martes, 15 de septiembre de 2015

CORBYN LLEGA AL LABORISMO BRITÁNICO EN BICICLETA (DEIA, 15 de Septiembe de 2015)

CORBYN LLEGA AL LABORISMO BRITÁNICO EN BICICLETA

Aunque me da la impresión de que la crisis que afecta a la izquierda en Europa va para largo, la llegada de Jeremy Corbyn al laborismo británico enciende una luz. A pesar de que el laborismo británico, -que suele ser una importante aguja de marear en la navegación de la izquierda europea-, haya elegido como líder a Corbyn, saltándose sus militantes los consejos de los partidarios de la Tercera Vía de Blair, las crónicas no han mostrado ningún tipo de triunfalismo, ni siquiera alguna mueca de satisfacción ante el sorprendente triunfo.
La victoria contundente de Corbyn no es la de un populista empeñado en conquistar el cielo, como afirmó Pablo Iglesias de sí mismo cuando emergió del batiburrillo de los indignados, porque Corbyn lleva algo más de treinta, de sus 66 años, luchando en el corazón del laborismo para que sus líneas ideológicas y sus estrategias se escoren hacia la izquierda en lugar de quedarse en ese centro-izquierda que los ciudadanos británicos no aceptan. No solo eso, sino que además su triunfo constituye el triunfo de un indómito capaz de haber votado en su ya dilatada carrera política en más quinientas ocasiones de modo diferente a lo que votaba su formación política. Este modo de comportarse, que en España supondría razón suficiente para que fuera castigado con medidas disciplinarias drásticas, ha constituido quizás el factor más importante de cuantos le han suministrado la victoria.
No han sido un hándicap sus 66 años, ni que los más tenues y conservadores en el laborismo inventaran la fórmula para abrir el voto a los no afiliados cobrándoles por ello tres libras. Los británicos han dicho que sí a este “viejo” y ya le han puesto frente al acomodado Cameron. La derecha británica ha mostrado su alegría porque el estúpido Blair no ha dudado en criticar a Corbyn y anunciar que su voto no irá a parar al nuevo líder laborista.
No dice nada estrambótico ni extravagante. A pesar de su edad se declara partidario, y militante, de ese furor juvenil que reclama una sociedad más justa. “Las cosas pueden cambiar, y cambiarán, combatiendo los grotescos niveles de desigualdad del país”, ha dicho. Es decir, nada que no se escuche en cualquier lugar en el que se reúnen los ciudadanos para comentar sus vidas y cuitas. Probablemente Corbyn se habrá comportado como un británico más, eso sí, comprometido con su sociedad y con este tiempo que le ha tocado vivir. No ha creado un partido nuevo a su imagen y semejanza ni ha inventado nada extraordinario. Es el nuevo líder del laborismo británico, de la izquierda británica, y nada más. Pero los diarios no han dado a la noticia la debida dimensión, porque vivimos tiempos en que la Política se pergeña más en las oficinas de las entidades económicas, y multinacionales, que en las sedes de los partidos políticos. Peor aún, las sedes de los partidos políticos se parecen mucho más a asesorías que a centros de pensamiento y de decisión.
La llegada de Corbyn al laborismo británico confirma que se ha producido un cambio importante en la izquierda europea, pero solo en lo que respecta a su imagen. Ni Valls en Francia, ni Renzi en Italia, ni el resto de líderes de las izquierdas europeas son equiparables a Corbyn, en buena medida porque los populismos de izquierdas han echado el resto para desacreditar a las izquierdas tradicionales, afectadas por una desideologización sin precedentes. Y deberán ser ellas, esas izquierdas depauperadas ideológicamente, las que remonten el vuelo con audacia. No les bastarán los subterfugios ni las componendas; a sus líderes no les servirá la presentación de sus currículos porque en ellos estarán plasmadas la ineficacia y la desidia que nos han traído hasta aquí y han permitido que hayan aterrizado en la Política prestidigitadores y funámbulos. Hacen falta políticos gallardos que no consideren que la Política es un lugar donde sólo se está de paso, dónde uno vive poniéndose a prueba (y nada más) permanentemente.
A Corbyn no le han elegido quienes creen que el laborismo británico pertenece a una “casta” a la que urge erradicar. Le han elegido los que creen que el laborismo y la izquierda deben recuperar su fuerza para ponerla al servicio de los británicos. Lo han hecho en un momento dulce para los torys o conservadores, con un Cameron tranquilo y desahogado porque su Presidencia no pasa por ningún trance adverso, lo que ha llevado a pensar a los comentaristas políticos que los británicos se sienten tan satisfechos con Cameron como Primer Ministro, que la llegada de un hombre como Corbyn solo puede servir para apuntalar aún más a Cameron. ¿Por qué ha de ser así? ¿Acaso no cabe también pensar que Cameron representa un mal menor, a la vista de que el giro al centro de los laboristas ha hecho que sus propuestas políticas se confundan con las de los conservadores? El desprecio con el que los últimos líderes laboristas han tratado a los sindicatos formó parte de las líneas básicas de aquella Tercera Vía que desembocó en la más aburrida anodinia. No es extraño que una de las voces laudatorias del triunfo de Corbyn haya sido la del Secretario general del sindicato Unite: “Se ha puesto en la agenda una alternativa real a la austeridad, a las políticas neoliberales; es un discurso que los jóvenes nunca han escuchado”.
¡De acuerdo!, digo yo. Pero, ¿lo han escuchado incluso los no tan jóvenes? El paisaje político y social de Gran Bretaña no difiere demasiado del nuestro. También en España los jóvenes demandan soluciones a sus problemas, pues es verdad que el paro juvenil abochorna a todos por lo abultado que es, y es verdad que los jóvenes ven un futuro oscuro, casi negro, que demanda audacia y firmeza. Pero los no tan jóvenes también sufren tasas de desempleo que les impiden llegar a la jubilación con garantías para vivir de mayores con cierta suficiencia, máxime cuando se ven obligados a ser el sostén económico de sus descendientes.
Que el nuevo líder del laborismo británico haya llegado al liderazgo desde la izquierda es importante. Que se hayan dado cuenta de ello los otrora afines a la Tercera Vía, y estén mohínos por ello, es otra buena señal. Que tenga 66 años, y más de treinta ocupados en el ejercicio de la Política, es una garantía más. Y que haya llegado en bicicleta, porque es el vehículo que utiliza ya que no tiene coche, es una bella guinda en este proceso. Solo queda que Corbyn no se encuentre con demasiadas zancadillas, -con ninguna zancadilla de los propios laboristas, claro-, para bien de las izquierdas y de todos los ciudadanos, británicos y europeos.


FDO.  JOSU  MONTALBAN