NUEVA
POLÍTICA: ¿NUEVOS CONCEPTOS?
Ahora mismo los ciudadanos vivimos inmersos en un tiempo
“nuevo” administrado y dirigido por lo que ha venido en llamarse “nueva
política”. La nueva política ha sustituido a la “vieja”, la está sometiendo a
un revisionismo implacable sin haber hecho un balance previo que sea, a la vez,
exigente y sopesado. La nueva política busca más la eficacia de la acción
pública puntual que la transformación de la sociedad, aquejada de desigualdades
y atiborrada de injusticias. Revisar el pasado no siempre ayuda a conformar un
futuro más justo. Las modas, siempre pasajeras y sin ansia de pervivencia,
también están presentes en el debate político, y aunque los tiempos cambiantes
suelen pedir que la acción y el pensamiento político se modifiquen, hay
conceptos inmortales cuyo significado trasciende al tiempo, a los usos y las
costumbres.
Ya son muy pocos los líderes políticos que usan las “viejas”
palabras que nos hacían reaccionar y llenaban el debate político de sanas
inquietudes. Apenas se habla de “justicia”, salvo cuando se afronta el difícil
capítulo de la corrupción, claro está que en clara referencia a los Tribunales
de tal, pero lo justo y lo injusto son fácilmente distinguibles cuando nos
referimos a la situación de las personas en lo referente a sus economías, a sus
derechos y a sus deberes. Se habla de “igualdad”, pero no se determina su
alcance; se concreta que todos somos iguales ante la Ley, pero las
posibilidades de desarrollo y de definir nuestras vidas parten de situaciones
que impiden que un trato “igual” (igualitario, más bien) llegue a hacernos
realmente iguales a todos. Y se habla de “libertad”, como si la libertad fuera
poquito más que ejercer el libre albedrío y, del mismo modo que nos aproxima a
la dicha cuando vivimos en la abundancia, nos lleva a la tristeza y el dolor
cuando vivimos en la escasez. Es difícil escuchar el bello término
“fraternidad” con que los viejos revolucionarios se expresaban para
familiarizar (nunca mejor dicho) la igualdad. Porque los hermanos (los
“fraternos”), aunque nunca son totalmente “iguales”, viven en las mismas
condiciones y se sienten más comprometidos entre ellos. Se habla algo más del
viejo concepto de la “solidaridad”, pero de una solidaridad cuyo ejercicio
obliga a pocos esfuerzos, y en muchos casos se queda (o confunde) en un mero
acto caritativo que tranquiliza las conciencias pero no resuelve globalmente
las situaciones injustas que atribulan a la sociedad.
¿Cuáles son los nuevos conceptos? Principalmente se trata de
términos que huyen del antiguo argot, que devino en discurso político en manos
de los grandes ideólogos. Capitalismo, Socialismo, Comunismo, Anarquismo,
Socialdemocracia, o Liberalismo fueron palabras sublimes cuyos ecos retumbaban
en las mentes de inquietos estudiosos e ideólogos cuyo empeño estaba dirigido a
transformar el Mundo, a derrotar a las élites económicas, y aunque en el debate
unas teorías se situaran en el eje “horizontal” (izquierda-derecha), sus
efectos reales tenían una finalidad, como era disminuir las distancias entre
los ricos y los pobres y “fraternizar” a la sociedad. Es cierto que la batalla
ideológica se mostró siempre endiablada porque planteaba cambios tan drásticos
que requerían levantamientos armados por parte de los más humildes (por tanto
los más vulnerables) y revoluciones de los más diferentes formatos.
Fracasaron casi todas las revoluciones, pero no porque no
estuvieran debidamente fundamentadas en razones contrastadas desde el punto de
vista teórico, sino porque la preeminencia de los ricos “derecha) siempre se
mostraba implacable con los más pobres (izquierda). Sin embargo los grandes
ideólogos de la izquierda han dejado su impronta, y no dudaron en plasmar su
visión de la realidad de su tiempo, -casi siempre tan crítica como inconformista-,
al lado de sus estrategias sociales, políticas, e incluso militares, para
subvertir el orden e invertir las estructuras de la sociedad capitalista. Frente
a los capitalistas, entendidos individualmente y adscritos a una clase social
eminente, el Capital administrado por un Estado poderoso, y dispuesto a servir
a todos sus ciudadanos por igual, no como súbditos sino como personas
partícipes de todos los derechos y responsables de todos los deberes.
Pues bien, ahora nos enfrentamos a un nuevo tiempo en el que
una nueva hornada de españoles, que ejercieron la desidia o el desentendimiento
en el proceso de la Transición, se empeñan en pedir cuentas a quienes lucharon
contra el franquismo, y pusieron su honor y empeño en fraguar una nueva sociedad
alejada de venganzas y fobias gratuitas. No obstante, este revisionismo con que
se hacen hueco a codazos los nuevos libertadores de Podemos e, incluso, de
Ciudadanos, es gratuito y, sobre todo, propio de este nuevo cuño de políticos
que surgieron aprovechándose de una crisis económica y social que afectó
negativamente a los ciudadanos. Con un aparato propagandístico desmesurado
llenaron la Puerta del Sol en Madrid de añagazas que hicieron temblar los
cimientos de las viejas ideologías y formaciones políticas. Los nuevos, siempre
sados, se atrevían a vocear que los partidos que se esmeraron en la Transición
“no les representaban”. Según palabras de alguien que ahora ocupa un cargo
institucional en representación de Podemos, “la mayoría social estaba dispuesta
a organizarse para asaltar las instituciones y arrebatárselas a la élite
privilegiada” (Gil de Santos, de Podemos Andalucía).
De modo que debemos aceptar ese lenguaje impostado por los
“nuevos revolucionarios” que se atreven a afirmar que “la cultura de la
Transición está en transición…¿Hacia dónde?...Eso dependerá de cómo evolucione
la interacción de los protagonistas del juego político, -ciudadanos, partidos y
medios de comunicación-“. Sí, es verdad que han asaltado las Instituciones que
surgieron tras la Transición, que quizás no fue tan modélica como pregonan sus
protagonistas pero, en todo caso, está siendo mucho más útil y eficaz que lo
que vocean sus torpes detractores.
Queridos Lectores, la revolución (incruenta y pacífica) no
será posible. Entre otras cosas porque las ideologías se han mostrado remisas y
pacatas… Pero estos nuevos predicadores, que percuten en la calle sin
repercutir apenas en la vida real, no saben qué hacer con el diagnóstico,
porque se han quedado en lo más superficial, y porque sus terapias solo
responden a sus teorías insulsas y desarmadas de rigor. Son burgueses
disfrazados de revolucionarios, soldados que han huido de los campos de
batalla, ideólogos de la destrucción de las viejas ideas, revisores de cuentas
que no están dispuestos a revisar sus propias cuentas… Anhelan el poder en tal
medida, y con tanta prisa, que corren el riesgo de tener que huir despavoridos
por su propia impotencia y falsedad.
FDO. JOSU
MONTALBAN