jueves, 2 de julio de 2015

EL ADOCTRINAMIENTO DE LOS MAQUETOS ( EL SIGLO DE EUROPA, 29 DE JUNIO DE 2015 )

EL  ADOCTRINAMIENTO  DE  LOS  “MAQUETOS (*)”

Durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX el País Vasco recibió aluviones de personas procedentes de otros lugares de España que acudían a la llamada de la abundancia, al disfrute de la que se llegó a llamar la California del Hierro, en la que se fueron instalando las numerosas hordas de trabajadores que llegaban procedentes de los pueblos menos desarrollados de la península.
Bajo la tierra vizcaína el mineral permanecía almacenado, esperando que los brazos humanos lo extrajeran y lo transformaran en hierro. Ya lo había anunciado el viejo historiador Plinio hacía muchísimos años: “En la parte de Cantabria que baña el mar, hay un monte asperosísimamente alto, todo de hierro; cosa increíble y maravillosa”. Aquella reserva de mineral había permanecido sin ser explotada hasta la segunda mitad del siglo XIX, o bien explotada en el más absoluto desorden. La Ley 17 del Fuero, que databa del siglo XVI, que impedía que impedía que se sacara vena de mineral para reinos extraños, tenía como finalidad proteger a los propietarios de las pequeñas ferrerías que proliferaban en toda Vizcaya, pero esa Ley fue derogada y de ese modo se abrió la posibilidad de extraer mineral sin límite ninguno para comercializarlo después, tanto para las múltiples fábricas que se abrieron e instalaron en las orillas de la Ría del Nervión, como en el norte de Europa, adónde el mineral salía a través de la Ría.
La voracidad de los propietarios de aquellas minas se desató de forma incontrolada. Empezaron a ser explotadas las minas, principalmente en dos zonas: en los alrededores de Bilbao, hacia su vertiente del Sur, las minas de Mirivilla, y en la margen izquierda del río Nervión, ya en las proximidades de su desembocadura, las minas de Triano y de La Arboleda. Fue esa graciosa circunstancia la que, además de producir riqueza y abundancia, desencadenó una cadena de desarrollo social, económico, político, sindical, etc… Y fue eso lo que provocó aquello que algunos bautizaron más tarde como “invasión maqueta”.
Con objeto de obtener las máximos beneficios de sus explotaciones los patronos mineros no dudaron a su vez en explotar a los trabajadores que llegaban desde todos los rincones de España. Las condiciones en que vivían, tanto las laborales como las relativas a las viviendas o aposentos en que se instalaban, eran deplorables. Muchos de ellos morían víctimas de enfermedades contagiosas procedentes de las condiciones higiénicas ínfimas que sufrían; otros sufrían accidentes que les invalidaban, entonces eran despedidos y abandonados en los espesos montes porque ya no eran útiles en la producción. Aquella situación era el mejor caldo de cultivo para que el socialismo se implantara, máxime teniendo en cuenta que Pablo Iglesias Posse acababa de fundar el sindicato UGT y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). De modo que en 1885 llegó a Bilbao Facundo Perezagua, un enviado de Pablo Iglesias, con el objeto de sembrar el socialismo en aquel hábitat que presumía favorable para que germinase la ideología.
Y así fue. En un pequeño lapso de tiempo se abrieron las Casas del Pueblo (Sedes Socialistas) de La Cantera, en Bilbao, y la de La Arboleda, en el corazón de la Zona Minera. Ambas se convirtieron en centros referenciales para las multitudes de inmigrantes que llegaban en busca de trabajo. Los barrios periféricos de Bilbao y la Margen Izquierda fueron los lugares al que llegaron los que fueron después bautizados como “maquetos”, cuando Sabino Arana fundó el nacionalismo vasco (PNV), como formación destinada a aglutinar a los vascos nativos y auténticos, a los vizcaínos de pura raza en contraposición a los españoles impuros, que bien podían ser considerados una plaga con la que Dios castigaba al pueblo más ancestral de cuantos habitaban la Tierra.
El fundador del nacionalismo vasco siempre se mostró muy contundente con aquella “invasión maqueta”: “Antiliberal y antiespañol es lo que todo bizkaino debe ser”. Lo que Sabino Arana predicaba entonces perseguía en buena medida emponzoñar cruelmente la relación de los vizcaínos con los maquetos, hasta tal punto de que consideraba “una rastrera aberración” pretender que los llegados de fuera llegaran a integrarse en la sociedad vasca: “Conste que de ese roce entre el bizkaino y el maqueto solo brotan en este país irreligiosidad e inmoralidad… El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón”.  Son innumerables las alusiones de este tenor que salpican los más importantes escritos de Arana, incluso elevando sus exigencias a los mismos vascos: “Es preciso aislarnos de los maquetos en todos los órdenes de la vida; de otro modo aquí en esta tierra que pisamos no es posible trabajar por la gloria de Dios”.
La llegada de la Democracia a España y a Euskadi
Sin embargo, a pesar de las victorias sucesivas del PNV en Vizcaya en el periodo democrático, a partir de 1977, el PSOE ha venido ostentando una mayoría de votos amplia en siete de los ocho pueblos de la Margen Izquierda del Nervión (Baracaldo, Sestao, Portugalete, Santurce, Ortuella, Trapagaran y Abanto), así como en las áreas y pueblos de los alrededores de Bilbao, en donde viven la gran mayoría de los que integraron aquella ya olvidada “invasión maqueta”. Teniendo en cuenta que se trataba de pueblos y áreas muy pobladas, el PSOE sumaba muchos sufragios que, además de conferirle poder local, le proveía representaciones muy numerosas en las Juntas Generales de Vizcaya, auténtico parlamento territorial al que el Estatuto Vasco y las Leyes Forales reservan importantísimas competencias.
¿Qué ha pasado para que el PSOE (en Euskadi PSE) solo conserve dos pueblos, -Portugalete y Ermua-, con alcaldes suyos, tras haber tenido diez pueblos bajo su influencia? ¿Qué ha ocurrido para que el PSE, que llegó a gobernar en Vizcaya a casi 300.000 vizcaínos, haya reducido su ámbito de influencia a solo unos 70.000 vizcaínos? La respuesta no encierra demasiadas dificultades: ya no hay “maquetos” en la “Euskaria” sabiniana (de Sabino Arana) que, curiosamente, se circunscribía solo a Vizcaya. Muchos de aquellos maquetos o han muerto o han regresado a sus tierras de origen tras sus jubilaciones, y sus hijos y nietos apenas quieren saber nada de las leyendas que les contaron sus antepasados. Los hijos de los maquetos que han nacido en Euskadi ya se consideran vascos con pedigree o patente, aunque sus padres aún ceceen al hablar. Algunos aún conservan las humildes casas de las que salieron hace muchos años en cualquier pueblo o aldea de cualquier rincón de España, pero el nacionalismo vasco les ha atornillado tanto las conciencias que sus hijos han tomado nombres vascos, y no son pocos los que han cambiado el orden de sus apellidos, cuando les ha convenido, solo para poner por delante sus apellidos vascos.
Pero esta explicación no resulta suficiente, porque hay que tener en cuenta algunos otros aspectos. Es bien cierto que el nacionalismo vasco ha usado con mucha habilidad un victimismo infundado, dando a entender que todo lo vasco había sido perseguido durante el franquismo, pero sin decir que dicha persecución solo fue achacable al franquismo, y no precisamente a España como Estado. El socialismo vasco no reaccionó con rotundidad ante aquella quimera que inventó el PNV para mostrar, arteramente, que la lengua, la cultura y los usos y costumbres vascos estaban siendo coartados por el Estado. En este aspecto la estrategia nacionalista no ha sido bien respondida, a pesar de que el socialismo se implantó en Euskadi al menos diez años antes que lo hiciera el nacionalismo.
Los socialistas vascos han sido muy cuidadosos a la hora de favorecer la convivencia entre diferentes en Euskadi. Incluso su condescendencia ha sido tan excesiva que no ha dudado en rendirse ante batallas que pudieran poner en peligro la buena relación entre los variados grupos humanos que conforman la sociedad vasca. Por si fuera poco el terrorismo etarra constituyó un factor importantísimo para alejar a muchos ciudadanos vascos de los aledaños del socialismo y del PSE. Ante el terrorismo, el socialismo vasco se encontró durante bastante tiempo desamparado, sin más complicidad real que la de la derecha española, porque el nacionalismo guardó silencio o no empleó la contundencia suficiente para combatirlo.
Y por fin es preciso también decir que el nacionalismo del año 2015 no tiene nada que ver con el que inspiró a Sabino Arana cuando creó el PNV. Si alguna formación política no tiene nada que ver con los principios que inspiraron su fundación, esa es el PNV. Alguien podrá esgrimir que, dado que los tiempos cambian, sería una aberración pensar hoy lo mismo que quienes les precedieron hace más de cien años, pero los pensamientos del fundador del PNV, contenidos en su colección titulada “De su alma y de su pluma”, constituirían hoy una afrenta para las gentes normales. No sólo son pensamientos anticuados, sino que resultan tan incomprensibles como improcedentes en una sociedad actual y avanzada.
Volviendo a los inicios del Artículo, ahora que los inmigrantes que llegan a Euskadi proceden de África, de América Latina o de los países más pobres del Este de Europa, cabe establecer la similitud entre aquellos maquetos y los inmigrantes actuales. Aquellos, como estos, vinieron buscando la vida que en sus tierras de origen se les negaba. Lo curioso es que ahora no son pocos los maquetos de aquel tiempo que rechazan a los inmigrantes actuales y les niegan el pan, la sal y cualquier derecho humano, y lo hacen del mismo modo como entonces lo hacía Sabino Arana refiriéndose a la “invasión maqueta”. A veces siento que aquellos maquetos han sido adoctrinados por el nacionalismo más rancio y áspero, pero prefiero pensar que tal vez hayan sido embaucados sutilmente por un nacionalismo más humano y humanista que aquel de Sabino Arana.
*Maqueto: “En el País Vasco, inmigrante de otra región española” (Diccionario de la Real Academia Española)

Fdo.  JOSU  MONTALBAN