CORBYN LLEGA AL LABORISMO BRITÁNICO EN BICICLETA
Aunque me da la impresión de que la crisis que afecta a la
izquierda en Europa va para largo, la llegada de Jeremy Corbyn al laborismo
británico enciende una luz. A pesar de que el laborismo británico, -que suele
ser una importante aguja de marear en la navegación de la izquierda europea-,
haya elegido como líder a Corbyn, saltándose sus militantes los consejos de los
partidarios de la Tercera Vía de Blair, las crónicas no han mostrado ningún
tipo de triunfalismo, ni siquiera alguna mueca de satisfacción ante el
sorprendente triunfo.
La victoria contundente de Corbyn no es la de un populista
empeñado en conquistar el cielo, como afirmó Pablo Iglesias de sí mismo cuando
emergió del batiburrillo de los indignados, porque Corbyn lleva algo más de
treinta, de sus 66 años, luchando en el corazón del laborismo para que sus
líneas ideológicas y sus estrategias se escoren hacia la izquierda en lugar de
quedarse en ese centro-izquierda que los ciudadanos británicos no aceptan. No
solo eso, sino que además su triunfo constituye el triunfo de un indómito capaz
de haber votado en su ya dilatada carrera política en más quinientas ocasiones de
modo diferente a lo que votaba su formación política. Este modo de comportarse,
que en España supondría razón suficiente para que fuera castigado con medidas
disciplinarias drásticas, ha constituido quizás el factor más importante de
cuantos le han suministrado la victoria.
No han sido un hándicap sus 66 años, ni que los más tenues y
conservadores en el laborismo inventaran la fórmula para abrir el voto a los no
afiliados cobrándoles por ello tres libras. Los británicos han dicho que sí a
este “viejo” y ya le han puesto frente al acomodado Cameron. La derecha
británica ha mostrado su alegría porque el estúpido Blair no ha dudado en
criticar a Corbyn y anunciar que su voto no irá a parar al nuevo líder
laborista.
No dice nada estrambótico ni extravagante. A pesar de su edad
se declara partidario, y militante, de ese furor juvenil que reclama una
sociedad más justa. “Las cosas pueden cambiar, y cambiarán, combatiendo los
grotescos niveles de desigualdad del país”, ha dicho. Es decir, nada que no se
escuche en cualquier lugar en el que se reúnen los ciudadanos para comentar sus
vidas y cuitas. Probablemente Corbyn se habrá comportado como un británico más,
eso sí, comprometido con su sociedad y con este tiempo que le ha tocado vivir.
No ha creado un partido nuevo a su imagen y semejanza ni ha inventado nada
extraordinario. Es el nuevo líder del laborismo británico, de la izquierda
británica, y nada más. Pero los diarios no han dado a la noticia la debida
dimensión, porque vivimos tiempos en que la Política se pergeña más en las
oficinas de las entidades económicas, y multinacionales, que en las sedes de
los partidos políticos. Peor aún, las sedes de los partidos políticos se
parecen mucho más a asesorías que a centros de pensamiento y de decisión.
La llegada de Corbyn al laborismo británico confirma que se
ha producido un cambio importante en la izquierda europea, pero solo en lo que
respecta a su imagen. Ni Valls en Francia, ni Renzi en Italia, ni el resto de
líderes de las izquierdas europeas son equiparables a Corbyn, en buena medida
porque los populismos de izquierdas han echado el resto para desacreditar a las
izquierdas tradicionales, afectadas por una desideologización sin precedentes.
Y deberán ser ellas, esas izquierdas depauperadas ideológicamente, las que
remonten el vuelo con audacia. No les bastarán los subterfugios ni las
componendas; a sus líderes no les servirá la presentación de sus currículos
porque en ellos estarán plasmadas la ineficacia y la desidia que nos han traído
hasta aquí y han permitido que hayan aterrizado en la Política
prestidigitadores y funámbulos. Hacen falta políticos gallardos que no
consideren que la Política es un lugar donde sólo se está de paso, dónde uno
vive poniéndose a prueba (y nada más) permanentemente.
A Corbyn no le han elegido quienes creen que el laborismo
británico pertenece a una “casta” a la que urge erradicar. Le han elegido los
que creen que el laborismo y la izquierda deben recuperar su fuerza para
ponerla al servicio de los británicos. Lo han hecho en un momento dulce para
los torys o conservadores, con un
Cameron tranquilo y desahogado porque su Presidencia no pasa por ningún trance
adverso, lo que ha llevado a pensar a los comentaristas políticos que los
británicos se sienten tan satisfechos con Cameron como Primer Ministro, que la
llegada de un hombre como Corbyn solo puede servir para apuntalar aún más a
Cameron. ¿Por qué ha de ser así? ¿Acaso no cabe también pensar que Cameron
representa un mal menor, a la vista de que el giro al centro de los laboristas ha
hecho que sus propuestas políticas se confundan con las de los conservadores?
El desprecio con el que los últimos líderes laboristas han tratado a los
sindicatos formó parte de las líneas básicas de aquella Tercera Vía que
desembocó en la más aburrida anodinia. No es extraño que una de las voces
laudatorias del triunfo de Corbyn haya sido la del Secretario general del
sindicato Unite: “Se ha puesto en la agenda una alternativa real a la
austeridad, a las políticas neoliberales; es un discurso que los jóvenes nunca
han escuchado”.
¡De acuerdo!, digo yo. Pero, ¿lo han escuchado incluso los no
tan jóvenes? El paisaje político y social de Gran Bretaña no difiere demasiado
del nuestro. También en España los jóvenes demandan soluciones a sus problemas,
pues es verdad que el paro juvenil abochorna a todos por lo abultado que es, y
es verdad que los jóvenes ven un futuro oscuro, casi negro, que demanda audacia
y firmeza. Pero los no tan jóvenes también sufren tasas de desempleo que les
impiden llegar a la jubilación con garantías para vivir de mayores con cierta
suficiencia, máxime cuando se ven obligados a ser el sostén económico de sus
descendientes.
Que el nuevo líder del laborismo británico haya llegado al
liderazgo desde la izquierda es importante. Que se hayan dado cuenta de ello
los otrora afines a la Tercera Vía, y estén mohínos por ello, es otra buena
señal. Que tenga 66 años, y más de treinta ocupados en el ejercicio de la
Política, es una garantía más. Y que haya llegado en bicicleta, porque es el
vehículo que utiliza ya que no tiene coche, es una bella guinda en este
proceso. Solo queda que Corbyn no se encuentre con demasiadas zancadillas, -con
ninguna zancadilla de los propios laboristas, claro-, para bien de las
izquierdas y de todos los ciudadanos, británicos y europeos.
FDO. JOSU MONTALBAN