EL AÑO DE BRECHT
Bertol Brecht a bordo del “Oskawa”
Si éste es el
año de Bertol Brecht, también es el año del “Oskawa”. En él desarrolla el
dramaturgo y poeta alemán una de sus denuncias del sistema.
El Oskawa era un
vapor de seis mil toneladas que llevaba champán
y licores a Río de Janeiro y volvía con carne congelada a Hamburgo. En
él se enroló Brecht para denunciar la injusticia de la explotación y la
corrupción. Por un lado, los marineros explotados ahogaban sus escaseces en
alcohol a la vez que los oficiales divertían sus abundancias por el mismo
procedimiento. El alcohol estaba al alcance de todos en el viaje de ida. Pero
en el retorno no transportaban alcohol, y la carne congelada no sirve para
mitigar penas ni acrecentar euforias. No obstante, persistían las causas de las
penas: bajos sueldos, vejez insegura, incierto futuro. Dado que un obrero
descontento no puede rendir lo suficiente, sucedió lo esperado: el “Oskawa”
llegó a Hamburgo remolcado, porque los continuos desatinos en el gobierno de la
nave y la desidia de los trabajadores descontentos, llevó a que las
instalaciones del barco llegaran a un estado de deterioro irreversible que
motivó su desguace.
Con este preámbulo, que el propio Brecht sitúa en el año
1.922, es posible iniciar la crónica de nuestro tiempo. Los trabajadores cada
vez se sienten más amenazados por los globos sonda que lanzan los responsables
económicos. La constante llamada a congelar salarios, disminuir costos sociales
y abaratar despidos, como coartada ante el fracaso de los regentes de la
Economía y el voraz egoísmo de los empresarios grandes y las multinacionales
adineradas produce miedo e inseguridad. En resumen, en el barco de la vida hay
quienes, a falta de alcohol, rumian su desgracia sin cesar, mientras los
aventajados alegran su tedio con dosis de champán o licores a su antojo,
pagadas con sus dineros más o menos copiosos. Sin embargo, cada vez se producen
menos motines a bordo, y el barco que nos trae y nos lleva, continúa la
terrible aventura de la supervivencia.
¿No sería mucho
más bello que el barco que nos lleva nos ayudara a vivir, a “vivenciar”
placeres y completar el marco estético que nos haga felices?. Entre el vapor
“Oskawa” de Brecht y el barco con destino a Itaca del poema de Holderlin hay
sensibles diferencias, aunque en ambos ocurren cosas bellas. El de Hordelin se
entrega al idílico balanceo de un oleaje suave y apacible por una travesía a
través de paisajes sugestivos y sugerentes que acercan a la Itaca anhelada, sin
llegar nunca a ella, para que el gozo dure lo mismo que la eternidad. El
“Oskawa” de Brecht no siente la ternura del oleaje oceánico y, en todo caso,
balancea las mentes preocupadas de los tripulantes, ahogadas en alcohol, o se
presta a las iras de los trabajadores insatisfechos ante la injusticia que
padecen.
Hoy, apenas se
usan las alegorías. Las metáforas quedan en el éter de los poetas y las
comparaciones sólo se utilizan para vilipendiar a los menos afortunados, pero
el “Oskawa” constituye toda una premonición de lo que comienza a ocurrir. ¿Cómo
criticar que los trabajadores se muestren desidiosos, o que empleen sus horas
de descanso en huidas de la realidad, si se sienten profundamente amenazados por
los caprichos y arbitrariedades de sus dirigentes?. Cada vez es más evidente
que el modelo económico no lleva a ningún modelo social concreto y que, en todo
caso, éste último sólo es una consecuencia del primero y no un objetivo
conseguido. El sistema económico diseña sus acciones desde la obsesión por
servirse a sí mismo. Sólo esto explica el fracaso de las teorías económicas en
nuestros días. Al crecimiento de la Economía no sucede la creación de empleo.
Al aumento de los beneficios de las grandes empresas, entidades bancarias y
multinacionales, no le corresponde una mejora económica de las rentas de los
trabajadores o asalariados. Incluso, los crecimientos económicos o de
beneficios, están basados en esquilmar salarios y disminuir la seguridad de los
que, con su trabajo, constituyen el instrumento más eficaz para conseguirlo.
Es preciso,
pues, desguazar de una vez por todas el “Oskawa” del poema de Bertol Brech.
Cuando el dramaturgo alemán escribió el poema, la Economía se explicaba más
simplemente que hoy, por eso los tripulantes del Oskawa sólo protestaban por su
bajo salario. Pero hoy, los asalariados siguen sometidos a los mismos miedos.
Para terminar su poema acude Brecht a una sencilla suposición: “Nosotros
pensábamos que hasta un niño podría comprender que nuestra paga era realmente
demasiado pequeña”. Ahora, también, los niños se dan cuenta de la injusticia.
JOSU MONTALBAN