TRANSICIÓN: THE END
La película de la Transición Española ha puesto ya en la pantalla el cartel que reza “The End”. Todo ha terminado. Con una firma en el documento que certificaba su abdicación y un beso de su esposa cuando regresaba a su asiento en el Palacio Real, el ya antiguo Rey de España Juan Carlos I ha sellado el finiquito de la Transición. ¿Cuándo ha sido esto?, me pregunto ahora que solo han pasado unos días desde el evento, pero es que me parece como si se tratara de algo acontecido hace mucho tiempo. Esto de la Transición suena a viejo, a enmohecido. Ha servido como disculpa, por ejemplo, para mantener esta Monarquía en vigor, aunque nada vigorosa, durante tanto tiempo. De la mano de un monarca maltrecho, aunque no más maltrecho físicamente que la propia monarquía, España ha dado continuidad a lo que estaba llamado a desaparecer o, al menos, a revitalizarse antes de seguir caminando.
De cuanto ha acontecido me quedo con algunos detalles a los que cada cual dará la importancia que quiera: el momento de la abdicación en tiempo de profunda mudanza en la vida política española; las escasas y poco consistentes razones dadas para motivar la abdicación; el comportamiento de los expertos, historiadores, periodistas y líderes de opinión que, llegada esta ocasión, se han deshecho en halagos hacia una Familia Real cuyos tejemanejes e irregularidades han dejado mucho que desear; y el panegírico de tantas versiones dirigido a quien ahora es el Rey –Felipe VI- por la gracia de Dios y el derecho hereditario, según el cual a partir de ahora vamos a ser dirigidos por el español mejor preparado de cuantos vivimos aquí. Pero yo me quedo con una única constatación: la Transición ha terminado.
En España no han sido pocos los que han propugnado que estábamos ante una segunda transición, como si la Historia nos pudiera adjudicar la condición de transeúntes, de pasajeros en tránsito que se dice en los aeropuertos. Pero no, en algún momento tenía que terminar ese viaje de la Dictadura franquista a la Democracia, que todos los españoles veníamos sufriendo, eso sí, en el tren gobernado por el maquinista que el dictador propuso. La coartada fue que el cambio que se pretendía, dada su rotundidad, requería de tránsitos intermedios. El Rey Juan Carlos I era el elegido, para algunos el idóneo, pero para la gran mayoría de los españoles su papel no debía exceder el tránsito hasta la Democracia. Nadie pensaba que tras él, se entronizara a su hijo, y tras su hijo se tuviera ya dispuesta a una guapa chiquilla de nombre Leonor. Es decir, que hay Monarquía para rato porque su Majestad Juan Carlos, que ya está en la Historia, le ha dicho al último Presidente de la Segunda República Española (a la que Franco destruyó) que el que fue a Sevilla perdió su silla y el que fue a Aragón perdió su sillón.
Y así, de este sencillo modo, la Familia Real, -que como familia es más bien irreal a tenor de sus inclinaciones y comportamientos-, ha culminado la Transición española y se ha metido en la Historia de España con premeditación y alevosía.
FDO. JOSU MONTALBAN