GENERACIÓN Y REDISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA
Me Encuentro un tanto deprimido y asombrado porque cuanta más información se almacena en mi disco duro más contradicciones me asaltan. A mí, que soy un tipo que lee todos los periódicos y revistas que caen en emi mano, que son muchos, que escucho las noticias de todas las radios y televisiones y las paso por la planta depuradora de mi conciencia para hacer potables sus contenidos, que me paro ante los escaparates para ver la fluctuación de los precios como si me dedicara a calcular IPCs, que analizo a mi manera las añagazas con que nos intentan atraer los folletos publicitarios, me asombra la ligereza con que el sistema convierte las situaciones en euforias y amenazas, según convenga. Total, que quienes no tienen tanta información, porque no han querido recabarla o porque no tienen tiempo para hacerlo, viven en un “ay” porque sufren como hechos consumados las decisiones del Gobierno desalmado que nos está tocando soportar.
El capitalismo tiene estas cosas tan contradictorias: mientras la pobreza aumenta y los miserables se van multiplicando, los opulentos engordan sus andorgas, añaden ceros a la derecha de sus saldos bancarios y amplían los garajes en los que guardan sus suntuosos automóviles. La media, -que es esa cantidad que convierte en cincuenta y uno el salario promedio entre uno que gana cien y otro que gana dos-, es favorable en las previsiones y resultados que enarbolan quienes, desde los ministerios económicos, pregonan que “se ha parado la caída de la economía”. Recientemente el Banco de España ya ha anunciado por la boca de su máximo responsable que España ha salido de la recesión. ¿Cómo se mide la recesión? También en esto hay truco, porque aunque es necesario que en dos trimestres consecutivos haya tasas negativas de crecimiento económico para que un país entre en recesión técnica, basta con un solo mes en positivo para abandonar la recesión. Por eso las autoridades económicas hinchan el pecho para anunciar que hay luz al final del túnel. Pero los ciudadanos no paran de sufrir porque la señora Merkel sigue amenazando con controles y disciplinas que los más humildes saben que serán una buena tunda de golpes en sus costillas. Mucho más cerca todos anuncian reformas. (¡Atención, “reformas” es sinónimo de “recortes”!). Todavía no he escuchado una sola vez la palabra “reformas” para etiquetar a la implantación de algún provecho para las clases más bajas.
En pleno delirio de declaraciones, como las que hizo Botín cuando afirmó que a España están llegando inversiones y dineros en aluvión y desde todas las procedencias, la Ministra Báñez “da una vuelta de tuerca a la reforma laboral”. ¿Para qué? Si ya ha dejado a los trabajadores, que son mayoría aplastante en España (porque los desempleados deben ser contabilizados como tal), desamparados con la primera aplicación de la Reforma laboral, debemos esperar en nuevo mazazo, pues los expertos que se reúnen periódicamente para asesorarla son tan afines al neoliberalismo capitalista como ella y el Gobierno del PP al que pertenece.
No solo dará una vuelta de tuerca a la reforma laboral sino que la llave inglesa también apretará la tuerca de las pensiones, a las que con anterioridad ha sometido a una poda inverosímil e injustificada. También en este asunto la están asesorando gentes a las que el asunto les trae bastante sin cuidado, porque su poder adquisitivo desmesurado les permite adquirir planes de pensiones privados cuantiosos. Quienes están llamados a aconsejar en este ámbito apenas sufrirán mermas importantes en sus pensiones cuando cumplan los años correspondientes. La condición de “expertos” de las personas que asesoran bien poco tiene que ver con la “experiencia” que tengan. Puede que sean conocedores de los entresijos y vericuetos en los que se mueve la Economía, pero no conocen demasiado bien el mundo del trabajo, ni las limitaciones que va imponiendo la edad a la mano de obra y la productividad, bueno, no estoy tan seguro de que no lo sepan, pero sí de que no lo tienen en cuenta pues para ellos el trabajador de diferencia muy poco de un tornillo o de una máquina: cuando no sirve va a parar al mismo lugar, es decir, al desguace. Esa es la brutal verdad que guía al capitalismo. Los expertos que viene usando el PP para justificar sus decisiones son, salvo muy pocas y honrosas excepciones, fieles partidarios de la brutalidad insolidaria del sistema capitalista.
Mi asombro se acrecienta al leer otros titulares de prensa: Por ejemplo, que los beneficios del Banco de Santander han subido un 77% y los del BBVA un 85%. Que Caixa Bank ha aumentado sus beneficios un 164%, y el Banco de Sabadell ha duplicado sus ganancias, a la vez que Bankinter ha aumentado su beneficio en un 115%. Las páginas de color sepia de los diarios no paran de sobresaltarnos y, al menos a mí, de encolerizarme, porque al lado de tanto exceso de ganancias se recogen otros datos muy chocantes, por ejemplo, que el empleo público se ha reducido en 161.000 puestos en el último año, y que el gasto de la prestación por desempleo evoluciona a la baja a pesar de que el número de desempleados permanece constante. Sí, los peones del Gobierno, con las señoras Báñez y Sáenz de Santamaría a la cabeza hacen su labor, tanto más fructíferas para sus intenciones arteras como sus falsedades y medias verdades se lo permiten. La última fechoría consistió en adelantar en rueda de prensa que más de medio millón de parados “hacían fraude” en la percepción del subsidio de paro. Sí, rectificaron después y aminoraron la cifra hasta niveles puramente testimoniales pero su intención estaba clara: se trataba de desacreditar a los parados “por tramposos y por vagos”, pues no en vano subrayaron la escasa disponibilidad de los parados para aceptar todo tipo de trabajos.
Y bien, ¿quieren más contradicciones? Las hay de muy diferentes tipos. Mientras desde el extranjero se empecinan en invertir en España (Botín dixi) y el mismísimo Bill Gates invierte en una empresa tan española como FCC de la presidenta Esther Alcocer Koplowitz haciéndose con un 6%. Mientras las exportaciones se sitúan en un máximo histórico tras crecer un 6,6%, y una empresa española (como otras muchas) se adjudica contratos en América Latina por 441 millones de euros, sorprendiendo incluso a Francia y Alemania que han visto caer el crecimiento interanual de sus exportaciones en un 2% y 1,1% respectivamente. Mientras todo esto ocurre hay un titular que nos administra un jarro de agua helada: “El crédito a las familias y empresas cae a niveles del año 2007”. Las familias han recibido casi un 5% menos en préstamos, y las empresas no financieras, es decir, las más pequeñas y buena parte de ellas de carácter familiar, han sufrido un recorte del 6%. ¿Para qué más? Contradicción tras contradicción porque el capitalismo constituye en sí mismo una dolorosa contradicción cuando se le valora e interpreta a la luz de los valores humanos.
El capitalismo genera riqueza que no reparte. Los neoliberales aseguran con absoluta desvergüenza que tiene un efecto distribuidor porque tanto sirve para proveer beneficios a los dueños del capital como salarios a los trabajadores, en muchos casos de miseria para favorecer la productividad, pero esta distribución ni es equitativa ni es igualitaria. El socialismo niega esa cualidad distribuidora que los capitalistas adjudican al libre mercado. La socialdemocracia, en el limbo intermedio, propone un proceso “re-distribuidor” que, tras aceptar ese libre mercado que desean los neoliberales, implementa mediante las políticas fiscales y las medidas sociales que forman el llamado Estado de Bienestar. ¿Qué está ocurriendo ahora mismo en España? Algo tan sencillo como que el actual Gobierno del PP, empeñado en llevar a sus últimos extremos su fidelidad al capitalismo brutal en que se inspira, ha olvidado cualquier impulso redistribuidor. Y pasa también que la alternativa, el PSOE, debate si es socialista o socialdemócrata, sin tener en cuenta que las medidas tomadas por Rajoy en sólo dos años de gobierno, aprovechando el socorrido recurso a una crisis que nadie se ha parado a medir y estudiar realmente, han trasladado a los españoles un materia de derechos sociales a los últimos años del franquismo. Ahora mismo, por tanto, es más eficaz el socialismo que la socialdemocracia en España.
Si a la pérdida de derechos sociales sumamos la pérdida de derechos ciudadanos y la restrictiva lectura del uso que ha de hacerse de los espacios públicos, con que nos amenazan los gobiernos del PP en todos los niveles territoriales en los que gobierna, esto se parece bastante a un franquismo, pero sin Franco.
Fdo. JOSU MONTALBAN