LA CLASE MEDIA
Ved, queridos lectores, lo que ha dicho un importantísimo líder político español, de izquierdas para más señas: “La clase media es casi toda la sociedad: los trabajadores, los desempleados, los jóvenes que han creído en el sistema y se ven desamparados y obligados a exiliarse, los mayores de 45 años, que son los damnificados por la quiebra del modelo de crecimiento económico. Esta clase media que sufre la fuerte presión fiscal y que exige a los partidos más transparencia, participación y democracia. Los partidos tenemos que defenderla creando un sistema fiscal mucho más justo y garantizando un Estado de Bienestar que haga que todos los hijos puedan ir a un colegio público con las garantías de aprender inglés, de tener las herramientas necesarias para triunfar en la sociedad del siglo XXI. Para eso tenemos que crecer y garantizar empleo, pero lo que hay es una transformación de contratos fijos en temporales y la reducción de la protección de los trabajadores”.
No puede decir otra cosa quien, en la misma entrevista, había hecho este dibujo de su procedencia y evolución: “Soy hijo y padre de clase media, creo en el socialismo como la principal ideología transformadora y de progreso de la sociedad”.
La conclusión es que la Política que debe desarrollar la izquierda más numerosa, es decir la socialdemocracia, deberá estar dirigida a la protección de las llamadas clases medias. Puede ser que tenga razón, pero de repente surge la gran duda: “¿cómo definimos a la clase media actual?”. Y, para saber qué tratamiento debemos darla, ¿a qué Tratado tenemos que recurrir: al de Política, al de Economía, al de Sociología, o al de Filosofía…? Yo no soy capaz de armar una definición de la clase media, o de las clases medias, pues hay quienes recurren a embarullar aún más el paisaje viendo varias capas o estratos que todos ellos, yuxtapuestos, conforman la auténtica clase media. Puesto a reducir el campo para facilitar el tratamiento idóneo creo que la clase media es la que está entre la clase alta y la clase baja. Estoy seguro de que no me equivoco. Es cierto que se trata de la más numerosa, porque la clase alta se reparte entre unos pocos pues la codicia es patrimonio de osados y gentes dispuestas al cambalache, el fraude y la apropiación de lo ajeno, y la clase baja, a causa de la vergüenza que produce pertenecer a ella, igualmente parece poco numerosa porque son pocos los que admiten pertenecer a ella.
Las clases medias, -o la clase media-, ha adquirido la dimensión que tiene porque su misión más importante es correr un extenso velo sobre el debate relativo a la lucha de clases. Ya casi nadie admite que existan las clases sociales, y mucho menos aún que haya algún conflicto entre ellas. Muchos términos han desaparecido del Diccionario socio-económico, por ejemplo, burguesía, o aristocracia, o clase trabajadora. Son bastantes los líderes de las izquierdas que no aceptan que entre capitalistas y trabajadores es preciso dilucidar la gran incógnita social que, ahora mismo, empujada por una desigualdad económica insoportable entre las personas, y por una pobreza instalada en las familias que produce pavor, está convirtiendo nuestra sociedad en un hábitat dañino para el Hombre. Si la izquierda no habla ya de clases sociales, con menos razón va a hablar de ellas la derecha que se ampara, precisamente, en su existencia.
Los partidos políticos y las ideologías de izquierdas no se inventaron para defender a las clases medias. Sí, es cierto que es en el mercado electoral de la clase media donde se consiguen los votos que acercan al poder y a los gobiernos, pero las teorías que ha defendido la izquierda, con el socialismo a la cabeza, surgieron de las inquietudes que siempre enarboló la clase trabajadora. Fue ella la que reclamó derechos preocupada por el futuro de sus hijos tanto como por su propio futuro cuando abandonaran sus trabajos en las vísperas de su vejez. Allí donde la clase trabajadora estuvo mejor estructurada el Estado de Bienestar es más completo. Aún hoy, los países escandinavos, en los que los representantes de los trabajadores siempre fueron más numerosos, y donde son más los trabajadores que no dudan en nombrarse de ese modo, las políticas sociales están más desarrolladas porque el gasto social per cápita es en estos lugares mucho más alto que en los otros.
La caída en desuso de las ideologías más extremas ha puesto de moda a las clases medias, integradas por personas más o menos acomodadas, que disfrutan de empleos en condiciones admisibles y remuneraciones no mínimas, cuya seguridad garantiza la continuidad como trabajadores en el futuro. Ahora mismo, tanto se adscribe a la clase media al trabajador de una empresa administrativa que perciba 2.500 euros cada mes como se adscribe a un trabajador manual mileurista que trabaja en una empresa multinacional. Así se hace, en contraposición a aquellas primeras clases medias surgidas de la mano de las revoluciones industriales que tuvieron lugar a principios del siglo XIX.
La burbuja inmobiliaria y el alarde desmesurado con que el capital, tan ficticio como inexistente, favoreció la visualización de las más modernas clases medias, han dado volquete en el contenedor de los residuos a unas clases medias nuevas y desideologizadas que no conocen otra sociedad, en términos económicos, que no sea la especulativa. Las clases medias son producto de la especulación económica. Ideológicamente solo piensan en que cada amanecer aparezca con una nueva burbuja como aquella que les enriqueció un poco y les hizo creerse como el rey Midas. Económicamente su estrategia es resistir y, mientras el cuerpo y sus circunstancias resistan, mitigar las deudas almacenadas en los tiempos de bonanza. Socialmente no encuentran sino escollos a la hora de competir con escasos instrumentos y gran profusión de competidores. Así se conforma y se comporta nuestra sociedad.
La clase media es variopinta. Es verdad que, aunque las grandes riquezas se sigan almacenando en esas grandísimas fortunas que hacen el agosto navegando de un paraíso fiscal a otro paraíso fiscal, es esa amplia clase media la que mantiene vigente y activa la economía mediante el ahorro y el consumo. Ahorra para prevenir los riesgos que pueden presentarse en el futuro, y consume a pie de calle porque sus posibilidades son algo limitadas. Las clases bajas, es decir, sin eufemismos, los pobres, no conocen los paraísos fiscales salvo para defecar sobre ellos, ni conocen lo que es ahorra ni consumir. Las clases bajas, tan empobrecidas como desacreditadas, encuentran en los integrantes de las clases medias auténticos bastiones que les impiden abandonar la pobreza porque según ellos, según afirman los de la franja media, son pobres por sus propios méritos. En el fondo buena parte de los de la clase media son pobres que se sienten avergonzados y no quieren pregonar su condición.
De modo que esas clases medias que con tanto mimo cuidan los líderes de los partidos políticos, tanto de derechas como de izquierdas, son las que deben ser volteadas, re-ideologizadas, y recuperadas de su inocente culpabilidad. La clase media es tan numerosa que en ella cabe de todo, pero convertida en un objetivo para la transformación política y económica de nuestra sociedad, no es buena compañera. La izquierda hará muy bien si se olvida de ella y recupera a la clase trabajadora, actualmente englobada en ella, y enmudecida e inhabilitada por la acción de la misma clase media.
Se puede proceder, querido Pedro, de la clase media, pero entender la política de la izquierda desde las premisas de la clase trabajadora y de la utilísima lucha de clases.
FDO. JOSU MONTALBAN