¿NO LO SABÍAMOS?
“Resulta paradójico, casi inverosímil, contemplar la despreocupación o el conformismo con los que la sociedad española vive la merma paulatina y constante de sus derechos. La crisis, como recurso comodín, pretende justificar cualquier medida, pero el punto de partida previo ya nos situaba en desventaja, y no es serio exigir más sacrificios a los paganos de un sistema injusto y de los errores de otros. ¿O es que no lo sabíamos?”. Así inicia Rosa María Artal su aportación al libro “Reacciona”, en el que diez intelectuales españoles, alertados por las características de la crisis y pos sus consecuencias, censuran la brutalidad de las reaccionarias medidas con las que España ha respondido. Con ella, yo también me pregunto: ¿lo sabíamos? Y también me surge la misma duda ante las remisas respuestas que la sociedad viene dando a sus sufrimientos: ¿es despreocupación o es conformismo?.
Quizás no se trate de ambas actitudes, porque los semblantes de quienes sufren con más rigor la crisis, es decir los más pobres y vulnerables, son de preocupación. Y resulta evidente que no se conforman a vivir sufriendo tantas estrecheces. Sin embargo también es evidente que la situación debería llenar las calles de descontentos voceando slogans, amenazas e imprecaciones. Si tal situación no llega a darse es porque muchos de los afectados han pasado de la preocupación al miedo. Imaginaos a un hombre de cincuenta y algunos años, recién despedido de su empresa mediante un ERE cuyas características respondan a la última Reforma Laboral aprobada por el PP; este hombre tiene dos hijos de veinte y tantos años en casa, bien preparados y dotados de ciertas dosis de ilusión después de haber obtenido sus títulos universitarios, pero sin empleos salvo alguna esporádica chapuza; este hombre tiene a sus padres ingresados en una residencia porque la demencia senil ha hecho mella en alguno de ellos. Esta situación, u otra parecida, empieza a darse muy a menudo. ¿Alguien puede pensar que este hombre se conforma con esta situación tan horrorosa? Y no os quedéis solo en esto, añadidle que uno de sus hijos adultos es discapacitado, o que se trata de un hogar monoparental, y rizando el rizo que la cabeza de familia de una mujer. No son pocas las unidades familiares con composiciones así.
El Gobierno ha tomado decisiones que no se han parado a pensar en este tipo de situaciones. “El Gobierno sabe lo que hace”, ha dicho Rajoy hace poco más de una semana, flanqueado por tres de sus ministros más representativos. Claro que lo sabe. Nada de lo que ha venido haciendo el Gobierno ha sido improvisado. La crisis ha sido la coartada perfecta porque ha permitido que los ciudadanos atisben las orejas del lobo, pero la derecha política se ha preocupado mucho más de patentizar la presencia del lobo que de ahuyentarle. Esta ha sido la estrategia, para poder introducir modificaciones en las políticas sociales de tal modo que el famoso Estado de Bienestar, al que los españoles accedimos con un importante retraso respecto de los europeos, se ha convertido en Régimen de Malestar. En dos años de gobierno de la derecha en España, se han retrocedido tres décadas de construcción social y de progreso. Y ello sin otra explicación que la inculpación de los propios ciudadanos por “vivir como si todos fuéramos ricos”, o el sometimiento a Bruselas, a Europa, a los Organismos Internacionales, que toman sus decisiones en base a la situación de los fondos económicos del Capital y no se rigen por ninguna de las reglas escritas o no escritas que definen la Democracia.
¿Rehenes de Europa o súbditos del capitalismo?
Una de dos, o España está actuando como rehén de esta Europa, tan escasamente hospitalaria, que gestiona Angela Merkel a base de regla de cálculo y ausente de alma y corazón, o está siendo fiel a la base ideológica del PP. Y no solo eso, sino que es el ala menos humana, y nada humanista, del PP la que impone sus criterios. Rajoy se siente acobardado ante las amenazas, nítidas o veladas, del poder financiero al que acude a rescatar una y otra vez solo con que cualquiera de sus presidentes regionales amague con levantar el dedo. Mientras los empresarios menos aventajados, -los que no están en el IBEX-, reclaman medidas que espoleen a las entidades financieras para que sirvan realmente a la Economía real, las entidades financieras cierran sus puertas a cal y canto dejándoles desabastecidos. Ellos, que han permanecido en silencio mientras el Gobierno ha esquilmado servicios y reducido las ayudas públicas, ahora reclaman mano de hierro porque “hay miedo a invertir”, a lo que Rajoy ha respondido que “más pronto que tarde el sector financiero volverá a cumplir su principal función: dar crédito”. Todos esperamos que lo haga muy pronto porque seis millones de parados ya son suficientes, y varios cientos de miles de españoles afectados porque sus deudas les pueden dejar sin vivienda son demasiados, y tantos veinteañeros con sus cabezas llenas de conocimientos pero desocupados son un lujo que no nos podemos permitir.
Pero hay más urgencias que el Gobierno debe atajar. Admitir su sumisión a Europa, y aceptarla de buen grado resulta ya incomprensible. Tanta sumisión empieza a ser enfermiza. Ante las propuestas del PSOE y de otras fuerzas políticas de la oposición para reactivar la Economía y el Empleo, ante la proposición de llegar a grandes pactos de Estado, Soraya Sáenz de Santamaría ha dicho que el Ejecutivo “está abierto a cuantos acuerdos se puedan cerrar sobre los distintos temas, ya que su voluntad es trabajar intensamente para sacar a España de la crisis y cumplir el Plan Nacional de Reformas remitido a Bruselas”. O sea, que cualquier acuerdo entre españoles deberá supeditarse a lo que dice Bruselas, que es un Ente sin capacidad intelectual y sin neuronas pero con un apetito notable y un hambre voraz, que actúa siguiendo los mandatos del poderoso y desalmado capitalismo.
¿Qué más dice (pide) Europa?
Europa (Bruselas) dice que hay que apretar aún más la tuerca, que hay que revisarlo todo a pesar de que todo haya sido revisado durante los últimos dos años. Da la impresión de que las revisiones, -léase “recortes sociales”-, han sido administradas con la debida discreción como para que las reacciones provocadas no fueran estridentes. Una vez constatado esto Europa pide nuevas vueltas de tuerca, siguiendo la inveterada máxima de que todo esfuerzo culminado abre las puertas a la posibilidad de imponer un esfuerzo aún mayor.
Y ya está el Gobierno diluyendo el Pacto de Toledo que garantizaba ciertos equilibrios en nuestro Sistema de Pensiones públicas, de la mano de una Comisión, llamada de expertos, pero cuyas experiencias tienen mucho más que ver con las entidades de Seguros y con las secciones de tal disciplina de las compañías financieras. ¿Qué cabe esperar? Con toda seguridad, propaganda directa o subliminal para sus negocios. (“Es como si les encargaran a los técnicos de Pepsi una reforma de Coca Cola”, han dicho algunos críticos con la medida de crear el Grupo de Expertos con esa composición). Ya han sido adelantadas algunas medidas: aumento de la edad de jubilación, contabilización de toda la vida laboral para el cálculo de la cuantía que de ese modo será más reducida, rebajar la actualización de las pensiones mediante su congelación o ligándolas a los salarios o la productividad y no al IPC, etc… Algún gracioso, dado que hay quien siempre enfatiza que uno de los riesgos del actual sistema se debe a la alta esperanza de vida de los españoles, no dudará en topar la edad para percibirlas, o quizás topar las vidas: A partir de los 82 años (p.ej.) se pierde el derecho a percibir la pensión. (Es broma, claro)
No solo en materia de pensiones, también los parados cobrarán menos y durante menos tiempo. Eso sí, seguirán mareándolos con controles minuciosos, y serán severamente castigados si, por casualidad, son sorprendidos en los entresijos de la economía sumergida, “por chapuceros”. Quienes hayan trabajado en alguna de las modalidades protegidas, -discapacitados, excluidos, etc-, van a encontrar muchas menos posibilidades de ganarse sus vidas en un mercado cada vez más exigente y menos generoso, que deslocaliza las labores productivas más elementales, llevándolas a talleres y fábricas de Bangladesh que se derrumban sobre sus obreras, para aumentar los capitales de los capitalistas. Además, la Ley de la Dependencia no encuentra benefactores en este Gobierno que la ha dejado aparcada para mejor ocasión, por cierto un Gobierno lleno de insolidarios que piden cuentas a quienes apenas llegan a la unidad de millar cuando escriben el monto de sus capitales, mientras protegen a quienes hacen gala con desvergüenza de sus ilimitadas fortunas.
Otro artículo es necesario para salir al paso de las demás disciplinas que completan el Estado del Bienestar, que el PP está destruyendo a pasos agigantados: Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Vivienda , etc… Pero lo más importante es que reaccionemos, que nos armemos hasta los dientes de ideas y razones, que llenemos las calles de inconformismo.
La Hora de la Sociedad
Vuelvo al artículo de Rosa María Artal. Es la hora de la sociedad. Por eso traigo como colofón su exhortación escrita hace más de dos años: “Avienta la indiferencia, el miedo e incluso la cáscara amarga. Reacciona. Con efectividad. Pacíficamente. ¿Vamos a seguir contemplando como los especuladores nos acosan, examinan, ordenan hacer deberes, subastan países enteros con personas dentro, se deprimen y exigen recortes a toda la población para tranquilizarse y contentar su codicia, mandan en definitiva? ¿Por qué?”. Y como ella traigo una cita de Eduardo Galeano: “Estoy comprometido con la pasión humana y con la certeza de que somos mucho más de lo que nos han dicho que somos”. Pues sí, lo somos.
Fdo. JOSU MONTALBAN