miércoles, 1 de abril de 2015

ELECTORES, PERO NO SOLO ( El Siglo de Europa, 30 de Marzo de 2015 )

ELECTORES, PERO NO SÓLO*
Aunque a algunos les pueda parecer éste un artículo que busca “apoyos” para el candidato del PSOE a presidir la Comunidad de Madrid, no lo es, únicamente pretende exhibir ante los lectores algunos pensamientos de un catedrático de Metafísica que ahora, siguiendo el dictamen de su propia conciencia, se adentra en el duro campo de la lucha electoral para hacer política desde un puesto tan señalado como la Presidencia de la Comunidad de la capital del Estado.
Para que no queden dudas iniciaré el artículo enfatizando que el modo como Ángel Gabilondo llegó a ser el candidato no me pareció el mejor de los posibles. Si había razones de peso para retirar a Tomás Gómez, que era el anterior candidato aunque ya casi nadie se acuerde de él, del pódium que ocupaba, deberían haberse expuesto con claridad, porque la razón relativa a sus malas previsiones electorales debería haber sido resuelta con la diplomacia debida, evitando la “manu militari” que se utilizó. Si se querían matar dos pájaros de un tiro –propiciar el cambio y apuntalar la autoridad de Pedro Sánchez- deberían haberse tenido en cuenta también los efectos negativos que podría haber acarreado la decisión. En todo caso, tras la pacificación de las torrenciales aguas, que ya han vuelto al cauce marcado y discurren con un caudal lógico y manejable, hay que subrayar que el catedrático Gabilondo no ha agitado las aguas lo más mínimo, y que sus pausados mensajes parecen el mejor antídoto para combatir la envenenada controversia que actualmente está convirtiendo el debate político en una reyerta entre bandas de desalmados. Salvando las distancias, y a sabiendas de que muchas comparaciones son odiosas, su llegada nos trae a la memoria el modo de hablar y los ademanes calmados y rítmicos de Tierno Galván.
Compartí con Ángel Gabilondo, mientras ocupó su sillón ministerial, bastantes momentos, porque yo integraba la Comisión de Educación y Cultura en el Congreso de los Diputados y, por tal razón, no sólo le escuché las explicaciones que le delataban, en el fondo y en la forma, como lo que era y es, un filósofo y un enseñante a la vez, sino que pude departir (no todo el tiempo que yo hubiera deseado) con él en conversaciones menos ahormadas que las del modelo parlamentario, mucho más distendidas y “familiares”, porque él integraba el gobierno socialista y yo, como militante y parlamentario socialista, apoyaba sus teorías y sus líneas políticas.
Conservo con gran ilusión un libro suyo dedicado por su puño y letra que se titula “Palabras a mano”. En la dedicatoria habla de “valores”, que ya es un término que invita a reflexionar, precisamente mucho más en estos tiempos en que se tienen en cuenta mucho más los precios que los valores. Desde entonces conservo el libro como si fuera un perrito fiel, echo mano de él cuando me surgen algunas dudas convencido de que las palabras en él contenidas me pueden ayudar a esclarecer embrollos. A veces lo logran, pero cuando no lo consiguen siempre me queda el mal menor de recurrir al apartado de Presentación del libro en el que Gabilondo me dice: “… Y entonces nos movemos en el terreno de lo discutible, de lo que puede ser de esta u otra manera, de lo que precisa deliberación, debate, confrontación, conversación. Para empezar, consigo. No siempre es fácil estar a mano, ni siquiera de uno mismo”.
Aunque no trato de convertir éste en un artículo biográfico, ni en una semblanza, puedo relacionar a Ángel Gabilondo, su modo de hablar e incluso de caminar, gesticular y desenvolverse, con un libro que llenó alguno de los momentos libres de mi actividad parlamentaria: “La lentitud de los bueyes”, de Julio Llamazares. Cuando Gabilondo llegaba al atril, llegaba una sonrisa que caminaba con templanza, y a mí me llegaba el verso de ese libro: “Todo es tan lento como el pasar del buey sobre la nieve”. Así era, pues él como yo sabemos que para caminar sobre el resbaladizo lecho de la nieve no hay nada más eficaz que la parsimonia y la quietud plomiza y lenta de los bueyes.
Sin embargo, la razón principal de este artículo no tiene que ver con aquellas vivencias ya casi viejas, sino con uno de los capítulos o artículo –pues no en vano se trata de una recopilación de ellos- del libro, quizás se trata del artículo que, en buena medida, le han hecho anteponer el “nosotros” al “yo”, como ha subrayado en una entrevista publicada. En su capítulo “Electores pero no sólo” hace un recorrido que, en sí mismo, sería suficiente como tarjeta electoral en esta lucha en pos de los votos de los madrileños. Inicia su reflexión de este modo: “Los ciudadanos no somos simplemente un caladero de votos. Nos molesta que se considere que nuestro valor reside únicamente en que podemos votar. Es al revés, podemos votar porque valemos”. Estas frases son contundentes, máxime ahora que iniciamos un largo periplo que nos va a tener ocupados en votar, que va a convertir a los líderes políticos en pedigüeños del voto, en artífices del uso de la añagaza, cuando no del engaño más descarado. Por eso estas palabras de Gabilondo dan al votante la dignidad que a tantos otros candidatos, con sus desmesuradas euforias, les arrancan.
Nunca como ahora la Política ha precisado de impulsos que la revaloricen y la dignifiquen. Ahora que atraviesa un desierto agotador de descrédito, en el que operan tantos ocasionales pescadores de aguas revueltas, Gabilondo reivindica las ideologías como constructoras de modelos sociales, y no solo como antisépticos cicatrizantes de heridas puntuales: “Los seres humanos precisamos una propuesta que dé respuesta a problemas concretos. Pero no sólo… Podría llegar a resultar insultante que se considere que nos levantamos cada día esperando recibir ofertas que sacien no ya nuestras necesidades, sino incluso nuestras preferencias. Así el ciudadano reducido a votante esperaría sentado al mejor postor”. Tal parece desprenderse de las exhibiciones de productos electorales con que nos bombardean quienes huyen de los principios ideológicos o quienes emplean sus discursos para exacerbar aún más la rabia de los ya enrabietados por su sufrimiento. La Política ha de fluir desde los foros, desde las ágoras, desde las conciencias, y no surgir ya encuadernadas de algunas sedes de formaciones políticas mucho más ocupadas en conquistar que en convencer; mucho más empeñadas en actuar como asesorías o gestorías que como centros de reflexión colectiva.
Ángel Gabilondo ale al paso de posibles posiciones populistas que primero convierten el espacio público en un Patio de Monipodio, y después transforman las y plazas en parquets financieros o mercados de abastos. Como el libro salió ya en el año 2010, no soy capaz de señalar con precisión qué le llevó a escribir que “es desaconsejable abrir nuevos frentes en periodos preelectorales, no necesitamos que nos sorprendan ni sorprender, preferimos reconocer los discursos y reconocer a quienes nos los dicen, es tiempo de subrayar, de incidir, tiempo de insistir, eso nos cautiva, nos motiva, y no el último gesto sorpresivo de prestidigitador o, en el peor de los casos, infrecuente por cierto, de trilero”.
 Como se deduce, ya estaban apareciendo cuando Gabilondo escribió esto movimientos cuyo fin último, y primero, era sorprender. Gabilondo acoge lo nuevo con cierta ilusión porque también sabe que el éxito de cualquier nuevo proyecto pasa por “hacer causa común, y eso es más que contar con nuestro, sin duda importante, voto. No nos ofende ser considerados electores, al contrario, pero nos incomoda ser reducidos a ello”. Las nuevas formaciones, tal elitistas como las viejas aunque mucho más desideologizadas, recurren a profesionales “de reconocido prestigio” para que los votantes encuentren una “razón” consistente para votar sus propuestas en lugar de las de los otros, pero no les involucran en la búsqueda de los caminos más idóneos.
Termina su reflexión Gabilondo con una profesión de democracia y de ciudadanía –de “conciudadanía”, diría yo, que es un modo de ser ciudadano basado en la corresponsabilidad que a todos nos debe comprometer-: “Cuando equipos de todo tipo, publicistas, sociólogos, psicólogos, filósofos, economistas, expertos en opinión, se dice, arropan a posibles candidatos con sus análisis, valoraciones, comentarios y propuestas, se hace necesario abrir paso a las voces singulares que se dirigen a nosotros con criterio y cordialidad y nos dicen con sencillez y claridad lo que piensan e incluso lo que sueñan para nosotros, con nosotros. Se subrayará que incluso a tal fin se precisa de esos expertos. No lo dudo. Pero en tal caso su fuerza y la verdad de quienes merezcan nuestra confianza consistirán en ofrecer su palabra para estar y decir con nosotros, no ya sólo sus electores, sino a la par, sus conciudadanos”.
Esto, que escribió Ángel Gabilondo cuando no estaba en la batalla electoral, se convierte hoy en un principio, quizás en el valor más brillante de cuantos le adornan.

·       Título de un Artículo de Ángel Gabilondo, de su libro recopilatorio “Palabras a mano”.

Fdo.  JOSU MONTALBAN