jueves, 4 de enero de 2018

"NUEVA POLÍTICA: ¿NUEVOS CONCEPTOS?", DEIA (04 - 1 - 2018)




NUEVA POLÍTICA: ¿NUEVOS CONCEPTOS?

Ahora mismo los ciudadanos vivimos inmersos en un tiempo “nuevo” administrado y dirigido por lo que ha venido en llamarse “nueva política”. La nueva política ha sustituido a la “vieja”, la está sometiendo a un revisionismo implacable sin haber hecho un balance previo que sea, a la vez, exigente y sopesado. La nueva política busca más la eficacia de la acción pública puntual que la transformación de la sociedad, aquejada de desigualdades y atiborrada de injusticias. Revisar el pasado no siempre ayuda a conformar un futuro más justo. Las modas, siempre pasajeras y sin ansia de pervivencia, también están presentes en el debate político, y aunque los tiempos cambiantes suelen pedir que la acción y el pensamiento político se modifiquen, hay conceptos inmortales cuyo significado trasciende al tiempo, a los usos y las costumbres.

Ya son muy pocos los líderes políticos que usan las “viejas” palabras que nos hacían reaccionar y llenaban el debate político de sanas inquietudes. Apenas se habla de “justicia”, salvo cuando se afronta el difícil capítulo de la corrupción, claro está que en clara referencia a los Tribunales de tal, pero lo justo y lo injusto son fácilmente distinguibles cuando nos referimos a la situación de las personas en lo referente a sus economías, a sus derechos y a sus deberes. Se habla de “igualdad”, pero no se determina su alcance; se concreta que todos somos iguales ante la Ley, pero las posibilidades de desarrollo y de definir nuestras vidas parten de situaciones que impiden que un trato “igual” (igualitario, más bien) llegue a hacernos realmente iguales a todos. Y se habla de “libertad”, como si la libertad fuera poquito más que ejercer el libre albedrío y, del mismo modo que nos aproxima a la dicha cuando vivimos en la abundancia, nos lleva a la tristeza y el dolor cuando vivimos en la escasez. Es difícil escuchar el bello término “fraternidad” con que los viejos revolucionarios se expresaban para familiarizar (nunca mejor dicho) la igualdad. Porque los hermanos (los “fraternos”), aunque nunca son totalmente “iguales”, viven en las mismas condiciones y se sienten más comprometidos entre ellos. Se habla algo más del viejo concepto de la “solidaridad”, pero de una solidaridad cuyo ejercicio obliga a pocos esfuerzos, y en muchos casos se queda (o confunde) en un mero acto caritativo que tranquiliza las conciencias pero no resuelve globalmente las situaciones injustas que atribulan a la sociedad.

¿Cuáles son los nuevos conceptos? Principalmente se trata de términos que huyen del antiguo argot, que devino en discurso político en manos de los grandes ideólogos. Capitalismo, Socialismo, Comunismo, Anarquismo, Socialdemocracia, o Liberalismo fueron palabras sublimes cuyos ecos retumbaban en las mentes de inquietos estudiosos e ideólogos cuyo empeño estaba dirigido a transformar el Mundo, a derrotar a las élites económicas, y aunque en el debate unas teorías se situaran en el eje “horizontal” (izquierda-derecha), sus efectos reales tenían una finalidad, como era disminuir las distancias entre los ricos y los pobres y “fraternizar” a la sociedad. Es cierto que la batalla ideológica se mostró siempre endiablada porque planteaba cambios tan drásticos que requerían levantamientos armados por parte de los más humildes (por tanto los más vulnerables) y revoluciones de los más diferentes formatos.

Fracasaron casi todas las revoluciones, pero no porque no estuvieran debidamente fundamentadas en razones contrastadas desde el punto de vista teórico, sino porque la preeminencia de los ricos “derecha) siempre se mostraba implacable con los más pobres (izquierda). Sin embargo los grandes ideólogos de la izquierda han dejado su impronta, y no dudaron en plasmar su visión de la realidad de su tiempo, -casi siempre tan crítica como inconformista-, al lado de sus estrategias sociales, políticas, e incluso militares, para subvertir el orden e invertir las estructuras de la sociedad capitalista. Frente a los capitalistas, entendidos individualmente y adscritos a una clase social eminente, el Capital administrado por un Estado poderoso, y dispuesto a servir a todos sus ciudadanos por igual, no como súbditos sino como personas partícipes de todos los derechos y responsables de todos los deberes.

Pues bien, ahora nos enfrentamos a un nuevo tiempo en el que una nueva hornada de españoles, que ejercieron la desidia o el desentendimiento en el proceso de la Transición, se empeñan en pedir cuentas a quienes lucharon contra el franquismo, y pusieron su honor y empeño en fraguar una nueva sociedad alejada de venganzas y fobias gratuitas. No obstante, este revisionismo con que se hacen hueco a codazos los nuevos libertadores de Podemos e, incluso, de Ciudadanos, es gratuito y, sobre todo, propio de este nuevo cuño de políticos que surgieron aprovechándose de una crisis económica y social que afectó negativamente a los ciudadanos. Con un aparato propagandístico desmesurado llenaron la Puerta del Sol en Madrid de añagazas que hicieron temblar los cimientos de las viejas ideologías y formaciones políticas. Los nuevos, siempre sados, se atrevían a vocear que los partidos que se esmeraron en la Transición “no les representaban”. Según palabras de alguien que ahora ocupa un cargo institucional en representación de Podemos, “la mayoría social estaba dispuesta a organizarse para asaltar las instituciones y arrebatárselas a la élite privilegiada” (Gil de Santos, de Podemos Andalucía).

De modo que debemos aceptar ese lenguaje impostado por los “nuevos revolucionarios” que se atreven a afirmar que “la cultura de la Transición está en transición…¿Hacia dónde?...Eso dependerá de cómo evolucione la interacción de los protagonistas del juego político, -ciudadanos, partidos y medios de comunicación-“. Sí, es verdad que han asaltado las Instituciones que surgieron tras la Transición, que quizás no fue tan modélica como pregonan sus protagonistas pero, en todo caso, está siendo mucho más útil y eficaz que lo que vocean sus torpes detractores.

Queridos Lectores, la revolución (incruenta y pacífica) no será posible. Entre otras cosas porque las ideologías se han mostrado remisas y pacatas… Pero estos nuevos predicadores, que percuten en la calle sin repercutir apenas en la vida real, no saben qué hacer con el diagnóstico, porque se han quedado en lo más superficial, y porque sus terapias solo responden a sus teorías insulsas y desarmadas de rigor. Son burgueses disfrazados de revolucionarios, soldados que han huido de los campos de batalla, ideólogos de la destrucción de las viejas ideas, revisores de cuentas que no están dispuestos a revisar sus propias cuentas… Anhelan el poder en tal medida, y con tanta prisa, que corren el riesgo de tener que huir despavoridos por su propia impotencia y falsedad.

FDO.  JOSU MONTALBAN