AJUSTES QUE SON HACHAZOS
Hasta ahora todas las medidas que
ha tomado el gobierno de Mariano Rajoy han sido calificadas de inevitables e
imprescindibles por parte de quienes las han tomado. Uno tras otros los golpes
del hacha han acertado al incidir constantemente en la misma grieta, aumentando
la hondura, con esa disculpa tan eficaz que es la necesaria austeridad. Es
bueno para la salud política que esto haya acontecido, porque la Política
necesita ser recuperada y las ideologías deben alimentarse de nuevo después de
que se hayan sentido tan desposeídas que apenas consiguen diferenciarse unas de
otras. Y no es así, como queda demostrado, porque la izquierda y la derecha no
solo se diferencian en los medios sino también en los objetivos y en los fines:
mientras la izquierda actúa llamada por la necesidad de crear riqueza para
distribuirla, la derecha actúa movida únicamente por la generación de riqueza y
si para que la generación sea más copiosa necesita renunciar o incluso
imposibilitar la distribución natural e instantánea de tal riqueza, lo hace sin
más miramientos.
Fue inevitable el primer hachazo
fiscal, según Rajoy, y lo ha sido igualmente el laboral a través de la Reforma,
curiosamente aprobada mediante Decreto Lay mientras se demoraba la presentación
de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), para evitar interferencias en
el proceso electoral de Andalucía, convencido como estaba de que la previsible
victoria por mayoría absoluta volvería a traducirse en fuerza y legitimidad
para aplicar las brutales medidas de reducción de derechos contenidas en el
guión. Pero la realidad no se ha ajustado a la previsión, y Merkel no ha cedido
lo suficiente como para dar un respiro al Gobierno; es decir, que la austeridad
se ha impuesto, el déficit controladísimo también se ha impuesto a otras
teorías, y las tesis de Montoro y De Guindos han convertido el Presupuesto en
un dogma controlado por la rigidez de las cifras y por la interpretación
unidireccional de los conceptos: se trata de unos presupuestos inevitables e
imprescindibles.
Sin entrar en detalles
minuciosos, parece que les ha resultado inevitable rebajar muy por encima de la
media las políticas sociales, lo cual constituye no solo un desatino sino una
inmoralidad flagrante, en estos tiempos de crisis en que las personas que viven
en el borde de la exclusión social es cada vez más numeroso. Pero les ha
resultado igualmente inevitable que el presupuesto destinado a la Casa del Rey
solo disminuya un 2% mientras, por ejemplo, el gasto social para acceso a la vivienda
y fomento de la edificación se ha rebajado en un 31,7%. Ha resultado inevitable
mantener el presupuesto de Defensa con una reducción de la mitad de la media de
los ministerios, solo un 8,8%, mientras el Ministerio de Educación se ha
reducido en más del 21%. Y por si fuera poco el hachazo en Educación, algo que
tiene alguna relación con ello como es la Investigación y el Desarrollo se ha
reducido en un 25%. No sé si será porque preven que la inseguridad ciudadana
pueda dispararse que el presupuesto de Interior solo disminuye en un 1,5%; y el
presupuesto destinado en su conjunto para velar por la Seguridad Ciudadana y
las Instituciones Penitenciarias solo baja un 0,6%. Todo, al parecer, ha sido
inevitable e imprescindible. No cabían otras opciones. No es extraño en mentes
tan rígidamente conservadoras como la de Montoro: “El primer objetivo es el
déficit; el segundo, el déficit; y el tercero, el déficit”. Curioso objetivo y
curiosa coartada: culpar de todo al anterior Gobierno (“Si el Gobierno anterior
hubiese cumplido su plan de déficit del 6%, este año habríamos tenido que
recortar menos, y menos el año próximo”, Rajoy dixit). Otra vez la
inevitabilidad, otra vez la intransigencia de quien se considera y muestra
infalible.
Pues no. El actual Gobierno es un
ejecutivo de derechas, dispuesto a administrar los números sin tener en cuenta
que la responsabilidad suya es también, y sobre todo, hacer dignas las vidas de
todos, proteger a los más débiles y articular una sociedad más igualitaria y
equilibrada para que no afloren ni la avaricia ni la envidia. Cuando no se
tiene en cuenta esto se corre el riesgo de, complaciéndose en el equilibrio de
los números y cuadrando cuentas, no tener en cuenta que cada vez más gente es
más pobre y menos gente es más rica. Cuando no se sopesan las consecuencias de
las vergonzosas desigualdades económicas que imperan en nuestra sociedad, se
corre el riesgo de asistir a un aumento de la inseguridad ciudadana por la
proliferación de la delincuencia y los delitos contra la propiedad.
Aquí no acaban las penas porque
después del verano pueden llegar nuevos “ajustes”. Y yo me pregunto, ¿por qué
se llama “ajustes” a lo que lleva a eliminar partidas completas destinadas a
desarrollar políticas y servicios dirigidos a los más necesitados? A partir de
ahora los niños no podrán acogerse al plan de salud buco-dental que Zapatero
puso en marcha en el 2007 porque el presupuesto elimina por completo la partida
de 17 millones de euros que existía. Y se elimina más de la mitad del dinero destinado
al Plan contra el SIDA. Estarán conmigo en que los beneficiarios de tal plan no
son precisamente los más desahogados económicamente. El capítulo de
prestaciones por desempleo también baja un 5,5% a pesar del repunte del paro.
Es cierto que dichas prestaciones son obligatorias y que, si fuera necesario,
deberán ser complementadas, pero esto me lleva a una prevención: ¿tendrán
pensado en las próximas fechas “ajustar” las condiciones para acceder a ellas,
claro está para hacerlas más difíciles y rebajar sus cuantías?
La lucha contra la violencia
machista, al igual que las políticas para la igualdad de oportunidades entre
mujeres y hombres, disminuyen casi un 20%. Igualmente los PGE apuñalan a la Ley
de la Dependencia, como si los beneficiarios de tal Ley estuvieran en situación
y disposición de superar sus circunstancias desfavorables. ¿Y qué decir del
recorte importante en el capitulo de las becas por primera vez desde hace diez
años, cuya partida se reduce en casi un 12%? De modo que los hijos de los más
humildes tendrán, claro está, menos oportunidades que los hijos de los ricos,
al margen de sus coeficientes intelectuales y de los conspicuos méritos que
tanto gusta realzar al insigne Wert. De un plumazo la ayuda al desarrollo cae a
los niveles del año 2005, con una bajada del 71,2%, lo esperado en estas gentes
tan patrióticas como ultranacionalistas, que solo conciben el “más allá” de sus
fronteras para hacer negocios, preferentemente destinados a los suyos. Eso sí,
la partida destinada a la Iglesia permanece inalterable.
Hay que añadir a todo esto las
medidas y efectos colaterales de algunas decisiones que acompañan a los PGE.
Nombraré tres. Una de ellas, la de desarrollar un plan de lucha contra el
fraude en el desempleo y las prestaciones de él derivadas, que no debería haber
sido subrayado por el Gobierno. ¿Acaso hasta ahora no ha sido controlado?
¿Acaso el fraude en el desempleo no exige controlar el fraude en que incurre el
empleador? Yo tengo muy claro que el castigo, en caso de que se descubra un
fraude de ese tipo, ha de ser mucho más severo para el empleador que para el
empleado. Claro está que esta medida se ha hecho pública para contrarrestar los
efectos de la anunciada amnistía fiscal que, por la puerta de atrás, pone en
funcionamiento un nuevo “tipo fiscal Reducido”, entre el 8 y el 10%, para los
ladrones al fisco. La medida resulta un agravio a los contribuyentes normales y
una añagaza para que nunca deje de serlo. Y la última medida destacable es la
subida del recibo de la luz y del gas, que son bienes de uso doméstico
generalizado y llevarán a los hogares a reducir su tiempo de uso si quieren
mantener los gastos en el hogar. Se trata, pues, de otra medida que perjudica
notablemente a los hogares más humildes.
Aunque estos PGE pudieran derivar
en lo que pretenden, inciden en algo inaceptable. Montoro repitió como un
lorito las palabras de Rajoy: “Es prioritario recuperar la credibilidad de
España y la confianza, especialmente ante nuestros socios europeos y nuestros
acreedores”. Dudo mucho que lo prioritario sea eso, mientras se esquilman los
derechos de los españoles y se deteriora la dignidad de los ciudadanos y la
convivencia entre ellos. Una vez más tengo que repetirlo antes de poner fin a
este artículo: a esta derecha española le falta sensibilidad y ética; tanta le
falta como le sobra soberbia. Lo más mezquino es que creen a pie juntillas en
su infalibilidad, que es una característica más propia de totalitarios que de
demócratas.
FDO. JOSU MONTALBAN