INTERPELACIÓN, REPROBACIÓN, CENSURA…
Durante el mes de Agosto la vida es más llevadera. También para Rajoy lo ha sido. En este ínterin, que comenzó para Rajoy después de comparecer en la sesión del Congreso de los Diputados para defenderse del caso Bárcenas, los españoles hemos seguido desbrozando el asunto, recibiendo informaciones en torno a lo acontecido durante los últimos veinte y tantos años con las cuentas del PP, sacando conclusiones definitivas. Ya no hay nadie en España que no tenga más o menos claro lo que ha pasado en la sede del PP durante esos años. Sin embargo los partidos políticos, a excepción del PP, aún vacilan sobre los pasos que deben dar en adelante, sobre todo el PSOE que es el principal grupo de la oposición.
¿De qué se trata, de seguir requiriendo a Rajoy para que vuelva a repetir la monserga de que su única responsabilidad es haberse dejado engañar por el hombre en que depositó toda su confianza? Ya todo el mundo sabe que a la sede del PP llegaba un dinero de color negro, que se administraba como tal y se guardaba en una caja secreta; que los que traían aquel dinero negro habían sido beneficiados en adjudicaciones de obras y servicios por dirigentes de Instituciones gobernadas por el PP; que Bárcenas, como “buen repartidor” se quedaba con billetes entre los dedos que llevaba después a Suiza y a otros paraísos fiscales; que lo que se quedaba Bárcenas era metido en sobres para recompensar a las elites del PP, incluidos ministros y presidentes; que entraban en aquella sede los poderosos con cierto sigilo y salían sonriendo con una mano en el bolsillo de la chaqueta, sujetando el sobre más o menos abultado…
Eso ya lo sabemos todos, pero esto no es más que el anecdotario de una corrupción generalizada, que no es poca cosa… Hay más intríngulis en el asunto que es, si cabe, tan grave o más que la misma corrupción. Alguien en aquella sede pensó antes de dar el primer sobre de propina que quien lo recibía era merecedor de ello. Es decir, que su sueldo como ministro, como diputado, como director o como presidente, no era suficiente y por tanto debía ser complementado con una dádiva graciosa. Poco importaba lo que hubieran voceado en los mítines de sus campañas electorales: que estaban dispuestos a servir a los españoles de forma desinteresada, que se dejarían la piel en el empeño, que venían con lo suyo y que con ello, y con nada más, se iban a ir. Todo había sido falso, porque además de poner al Estado y a sus Instituciones (y Presupuestos correspondientes) al servicio de su peculio, y del de sus amigos de su misma clase social, para que el dinero de todos se distribuyera selectivamente entre unos pocos, los “servidores” de la patria habían convenido unos con otros que eran necesarios unos sobresueldos que compensaran sus “pérdidas” por ocupar tales puestos.
Bien. ¿No hubiera sido más honrado que hubieran subido los sueldos de presidentes, ministros y diputados, para que no les pillaran con las manos en la masa (perdón, en los sobres)? Sin duda, pero si se hubieran comportado de ese modo, además de arriesgarse a ser censurados por ello, también cobrarían cantidades más copiosas quienes les sucedieran al frente de tales instituciones públicas. A ellos les mueve un interés concreto: el de su clase social. Poner unos sueldos “europeos” a los cargos públicos no supone distinguir entre unos y otros, populares y socialistas, derechas e izquierdas. Lo que sí establece diferencias es pagar sobresueldos, y como el dinero para ello procede de “sus” poderosos adinerados, a los que les ha enriquecido mediante contratos millonarios, las dádivas que los empresarios y demás metían en la sede del PP donde merodeaba Bárcenas, pasaban a formar parte de un “fondo solidario” destinado a enriquecer a los ya ricos. Así era, porque a tenor de las noticias, muy pocos sobre salieron con destino a sus concejales más pobres, de tantos pueblos de la España profunda, que aún piensan que el único malo en esta película ha sido Bárcenas.
Esta concepción del ejercicio de la Política es tan grave como la propia corrupción. Incluso más, porque ha extendido de forma generalizada una idea de la política y de los políticos muy falsa, que tiene que ver muy poco con el noble oficio y deber de gobernar a los pueblos, de hacer que la democracia genere ambientes saludables para la convivencia de todos los ciudadanos, de servir a los demás desde las instituciones que son de todos. Si esto es así, ¿a qué viene seguir pidiendo explicaciones a Rajoy sobre lo que ya ha sido suficientemente explicado? Quien tiene que interpelar o interrogar a los artífices de tanta miseria ética es el Juez. Quien tiene que reprobar a Rajoy por cómplice de la corrupción, como poco, o por ser un baldragas soportando a Bárcenas a su lado ha de ser el pueblo español, al que se le debe dar el debido protagonismo ofreciéndole la oportunidad de votar de nuevo. Queda la censura como paso previo a la dimisión del Presidente del Gobierno. Una Moción de Censura permitiría que fuera quien la pone el que dirigiera realmente el debate pertinente, impidiendo que Rajoy se fuera por los cerros de Úbeda como hizo en su comparecencia de primeros de Agosto.
Evitar interpelaciones y reprobaciones en el Congreso es para el PP tan fácil como hacer valer la mayoría absoluta aduciendo que la comparecencia ya desarrollada fue tan generosa en explicaciones como suficiente. Una moción de censura no va a surtir los frutos que pudiera desear el PSOE, que sería el indicado para presentarla, pero permite contrastar posiciones y debatir propuestas, es decir, mostrar ante la sociedad española las cartas de cada uno de los jugadores, los fundamentos en que cada cual, cada partido, apoya y basa la democracia de la que predica.
Fdo. JOSU MONTALBAN