MOCION DE CENSURA: OTRO DELIRIO DE PABLO IGLESIAS
No es fácil de entender que un grupo político (PODEMOS), por
su cuenta y riesgo, plantee una Moción de Censura sin haber tratado nada con
quienes han de ser inevitables colaboradores para que tal moción tenga éxito.
Más bien es imposible llegar a entenderlo, y mucho menos comprenderlo, pero el
anuncio fue hecho sin que al protagonista le temblara ni un dedo.
El caso es que Pablo Iglesias Turrión se ha lanzado a la
arena, rodeado de sus “admiradores”, y ha planteado una moción de censura para
sacar al PP del Gobierno, o quizás (seguro) para intentar por enésima vez
desequilibrar y culminar el “sorpasso” al PSOE. Digo “admiradores”, que no
colaboradores, porque si lo fueran le habrían advertido de que su empeño
constituye una fatuidad toda vez que no ha contado con los colaboradores
precisos, ni siquiera con todos los colaboradores de su propia formación.
¿Dónde estaba Errejón que, hoy por hoy, es la voz más cabal de Podemos? La
figura de Pablo Iglesias recordaba a aquel torero que rechazaba a sus
subalternos, incluso al de su máxima confianza, al grito de “¡dejadme solo!”,
pero que una vez en el centro del ruedo a solas con el morlaco voceaba “¡he
dicho solo! ¿qué hace ahí ese toro?”. De modo que su moción de censura,
interpretada desde el sentido común solo es una moción de censura a sí mismo, y
es una muestra irrebatible de como la soberbia obnubila la razón y lleva las
reflexiones a la más absoluta insensatez, lo cual resulta incomprensible en
quien además de líder político es profesor de universidad.
La presentación de la moción de censura implica la
presentación de un candidato a Presidente de Gobierno que sustituya al actual
Mariano Rajoy. Por tanto, anunciar la presentación de la moción sin haber
resuelto ese detalle resulta de una espontaneidad casi taurina pero muy poco
razonable. Porque para que la propuesta triunfe son necesarios dos acuerdos
previos: un acuerdo de carácter etéreo para decidir que sería bueno que el PP
sea desbancado del Gobierno, que no es difícil de conseguir, pero además
requiere otro acuerdo alrededor de quién ha de ser el próximo Presidente del
Gobierno, lógicamente ajeno al PP, lo cual es harto complicado con la
composición del actual Congreso de los Diputados. Porque Podemos ha de juntar
al menos 116 votos más que los que tiene en el Congreso para alcanzar la meta
que propone. ¿Es esto posible? ¿No es una osadía propia de soberbios
inconscientes pretender un cambio de Gobierno con tan escasos medios como
cuenta? ¿No es acaso una provocación impropia de quien aspira a conducir los
destinos de tantos millones de españoles? Sí, una provocación, porque para que
salga su moción adelante no basta con que el PSOE la apoye sino que deberá
contar con la aquiescencia de grupos nacionalistas, como los catalanes, a
quienes no solo les molesta el PP, sino cualquier formación que crea en la
unidad territorial y política de España, sea de izquierdas o de derechas.
Hoy mismo nos desayunamos con un titular de periódico que apunta a la posibilidad de que el
candidato propuesto sea alguien ajeno al actual Congreso de los Diputados
(Pablo Iglesias dixit), eso sí, argumentando que debe tratarse de una persona
de prestigio. ¡Claro! Solo faltaría que Pablo Iglesias propusiera que el
Presidente del Gobierno fuera alguien afortunado en un sorteo. Sin embargo lo
que puede desprenderse de la desvergonzada propuesta de Pablo Iglesias
(Turrión, que no Posse) es que piensa que ni uno solo de los 350 Diputados del
Congreso sirve para ser nombrado Presidente del Gobierno español, ni siquiera
él.
Debemos preocuparnos de que una formación política (¿?) actúe
del modo que lo está haciendo Podemos, dirigida y manipulada por Pablo
Iglesias. Es evidente que aporta mucho menos a la Democracia que lo que de ella
recibe. Hay populismos, -propuestas de corte populista-, que bien pueden
llegarse a transigir cuando quien los preside o los ejerce lo hace sin
menosprecio de los demás, respetando no solo las normas de funcionamiento de la
Institución respectiva sino los principios básicos y el buen hacer que deben
regir las relaciones entre los parlamentarios. Pero una vez más Pablo Iglesias
ha despreciado lo básico para potenciar su propia notoriedad, aunque lo haya
hecho proponiendo una moción de censura inane y nada calculada que parece más
bien una pedrada dirigida a las estrellas.
Es lo que le suele ocurrir a quien actúa imbuido por la
soberbia.
Fdo. JOSU
MONTALBAN