jueves, 8 de enero de 2015

LOS MERCADERES DEL VOTO ( DEIA, 8 DE ENERO DE 2015)

LOS MERCADERES DEL VOTO
Fukuyama proclamó “el fin de la historia”, lo cual no era otra cosa que adelantar el ocaso de las ideologías (de izquierdas, claro está), porque las derechas siempre se han fundado más en intereses, en unos casos de clase y en otros de intereses territoriales. Ahora asistimos a ese ocaso, pero disfrazado de redención populista. La actual democracia liberal tiene mucho más de “liberal” que de “democrática”, no desde un punto de vista formal, pero parece lógico que la actual desigualdad, entre continentes, entre países y entre personas impide que todos y todas podamos desarrollarnos y prosperar con las mismas posibilidades. Fukuyama proclamó que el fin de la historia ”es el término de la historia ideológica e ideologizada, la universalización de la democracia liberal como fórmula final de gobierno humano”. Las clases sociales han desaparecido, por tanto, de la faz de la Tierra. También, al parecer, han desaparecido en España. El socialismo, -real o menos real-, ha dejado paso a la socialdemocracia, pero ésta también se ha orillado para dejar paso a un “social-liberalismo”, a cuyos defensores solo les obliga a ser entre caritativos y solidarios. El actual debate político así lo certifica.
En España se está produciendo ahora mismo un debate ideológico en el que las aguas de la corrupción y las perversas consecuencias de la crisis han provocado una desafección de los ciudadanos ante la Política y los políticos que puede llevarse por delante al propio sistema, e incluso a la democracia. ¿Hacia dónde va ese mal llamado “bipartidismo”, que está siendo considerado el causante de todos los males que nos afectan? Probablemente hacia otro bipartidismo o tripartidismo del que desaparecerá, en su nomenclatura, cualquier alusión a las antiguas ideologías. Desaparecidas las clases sociales (¿) los mercaderes del voto, obsesionados con el adueñamiento del poder, han inventado un nuevo término, -“casta”-, en el que engloban a todos los que en uno u otro ámbito han ostentado poder institucional, al margen de su condición ideológica.
No pretendo eludir en este análisis ningún detalle. La izquierda ha sido debilitada por el poder y por los poderosos. Gobernar a más de cuarenta millones de españoles, de los que solo te votan un 30% de ellos, y no lo hacen incondicionalmente, exige esfuerzos importantes y somete al partido gobernante a riesgos evidentes. Habida cuenta de que España no es una realidad aislada en el Mundo son varios los condicionantes que afectan a la realidad política cada día. Si a esto añadimos la crisis ideológica que atribula a las izquierdas, mucho más obsesionadas por gobernar “sin compromiso social concreto” que por transformar la sociedad desigual en una sociedad igualitaria, la debacle populista que nos acecha resulta inevitable. Las nuevas formaciones políticas ofrecen diferentes versiones de “bálsamo de fierabrás”, pero no dibujan paisajes de futuro porque cuando hablan lo hacen, ora dirigiéndose a unos ora dirigiéndose a los otros, según convenga pero el nuevo paisaje tiene más de mosaico que de conjunto armónico.
Lo primero que han hecho ha sido desvirtuar la Política, privarla de legitimidad subrayando que quienes la han venido ejerciendo y desarrollando han adolecido de una falta de ética y moralidad vertiginosa. Primera falsedad, porque proporcionalmente el gremio (si así pudiera ser considerado) de los políticos está compuesto por tantos abnegados hombres y mujeres llamados al ejercicio político por el anhelo de servir a la sociedad o el compromiso de construir un nuevo Mundo mejor… Por eso, cuando afloran los casos de corrupción que llenan las páginas de los diarios, quienes consideramos que los partidos políticos y las ideologías son nobles, y surgieron para servir y ser útiles, sentimos la misma aversión por los corruptos que por quienes, aprovechándose de la corrupción de los otros, pretenden impulsarse al “asalto del cielo”, es decir a la degustación de las mieles del poder.
Quienes a eso se dedican, muchos de ellos siguiendo las viejísimas teorías de Joly, recogidas en su “El arte de medrar. Manual del Trepador” (1867), pronunciaron en su momento con delectación los términos más propios de las izquierdas, -socialismo, comunismo, anarquismo, etc…-, pero han renunciado a ellos, han adoptado el penitencial color morado y, tras desacreditar a tales conceptos, han dado la espalda a la Historia, y exhortan a sus cohortes, previamente desideologizadas, a “poder, a “ser”, a “ganar”. Seguidos por legiones de descontentos vocean “sí se puede”, o “sí somos”, o “¡ganemos!”, antes de definir el futuro. Quizás el futuro será la conquista del cielo, al asalto o como sea menester.
Todos contra la “casta”. ¿A qué acepción de la palabra “casta” se refieren? Elijo la menos favorable al término: “cada una de las clases cerradas en que se divide una sociedad”. Ciertamente, yo también creo que las clases se crean alrededor de condiciones o intereses que pueden ser innobles, pero también creo que en muchos casos las clases van configurándose de modo circunstancial y sin que respondan a intereses espurios. Lo realmente curioso, y abominable, es el empeño de los mercaderes del voto por engordar esa “casta” con todos los que pudieran constituir un impedimento a su recolección de votos para asaltar el cielo.
Nadie dudaba de que les molestaran el PP y el PSOE, pero no se han detenido ahí porque el cielo que quieren asaltar está en todos los lados. Van de enfado en enfado, mostrando a su rostro acre a quienes pudieran servirles para sumar mayorías pero les ofrecen sus votos y colaboración condicionados a hacer patentes sus presencias. IU no les sirve del todo a pesar de Alberto Garzón y a pesar de las influencias autodestructivas de la formación “excomunista” que ya han pergeñado en Madrid, como capital de “su cielo” que es. También se han tirado los trastos con Ciudadanos, cuyo líder Rivera se ha mostrado contundente: “Podemos es venganza”. Nada en Cataluña les halaga lo suficiente: CIU pertenece a la casta, el rebelde socialista Maragall compartió abucheos con el “esquerra” Tardá cuando ambos acudieron a un acto público de Podemos, y David Fernández, de la CUP catalana también fue reprochado por abrazarse a Mas, que es el gran jefe de la casta en su versión catalana.
Más acá Monedero no se aplacó ni en el paisaje donostiarra de La Concha donde incorporó al PNV a la famosa casta, de la mano del PP y del PSOE: a los tres les acusó, a partes iguales, por llevar al país a la resignación. De modo que la casta parece haberse convertido en una casa de acogida a la que acceden cuantos no se muestran dispuestos a decir “sí bwana” a sus pretensiones. Sin embargo su discurso llega en cómodas dosis, siguiendo las más viejas costumbres del mitin tradicional y enfervorizante que ellos critican cuando es ejercitado por los líderes pertenecientes a la casta.
Los mercaderes del voto han seguido las pautas que el manual de la antipolítica aconseja. Nada de recuperar lo deteriorado: destruirlo, arrasarlo y edificar sobre el solar subsiguiente donde han quedado enterrados los antiguos moradores, de modo que los escombros no sirvan ni siquiera para relleno. UPyD o Ciudadans en Cataluña ya emprendieron esta estrategia que ahora, ya sin rubor, está ejecutando Podemos. Porque el descaro de su líder Pablo I. Turrión le ha llevado a pronunciar frases realmente desafortunadas y contradictorias, máxime después de haber pregonado que su partido no es ni de izquierdas ni de derechas. Analizad esta frase pronunciada en Cataluña: “El derecho a decidir es que la ley no persiga a quien no puede pagar una hipoteca y que la ley persiga a los evasores fiscales”. ¿Y si abierta una consulta pública al respecto los ciudadanos aceptaran la evasión fiscal como algo lógico en las clases pudientes, qué harían ellos? ¿La permitirían?
No hay duda de que los partidos depositarios de las ideologías clásicas no han hecho las cosas como debían; ni de que en el erial producido por la crisis económica han proliferado cardos y ortigas, pero de eso también han de hacerse responsables quienes mercadean con el voto poniendo en el anzuelo cebos sintéticos que se asemejan a suculentos manjares. De momento ya han caído en manos de esos sucios “ignominiadores” que les han acusado de ciertas corruptelas inherentes a sus propias vidas. ¡Pobres! ¡Ellos que han venido a redimirnos! Eso sí, redimirnos a todos menos a Pablo Echenique, que se atrevió a proponer algo diferente a lo que proponían Iglesias y Monedero (aunque más democrático): ¡A los leones!
Nada. Han resultado ser iguales a los demás. Igual es que los demás no son tan deplorables. Igual es que Fukuyama estaba en lo cierto.
Fdo.  JOSU MONTALBAN