que, si una persona está dispuesta a trabajar duro, no importa de donde venga ni qué aspecto tenga ni donde ame. No importa que sea negro, blanco, hispano, asiático, indio americano, joven, viejo, pobre, rico, capacitado, discapacitado, gay o heterosexual; en EEUU, si está dispuesto a esforzarse, puede conseguir lo que sea”. Es en ese futuro mejor en el que fundamenta su llamada a un patriotismo que está por encima de la suma de las ambiciones individuales y por encima de los designios y empeños de sus diferentes estados: “Somos, y siempre seremos, los EEUU de América”.
Un somero análisis de los resultados distribuidos por grupos sociales o de edad es suficiente para constatar la división ideológica ante las ofertas de los dos contendientes Obama y Romney. Nunca como ahora los votantes han respondido de modo tan diferente según su procedencia social y sus características. El conservadurismo de Romney ha atraído a los grupos más acomodados social y económicamente. A Obama le han votado en mayor medida las mujeres, y en mucha mayor medida los negros (93%), los hispanos (71%), y los asiáticos (73%). Le han votado en mayor medida también los más jóvenes (el 60% de los comprendidos entre 16 y 26 años), sobre los que recaen las carencias y amenazas más importantes: acceso al empleo, acceso a la Educación y a la Formación. “Lo mejor está por llegar”, ha dicho Obama a quienes le han votado, y también a quienes no le han votado. Sabe que el futuro se conquista con esfuerzo pero, sobre todo, armándose de optimismo para que la lucha y los impulsos individuales se conviertan en un infinito impulso colectivo.
Fdo. JOSU MONTALBAN