LA MEMORIA HISTÓRICA Y LAS MEMORIAS DE LOS VASCOS
Pueden parecer lo mismo pero se trata de “memorias” muy diferentes. Cuando la formación del Gobierno de Urkullu dio lugar a la creación de la Secretaría de Paz y Convivencia, a cuyo frente se situó al discutido Jonan Fernández, tal vez se quiso hacer un guiño a quienes debían hacer un esfuerzo mayor para facilitar que todos pudiéramos convivir en paz, pero la elección fue un error, de modo que la búsqueda de un diagnóstico común ha provocado dudas y ha abierto algunas heridas. El planteamiento, errado, pretende meter en el mismo saco a quienes fueron matados por los terroristas y a quienes murieron por abusos cometidos en dependencias policiales.
Lo primero que hay que decir es que ni unos ni otros debieron morir, pero mientras unos murieron porque sus terroristas ejecutores cumplían con “su” misión de matarlos, los otros murieron porque quienes tenían la obligación de custodiarlos y, haciendo uso de prácticas democráticas, obtener información útil para derrotar al terrorismo, hicieron uso excesivo (o abuso) de tales prácticas. Que tales abusos deben ser desterrados como prácticas policiales al uso, está fuera de toda duda. Que sus causantes deben ser apartados de sus funciones y castigados con el máximo rigor con la Ley en la mano, también. Pero de ahí a, juntando las churras con las merinas, hacer un totum revolutum que equipare a los terroristas con los policías, a los asesinos con los homicidas accidentales, va un trecho muy importante. Esta equiparación en el almacén de la Memoria, desacredita a nuestra Democracia y convierte nuestra Memoria Histórica en un estercolero al que se puede arrojar de todo, según la conveniencia.
Sin embargo, a tenor de las informaciones difundidas con motivo de las detenciones de dos jefes etarras (y otras tres personas) en el sur de Francia, ETA sigue manteniendo activos sus últimos arsenales. Esos dos etarras no han mostrado visos de arrepentimiento y, a falta de otras encomiendas más violentas y peligrosas, se han dedicado a organizar actos de Kale Borroka y poco más. Si ETA no firma su propia acta de defunción, y sus partidarios no le piden que lo haga, la Secretaría de Paz y Convivencia solo debe mostrar una prioridad: honrar a las víctimas del terrorismo. Nada más. Fueran a manos de ETA, del GAL, del Batallón Vasco Español o de quien fuera, siempre que se tratara de terroristas. ¿Tan pronto hemos olvidado los tiempos de la miseria como para no distinguir a los terroristas y a quienes les han venido apoyando? Acudí en bastantes ocasiones a manifestaciones de Gesto por la Paz tras los asesinatos de inocentes a manos de ETA, protegido por los policías que me escoltaban: con esto quiero decir que las Fuerzas de Seguridad escoltaban y perseguían a los terroristas, esa era su misión. Quienes, perteneciendo a dichas Fuerzas mataron a sabiendas de lo que hacían a los terroristas previamente detenidos, eran igualmente terroristas, pero ¡cuidado!, de ahí a establecer los escasos y posibles abusos como si fueran usos y costumbres, no ayuda en nada a la solución.
En realidad se trata de tener memoria. El miedo a ETA provocó mucha amnesia pero, lo que es peor aún, trastornó a muchas memorias de vascos obsesionados y obnubilados por sus propias quimeras. En Euskadi, hace demasiado poco tiempo, se voceaba en las calles “¡ETA mátalos!”. Y haciendo caso a tales voces, ETA mataba a la gente. ¿A quién? A cualquiera. ¡ETA mataba! Mi memoria, como vasco, me lo recuerda muchas veces. Lo que yo deseo es que la Memoria más solemne, es decir la Histórica, coincida con la mía.
En el caso de que ambas memorias (la Mía y la Histórica) no coincidan, habrá que buscar responsables. Y yo en esto no tengo dudas, ni me guían intereses espurios. El terrorismo vasco fue obra, exclusiva, de los terroristas y de sus admiradores. Sólo de ellos, sean o hayan sido de la tendencia política que fueran.
FDO. JOSU MONTALBAN