¿TODAS LAS IZQUIERDAS NO SON LA IZQUIERDA?
Reflexiones sobre un mal de la Izquierda
Cuando un chorro de agua que cae de lo alto golpea sobre un cuerpo sólido que está en las alturas comienza su conversión en chorros mucho menos gruesos y contundentes. Y si tras ese primer choque acontecen otros, con otros cuerpos sólidos intermedios entre las alturas y el suelo, ocurre que el agua llega en pequeñísimos hilos o en gotas cuyo impacto contra el suelo llega a ser tan débil que resulta desapercibido. Sirva este ejemplo para mostrar lo que, desde mi punto de vista, puede estar ocurriendo con las izquierdas (con la Izquierda en general), víctimas de un aturdimiento generalizado y de una competencia interna tan despiadada como letal para los fines que debe perseguir, que no han de ser otros sino conformar una sociedad más justa e igualitaria.
Asisto con gran pesimismo al brutal espectáculo que se inició hace unos pocos de años. La crisis, el fracaso de los últimos meses del Gobierno PSOE-Zapatero y la invasión más que justificada de las plazas españolas por el Movimiento 15-M han convertido a la Izquierda española en un mosaico en el que las piezas, convertidas en minúsculas voces aunque enfervorizadas, emplean las mismas fuerzas en combatir a las otras piezas del mismo mosaico que en combatir a la compacta losa de la Derecha.
En los últimos tiempos la lucha por el liderazgo político está fundamentada mucho más en combatir contra algo que en luchar a favor de algo. Ya no resulta esencial la ideología, porque previamente se ha extendido un fatal convencimiento: que la Izquierda y la Derecha son iguales. No solo el comportamiento de los corruptos que concurren en ambas, sino incluso sus principios ideológicos. De hecho, quienes han irrumpido en el mapa político actual de España, -copiando a otros esquemas ensayados en otros países europeos-, se han apresurado a integrar en un mismo concepto (“casta”) a dos fuerzas políticas, -PP y PSOE-, cuyos bagajes y comportamientos mientras han gobernado han sido casi antagónicos. Al mismo tiempo los pronunciamientos de sus líderes huyen de cualquier etiqueta porque su auténtico objetivo es hacer rebosar la caja de los sufragios suyos en las próximas elecciones, procedan de donde procedan y respondan a cualquier impulso o impacto. Por eso precisamente pregonan que su formación no es de izquierdas ni de derechas, vamos, que parecen abominar de la Política vieja sólo para hacerse dueños y señores de la nueva.
A la Izquierda la va a derrotar la propia Izquierda. En realidad se trata de que son tantas las izquierdas que compiten en su propio seño, que corren el riesgo de convertir su propio hábitat en un Patio de Monipodio. Cuando escribo estas líneas se está produciendo en Madrid un debate tan importante como esclarecedor: “Las corrientes de IU en Madrid acceden a integrarse en GANEMOS para las próximas elecciones municipales”, es el titular, pero la foto que ilustra la noticia recoge a personas y personajes bien variopintos, que pertenecen a grupos y plataformas de muy diferente procedencia e intenciones. Hay representantes de SOS Racismo (José Antonio Moreno), de Equo, de los movimientos del 15-M e, incluso, la mismísima Tania Sánchez, que además de ser militante de IU es compañera sentimental de Pablo Iglesias Turrión y lidera a una fracción muy importante de IU, es decir, que tal vez su neutralidad ahora mismo está en entredicho.
La gran Izquierda, en la que convergieron dos ideologías de parecido significado aunque diferente intensidad en los métodos prácticos, -socialismo y comunismo-, siempre combatió a la gran Derecha con una merma importante en los medios utilizados. En España la gran Derecha muestra una unidad y una uniformidad envidiables, mientras surgen por doquier grupos, partidos y plataformas de izquierdas cuya cortedad de miras les lleva a encontrar a sus principales enemigos en su propio terreno. Para el PSOE, el PCE fue un adversario preferente, incluso más adversario que una parte importante de la derecha heredera del franquismo. Para IU, que fue la consecuencia de la capitulación de los comunistas españoles, el PSOE fue un enemigo más nítido que el PP. De este modo resulta más que evidente que las izquierdas compiten entre sí, y es tal la inquina que provocan unos en otros que apenas dejan un hálito de aliento al derrotado, a pesar de que su victoria haya sido conseguida con muy malas artes en algunas ocasiones.
En la actual vorágine discursiva vale casi todo, porque el descontento acoge susurros y gritos lastimeros con la misma hospitalidad. Pero no por eso deja de ser una vorágine y, como tal, un ambiente favorable para que los pescadores capten presas en el río revuelto. Ahora mismo ya se están acuñando términos que resultan diabólicos en los oídos que los escuchan. Sobre todo dirigidos a esta Izquierda que se desmiembra, víctima de las rivalidades de tantas cabezas de ratón que prefieren serlo antes que colas de león. Resulta irritante escuchar el término “casta” para reunir en un mismo concepto o subgrupo al PSOE y al PP, esgrimiendo la gratuita razón de que hayan sido ellos, y sólo ellos, los que han gobernado España desde la llegada de la Democracia. ¿Acaso Pablo Iglesias, y los suyos, no distinguen entre la construcción política de un Estado de Bienestar (PSOE), o su agotamiento por ahogo (PP)? ¿Acaso Pablo Iglesias, y los suyos, no distinguen entre la recuperación de los derechos civiles para los españoles (PSOE), o su continuo cuestionamiento (PP)? ¿Acaso Pablo Iglesias, y los suyos, no distinguen una lectura responsable de la Historia española presenta y reciente, inherente a las generaciones aún vivas, (PSOE), de una lectura irresponsable de tal Historia, que pretende hacer tabla rasa de todo lo ocurrido (PP)? Entonces, ¿a qué viene hablar de casta, como si los viejos y nuevos socialistas pudieran equipararse con los franquistas o con sus orgullosos herederos?
Resulta igualmente absurdo el término “régimen del 78” con el que los nuevos “demócratas” pretenden definir a quienes iniciaron la construcción de la actual democracia española. Porque en el año 78, quienes decidieron construir un nuevo ambiente para la convivencia lo hicieron con gran responsabilidad. Desde el 78 han pasado más de 35 años, de modo que yo mismo, a quien por la avanzada edad se me considera caducado para el ejercicio de la Política, era en aquel momento casi un principiante como recién incorporado al mercado laboral. Quien, ahora mismo, usa el término “régimen del 78” para desacreditar esta situación, no tiene vergüenza, o no conoció cuanto ocurría durante aquel tiempo, o pretende conseguir beneficios a costa de la ignorancia de los otros.
Las izquierdas tienen la obligación de reconstruir el edificio de la Izquierda. No es de recibo que a su fornida atalaya se acceda por una sola entrada mientras de ella se sale por tantas vías, puertas, ventanucos y aspilleras. Sin embargo nadie pretenda buscar las contradicciones fuera, porque es en sí misma, en su propio seno, donde se producen las disensiones que hacen irreconciliables a unas izquierdas con otras. La disculpa ha sido esa bárbara y miserable afirmación de que la “casta” aglutina a la Derecha y a la Izquierda mayoritaria en una “clase” cerrada en la que no cabe nadie más. Quienes así se expresan demuestran que, o no conocen de qué modo acontecieron los hechos, -lo cual es harto extraño teniendo en cuenta la formación de los nuevos políticos “salvadores”-, o los interpretan a su manera, con el objetivo, tan preciso como artero, de hacerse con el poder a cualquier precio.
Lo cierto es que estos que llegan y pisotean la Historia de la Democracia más reciente llamándola “régimen del 78”, y tildando de “casta” a sus protagonistas, también están arrasando como el caballo de Atila el espacio en que construimos nuestra convivencia a partir de aquel año. Allí, en aquel “régimen”, coincidieron socialistas, comunistas y nacionalistas (los malditos para el franquismo), ilusionados ante el nuevo tiempo que querían construir. Sí, ha habido fracasos, han aflorado corruptelas y corrupciones, pero ha habido también ilusión y ansias de avanzar en aquella Izquierda que el franquismo persiguió y postergó. Y ha surgido ahora, como por arte de birlibirloque, la “auténtica” Izquierda, que edifica su edificio, o monumento constituyente, sobre el descontento social y la desafección de los españoles afectados por la crisis y profundamente enfadados. Es decir, un edificio con cimientos algo endebles.
Porque la Izquierda, -las izquierdas-, debe construir su espacio en una ágora en la que los ciudadanos de izquierdas, que son mayoría en España, se sientan a gusto. Las izquierdas han de poner en común aquello que les une antes de flagelarse con lo que les separa. La Izquierda española necesita irremediablemente a su fuerza política mayoritaria hasta ahora, el PSOE. Los nuevos advenedizos, que no deben ser descalificados, tampoco deben ser descalificadores. Sean respetuosos si quieren ser respetados; sean rigurosos si quieren que los demás lo sean con ellos; sean responsables, pues la Política lo requiere, y no debe ser entendida como una disciplina exclusivamente destinada a alcanzar el poder y ejercerlo, sino como una práctica que transforme a sociedad y la mejore. Es encomiable que busquen un nuevo escenario “que cambie la correlación de fuerzas a favor de las mayorías empobrecidas”, como ha expresado Iñigo Errejón (Podemos) en uno de sus artículos propagandísticos, pero una expresión tan irreprochable encuentra su negativa contrapartida en esta otra contenida en el mismo artículo: “En un Estado plurinacional (en el artículo se habla de Cataluña) solo el acuerdo y la seducción deberían ser pegamentos para reconstruir puentes, en un escenario de construcción de la soberanía popular frente a los poderes de minorías y el diktat financiero asumido por las castas catalana y española cuya única patria real es la Suiza”. Resulta difícil saber si este párrafo contiene algo de fundamento o es solamente una provocación más.
El nuevo tiempo acaba de empezar. La Izquierda española vierte sus aguas en chorros débiles y desparramados, cuando no en gotas dispersas, víctima de quienes se ocupan más en desacreditar a l PSOE, su formación más abundante, que en enseñar a la ciudadanía y acercarla a un proyecto político amplio y compartible. Ahora la duda que me queda es saber si realmente Podemos es una formación de izquierdas o de derechas, lo cual no es baladí, a pesar de que para Pablo Iglesias Turrión, y los suyos, sea un detalle menor.
Fdo. JOSU MONTALBAN