¡A CASA LOS
DOS!
Son demasiadas las cosas que no llego a comprender o, en todo
caso, que no soy capaz de interpretar debidamente desde que Puigdemont se
empeñó en convertir a Cataluña en un problema para España. (Según él, España es
un problema para Cataluña). Ni entiendo a Puigdemont ni entiendo por qué Rajoy
no ha sido capaz de dar significado a lo que dijo el día diez de Octubre en su
declaración en el Parlament, y le ha pedido aclaraciones al respecto. Rajoy,
que pasó con buena nota unas Oposiciones oficiales, debería entender los
lenguajes por muy enrevesados que sean. Otra cosa es que se haga el sordo o se
desentienda, pero Puigdemont dijo que Cataluña se erigía en “república
independiente” para, pocos minutos después, suspender su pronunciamiento, es
decir que dijo “sí pero no”. Claro está que tanto Rajoy como Puigdemont viven
ahora mismo atosigados por sus incapacidades, y parece que ambos han sido
víctimas de lo mismo: los dos recibieron sendos juguetes, si bien ambos
desconocen el manual de instrucciones y funcionamiento de dichos juguetes. De
este entuerto están sacando provecho los informadores y opinadores a los que,
uno y otro, ofrecen oportunidades para jugar con ellos al pimpampum.
¿Qué responderá Puigdemont a la pregunta que le ha hecho
Rajoy? En realidad Rajoy le ha pedido que rectifique, es decir, que el
Presidente español asume como formal la declaración de independencia esbozada
por el President, a pesar de que tal no fuera sometida a ninguna votación. De
este modo la parafernalia exhibida se convierte en un engaño, la actitud de
Rajoy en miedo escénico y la de Puigdemont en pusilanimidad y cobardía. No ha
servido de mucho que el PSOE haya ofrecido una muleta a Rajoy para que no
renquee él sólo entre lo que le gustaría y lo que nos conviene a todos. La
reforma de la Constitución que han pactado PSOE y PP, de momento, debería
calmar los ánimos y atenuar las pretensiones de todos, pero la impavidez del
Presidente Mariano y la “farruconería” de Puigdemont han chocado de frente,
desprovistos de la magnanimidad que debe exigirse a cualquier dirigente
político. Como se ve la autoridad de que ambos están dotados es impostada, como
la belleza que confieren a un borrico los aparejos relucientes o los a modo de
caireles que convierten su pelaje sobre el cuello en pobladas crines de caballo
andaluz.
Toda España espera el desenlace. Los españoles, salvo los más
exaltados, desean que retorne la calma para que se atemperen los ánimos y la
gente vuelva a mirarse de frente y no de soslayo. No estamos ante un conflicto
venial porque los españoles hemos sido proclives a resolver los conflictos más
simples a mamporros y bofetadas, pero convertir el conflicto en algo
irresoluble no tiene otro sentido que mostrar las debilidades más flagrantes de
cada cual. ¿Hay algo tan entristecedor como el fracaso en un proceso de
diálogo? Cataluña nunca ha sido independiente en los términos que ahora se
pregonan. Los escasos momentos en que lo ha pretendido han sido precedidos por
quimeras e intransigencias propulsadas por la soberbia de quienes querían mucho
más poder que gobierno. Ahora ocurre algo parecido, aunque es verdad que la
sublevación planteada está siendo adornada con buenas maneras y comportamientos
pacíficos en las calles.
Todo parece normal y llevadero, todo parece inducido
por la buena voluntad…, pero nada es lo que parece, porque las ilegales
decisiones tomadas por Puigdemont y los suyos encierran toda la violencia (y el
desprecio a la Democracia) propios de lo que se pergeña con nocturnidad y
alevosía. Por tanto urge que el Estado (y la Generalitat también es Estado)
empodere a sus dos máximos representantes en este asunto, -Rajoy y Puigdemont-,
para que resuelvan este entuerto. Y si vieran que no son capaces de dirimir las
diferencias, que se vayan los dos.
No soy equidistante en este asunto porque no suelo serlo en
casi ninguno. Cuando no soy capaz de discernir claramente mi posición suelo
retirarme de la contienda y guardar silencio. Soy consciente de que ha sido
Puigdemont el que ha desafiado lanzando un guante medio descolorido y bastante
agujereado, pero Rajoy debería haber respondido con dignidad. No valen las
medias tintas. A la solicitud de un referendo tramposo debería haber
contrarrestado con una oferta de diálogo pero, eso sí, exigiendo previamente
que volviera todo a un punto de partida razonable. Ahora todo resulta más
complicado. Sólo nos quedan la Ley y la Constitución que, pueden ser modificadas
en aras de un bien superior como es la paz y la concordia como garantías para
la convivencia, no sólo pacífica sino también saludable y feliz para todos los
españoles, incluidos claro está los catalanes.
Si Rahoy y Puigdemont no son capaces de conducir y reconducir
las naves, es mejor que las abandonen y cedan el timón a otros. Incluso cabe la
posibilidad de que cualquier grumete las reconduzca mejor que ellos a tenor de
lo que nos han demostrado hasta ahora.
Fdo. JOSU MONTALBAN