LOS RESTOS DEL NAUFRAGIO
(Título que tomo prestado de un Poemario de Ricardo Franco)
ETA dejó de matar hace bastante tiempo. Tanto que hay quien
ha olvidado los asesinatos y se muestra desmemoriado. Y como los asesinados
perecieron hace ya tantos años hay quienes tienen la escasísima vergüenza de
salir a la calle a reclamar una amnistía para los presos y asesinos de ETA. Se
trata de la versión moderna y macabra de seguir las directrices del asqueroso
refrán “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Sin embargo son muchas las
víctimas de aquel tiempo oscuro en que se ha matado a la gente solo por ser
“español”, cualidad esta que casi siempre es involuntaria para quien la tiene y
que no tiene ni una sola acepción negativa en los diccionarios.
Resulta sorprendente que, habiendo dado ETA un paso tan
trascendental como fue el cese de las acciones terroristas, las Instituciones y
sus responsables, loa Partidos políticos y sus líderes, y las Asociaciones de
Víctimas con sus representantes a la cabeza no hayan sido capaces aún de
consumar una especie de armisticio solemne y definitivo que transporte nuestras
vidas a la serenidad y someta nuestras voluntades al imperio de la cordura.
Soy consciente de que no es fácil devolver la serenidad a un
huérfano de un asesinado, o a un amputado por causa de una bomba asesina, o a
un perseguido que haya vivido la mayor parte de su vida adulta protegido por
guardaespaldas. Lo soy también de que, dado que los asesinos de ETA ejercieron
sus acciones brutales en muchos casos sin que sus familiares las aprobaran,
también será difícil serenarles si sus hijos, cónyuges o padres fueron muertos
en dependencias policiales por abusos inadmisibles. De todo eso soy consciente,
pero no llego a entender tantas idas y venidas sin destino fijo, tantos rumbos
sin puerto de llegada, tantas incertidumbres, alimentadas por líderes
políticos, institucionales y sociales obsesionados por su preeminencia, que les
hace proclamar sin rubor alguno que son ellos los que tienen la razón cada vez
que se posicionan al respecto.
En este “conflicto” sólo tienen la razón los muertos, que ya
no hablan, y los que ha padecido directamente alguna acción terrorista aunque
permanezcan vivos, sea en sus propias carnes o en las de familiares más
cercanos. Pero quienes se exhiben una y otra vez como remediadores de los males
muestran un interés tan enrevesado e inconcreto que solo enseñan sus
intenciones arteras de sacar algún provecho partidista al final del terrorismo.
La acción política casi quedó consumada cuando la implacabilidad jurídica y
policial, junto a la concienciación de la mayoría de los ciudadanos vascos y
españoles, obligó a los etarras a deponer las armas. En lo que ha venido
después ha sido mucho más el ruido que las nueces: grupos de verificación que
no han verificado, entrega de armas sin armas entregadas, sellado de zulos
mediante ceremonias meramente testimoniales, etc… Esto por el lado de los
terroristas y de sus amigos de la Izquierda Abertzale (IA)… Y como quiera que
las Instituciones no podían, ni debían, quedarse de brazos cruzados, llegaron
otro tipo de comportamientos cuya eficacia dudosa sólo hace poner en entredicho
a dichas acciones y a sus protagonistas.
En medio de las multitudinarias fiestas de Bilbao un millar
de personas han pedido amnistía para los etarras presos, y no parecía que
estuvieran beodos ni siquiera eufóricos en exceso por las consecuencias de los
desórdenes propios de cualquier fiesta. Al mismo tiempo flotaba la noticia de
que el Lehendakari se va a reunir el día 4 de Septiembre con 128 alcaldes
vascos para programar un Día de la Memoria, que se incluye en ese proyecto de
suntuoso nombre que es la Memoria Histórica. Y si uno pasa una hoja del
periódico se encuentra con que “SORTU (IA) y el PNV se citan en Septiembre para
desatascar su debate sobre el suelo ético”.
Para resolver la miserable secuencia que nos legaron los patriotas vascos por antonomasia, -según dicen serlo ellos y sus
defensores-, la rimbombancia de la “memoria histórica” y la búsqueda de unos
mínimos de ética para guiar nuestros comportamientos. ¡Bien andamos!
No está mal poner interés, pero empecinarse en complicar lo
ocurrido e interpretar lo acontecido como las consecuencias de un conflicto
secular en que estuviéramos involucrados todos los vascos y los españoles, es
una necedad. De los muertos solo cabe decir que todos, absolutamente todos,
fueron injusta y vanamente matados. Pero de lo que ha quedado en pie solo queda
concluir que ETA fue un cáncer tan infaustamente tratado que produjo una
metástasis en la sociedad vasca, que aún seguimos padeciendo. Habrá que
acrecentar nuestra Memoria para que nadie olvide la barbarie que padecimos
pero, ¿qué es eso del suelo ético? Da
la impresión de que no hemos aprendido lo suficiente, de que el miedo pavoroso
nos ha adormecido en exceso y de la que Ética va a ser trajinada como se
trajina a un tentempié.
Aprovechando el título de este artículo, ofrezco aquí uno de
los poemas contenidos en el Poemario (“Un último Homenaje”):
Cerca ya del final de este viaje ¿habremos aprendido / las
dulces canciones de abordaje, los puños apretados / y las miradas de esperanza
que quizás nos pertenecen? / Libertad
que dice libertad que grita y que aún sugiere
/ libertad en nuestra vieja
lengua sordomuda. / (Libertad que aún me
emociona al asomarse inesperada / a unos labios que ya no se humedecen con mis
lágrimas.)
Fdo. JOSU MONTALBAN