EL RETO DE PABLO IGLESIAS TURRIÓN
¿Qué quiere realmente Pablo Iglesias Turrión? Su desafío a Pedro Sánchez, mediante llamada telefónica al programa televisivo LA SEXTA NOCHE, puede ser interpretado de muy diferentes modos pero, en todo caso, deja en el aire algunas preguntas. ¿Sólo desea debatir con el líder del PSOE? ¿Por qué? ¿No le interesa debatir con Cayo Lara o con Alberto Garzón, que pertenecen a IU, una fuerza consolidada de la izquierda, como lo es el PSOE? ¿Tampoco desea discutir con Rosa Díez ni con los líderes de fuerzas políticas surgidas, como Podemos, a la sombra de la crisis económica y del deterioro progresivo de los partidos e ideologías clásicos? En una sola pregunta: ¿qué persigue realmente, el poder o la transformación social, el dominio o el abnegado servicio destinado a lograr mayores cotas de bienestar para los ciudadanos?
Hay quien cree que lo más conveniente es dejar que Podemos se sazone en su propio jugo, dejando sus acciones y pronunciamientos sin valorar, escuchando sus premoniciones en silencio, haciendo oídos sordos a sus bravatas descalificadoras y siguiendo la estela de la Política más tradicional. Pero resulta que Pablo I. Turrión es un atrevido debatiente que antes de mostrar sus intenciones se abrió las puertas de los platós televisivos participando en tertulias en las que nunca anunció que sus auténticas intenciones eran una sola: asaltar el poder por lo civil o lo militar (entiéndase la metáfora).
Jamás una opción política se ha constituido de forma tan sibilina. Primero solo fue una especie de asesoría de diagnósticos socioeconómicos, eso sí, una brillante asesoría. Pero sorprendentemente, encabezando las listas de Podemos acudió a las Elecciones Europeas y obtuvo un buen resultado, auspiciado por su brillante dialéctica y por el hartazgo ciudadano, siempre dispuesto a encumbrar al dedo acusador. Oportunismo y populismo han bastado para poner en entredicho a las opciones clásicas. Sin otro catálogo ideológico que un ramillete de críticas despiadadas a los hecho por los últimos Gobiernos, y un puñado de calificativos peyorativos destinados a descalificar a todos los demás líderes políticos, -de los cuales el término “casta” es el que más ha trascendido-, ha conquistado un espacio que, al parecer, sólo a Podemos le pertenece. Por eso su hinchada altanería ha incitado a P. Iglesias Turrión a desafiar a quien ha llegado al PSOE con la encomienda y la ilusión de recuperarlo y hacerlo útil para los ciudadanos.
La perversión de P.I.T. está en su escasa generosidad y la crecida desvergüenza de pretender desacreditar a Pedro Sánchez cuando aún apenas ha comenzado a andar. Pero el atrevimiento de Pablo oculta otras estrategias y algunas contradicciones. Resulta contradictorio que su formación, que publicitó con euforia que en un par de días hiciera más de cien mil afiliados y simpatizantes, haya anunciado ahora que no va a concurrir con su nombre a las Elecciones municipales. Pero lo más curioso han sido sus justificaciones, por ejemplo, “tendríamos dificultades para presentar candidaturas confiables y con plenas garantías de representar el espíritu de Podemos”. De modo que P.I.T. no se fía de sus propios afiliados. En otro pasaje apuesta por ser “cauto”, -la cautela es loable-, y “astuto”, -¿en qué acepción, en la de pícaro y taimado?, eso no es tan loable-. Y además ya teme que “las actuaciones impropias de dos o tres concejales serían un icono contra Podemos”, pero usa su temor como muestra de su virtuosa responsabilidad, que por cierto se la niega a esos de la “casta” a los que tacha de totalmente corrompidos y corruptos.
Nada más. Como P. I. Turrión enseguida lanza el guante, también lo lanzará si lee este artículo que es solamente un comentario y una reflexión. No es un reto.
Fdo. JOSU MONTALBÁN