ETA: ¿QUIÉN PORTARÁ EL TESTIGO DEL DESARME?
Cuando los vascos nos ponemos a opinar sobre la violencia nos encontramos con un hándicap importante: el apasionamiento. ETA, que tiene a sus espaldas 829 asesinatos después de muerto el dictador Franco, ya recibe el rechazo casi unánime de la sociedad vasca, pero no ha sido repudiada formalmente. Y ello a pesar de que 343 de sus asesinados fueran personas civiles. Aún son demasiados los que se sienten plenamente complacidos con el anuncio del mes de Octubre del 2011 en que los encapuchados de ETA anunciaron el cese definitivo de las muertes. Pero quienes ejercieron de embajadores suyos, en las Instituciones y en la calle, la Izquierda Abertzale (IA), se consideran plenamente rehabilitados tras el anuncio de los etarras. Sin embargo, en medio de esta especie de calma, todo sigue pendiente. Es verdad que no hay nadie que preconice la vuelta al terrorismo de la banda, ni siquiera que la atisbe a muchísima distancia, pero tampoco se insiste con contundencia en la idea de que ETA aún existe, porque sigue emitiendo comunicados dirigidos a sus presos y, por elevación, a la opinión pública, y debiera disolverse de una vez por todas para dedicar todos sus esfuerzos a liquidar el “negocio” y ayudar a sus presos en ese trayecto final que pudiera traer consigo las excarcelaciones a corto o medio plazo de buena parte de ellos. El entramado abertzale (IA), formado por las múltiples fórmulas y denominaciones de la ya vieja HB ha parido organizaciones bien diversas, que ahora compiten entre sí para adueñarse del éxito final.
Desde su creación en 1959 ETA ha protagonizado épocas muy diferentes. Si encontró grandes dosis de complicidad mientras Franco fue dueño y señor de España, a partir de la celebración de las primeras Elecciones Generales, en el año 1977, comenzó a germinar un escepticismo en la sociedad vasca que, como la española en general, ansiaba la democracia. Que la Democracia constituía ya un empeño irremplazable estaba más que demostrado en aquellas Elecciones a las que concurrían todos los partidos que retornaban de la clandestinidad, con figuras tan emblemáticas como Dolores Ibarruri “la Pasionaria”, Santiago Carrillo, Ramón Rubial, etc… Allí estuvieron las fuerzas nacionalistas vascas, también las de la izquierda política, si bien que lo hicieron con todo tipo de reservas, hasta tal punto que negaron su presencia en el Parlamento español si no se daban algunos pasos previos como la amnistía.
Quizás pueda parecer reduccionista pero como lo que este artículo pretende abordar es el momento actual bueno es sintetizar los muchos pasos que han tenido lugar. Desde la Mesa de Alsasua (1978) en que surgió Herri Batasuna (HB), con el apoyo de KAS (que aglutinaba a toda la IA) y ETA-militar, hasta nuestros días, la inestabilidad ha estado presente de forma continuada en ese espectro socio-político vasco en el que el poder de las asociaciones y formaciones de carácter civil han estado constantemente supeditadas al control y el dominio de la organización “militar” y terrorista ETA. Pero la presencia tan peligrosa como agobiante de ETA empezó a provocar reacciones. Los atentados se sucedían con frecuencia, las extorsiones continuas acabaron por conformar una especie de red para la financiación del grupo terrorista mediante el llamado “impuesto revolucionario”. Fueron asesinados concejales y miembros de los partidos políticos no nacionalistas, miembros de las Instituciones del Estado, jueces, empresarios y personas de la más variada condición, pertenecientes al estamento militar y a los Cuerpos de Seguridad del Estado. Curiosamente ETA no atacó a la Iglesia en la que convivían quienes eran capaces de proteger a etarras en las sacristías y quienes actuaban como chivatos.
ETA y la IA tensaron la cuerda hasta el límite sin medir las consecuencias. El Estado respondió y lo hizo con contundencia. Primero fue la persecución policial, tras algunos episodios de guerra sucia y parapolicial no admisibles, mediante un despliegue de fuerzas y cuerpos de seguridad bien coordinados, en el que la Ertzantza se involucró con profesionalidad y medios, no en vano también había aportado muertos al devaneo de los terroristas. Después fue la persecución legal: aprobación de una legislación antiterrorista específica que culminó en una controvertida pero eficaz Ley de Partidos. Aprobada en Junio de 2002 ha devenido en una ley necesaria para terminar con el descaro y la impunidad con que ETA usaba los resortes legales de la sociedad civil para su pervivencia y buena parte de su financiación. Es cierto que la Ley de Partidos generó inquietud, en un principio en quienes se sentían más directamente afectados y concernidos, pero después también se pronunciaron organismos internacionales como Amnistía Internacional o el Consejo de DDHH de Naciones Unidad, entre otros. Ambos mostraron inquietud pero en ningún caso propusieron medidas derogatorias. La IA, ejerciendo de forma encomiable su condición servil a ETA, no dudó en formular críticas y recurrir los contenidos de la Ley ante Organismos Internacionales que, en prácticamente todos los casos, nunca les dieron la razón.
Las actuaciones del Estado frente a la IA siempre fueron controvertidas porque la IA no era una formación entusiasta sin más, ni la formaban vascos/as románticos/as que quisieran ser independientes. Quizás sus creadores así lo pensaran, sin embargo, terminó por ser una amalgama potente en que cabían ideólogos meticulosos y brutos desahuciados de todos los parajes intelectuales pero, eso sí, sometidos a una dirección hermética e inamovible en la que avezados jurídicos y profesionales de gran valía intelectual han sido capaces de provocar justamente hasta evitar venganzas, de agitar a sus masas sin que se les cayeran por los bordes atribuladas por el cansancio excesivo. Aunque muy pocos lo remarquen resulta esclarecedor que la dirección actual de la IA aún esté integrada por quienes ya figuraban en ella hace más de doce años. Algunos pocos han sido incorporados para dar muestra de cierta renovación, pero los Permach, Moreno, Barrena, Rufi, y sobre todo Arnaldo Otegi (en la cárcel, aunque conservado por la IA como un icono de infinito y reconocido valor) están aún en la vanguardia, amparando al habilísimo abogado Iñigo Iruin que es el encargado de dar forma jurídica a cuanto surge de la IA, e incluso de los aledaños de ETA. Es cierto que niegan este punto porque los miembros de la IA se cuidan mucho de pronunciar el término “ETA” para evitar cualquier tentación de quienes les acechan para inculparles si fuera necesario.
La situación actual, con la IA en las Instituciones de la mano de BILDU y de SORTU, y ETA afectada por el anuncio de cese definitivo de la violencia, sigue siendo complicada. Las encuestas realizadas entre los ciudadanos, vascos y españoles en general, por las empresas de prospección son contundentes. El terrorismo de ETA, que constituyó el problema más acuciante para los ciudadanos, ya no aparece en toda la lista. En su lugar no ha aparecido ningún otro epígrafe nuevo que tenga que ver con las razones que ETA y la IA esgrimían para explicar la existencia y la acción de los terroristas. La conclusión ha de ser que el problema vasco ha sido, exclusivamente, la existencia de ETA. ¿Cabe hablar a partir de ahora de “conflicto vasco”? No, salvo que se explique muy bien a qué nos estemos refiriendo. Y ello a pesar de que la sociedad vasca haya sido amenazada, intranquilizada, degradada y difamada por mantener y proteger a tantos desalmados que miraron para otro lado cuando algunos cadáveres se desangraban en sus calles.
La evolución ha demostrado que el “conflicto vasco” que se ha solido poner sobre la mesa ha sido ficticio, aunque los grupos políticos, -y las organizaciones sociales generadas por ellos para su servicio-, se empeñen en sacar provecho del final de ETA. ¿Quién puede arrogarse el final del terrorismo? La respuesta a esta pregunta da para muchos escritos, para infinidad de artículos de opinión, para un tratado que enfoque la respuesta desde los dictados de la Historia, pero la política exige respuestas rápidas mucho más eficaces para servir al oportunismo electoral que a la Verdad.
Se nos dice que será en este próximo otoño cuando ETA entregue las armas, y se especula con que ese desarme obedezca a un tributo pagado por la dirección terrorista, de forma unilateral, a la IA o al Lehendakari Urkullu. Todos están en la línea de salida dispuestos a recibir el testigo que ETA entregará a uno solo de cuantos le esperan. ETA se lo entregará a quien ella quiera. Quisiera hacerlo a quien garantizara de forma gratuita la liberación de todos sus presos pero eso, hoy por hoy, resulta imposible. ETA, en esta tesitura, no desea acabar como una proscrita , pero la utilidad de entregar el testigo de su desarme a la IA o a Urkullu es parecida, pero no es igual. Lo lógico será que anuncie su desarme en nombre de las víctimas que ha producido, lo cual pudiera suceder si se ofrece al Gobierno Vasco (no a Urkullu) como Institución Pública que representa a todos los vascos, ya que no lo hará ante la Institución que representa a todos los españoles, ya que sus víctimas lo fueron y muchas de ellas fueron asesinadas allende el País Vasco. Será absurdo que recurran a sus alentadores de la IA, ahora bien acomodados en alcaldías, concejalías y diputaciones forales. Y más absurdo aún que se convoque nuevamente a “sabios” internacionales (de sabiduría muy poco contrastada, por cierto) para anunciar algo tan sencillo.
La respuesta está en el viento. Es tiempo de espera en el que toda especulación parece gratuita. Constatado que la paz parece ya definitiva, solo nos queda la pregunta: ¿Quién portará el testigo del desarme cuando llegue a la meta?
Fdo. JOSU MONTALBAN