miércoles, 11 de octubre de 2017

LOE EFECTOS COLATERALES DEL "PROCESO CATALÁN" (DEIA, 11 - 10 - 2017)




LOS EFECTOS COLATERALES DEL “PROCESO CATALÁN”

El principal efecto colateral del “procès”, del proceso catalán, es la banalización de la acción política. Es demasiada la gente que cree que un referéndum constituye la esencia de la democracia, claro está que esa creencia deriva del hecho, nada fortuito ni casual, de que quienes han impulsado el proceso independentista catalán sólo han perseguido sus propios intereses inmersos en una quimera que, si llega a consumarse , colmará su delirio absoluto y absolutista. Los ciudadanos catalanes, se sientan o no españoles, adoran sus signos de identidad a los que se entregan con la máxima serenidad, tararean sardanas, se encaraman unos en otros para construir castillos humanos, se expresan en su propia lengua y se llenan de orgullo, vitorean los éxitos del BarÇa (y de los demás equipos de todas las disciplinas deportivas) porque sienten los triunfos como una consecución de todos, se sienten plenos paseando por las Ramblas y también por las ramblas que lucen en todas las grandes poblaciones catalanas, muestran sus flamantes monumentos con los ojos preñados de ilusión, están orgullosos de su folklore, de sus artistas y de sus paisajes variados que tanto muestran montañas majestuosas como hondonadas surcadas por ríos que llenan el mar Mediterráneo que riega sus costas y que inspiró a uno de sus cantantes universales, Serrat, una de las más bellas canciones compuestas nunca. Los catalanes saben que son producto de aluvión, en cuyo vientre se juntan tantos originarios de la propia Cataluña como llegados de todos los lugares de España. Los catalanes se saben españoles, aunque sea a regañadientes, del mismo modo que los españoles que residen allí se saben catalanes para lo bueno y para lo malo.

Cataluña es una región, -nación, nacionalidad o comunidad autónoma-, que da pie a muchas interpretaciones, que provoca adhesiones, que suscita impresiones y concita cariños y apegos. Seguro que también incita a sentir envidias, odios y malos presagios, pero cualquier reacción adversa obedecerá sin duda a viejas inquinas surgidas de leyendas malintencionadas, casi siempre desatinadas. Sin embargo el proceso catalán inspirado y empujado por unos pocos, aunque hayan adscrito a sus deseos a algo más de una tercera parte de sus habitantes, obedece principalmente a un impulso surgido en el seno de su burguesía, tanto de la tradicional adscrita a la antigua Convergencia (atiborrada de corrupción) como a esa nueva formación, la CUP, que amontona a muchos descendientes de “convergentes” con una sencilla misión que no es otra que sacar a sus precursores de los conflictos que les atosigan. Lo de ERC es harina de otro costal, es como poco respetable, lo cual no es óbice para adscribir ERC al bloque reivindicativo que ha hecho de su capa un sayo con la mayor desvergüenza, despreciando a más de la mitad de los catalanes, degradando la acción política hasta convertirla en un mercadeo propio de trapicheros, y provocando unos efectos colaterales que han hecho de los catalanes y catalanas meros rehenes de un proceso tan irracional como innecesario.

Son bastantes, demasiados en todo caso, los efectos colaterales del proceso catalán. El más notorio es la división de la sociedad catalana en dos partes: la que vocea una especie de independentismo benigno y, como tal, falso, y la que permanece oculta y silenciada, enmudecida por el germen de una violencia larvada que triunfa de la mano de los actuales dirigentes catalanes, hábilmente pertrechados tras dos organizaciones serviciales con el independentismo, -ANV y Omnium-, y un cuerpo surgido de la propia Democracia, -los Mossos de Escuadra-, en el que se ha entronizado a un Mayor ( el máximo jerárquicamente del referido Cuerpo de Seguridad de apellido Trapero) que se ha empeñado en preservar y proteger los desórdenes favorables a sus arteras intenciones, más que en cumplir con su deber. Este comportamiento no surge de sus neuronas, sino de las del mismísimo Puigdemont que, de este modo, pone su grano de arena en el descrédito de las Fuerzas de Seguridad del Estado –Policía y Guardia Civil- que han sido desplazadas hasta allí para contrarrestar la desidia de los Mossos. ¿Imaginan el mismo comportamiento de los Mossos en el brutal atentado yihadista, aún de reciente y triste recuerdo?

El segundo efecto colateral es la devaluación, al unísono, de la Política como el arte o disciplina requeridos para gobernar a los pueblos, favorecer la convivencia de las personas y atenuar los rigores de las difíciles vidas que soportamos los humanos. Dentro de este efecto colateral debe ser incluido el ninguneo de la Democracia, a la que se reduce al ejercicio del libre albedrío de los ciudadanos, de la gente (en el lenguaje más actual), sin reglas ni principios, sin respeto a los derechos de las minorías aunque sean numerosas. En el proceso catalán los promotores han actuado desde el desprecio a la Democracia, han usado las Instituciones con un desparpajo propio de descarados y de miserables. No solo cambiaron al President Mas, sustituido por Puigdemont, burlándose de los votantes y de los resultados electorales, sino que en un alarde de desfachatez el susodicho y recién llegado se permitió subrayar que su mandato duraría solo el tiempo imprescindible para culminar la fechoría, claro está que eso lo dijo después de ejecutado el cambalache. No es extraño, por ende, que su paso por el Govern esté siendo tan controvertido, de la mano de una organizadora como la llamada Forcadell, que convierte los debates parlamentarios en disputas de verduleros/as, y el Parlament en un Patio de Monipodio.

El tercer efecto colateral es el amedrentamiento de los catalanes de a pie. Responde principalmente a la utilización de mentiras o de versiones falsas de cuanto ha venido ocurriendo a lo largo del tiempo. No voy a negar que Rajoy y su Gobierno no han sido previsores, ni que infravaloraron lo que se estaba configurando, ni que sus reacciones poco atinadas han dado pie a las actuaciones policiales del 1-O, algo excesivas, pero la responsabilidad de lo acontecido ha de ser adjudicada en su grandísima mayoría a la irresponsabilidad de Puigdemont y de su comparsa que, usando los posibles errores de otros, han propinado un abrazo tan potente a sus adoctrinados que los han dejado para el arrastre, extenuados y casi sin respiración para continuar. Como consecuencia de todo esto va a quedar una herida cuya cicatrización parece complicada, y que solo las debidas rectificaciones y el nuevo tiempo podrán resolver. ¿Cómo debemos interpretar, de qué modo debemos valorar las palabras recientes de Artur Mas, a toro pasado: “Cataluña no está preparada para la independencia real”? Si convenimos en darle la razón, ¿no hay que achacarle precisamente a él la brutalidad de inspirar y empujar un proceso que supera sus posibilidades de éxito y perjudica tan claramente a la sociedad catalana, y también a la española? ¿O será una ocurrencia suya más?

Y un último efecto colateral por el que pasaré de carrerilla. En lso últimos días los grandes Bancos, Empresas y Corporaciones que tienen sus sedes y centros de operaciones más importantes en Cataluña han anunciado que sacarán sus sedes de allí. Estos anuncios están siendo bien acogidos por el Gobierno de Rajoy, por los españoles no residentes en Cataluña y también por los catalanes no independentistas, que ven en esos movimientos nuevas razones en contra del proceso. Y sin embargo, esos movimientos de los “ogros” económicos denotan que nuestras vidas, las de todos, están supeditadas al valor y el poder del dinero, a los caprichos de la Economía y de sus prebostes. Bien se ve que quienes han permanecido callados mientras la debacle se ha ido consumando, sin anunciar siquiera sus intenciones, son tan escasos en su fiabilidad como los propios independentistas aunque, eso sí, más poderosos. Los independentistas han querido imponer a todos los catalanes una nueva patria, y los Consejos de Administración, aunque tarde y mal como corresponde a su prepotencia, van a ser capaces de imponer a todos (catalanes y españoles, indistintamente) su asquerosa Patria, que no es otra que la Patria del Capital y del Dinero. Mientras han estado callados han sido unos mezquinos y unos aprovechados. Ahora que se mueven no pasan de ser unos desvergonzados y unos egoístas: les importa un bledo ser españoles o catalanes, y les importa muy poco lo que impaciente a los ciudadanos normales y corrientes: sólo quieren seguir siendo ricos.

¡Visca Cataluña!

Fdo.  JOSU MONTALBAN