Cien días de Gobierno Vasco de Urkullu
LA CACHAZA DEL GOBIERNO VASCO
El día en que se celebraron las Elecciones, a las once de la noche, los resultados provocaron reacciones bien diversas. Los líderes políticos, sumergidos en las quimeras interpretativas de aquellas cifras, se entregaron al triunfalismo en unos casos, y a la conmoción en otros, pero según se ha visto las consecuencias de que aquel enrevesado puzle haya ido mostrando tan escasas posibilidades de solución han hecho que ahora todo sean preocupaciones por parte de quienes deben gobernar, y dudas e incertidumbres por parte de quienes ven los toros desde la barrera, es decir, desde la oposición. La situación es complicada, porque el torero no muestra la valentía suficiente, y porque el toro muestra unas hechuras que provocan miedo, cuando no estremecimiento.
El resultado está siendo el cachazudo comportamiento del Gobierno Vasco, cuyas únicas actuaciones hasta este momento han sido las reuniones con los líderes políticos de los partidos presentes en el Parlamento Vasco, las realizadas con los dirigentes empresariales y sindicales, y las realizadas con los responsables del movimiento asociativo relacionado con el ámbito social y con la pacificación y la convivencia derivadas de la aún reciente beligerancia asesina de ETA. Ah, y la presentación de Un Presupuesto que Urkullu definió como “único posible”, que disminuye, en mayor o menor cantidad, todas las partidas de los Presupuestos anteriores. En tales encomiendas ha venido ocupándose el Lehendakari Urkullu que, para su desgracia, no ha encontrado ni una sola mancha o borrón que adjudicar al anterior gobierno de Patxi López. Las cuentas están al día y nadie puede vincular ninguno de los signos o amenazas de futuro a los delirios o defectos del pasado.
El PNV tenía prisa por recuperar la Lehendakaritza (Presidencia), excesiva a tenor del escaso interés mostrado por conformar un gobierno amplio y estable que solo podía conformar mediante coaliciones con EHBildu o con el PSE. Ciertamente, con EHBildu habría conformado un gobierno más amplio, pero no estable, amenazado constantemente por los delirios soberanistas de la Izquierda Abertzale. Con el PSE el gobierno sería menos amplio pero mucho más estable, por las propias características de ambos, por las experiencias compartidas anteriormente y por las concepciones del País de ambas formaciones. Pero el comportamiento del PNV durante los tres años y medio que duró la legislatura del Patxi López no favorecía ningún acuerdo. El mayor vértigo lo sintió el PNV, incapaz de pedir a sus votantes un cambio de dirección tras demasiados años de oposición a ultranza al autonomismo defendido por los socialistas vascos.
¿Qué nos deparará el tiempo venidero? Puede ser que nos depare alguna sorpresa, porque se agota el tiempo que el nuevo Gobierno se dio para aprobar un Presupuesto para el 2013. Y no sirve cualquiera: ni por los tiempos complicados que atravesamos, ni por las características de la sociedad a la que van a ir destinados, donde el paro crece en exceso y la recaudación fiscal decrece con parecido exceso. Además, ¿dónde buscar alguien que condescienda con las cifras presentadas y, al menos, se abstenga? Si lo hace mirando al PP recibirá las mismas críticas que el PP viene recibiendo en el Estado. Si lo hace mirando al PSE se verá abocado a una revisión de la política fiscal que pondrá en entredicho a la Institución más importante de cuantas gobierna, la Diputación Foral de Bizkaia. Y si lo hace mirando a EHBildu correrá dos riesgos a la vez, provocar una inestabilidad que va a ser incapaz de dominar y arriesgarse a ir perdiendo sus apoyos en beneficio de la Izquierda Abertzale, es decir, arriesgarse a criar a los cuervos que luego le saquen los ojos.
Mientras, el Lehendakari subraya la “crudeza” de las cuentas públicas, y ruega a los partidos de la oposición que obren con “realismo”. Desde otro lado el PSE ha dicho que el proyecto presupuestario reproduce “al pie de la letra” el ajuste que está aplicando el Ejecutivo de Rajoy en España. Y debe ser verdad, porque el popular Basagoiti también ha puntualizado en el mismo sentido: “No cuadra criticar los presupuestos de Madrid y defender los propios con ardor. ¿Qué diferencia hay entre unos ajustes y los otros?” Urkullu se obstina: “Tenemos que aplicar el rigor. Tenemos que aplicar ajustes que no se han aplicado con anterioridad, y tenemos que controlar el endeudamiento”. Estas frases, debidamente interpretadas, servirían para realzar la gestión del anterior Gobierno de Patxi López, porque los datos suministrados recientemente corroboran que cumplió los objetivos de déficit desarrollando políticas que respetaron las políticas garantizadoras del Estado de Bienestar.
Va a ser muy difícil contentar a todos. ¿Será posible contentar a alguien, más allá de quienes votaron al PNV para que ganase? El sindicato mayoritario, ELA, ha dicho por boca de su secretario general Txiki Muñoz que “no hay ninguna posibilidad de que ELA alcance acuerdos con el Gobierno de Urkullu”. Las decisiones tomadas por Urkullu respecto de la paga extra no pagada a los trabajadores públicos, y la aprobación por Decreto de un paquete de condiciones laborales respecto a horarios y compensaciones, han constituido un banco de pruebas que ha alejado a ELA y al resto de centrales sindicales vascas. ELA ha advertido ya de que no se sentará ni participará en una nueva Mesa de Diálogo Social en caso de que se pusiera en marcha. ¿Cabe mayor rebelión?
¿Y los presos vascos? ¿Y la reconciliación, la pacificación y la convivencia entre todos los vascos? De bien poco ha servido que Urkullu haya puesto al frente de la Oficina para la Paz y la Convivencia a Jonan Fernández, en un guiño hacia EHBildu, teniendo en cuenta su vieja pertenencia a la Izquierda Abertzale. En todo caso ETA ya ha anunciado que descarta pedir perdón por el daño causado. El asesino etarra Txeroki lamentó en su momento “el sufrimiento ocasionado a todos los ciudadanos que no tenían ninguna responsabilidad en este conflicto”, pero se ha negado a seguir avanzando porque “en los últimos treinta años lo que ha habido en Euskadi ha sido una confrontación entre dos bandos, una guerra que les enfrentaba a los aparatos del Estado”. También esta patata caliente ha caído en las manos de Urkullu. El futuro es también una incógnita en este sentido.
En resumen, cabe subrayar cierta inacción del Gobierno de Urkullu, motivada por su propia debilidad y por la falta de apoyos para abordar lo más urgente: la aprobación de un Presupuesto aceptable para el 2013. Lo más evidente es que Euskadi tiene un Gobierno escasamente eficaz para las dificultades de este tiempo. Ya han pasado cien días, los cien días de cortesía. Para celebrar la fecha el Lehendakari ha reunido a más de doscientas personas, -elegidas al azar, se ha informado desde Ajuria Enea-, para rendir pleitesía a la política-espectáculo que está tan de moda desde que Obama, y otros poderosos, la utilizaron. Pidió esfuerzos y le aplaudieron, anunció recortes “inevitables” y le aplaudieron, explicó disminuciones de partidas y le aplaudieron. Hay quien dice que el encuentro fue un éxito, sin más, pero hay también quienes dicen que la razón por la que fue tan aplaudido es que no habían sido escogidos al azar. Yo me adhiero a estos últimos, porque la cortesía, tantas veces esgrimida para justificar la ausencia de críticas por parte de la oposición política, bien puede ser trasgredida por la urgencia del momento.
PRESUPUESTO Y PACTOS
El Hombre fuerte del Gobierno de Urkullu, Erkoreka, definió bien la situación actual en el encuentro del Lehendakari con los ciudadanos vascos: “Todos sabíamos que no veníamos a un balneario (sobre los Consejeros del Gobierno), sino a afrontar un reto de dimensiones descomunales”. El primer capítulo de ese reto se ha presentado ya, de forma brutal, se trata de la aprobación del Presupuesto para el 2013.
Para que alguna formación política ampare al Gobierno en este trance no basta con buena voluntad y, si se recurre al cambio de cromos, solo el PP podría acudir a la llamada, pero los números no son suficientes entre ambas formaciones. Por eso Urkullu parece dispuesto a abandonar la “geometría variable” a la que se aferró al conocer los resultados electorales para quedar bien con todos. Ahora busca pactos serios. El Presupuesto que Urkullu pretende aprobar no es halagüeño para nadie. Con 1.200 millones menos no cabe la algarabía. Nadie puede creer que tal disminución pueda pasar desapercibida en la política diaria. Por si fuera poco, el Consejero de Hacienda ha informado de que la recaudación sigue cayendo: un 3,6% en los dos primeros meses de 2013.
La imposibilidad de tocar el capítulo de los Ingresos, a través de la reforma fiscal que el PSE pretende, aleja el acuerdo entre ambos, por ahora. De poco sirve que, usando un desglose interesado, Urkullu subraye que el gasto social supone más del 70%, porque cada partida disminuida denota que serán menos las personas y las necesidades atendidas. Es cierto que el esfuerzo es superior en la preservación de la Sanidad y la Educación, cuyas partidas disminuyen menos, pero la Obra Pública se queda en casi nada y las políticas que puedan reactivar la Economía y crear Empleo disminuyen considerablemente. Incluso la imagen social del Presupuesto se ve deteriorada por la desaparición de partidas destinadas a la Cooperación. Poco dice el Presupuesto en cuestión de políticas medioambientales. Menos mal que la “desaparición” de ETA permite liberar algún ahorro en las políticas de Seguridad.
La necesidad de contar con un Presupuesto ha suscitado un debate nuevo: la inevitabilidad de un pacto serio y estable entre las fuerzas políticas. La voz de Urkullu pidiendo responsabilidad a la oposición ha sonado con tintes lastimeros, y su voz pidiendo “acuerdos” es apremiante. Los analistas políticos interpretan sus palabras como llamadas destinadas al PSE que, como novia despechada durante los tres últimos años en el Gobierno con Patxi López de lehendakari, sigue en sus trece y niega al PNV toda colaboración que vaya más allá del intercambio de nombres para algún puesto institucional. El analista Alberto Ayala escribió en este sentido: “Sabin Etxea soñaba con otro escenario postelectoral, confiaba en que el PNV y PP sumaran mayoría absoluta, pero no llegó. Urkullu se lanzó a gobernar en minoría en solitario, el futuro se fiaba a la geometría variable, con especial atención a los socialistas. Solo cien días después, el lehandakari, el PNV, parece confiar ya poco en geometrías de ningún tipo. El objetivo es alcanzar pactos estables con el PSE”.
Pero además, otras voces se han alzado que pretenden dulcificar las tensas relaciones entre el PNV y el PSE. La Presidenta del PNV en Bizkaia ha puntualizado que, frente a la negativa del exlehendakari Patxi López de llegar a pactos con el PNV, “hay más gente dentro del PSE que sí tiene la voluntad de llegar a acuerdos con el PNV”. Tal frase fue condimentada con loas al socialismo vasco: “El PSE es un partido responsable, que conoce muy bien la situación de Euskadi, y recapacitará. López sabe que la responsabilidad pasa en este momento por llegar a acuerdos con el PNV”. Fue providencial que en el mismo diario en que Itxaso Atutxa hiciera estas declaraciones, el socialista Ramón Jáuregui se posicionó con tanta cautela como responsabilidad: “Lo primero que tienen que hacer PSE y PNV es negociar. Y si llegan a un acuerdo éste tiene que contemplar un pacto de amplio recorrido con la mirada puesta en el 2015 y una posible recomposición de las alianzas tras las municipales. A mi juicio el PNV y el PSE tienen que explorar esa vía (…) Si el PNV se abre a esa posibilidad será bueno para el país”. ¿Habían hablado entre ellos?
El PNV y el PSE se han encontrado, frente a frente, en este cruce de caminos: el PNV ha llegado por la amplia avenida del triunfo electoral, y el PSE por el escabroso sendero de la derrota. Han de mirarse a los ojos, bajar ambos sus cabezas en señal de humildad y compartir el destino. Porque el camino a seguir, o es compartido o será escabroso y angosto para todos. Un gran pacto, de amplio recorrido, como explicó Jáuregui, que se ocupe de lo esencial, es decir, de la vida de los vascos.
Fdo. JOSU MONTALBAN