POLÍTICOS DILETANTES
Con motivo de la toma de posesión de un Alcalde de mi región bizkaina –Encartaciones-, el propio alcalde pronunció un leve discurso en el que anunció que ésta, que ha comenzado hace bien poco, será la última vez en que sea investido Alcalde, porque no se va a presentar a la reelección dentro de cuatro años. No está mal que uno programe su vida de modo que durante un tiempo se dedique a una cosa y durante otro tiempo a otra, se trata en todo caso de desarrollar un proyecto de vida que es suyo, íntimo, y que no debe ser causa de preocupación para los demás. Pero a veces hay quien cree que su papel social trasciende su propia dimensión, es decir, quee como su cometido tiene que ver con lo público, sus decisiones privadas también, y se explayan en explicaciones tan inapropiadas como innecesarias, ponen la venda antes de que se les abra la herida, toman el antibiótico antes de que se haya desencadenado la infección.
El referido ha explicado la razón por la que no optará a su reelección, pero lo ha hecho sin descubrir su intimidad, ni siquiera recurriendo a esas razones meramente coyunturales, y a veces peregrinas, como son el cansancio o esa otra tan de moda en nuestros días que consiste en dejar sitio a quienes vienen por detrás. Su desistimiento obedece a razones filosóficas: “Por nuestra filosofía creemos que un cargo público que lo necesita como medio de vida o desea perpetuarse en él, no puede servir plenamente a la ciudadanía”. Esta forma de redención, que pone en entredicho la función, vocación, responsabilidad y profesionalidad de los gobernantes y de los políticos no sirve para eximir de culpa a nadie, ni siquiera a quien pronuncia en público dichas “razones filosóficas”.
En la profusión de noticias que han sido publicadas con motivo de las elecciones municipales he leído que algunos candidatos tenían la condición de “parados” o “desempleados”. ¿Sería esa una razón suficiente para no votarles teniendo en cuenta su necesidad perentoria de encontrar un trabajo como medio de vida? Hay otros que proceden de oficios, profesiones u ocupaciones mucho mejor remuneradas que las alcaldías a las que han aspirado. ¿Habremos de sospechar por ello que les han movido intereses espurios? Ha habido candidatos que, por aspirar a la alcaldía de municipios muy poco poblados, han sabido de antemano que sus emolumentos como alcaldes no servirían ni por asomo para equilibrar sus trabajos y desvelos al frente de sus corporaciones. ¿Habrá que pensar que se trata de masoquistas dispuestos a todo? Como yo respondo con un “no” rotundo a cada una de estas tres preguntas me permito, lo primero de todo, resaltar la nobleza que alberga el ejercicio responsable de la Política.
No tengo dudas de que hay políticos corruptos y aprovechados que usan sus cargos en su provecho, pero la excepción no justifica convertir en regla lo que no es tal. ¿Acaso no hay abogados que acogen defensas de posibles imputados, a sabiendas de que el fracaso está asegurado? (Perdónenme los abogados por utilizarles en este ejemplo, pero es el que ha venido a mi mente: podría haber usado cualquiera otra profesión u oficio). También hay políticos desideologizados e interesados que solo buscan en la Política la cercanía a los presupuestos públicos y a los despachos económicos para aprovecharse de tal cercanía, pero de ahí a pensar, -como parece desprenderse de las explicaciones dadas por el alcalde encartado-, que la permanencia en un cargo público va reduciendo la capacidad del gobernante a la vez que acrecienta sus perversiones, media un abismo. En todo caso, y dado que las previsiones a cuatro años vista suelen verse trastocadas en muchas ocasiones, habrá que estar expectantes, porque si se prestara a seguir en su cargo habría que creer en fantasmas y pensar en lo peor.
Para servir a la ciudadanía es condición esencial ser ciudadano y, sobre todo, comportarse como tal aunque unas circunstancias concretas y temporáneas nos hayan llevado a ejercer un puesto de predominio. El gobernante debe ejercer el poder con mesura: debe gobernar en lugar de mandar, debe dar órdenes para ordenar, -poner en orden-, que no para sojuzgar. El gobernante debe ejercer su oficio desde la autoridad moral y no desde la dominación. Si a un alcalde le preocupan la justicia social, la igualdad real de sus vecinos, el bienestar de todos los ciudadanos y la creación de un hábitat en el que las gentes puedan desarrollar sus vidas con holgura, ¿por qué ha de temer que sus ideas se prostituyan con el paso del tiempo, o que su ideología se deteriore? Yo he conocido alcaldes de “larguísima duración” a los que el tiempo les ha ido haciendo más y más queridos; que han ido aumentando su círculo de afección muy por encima del de las siglas por las que se presentaron la vez primera. De modo que el término “perpetuarse” es propio de quienes no creen en las virtudes de la Democracia, de quienes piensan que los ciudadanos que acuden a las urnas cada cuatro años se dejan embaucar con demasiada facilidad, o bien deciden su sufragio en base a egoístas intereses. Y no se puede negar que haya ocasiones, demasiadas, en que es así pero de ahí a la generalización solo pueden llevar la soberbia y la altanería de quienes se consideran imprescindibles.
Presentarse a unas Elecciones y acceder a un gobierno son dos hechos encadenados que no siempre tienen lugar, pero en ambos lo primordial es la voluntad personal de quien se presenta. Es cierto que después juegan otros factores pero solo encabeza una lista electoral quien quiere hacerlo, y solo acepta el cargo de Alcalde el que lo desea. ¿A qué viene después ese sometimiento posterior a una filosofía no escrita? Porque, en todo caso, hay formaciones políticas que se someten a sus propios estatutos, que son los que deciden cuántas legislaturas puede ostentar un cargo una persona concreta, pero han proliferado las formaciones “buitre”, que sobrevuelan la Política para hacerse cargo de cuanto ella deja maltrecho; y hay políticos diletantes que, a falta de ideología socio-política, convierten sus garitos y sus gobiernos en meras asesorías de lo público (y de buena parte de lo privado), sin otro destino que lo inmediato. Ocurre con estos diletantes que, faltos de un destino concreto para todos, viven empeñados en que la gestión de los momentos les lleve a conquistar los cielos y gobernar en la Eternidad.
¡Volvamos a la vida sencilla! Preguntemos, ¿cómo ha de hacerse para “servir plenamente” a la ciudadanía? Porque, ¿qué significa aquí el término “plenamente”, más aún, qué significa “servir plenamente”? Uno de los fracasos achacable al ejercicio de la Política que ahora está en crisis, procede del uso de frases hechas cuyo significado ha sido siempre un misterio. Ahora ha resultado que los políticos diletantes y “buitres” se están adueñando del espacio político con los mismos argumentos e instrumentos que los políticos “profesionales” usaron… Los que les llevaron al fracaso. Lo que me lleva a pensar que los diletantes de hoy son auténticos impostores de la Política.
FDO. JOSU MONTALBAN