PABLO I, EL ENREDADOR
La siguiente cita electoral será la de las Elecciones Generales, y queda tan poco tiempo hasta ellas que los acuerdos firmados tras de las elecciones autonómicas y locales pueden saltar por los aires o resultar inoperantes. Dicen que la izquierda se ha hecho con los Gobiernos, que España se ha hecho de izquierdas tras tantos acuerdos entre el PSOE y Podemos, además de otras fórmulas improvisadas para desalojar al PP de los gobiernos. Así ha sido, pero resulta que los líderes de Podemos dicen que ellos no hacen acuerdos entre partidos sino acuerdos con la gente, como si los votos que ha obtenido el PSOE, o los otros partidos, procedieran de extraterrestres o de personas no adscritas al concepto “gente”.
Lo que pasa es que han llegado los “mesías”. Traen una buena nueva y han venido para salvarnos a todos porque todos, absolutamente todos, según ellos, estábamos equivocados. Cuando comento estas cosas en corros de amistades recibo contestaciones contradictorias, de difícil interpretación, porque hay quienes siendo personas de derechas aún se sienten dolidas por el desenlace final, y hay quienes siendo de izquierdas muestran una euforia poco fundamentada. Permanezco al acecho, a la espera de que las máquinas de los Ayuntamientos y de las Comunidades Autonómicas empiecen a rodar y muestren sus potencialidades y sus intenciones. No me afecta demasiado que a los partidos emergentes les salgan miembros con comportamientos dudosos, porque están siendo vigilados por mezquinos cancerberos ávidos de noticias desagradables, y son muy capaces de convertir lo anecdótico en trascendental. Lo que me preocupa es la actitud de Pablo Iglesias con (o contra) las formaciones de izquierdas, con las que no parece que quiera realmente colaborar sino que su deseo es, más allá de derrotarlas, destruirlas.
El match democrático que tiene lugar en cada proceso electoral se juega en un terreno equivocado, según él. Las reglas por las que se han regido los democráticos combates que ya han tenido lugar tras la muerte de Franco, son papel mojado para este Mesías Mayor que quiere inventar el futuro. Pero, a mi entender, se trata solamente de un enredador de la Política. Es cierto que era necesario un revulsivo como ha sido Podemos, pero debiera cuidar mucho sus formas, no vaya a convertir su fondo, su ideología, en un enrevesado laberinto. Ni su lenguaje se acomoda al tiempo ni es realmente comprensible para gran parte de la ciudadanía. Tal se desprende de la entrevista (PUBLICO, diario digital) en la que ha despotricado contra IU y su líder Garzón, y por extensión de toda la izquierda española. Por si fuera poco, ha publicado su opinión al respecto, y en parecidos términos, en EL PAIS (29-6-2015), aunque intentando alertar a toda la izquierda española. No es extraño que obre de ese modo porque una de sus frases más célebres ha sido que la distinción entre derecha e izquierda, en Política, ya solo es una entelequia. De poco sirve recordarle que militó en formaciones de izquierdas, e incluso pretendió representarlas en las Instituciones. Aquel tiempo ya pasó, y ahora tiene un objetivo: “yo quiero ganar”. Su atrevimiento le ha permitido advertir que “hay un cierto fetichismo en la izquierda”, por eso afirma en la entrevista que “hay que hacer las cosas al contrario de cómo las hacía la izquierda”.
De pronto ha invertido el campo de juego, ha borrado las señalizaciones pertinentes y ha redactado unas nuevas reglas. En el nuevo esquema no le caben ni el PSOE, que ha gobernado y participado en la construcción de la Democracia que disfrutamos, -o sufrimos, tanto da-, ni cabe IU, de quienes ha hecho un retrato tan deplorable como este: “El típico izquierdista tristón, aburrido, amargado… la lucidez del pesimismo”. Y bien, ¿para tan poco sirvieron sus asesoramientos a Cayo Lara y otros dirigentes de IU? Nunca un mesías auténtico hablaría en estos términos. O sea que como mesías no pasa de ser un impostor, dispuesto a conquistar el cielo pero muy poco preparado para merodear por la tierra. En su diagnóstico no sale demasiado bien parada la izquierda: “Seguid viviendo en vuestro pesimismo existencial, coceos en la salsa llena de estrellas rojas y de cosas, pero no acercaos porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos. No quiero que cenizos políticos que en 25 años han sido incapaces de hacer nada, no quiero dirigentes políticos de IU. Seguid en vuestra organización. Presentaos a las elecciones pero dejadnos en paz…Quedaos en vuestro sitio”.
Bien poco interesa el resto de la entrevista en la que posiciona a Podemos en el tema catalán, jugando a completar un slalom en el que es él mismo el que pregunta y el que responde. Anda enfrascado en algo que llama la “ruta del cambio”. En ponerle el nombre no ha sido muy original, porque esa palabra (“cambio”) la han usado ya todos los líderes políticos españoles, los actualmente encastados y los desencastados, desde aquel 1982 en que el PSOE la usó por vez primera. Bien se ve que la obsesión actual de Pablo Iglesias pasa por destruir a IU, que incluso lleva el término “izquierda” en sus siglas. Ha pasado de ser su dueño y mentor a ser su más obsesionado detractor y destructor. Podía haber sido, al parecer, cabeza de cartel de IU en unas Elecciones Europeas, pero se ha convertido en su más obstinado opositor: “Ninguna. Cero. Fin de la cita. No hay manera de poner otro titular”, fue su respuesta a la pregunta respecto a las opciones que quedan para que se dé un pacto entre ambas formaciones previo a las Generales.
Me pregunto yo: ¿sí IU tiene cero posibilidades para acudir a unas elecciones junto a Podemos, de qué modo va a competir con el PSOE en la próxima ocasión? Me resulta paradójico eso de colaborar en el desalojo de los gobiernos del PP pero sin aceptar responsabilidades concretas en los nuevos gobiernos formados. Eso, más que pactos son partos, y será bueno que no lleguen en ningún momento a ser dolorosos. En el mosaico de situaciones que se han producido tras dichos pactos ha habido una que me ha llamado la atención: en la Comunidad Valenciana un grupo de parlamentarios de Podemos votó a favor de la investidura del socialista Ximo Puig, mientras que otros se abstuvieron, ¿a qué viene esta larvada llamada de atención?
Que el periplo del PP en el Gobierno (en todos los gobiernos) exigía un drástico cambio no ofrece duda ninguna, pero al mismo tiempo que se regenera la vieja Política tenemos que procurar que la nueva no se edifique sobre el lodo de la vieja, y que los nuevos artífices no se comporten como elefantes en una cacharrería. Pablo Iglesias no tiene ningún derecho a apropiarse del futuro como si tal no se hubiera venido construyendo desde el pasado, en el que él estuvo. Afirma en la entrevista aludida que, tras las próximas Elecciones Generales “sería durísimo tener que votar la investidura a favor del PSOE”, porque lo único que quiere es “ganar”, es decir, vivir durante cuatro años al menos en la Moncloa. Todos quieren ganar, pero no lo pregonan con la misma altanería, no lo vocean desde el púlpito de la infalibilidad, no lo presentan encaramados en la nube de la soberbia.
Lo cierto es que él partió de un comportamiento revanchista: soñaba con dirigir IU y mudó sus intenciones hasta convertirse en su enemigo más encarnizado. Le hubiera gustado dirigir el PSOE pero también le vino grande y no osó siquiera acercarse a sus dominios. Al final se ha convertido en un distribuidor de patentes, que se apropia del buen nombre, trayectoria y valía personal de Manuela Carmena, o de Ada Colau, sin pararse a pensar que Manuela Carmena, por ejemplo, estará mucho más cerca de IU que de Podemos, incluso mucho más cerca del “encastado” PSOE, con el que ha colaborado en muchas ocasiones, que de la formación que creó Pablo Iglesias para abatir a IU y a la izquierda en general. Ella misma se adelantó: “Yo no soy de Podemos”.
Por todo esto, Pablo Iglesias debería dejar de enredar, por el bien de la Política y de los ciudadanos, en suma, por el bien de la gente.
FDO. JOSU MONTALBAN