¿CUÁL ES LA TRAGEDIA?
La tragedia no es que los gibraltareños hayan tirado bloques de hormigón en el estrecho de Gibraltar. Eso habrá que aclararlo del modo más eficaz y noble posible. Delegaciones de hombres bien ataviados se reunirán. Primero lo harán los gibraltareños e ingleses en un sitio y los españoles en otro. Después se reunirán unos con otros y discutirán sobre el derecho de cada cual. Y por fin resolverán cada uno por su cuenta qué van a hacer. Ya lo han anunciado: como se sienten incapaces de llegar a acuerdos, es decir, de comprenderse entre ellos, irán cada uno por su cuenta a pedir justicia a los Tribunales europeos e internacionales. En ellos, cada cual informará a su modo, cada cual mostrará su versión, cada cual presentará fotografías que, tomadas desde un ángulo o desde otro den lugar a interpretaciones bien diferentes. Los miembros de los tribunales internacionales son buenos discípulos de Poncio Pilatos, y resolverán casi arbitrariamente el problema mientras se lavan las manos. En resumen, lo dicho, esa no es la tragedia.
La tragedia es que en dos días han llegado casi doscientos inmigrantes subsaharianos, negros y pobres. Entre ellos hay mujeres, -alguna de ellas embarazada-, niños, jóvenes, y no vienen ancianos porque en sus países de origen o procedencia casi nadie llega a viejo.
Vienen en embarcaciones de goma o de plástico, de esas que en España suelen regalar los padres a los hijos para que se diviertan en las aguas mansas de las playas, las lagunas o los estanques. En unas barcas tan rudimentarias pensadas para un aforo de tres personas, han llegado diez o más personas que se han aposentado para, en manos de la fortuna, atravesar los casi 15 kilómetros que hay entre su “maldita” África y las costas de Tarifa. A lo largo del trayecto, -a lo lejos, pero al alcance de su vista-, ven la costa de Gibraltar con su bandera gigante. A poca distancia de ella ven la bandera española, porfiando en tamaño con la de Inglaterra.
Pero ellos vienen, callados, mirando a lo lejos hacia la Tierra Prometida. Sienten el frío del océano. Sienten como un puñal la profundidad del océano. Tiemblan, de miedo y de frío. Tiritan de impaciencia. Claman a Eolo para que les envíe vientos apacibles y bien dirigidos que hagan venturosa la travesía. Se miran a los ojos fijamente para comunicarse sus sueños, pero no los descubren porque temen no llegar a consumarlos.
De pronto, en medio de la oscuridad, ven cómo un rayo de luz se posa sobre sus cabezas. Entonces se sienten seguros: no los tragará el mar. Y ya empiezan a preparar los pasos que han de dar para que su plan B sea también afortunado. El plan A consistía en alcanzar la costa y caminar, y caminar en busca de una vida digna. El plan B era que fueran descubiertos y tuvieran que soportar trámites y consultas en embajadas y comisarías. Pero siempre ha pesado sobre sus mentes otro plan, diabólico y triste, que llevara las rudimentarias naves al fondo de los mares, para comida de los tiburones y del olvido.
Esta es la tragedia que tiene lugar en el Estrecho de Gibraltar: 112 barcas interceptadas, el doble que hace un año; 1428 inmigrantes recogidos, un 25% más que hace un año. En el último fin de semana han sido rescatados 195 subsaharianos. ¿Cuántos otros, no cuantificados, han perecido? ¡Esta es la tragedia! Estaría bien que quienes nos gobiernan, y quienes gobiernan el Mundo, nos dijeran qué piensan de esta tragedia que afecta a su dignidad mucho más que los abusos de las autoridades inglesas y gibraltareñas. Estaría bien que pusieran el mismo empeño en atajar esta llegada de parias subsaharianos, que en defender poderes, capitales y posesiones.
¡Esta es la tragedia! ¡Qué lástima que su narración ocupe la sexta parte que la idiotez del asunto de los bloques de hormigón! Si en lugar de dejarlos caer, hubieran descendido con ellos, habrían visto en el fondo cadáveres y esqueletos de los inmigrantes subsaharianos que perecieron en medio de la travesía que les traía de la más bárbara miseria hacia la Tierra Prometida.
FDO. JOSU MONTALBAN