EL PRESIDENT QUE JUEGA AL ESCONDITE
Si todos actúan con buenas intenciones (con las mejores) y no
se empeñan en plantear situaciones a modo de coartadas o cambalaches, el día 21
de Diciembre Cataluña y España podrán firmar la paz y darse un saludo de concordia.
El futuro lo exige, y la dignidad que se nos debe suponer y exigir a los
humanos, también. La “apocalipsis”, prometida o esperada, ha quedado en poco
más que nada a pesar de que la situación, aunque orientada al norte, permanece
sumida en la confusión.
Los catalanes y las catalanas, de una u otra condición, no se
merecen tanto riesgo e incertidumbre. Los españoles y las españolas tampoco.
Quienes viven atribulados por el quehacer y los diarios avatares, que son casi
todos, no pueden seguir siendo utilizados en ningún sentido. Lo conveniente
ahora es hacer balance y sacar conclusiones. A sabiendas de que ponderar los
hechos o las situaciones suele hacerse desde posiciones diversas, intentaré
situarme en un lugar que podamos compartir cuantos más. Soy de izquierdas, y
como tal deseo un Estado fuerte y compacto que proteja las vidas de los
ciudadanos, que garantice la libertad de todos por igual y trabaje a favor de
la igualdad de todos, tanto de la económica como de la social. Detesto las
fronteras. Sabido que hay fronteras geográficas que pueden ser superadas,
aborrezco esas otras fronteras que suelen implantarse aplicando criterios como
los esencialismos identitarios, siempre impulsadas por quienes se creen ungidos
por una superioridad fatua.
El proceso catalán nos ha ofrecido suficientes imágenes que
han provocado ásperas controversias. Desde luego, muchas más que razones para
los acuerdos. No ha habido culpables de ello, pero sí responsables. Unos más
que otros, en unas u otras ocasiones. Ha sido un tiempo alocado en el que se
han utilizado razonamientos aderezados con demasiadas dosis de intransigencia.
El espectáculo se ha sacado a las calles con un descaro que ha formado parte de
una taimada estrategia. Primero se crearon dos organizaciones (ANC y OMNIUM) a
las que se ha dado una representación que no les corresponde, superior al
propio Govern. Después se sacó del Govern a quienes mostraron el más mínimo
riesgo de desacuerdo con el independentismo, y a quienes no parecían dispuestos
a decir “sí Bwana” a las órdenes de Puigdemont. Posteriormente se dotó a los
Mossos de todo lo necesario para que se mostraran mucho más como cómplices de
los desórdenes callejeros que como garantes del orden público. Y por fin,
convirtieron el Parlament catalán en la Casa de Tócame Roque.
Por si no se conoce la leyenda de tal “casa” de la castiza
calle Barquillo de Madrid, se trataba de una corrala en la que reinaban las
discordias, que siempre terminaban en riñas y escándalos, y que culminaron en
una batalla campal entre los vecino y el Ayuntamiento. De ello se escribió
mucho, incluso más que lo que se ha escrito del “procés” catalán, aunque
aquello no supusiera nada trascendental. Sin embargo Puigdemont se ha
comportado como un hábil jugador del “escondite”, ese juego que me obligaba
cuando era niño, a encontrar sofisticados escondrijos para no ser descubierto
por el “vigilante” de turno. Así ha obrado el President, escribiendo pero no
diciendo del todo, esbozando pero sin llegar a completar las frases, mostrando
unas intenciones benignas para cubrir objetivos malignos, amparándose en una
Ley ilegal y exclusiva, aprobada de forma ilegítima, de espaldas al hábito
democrático, para consumar su fechoría.
Al lado de tal comportamiento su aparato propagandístico ha
enarbolado un trampantojo, -precisamente el Artículo 155 de la Constitución que
le permitió ser President-, al que disfrazó de bávaro justiciero, aunque solo
se tratara de una garantía para los ciudadanos y para la Democracia. Como ha
quedado demostrado dicho Artículo únicamente ha sido usado para garantizar unas
Elecciones democráticas a los catalanes en el más corto espacio de tiempo… y
para garantizar que, mientras tanto, los catalanes sigan siendo gobernados,
aunque lo sean desde la provisionalidad, pero con todas las seguridades.
A la espera de otras noticias y sobresaltos, conviene
observar el modo como se han desenvuelto los hechos. De momento, para atenuar
los empellones interesados de los favorables a la independencia, les aseguro
que me parecieron excesivas las medidas represivas desarrolladas el Uno de
Octubre, y que la cárcel de los Jordis tal vez no ha sido sopesada debidamente
a pesar del papel miserable que ambos han desarrollado, si bien la Justicia que
impuso y sopesó las decisiones debe ser respetada como independiente que es.
Pero he dejado un último detalle para el final. En las
manifestaciones de los “hispano-catalanes” independentistas no se vio ni una
sola bandera española. Al parecer, ni la ANC ni Omnium estaban por la labor. Sin embargo en las
manifestaciones convocadas por la SCC (Sociedad Civil Catalana) las banderas
catalanas compartieron espacio y protagonismo con las españolas. ¿No os parece
esta actitud mucho más condescendiente con la Democracia que la otra? Si ambas banderas incluso comparten
los colores, ¿a qué viene hacerlas incompatibles?
Al final Puigdemont llegará a la Historia como un President
avezado en el juego del escondite.
P.D. El último
escondrijo (del que hay noticias) ha sido Bruselas. De la noche a la mañana
Puigdemont apareció en la capital belga, unos dicen que en viaje diplomático y
propagandístico, otros dicen que ha huido… La verdad es que nos ha vuelto a
dejar con la miel en los labios.
FDO JOSU MONTALBAN