LA TRASCENDENCIA DEL PSOE
Vivimos tiempos de convulsión en el PSOE. Lo grave de este tipo de tiempos suele ser que mientras los socialistas entramos en una especie de trance, entre la incomprensión y la confusión, los enemigos la emprenden a mamporros contra quienes son protagonistas directos de tal convulsión. Y cuando la agitación trasciende a la opinión pública, y ocupa las páginas principales de los medios de comunicación, todo el mundo tiene algo que decir, no desde una reflexión metódica y mediada, sino desde las entrañas o vísceras, que no suelen producir sino excrementos. Por eso debemos requerir en este momento rigor y buena voluntad a quienes hablen de este asunto, porque no es propio de gente decente fomentar el fatuo refrán del “a perro flaco todo son pulgas”, máxime cuando estamos hablando del partido político más antiguo de cuantos existen en España, que ha soportado y sobrevivido a una Guerra Civil, a la inestabilidad política que precedió a tal Guerra y a la Dictadura heredada de tal Guerra. Sin embargo los españoles no tienen por qué guardar silencio ante tales convulsiones, aunque sus interpretaciones de los acontecimientos deban ser comedidas.
La cosa ha sido que el Secretario General del PSOE ha tomado la determinación de inhabilitar al Secretario General del PSOE de Madrid. La drástica decisión ha cobrado una dimensión excesiva porque los medios de comunicación se han empeñado en puntualizar las razones que han llevado a tal decisión antes de que el propio Pedro Sánchez, D.G. del PSOE, haya explicado tales motivos. ¿Qué es lo que explica realmente que se haya levantado tal polvareda? Sólo una cosa, la trascendencia que tiene en la sociedad española cualquier vicisitud en que pueda encontrarse involucrado el PSOE. Desde que la democracia llegó a España el PSOE ha gobernado durante las dos terceras partes del tiempo. No sólo en el Gobierno del Estado sino en los gobiernos de todas las Comunidades Autónomas, en alguno de los priodos. Las grandes transformaciones que han tenido lugar han sido impulsadas y protagonizadas por el PSOE, de modo que se ha convertido en un partido político imprescindible en la configuración del Estado fuerte y compacto, capaz de dirigir los destinos de más de 40 millones de españoles en paz y concordia, y por su condición social, como partido de izquierdas que es, capaz de proteger y dotar de esperanzas a quienes más las necesitan.
Cuando una formación política de estas características entra en crisis todo se resiente, porque los ciudadanos sienten que algo les falta y, salvo que alguien llegue a ocupar su lugar, sienten la posible desprotección como un peligro que les acecha. La crisis del PSOE es evidente, pero igualmente es clara y manifiesta la necesidad de que se recupere y vuelva a la senda que nunca debió abandonar. Ha sido el partido político que antes democratizó sus estructuras adoptando las medidas pertinentes para que las mujeres participaran en la cosa pública; y ha sido el partido que implantó con mayor diligencia la democracia interna impulsando las elecciones primarias, tanto para los militantes como para los simpatizantes.
Pero es verdad que vivimos tiempos convulsos. Los ciudadanos reclaman que los partidos políticos tomen medidas drásticas ante los excesivos casos de corrupción que tienen lugar. Cada vez se muestran más escépticos cuando simples atisbos de irregularidad se presentan como signos indelebles de flagrantes ilegalidades. Tal ha sido el caso que nos ocupa, porque Tomás Gómez no ha sido imputado por los desajustes económicos que parece haberse producido en la construcción del Metro de Parla, pero Pedro Sánchez ha juzgado que más vale prevenir que curar, y ha tirado por la calle más directa: la inhabilitación y la disolución de la Ejecutiva del PSOE de Madrid. Probablemente la decisión ha sido algo precipitada porque la conclusión que muchos sacan es que hay “gato encerrado”, la cual es absolutamente gratuita dado que aún no se ha escuchado ningún maullido lastimero. Eso sí, Tomás Gómez ha sacado las uñas y se ha defendido. ¿Quién tiene la razón? Será cuestión de tiempo, y casi seguro que en el comportamiento de ambos hay afrentas mutuas. Seguro que Pedro Sánchez ha puesto demasiado vendaje para tan escasa herida, del mismo modo que Tomás Gómez ha reaccionado de forma desmedida. Uno afirma que defiende al partido que lidera desde hace algo más de medio año, mientras que el otro defiende su honor. Lo bueno hubiera sido haber compaginado bien ambas defensas pero, como se ha visto, no ha sido posible.
Lo cierto es que esta pelea inflige un nuevo castigo al PSOE, en un momento en que necesita consistencia, en un momento en que precisa de toda su fuerza y toda la confianza para seguir siendo la fuerza política que siempre ha sido: la auténtica y única garantizadora del Estado de Bienestar en España. Cabe hacer alguna consideración añadida. En estos tiempos en que se achaca a los líderes políticos ser demasiado condescendientes con quienes se ven involucrados en asuntos turbios, la decisión de Pedro Sánchez de apartar a Tomás Gómez debería ser aceptada como un ejemplo a imitar por los demás en otros casos parecidos. Pero no ha sido así, de modo que han sido demasiados los que han juzgado que ha habido un exceso de rigidez en la toma de la decisión.
No es nada menor que lo acontecido haya ocurrido en Madrid, capital del Estado, en donde la repercusión es máxima sobre el resto del Estado. Quien ha venido ganando en Madrid, ha ganado en España, tradicionalmente así ha acontecido. Puede ser, por tanto, que la decisión de Pedro Sánchez haya obedecido también a esa constatación, lo cual pondría en entredicho el respeto debido a las normas internas y los estatutos del Partido Socialista. En 24 horas el PSOE de Madrid ha pasado de tener un secretario general a tener un presidente de gestora. Dado que en solo dos meses se producirá un proceso electoral, también se ha pasado de tener candidatos decididos mediante elecciones primarias, a tener solo posibles candidatos. Ya no habrá Primarias porque no queda tiempo para hacerlas, pero la vida continuará mientras los socialistas discutimos sobre la decisión tomada, y los demás sacan conclusiones gratuitas e interesadas.
Conviene advertir que el sistema democrático de partidos debe ser aceptado y apuntalado, también en el seno de los mismos partidos. El tiempo va a decir dónde está la razón, pero el PSOE se juega mucho en este envite. Si Tomás Gómez no ha dado el brazo a torcer, ni ha negociado, tendrá sus razones. Si Pedro Sánchez se ha obstinado en mostrarse rígido e inflexible inhabilitando todo lo que estaba habilitado en Madrid, puede que también las tenga, sean personales o estatutarias. El tiempo responderá, pero los socialistas deberíamos ser respetuosos con nosotros mismos, porque toda reflexión al respecto, que no parezca razonable, solo servirá para dar bazas y aliento a los enemigos, que son varios y son cobardes. ¡Tan cobardes que no dudarán en usar razonamientos arteros y espurios!
La trascendencia del PSOE le hace imprescindible en nuestra Democracia. Los oportunistas lo saben, -saben de su compromiso social y de su trascendencia-, y no dudarán en meterse, osadamente, en camisas de once varas.
Fdo. JOSU MONTALBAN