Según un titular de prensa de los últimos
días “López ha irritado de nuevo a sus socios”, por eso Basagoiti ha anunciado
que pedirá la comparecencia del
Lehendakari en el Parlamento Vasco para que explique las críticas dirigidas a
Rajoy y la postura favorable a la liberación de Otegi, todo ello dicho con las
expresiones usadas por el líder del PP. La entrevista a Patxi López, publicada
en este periódico, contenía al parecer dos frases que hicieron despertar a
Basagoiti de su merecido letargo vacacional de Semana Santa. Decía el
Lehendakari que “es casi obsceno ver a Rajoy como alumno aplicado de esos
políticos europeos que vienen a jalearle sus recortes y a pedir más madera”. Y
decía, respecto a la posible liberación de Otegi que “hay gente en la cárcel
por cosas que ya no tienen sentido”. ¿Cabe más discreción que la mostrada?
Sin embargo tampoco cabe mayor indiscreción
que la mostrada por Basagoiti cuando ha criticado a Patxi López. Puede
considerarse hasta lógico que no compartiera las opiniones de López, pero de
ahí a decir que el Lehendakari “se ha pasado de la raya” es precisamente eso,
pasarse de la raya de la altanería. Ha intentado justificar su irritación
afirmando que “López es el Lehendakari y tiene que tener más prudencia y estar
por encima de toda la dinámica partidista”. No solo lo ha intentado justificar
de ese modo sino que lo ha explicado recurriendo a una expresión castiza que ya
ha utilizado en otra ocasión: “no debe tocar las narices a quien le apoya parlamentariamente.
Hasta aquí el relato de la reyerta. A mi modo de ver, incomprensible, porque
las opiniones de Patxi López entran dentro de lo que cualquiera espera escuchar
después de los tres años de legislatura que se han caracterizado: por la beligerancia del PNV en su labor de oposición; por la
labor de oposición del PP al Gobierno socialista de Zapatero, más beligerante
incluso que la del PNV a López; por la victoria aplastante del PP en las
Elecciones Generales, a partir de una estrategia de descrédito brutal al PSOE y
a Rubalcaba, como sucesor de Zapatero; y por la acción del Gobierno de Rajoy
durante estos primeros meses, mucho más supeditada a los dictados de Europa y
los Mercados que a las necesidades reales de los españoles.
Se equivoca Basagoiti cuando piensa que el
lehendakari tiene que estar “siempre” por encima de la dinámica partidaria. El
ejercicio de la
Presidencia del Gobierno Vasco en modo alguno debe convertir
a quien ostenta tal honor en una persona sin opinión ni ideología. Si así fuera
no tendría ningún sentido que los partidos pugnaran por gobernar toda vez que
quien gana se va a ver obligado a actuar como si no fuera de una parcialidad
concreta. Pero, le basta a Basagoiti con estar al loro de los comportamientos
de sus compañeros del PP en el Estado para que se convenza: todas las medidas
que Rajoy ha tomado, cuando han sido explicadas a los españoles, han ido
acompañadas de críticas tan gratuitas como despiadadas al PSOE y a los
gobernantes anteriores, incluido claro el Señor Zapatero. ¿Es eso estar por
encima de la dinámica partidista? Da la impresión de que lo que ha irritado a
Basagoiti ha podido ser el calificativo “obsceno”, pero ninguno es tan atinado
como él para mostrar la impudicia de quienes propugnaron en la campaña electoral
justamente lo contrario de lo que posteriormente han hecho; por cierto, una
impudicia que se convierte en flagrante deshonestidad cuando se pone más
énfasis en atender los deseos y órdenes llegados de fuera, aunque vayan en
perjuicio directo de aquellos a los que se les requirió el voto.
Así que en lo que respecta a los ataques a
Rajoy no creo que sean desmedidos. Su actuación bien puede equipararse, al
menos en la forma, a las del propio Rajoy. Resulta curioso que introdujera su
crítica a Patxi López del modo como lo hizo: “debe tener un poco el respeto
institucional, porque no es Urkullu ni Basagoiti”. Es cierto que representa a la Institución superior,
pero en Democracia cualquier líder político debe tener el mismo respeto a las
Instituciones democráticas, es decir, que Patxi López y Basagoiti, cuando se
trata de mostrar sus opiniones o de responder a las preguntas de un informador,
están en el mismo lugar de salida.
Peor aún me parece que acuse al Lehendakari
de “desprestigiar a los tribunales y legitimar a quienes piden la salida de la
cárcel de Otegi”. Reclamar ante una revisión de condena pendiente que se tengan
en cuenta los cambios acontecidos solo es constatar lo evidente, por cierto,
una evidencia que ya está siendo asumida por muchos militantes del PP, tan
ansiosos de paz, tranquilidad y convivencia en libertad como los del PSOE. Aquí
no se está hablando de ETA sino de Otegi, ni siquiera de él en concreto porque
López solo dice que “hay gente en la cárcel…”. Pero no hay peor ciego queel que
no quiere ver y Basagoiti, al parecer, no leyó algunas frases de las aportadas
por el Lehendakari a la entrevista: “Nunca espero nada de ETA, siempre le hemos
arrancado las cosas, nunca ha hecho una concesión graciosa a los demócratas…,
le hemos obligado con las políticas de firmeza, tolerancia cero, de eficacia
del Estado de Derecho, a llegar a la situación actual…, solo espero que se
disuelva”. ¿Dónde ve Basagoiti legitimaciones ni desacreditaciones extrañas? En
todo caso a esta derecha española le cuesta reconocer que la apuesta del
Presidente Zapatero fue tan arriesgada como acertada, que la paz ha sido
posible porque en el crisol se han entremezclado la firmeza y la delicadeza
propias del sistema democrático.
El alarde de control al Lehendakari mostrado
por Basagoiti ni es necesario ni sirve
para nada que no sea oscurecer el escaso futuro que le queda al acuerdo PSE-PP
en Euskadi. Fue un acuerdo inmejorable para reducir la cresta enardecida del
PNV de Ibarretxe, que se mostraba como un factor desestabilizador de la
política vasca, armado con su proyecto soberanista y su Estatuto reciente, tan
nuevo como inconstitucional. Ha servido incluso para que, como efecto
colateral, el PNV haya ordenado us filas y su ideario. Pero ahora que el PP
tiene mayoría absoluta en España, y que almacena la mayor reserva de poder
institucional que nunca haya tenido nadie en el Estado desde los tiempos de
Franco, el acuerdo vasco debe continuar sin altanerías, sin soberbia, hasta que
cumpla su cometido completamente, que no es otro que ayudar a que la
legislatura finalice sin sobresaltos. Luego, Dios (o yo que sé quién) dirá.
Rememorar este acuerdo nuevamente se me antoja una quimera. Euskadi necesita un
acuerdo que estabilice todos los niveles institucionales, tranquilice aún más
nuestras calles y garantice la convivencia. Espero que entremos en razón, sobre
todo quienes deberíamos sentirnos comprometidos con ese propósito y con ese
acuerdo que todos esperamos.