CONSEJO PARA RAJOY: ¡RAJOY, DIMITA!
Mariano Rajoy acaba de declarar como testigo en el juicio de
la trama Gürtel. Su declaración, tanto por lo que ha dicho como por el modo de
decirlo, provoca cierto bochorno. Hace solo dos meses escribía yo en este mismo
espacio (“Rajoy: cuestión de confianza o dimisión”, 13 – 06 – 2017) que “Rajoy
debe aceptar públicamente que vivimos tiempos difíciles, que la corrupción le
tiene cercado y desarmado, y que los españoles deseamos que retornen la cordura
y la decencia, que no queremos un presidente atribulado por las indecencias de
sus compañeros políticos, y que debemos recuperar la democracia como un sistema
participativo que involucra a todos. Rajoy deberá protegerse a sí mismo de
quienes, haciéndose pasar por sus colaboradores, actúan como sus detractores…
De modo que solo le quedan dos posibilidades: o moción (cuestión) de confianza
o convocatoria de nuevas elecciones”.
Pues bien, escuchada su declaración ante el Tribunal no le
queda otra salida que dimitir, pero no solo porque el PP parezca hoy más que
nunca una especie de cueva de malhechores, sino porque da la impresión de que
él es un encubridor muy activo, -y descarado-, de la abominable trama. Las
noticias relativas a su declaración le delatan como un trilero capaz de decir
frases que no se atrevería a decir ningún otro. Su aviso al letrado que le
interrogó en un momento (“No sé si se ha confundido de testigo”) solo se
distingue de la que pudiera pronunciar un pendenciero de bajos fondos y peores
intenciones en las maneras. En todo caso, debería haber obtenido de su Señoría
un varapalo contundente. No lo recibió porque el Tribunal tuvo demasiado en
cuenta que se trataba del Presidente del Gobierno, y menos que se trata del
máximo responsable de la trama criminal Gürtel, lo cual no le convierte en
“criminal” pero sí en colaborador y en corresponsable. Sólo un pronunciamiento
firme le puede salvar de la quema, pero no está por la labor de pronunciarse.
Todo ha fallado, incluso el tratamiento que se ha dado a la
puesta en escena. Aunque no se trate de lo esencial, el hecho de que la
disposición del mobiliario de la Sala no fuera asimilable a la de cualquier
Juicio, da qué pensar, porque Rajoy aparece en las fotos como si se tratara de
un miembro del Tribunal y no como alguien afectado directamente por la causa.
Por si fuera poco el testigo Rajoy no accedió a la Sala por la misma puerta por
la que hubiera accedido si se hubiera llamado Pepito Pérez, así dicho desde el
más absoluto respeto a los “Pepitos” y a los “Pérez”. Y más aún, en previsión
de que los fotógrafos buscaran las fotos más espectaculares, dos camiones
gigantes de modelo tráiler ocuparon el frente de la Audiencia Nacional. Que
nadie dude de la intencionalidad porque ambos camiones habían sido alquilados,
no sé bien si por la Institución Pública o por el propio afectado don Mariano
Rajoy.
Nada de todo esto, al parecer, es achacable a Rajoy, porque
si sus declaraciones estuvieron llenas de evasivas cuando los letrados le
preguntaron cosas tan sencillas como si sabía algo del caso Gürtel, malamente
se hubiera hecho responsable del dispositivo utilizado o de la puesta en
escena. La función teatral duró casi dos horas. A tenor de lo acontecido el
protagonista llevaba bien aprendida la lección a sabiendas de que no iba a
contar con apuntadores, y que la Dirección de la obra no se vincularía
fácilmente a sus caprichos. Tal vez por eso entró en la Sala braceando,
resuelto y seguro de sí mismo, como si paseara con el paso ligero por los
bosques de su Galicia a media mañana. Asistió cómodamente sentado a los
prolegómenos masticando suavemente las respuestas que traía debidamente
aprendidas. Así se inició el más deplorable interrogatorio al que se puede
asistir.
Rajoy no sabe nada de nada. No cabe mayor desidia en quien
tiene en sus manos y “dominio” el destino de más de cuarenta millones de
españoles. Eso sí, destinó palabras y expresiones expeditas y firmes para
subrayar esa desidia. Las palabras que pronunció con mayor énfasis fueron
“jamás”, “nunca” y “en absoluto”. La contundencia de dichos términos tenía una
finalidad: subrayar su inocencia en la trama criminal más complicada desde el
advenimiento de la Democracia. La corrupción, que afecta de forma generalizada
al PP, cuyo Presidente es Mariano Rajoy, no puede dilucidar sus
responsabilidades mediante ambigüedades
y huidas hacia delante.
Pero además de Presidente del PP es Presidente del Gobierno
de España, y el interrogatorio, -preguntas y, sobre todo, respuestas-, no debe
ser valorado en la única dimensión de la propia trama Gürtel que se juzga, sino
en que quien se expresa es el Presidente del Gobierno. Desgranaré algunos
asuntos estelares de la ceremonia. “Jamás me he ocupado de ninguna cuestión de
contabilidad (del partido)”, dijo. A ese comportamiento solo cabe tildarle de
irresponsable. Del mismo modo “jamás” recuerda haber asistido a debates sobre
sus presupuestos. Y bien, quien se despreocupa de la contabilidad propia,
¿puede merecer la confianza de los ciudadanos? Rivalizaron con “jamás”, “nunca”
y “en absoluto”, es decir que su comportamiento como máximo dirigente del PP ha
sido inmaculado. “Nunca conocí una contabilidad que estuviera fuera de la
legalidad y jamás cobré sobresueldos en B porque sería ilegal”, fue otra de sus
declaraciones. El “jamás” y el “nunca” se confabularon como principios
inherentes a su fe en las Leyes que nos obligan a todos.
Otra de sus frases legendarias fue sin duda la siguiente:
“Mire, soy un político, voy al Parlamento, dirijo la agenda política pero en
ningún caso me dedicaba a temas económicos”. Esta concepción del ejercicio de
la Política resulta tan superficial como falsa. La razón por la que estaba
testificando era la corrupción que ha convertido al PP en una formación
política desideologizada, únicamente ocupada en favorecer a una red clientelar
a cuyos mandamases enriquece y, a su vez, convierte en sus más fervorosos
colaboradores. Que haya desvinculado la acción política del factor económico
siendo, como es, el más importante de los dirigentes, solo demuestra que
escurre el bulto, que huye del problema que le afecta. ¿Puede gobernar a
cuarenta y tantos millones de españoles alguien tan cobarde y desleal?
La declaración de Mariano Rajoy, en su condición de testigo,
debería haber sido mucho más cuidada, incluso, que si la hubiera hecho como
imputado. Sus respuestas no podían ser ni fatuas ni insignificantes, y sin
embargo las hubo de los dos tipos. A la insoportable insignificancia de su
rostro ausente hay que añadir la inconsistencia de, al menos, dos respuestas
que son impropias de quien ostenta una autoridad para la que ha sido elegido
por la mayoría de los españoles. Interrogado sobre una reunión con Arenas y
Bárcenas, de la que trascendieron algunos sms., a petición del abogado que
representaba al PSOE de Madrid, surgió su desasosiego, esa sensación de que las
palabras entran en caminos resbaladizos y se empantanan en ellos. Vean estas
palabras: “Uno manda muchos mensajes, y acostumbro a contestar a los que me
envían… Puse esa frase como pude poner cualquier otra”. Este hombre se ha
contagiado de la fiebre juvenil. No me extrañaría que pasara las horas muertas
jugando con su móvil a cazar aviones o a chatear con sus amistades sobre
asuntos divertidos e irresponsables.
He dejado para el final la frase que considero más vergonzosa
en la boca de un Presidente de Gobierno: “No sé si se ha confundido de testigo,
señor letrado”. Esta reconvención dirigida al letrado desacredita plenamente al
Presidente. ¿Qué pueden pensar del Poder Judicial los ciudadanos de a pie que
estén involucrados en algún trámite o conflicto judicial? De modo que la
declaración de Rajoy colma el vaso. Tal como ha pedido Pedro Sánchez, yo
también creo que hay que favorecer la celebración de nuevas Elecciones.
Por el bien de todos, ¡Señor Rajoy, dimita!
Fdo. JOSU MONTALBAN