EL TÚNEL Y LA LUZ
Habrá pensado el responsable de esta página del periódico que me estaría pasando algo porque no he enviado con la debida puntualidad mi colaboración. Y debo reconocer que me han pasado, al menos, dos cosas. No entiendo el modo como se comportan los líderes políticos acuciados por la crisis, por la terrible dificultad para responder a ella, y por la proximidad de las elecciones municipales. Alguien debería cuidar para que la tentación electoralista no estuviera presente de forma constante. Pero hay otra razón para almacenar incertidumbres como es la facilidad con que los líderes políticos mienten recurriendo al socorrido método de decir medias verdades. Dado que este artículo pretende, entre otras cosas, denunciar el oportunismo electoralista, intentaré leer los labios de los vocingleros que pregonan una bonanza económica que, poco o nada repercute en los bolsillos de los ciudadanos y, por tanto, tampoco en sus vidas.
Con tanta ligereza como frecuencia utilizan los líderes una imagen que se resume en “ver la luz al final del túnel”. Es cierto que a quien vive atribulado y atemorizado por la oscuridad y la largura del túnel ver un punto de luz le parece una esperanza porque, al menos, sabe cuál es la dirección que debe seguir. Pero si no ve agrandarse la luz, ni ve objetos iluminados por ella que le permitan augurar que hay vida más allá de la luz, la desesperación se apoderará de él. Tal sucede cuando el Gobierno del PP se empeña en proclamar el crecimiento de la Economía española mientras no cambian casi nada las condiciones en que viven los españoles.
En los últimos tiempos se ha desatado un optimismo inusitado, tal vez porque ha llegado un periodo atiborrado de procesos electorales. Hace pocos días el Ministro De Guindos ha dicho que “lo primero fue salir de la recesión, lo segundo tiene que ser salir de la crisis”. Sí, es verdad, “recesión” es un término propio de la Ciencia económica mientras que “crisis” es otra cosa, porque su dimensión es vital. Este tipo de declaraciones, pronunciadas por un prócer de la Economía, vienen a intentar esperanzar a quienes asisten, desesperados, a su propio fracaso. De repente el mismo De Guindos soltó otra boutade que enfrió el ambiente: “Se dirá que es un mensaje electoral, pero el mayor riesgo para el crecimiento sería deshacer las reformas”. Un jarro de agua fría. Porque las reformas trajeron consigo que el empleo cayese hasta niveles peligrosos, que la calidad del empleo fuese ínfima, extremando las condiciones económicas y poniendo en riesgo la seguridad de los propios trabajadores.
Cuando en la celebración del Primero de Mayo los líderes sindicales han puesto en solfa los datos económicos que tanto han ufanado al Gobierno de Rajoy, muchos se han esmerado en desacreditar a los sindicatos acusándolos de haber protagonizado situaciones corruptas o de haber facilitado favoritismos y clientelismos por encima de la preservación de los empleos dignos y de la integridad de los trabajadores. Sin embargo, los slogans han sido muy sencillos para ser interpretados. Decían unos que “así no salimos de la crisis” (UGT, CCOO…). Otros se han mostrado más violentos y contundentes, sosteniendo que solo el “conflicto social” será eficaz para cambiar las políticas injustas que padecemos (ELA). Y, por fin, también se ha oído el grito de quienes creen que la posible recuperación económica que se viene pregonando está basada en la “explotación” (LAB).
Todos tienen razón, porque es preciso provocar algún tipo de conflicto social, siquiera de modo dialéctico, para denunciar las diversas formas de explotación en el ámbito laboral, porque si no es de ese modo no podremos salir de la crisis. Los gurús que dirigen nuestra economía, con De Guindos a la cabeza, pretenden inocularnos el virus de la templanza, pero resulta imposible templar el ánimo exaltado de quienes son “gratificados” por el Estado con pensiones y subsidios de miseria, de quienes pasean en nuestras ciudades ofreciendo currículos para encontrar un empleo, de quienes son agraciados con empleos en los que el número de horas trabajadas es casi mayor que el de los euros percibidos. La realidad también se expresa mediante titulares tan agresivos como sangrantes. El mismo De Guindos ha anunciado previsiones desequilibradas, porque aunque la Economía vaya a crecer, según los estudios de los Organismos supranacionales más del 2,5%, los salarios sólo subirán de media el 1,5% de 2016 a 2018.
En medio de los casos de corrupción los ciudadanos humildes que sufren y se esmeran para poder llegar al final del mes, ven como las empresas siguen obteniendo desmesurados beneficios que, en gran cantidad, van a parar a los bolsillos de los directivos que cobran salarios multimillonarios y, además, se aseguran más si cabe la vejez cotizando en planes financieros y participaciones en la economía de sus propias empresas, que siguen especulando con avidez. Los desahucios se suceden sin que las entidades bancarias que los provocan hagan nada por evitarlos. Mientras esto ocurre el Gobierno se salta esas líneas de la Constitución que subrayan el derecho de todos los españoles a la vivienda. E igual que la realidad es sangrante lo es la desigualdad rampante que está haciendo una sociedad desequilibrada en la que las clases inferiores ya no tienen acceso libre ni garantizado a la Educación ni a la Sanidad, toda vez que han ido perdiendo su condición de “públicas”, siendo además víctimas de las disminuciones presupuestarias.
El Estado de Bienestar ha ido perdiendo su consistencia. El hecho de que cueste dinero al erario público hace que el Estado tenga que recaudar en cantidad suficiente para asegurar su mantenimiento. Sin embargo las tesis neoliberales, que en mayor o menor grado han impregnado los programas de gobierno tanto de la izquierda como de la derecha, marcan una pauta errabunda y peligrosa. La desigualdad se presenta como inevitable, y los presupuestos públicos no son como el chicle porque los “deguindos” de turno consideran que para hacer crecer la Economía es imprescindible mantener unos impuestos moderados y, por ende, escasos. El contraste está servido: “los sueldos de los directivos subieron más del 10% en 2014 y los de los empleados cayeron un 0,6%”. La brecha salarial se abre, y amenaza con padecer una gangrena social de consecuencias imprevisibles. “Los mejor pagados ganaron 104 veces más que su plantilla”, advierte un titular. Con eso basta porque si uno lee la letra pequeña cae en una depresión difícil de superar.
Deberían ser prudentes los que anuncian el tiempo nuevo como un tiempo de dicha. ¿Hay luz al final del túnel? De momento la mayoría de los españoles continuamos en el túnel, y la luz que se atisba al fondo, de tan lejana, es casi imperceptible. En Kuala Lumpur hay una Plaza de 200 metros de larga, -Merdeka-, en la que se celebra un mercado mundial de imitaciones de artículos de marcas de gran fama internacional, a la que acuden los turistas para adquirir pieles y, sobre todo, relojes. Curiosamente, por el subsuelo de la plaza discurre un pasadizo, un túnel que la atraviesa. Dicen que hay que ser muy valiente para cruzarla a través del pasadizo, porque no está iluminado, de modo que al iniciar la aventura solo se ve la oscuridad más absoluta y, al fondo, un punto de luz: es la luz al final del túnel. Yo quise ser valiente y la atravesé. A los cuarenta metros empiezan a oírse voces y gritos de los parias que “viven” en el túnel, tendidos en los lados. Los más fuertes se acercaban a pedirme algo. En algunos lugares se oían maullidos de gatos y el trajinar de las ratas que proliferan allí. En la oscuridad tan profunda sólo la lástima y la miseria hablaban. También había muertos en los lados. Al final alcancé la luz al final del túnel porque yo era un beneficiado por la fortuna, al lado de aquellos que la fortuna, ¡sí, la fortuna!, había condenado a morir en el túnel antes de que alcanzaran la luz.
Y bien Sr. De Guindos, usted ve la luz al final del túnel. La ve usted y la ve el Sr. Rajoy pero, ¿recuperarán ustedes para la vida a quienes se han quedado en las cloacas que festonean el túnel?
Fdo. JOSU MONTALBAN