LOS EFECTOS COLATERALES DEL “PROCESO CATALÁN”
El principal efecto colateral del “procès”, del proceso
catalán, es la banalización de la acción política. Es demasiada la gente que
cree que un referéndum constituye la esencia de la democracia, claro está que
esa creencia deriva del hecho, nada fortuito ni casual, de que quienes han
impulsado el proceso independentista catalán sólo han perseguido sus propios
intereses inmersos en una quimera que, si llega a consumarse , colmará su
delirio absoluto y absolutista. Los ciudadanos catalanes, se sientan o no
españoles, adoran sus signos de identidad a los que se entregan con la máxima
serenidad, tararean sardanas, se encaraman unos en otros para construir
castillos humanos, se expresan en su propia lengua y se llenan de orgullo,
vitorean los éxitos del BarÇa (y de los demás equipos de todas las disciplinas
deportivas) porque sienten los triunfos como una consecución de todos, se
sienten plenos paseando por las Ramblas y también por las ramblas que lucen en
todas las grandes poblaciones catalanas, muestran sus flamantes monumentos con
los ojos preñados de ilusión, están orgullosos de su folklore, de sus artistas
y de sus paisajes variados que tanto muestran montañas majestuosas como
hondonadas surcadas por ríos que llenan el mar Mediterráneo que riega sus
costas y que inspiró a uno de sus cantantes universales, Serrat, una de las más
bellas canciones compuestas nunca. Los catalanes saben que son producto de
aluvión, en cuyo vientre se juntan tantos originarios de la propia Cataluña
como llegados de todos los lugares de España. Los catalanes se saben españoles,
aunque sea a regañadientes, del mismo modo que los españoles que residen allí
se saben catalanes para lo bueno y para lo malo.
Cataluña es una región, -nación, nacionalidad o comunidad
autónoma-, que da pie a muchas interpretaciones, que provoca adhesiones, que
suscita impresiones y concita cariños y apegos. Seguro que también incita a
sentir envidias, odios y malos presagios, pero cualquier reacción adversa
obedecerá sin duda a viejas inquinas surgidas de leyendas malintencionadas,
casi siempre desatinadas. Sin embargo el proceso catalán inspirado y empujado
por unos pocos, aunque hayan adscrito a sus deseos a algo más de una tercera
parte de sus habitantes, obedece principalmente a un impulso surgido en el seno
de su burguesía, tanto de la tradicional adscrita a la antigua Convergencia
(atiborrada de corrupción) como a esa nueva formación, la CUP, que amontona a
muchos descendientes de “convergentes” con una sencilla misión que no es otra
que sacar a sus precursores de los conflictos que les atosigan. Lo de ERC es
harina de otro costal, es como poco respetable, lo cual no es óbice para
adscribir ERC al bloque reivindicativo que ha hecho de su capa un sayo con la
mayor desvergüenza, despreciando a más de la mitad de los catalanes, degradando
la acción política hasta convertirla en un mercadeo propio de trapicheros, y
provocando unos efectos colaterales que han hecho de los catalanes y catalanas
meros rehenes de un proceso tan irracional como innecesario.
Son bastantes, demasiados en todo caso, los efectos
colaterales del proceso catalán. El más notorio es la división de la sociedad
catalana en dos partes: la que vocea una especie de independentismo benigno y,
como tal, falso, y la que permanece oculta y silenciada, enmudecida por el
germen de una violencia larvada que triunfa de la mano de los actuales
dirigentes catalanes, hábilmente pertrechados tras dos organizaciones
serviciales con el independentismo, -ANV y Omnium-, y un cuerpo surgido de la
propia Democracia, -los Mossos de Escuadra-, en el que se ha entronizado a un
Mayor ( el máximo jerárquicamente del referido Cuerpo de Seguridad de apellido
Trapero) que se ha empeñado en preservar y proteger los desórdenes favorables a
sus arteras intenciones, más que en cumplir con su deber. Este comportamiento
no surge de sus neuronas, sino de las del mismísimo Puigdemont que, de este
modo, pone su grano de arena en el descrédito de las Fuerzas de Seguridad del
Estado –Policía y Guardia Civil- que han sido desplazadas hasta allí para
contrarrestar la desidia de los Mossos. ¿Imaginan el mismo comportamiento de
los Mossos en el brutal atentado yihadista, aún de reciente y triste recuerdo?
El segundo efecto colateral es la devaluación, al unísono, de
la Política como el arte o disciplina requeridos para gobernar a los pueblos,
favorecer la convivencia de las personas y atenuar los rigores de las difíciles
vidas que soportamos los humanos. Dentro de este efecto colateral debe ser
incluido el ninguneo de la Democracia, a la que se reduce al ejercicio del
libre albedrío de los ciudadanos, de la gente (en el lenguaje más actual), sin
reglas ni principios, sin respeto a los derechos de las minorías aunque sean
numerosas. En el proceso catalán los promotores han actuado desde el desprecio
a la Democracia, han usado las Instituciones con un desparpajo propio de
descarados y de miserables. No solo cambiaron al President Mas, sustituido por
Puigdemont, burlándose de los votantes y de los resultados electorales, sino
que en un alarde de desfachatez el susodicho y recién llegado se permitió
subrayar que su mandato duraría solo el tiempo imprescindible para culminar la
fechoría, claro está que eso lo dijo después de ejecutado el cambalache. No es
extraño, por ende, que su paso por el Govern esté siendo tan controvertido, de
la mano de una organizadora como la llamada Forcadell, que convierte los
debates parlamentarios en disputas de verduleros/as, y el Parlament en un Patio
de Monipodio.
El tercer efecto colateral es el amedrentamiento de los
catalanes de a pie. Responde principalmente a la utilización de mentiras o de
versiones falsas de cuanto ha venido ocurriendo a lo largo del tiempo. No voy a
negar que Rajoy y su Gobierno no han sido previsores, ni que infravaloraron lo
que se estaba configurando, ni que sus reacciones poco atinadas han dado pie a
las actuaciones policiales del 1-O, algo excesivas, pero la responsabilidad de
lo acontecido ha de ser adjudicada en su grandísima mayoría a la
irresponsabilidad de Puigdemont y de su comparsa que, usando los posibles
errores de otros, han propinado un abrazo tan potente a sus adoctrinados que
los han dejado para el arrastre, extenuados y casi sin respiración para
continuar. Como consecuencia de todo esto va a quedar una herida cuya
cicatrización parece complicada, y que solo las debidas rectificaciones y el
nuevo tiempo podrán resolver. ¿Cómo debemos interpretar, de qué modo debemos
valorar las palabras recientes de Artur Mas, a toro pasado: “Cataluña no está
preparada para la independencia real”? Si convenimos en darle la razón, ¿no hay
que achacarle precisamente a él la brutalidad de inspirar y empujar un proceso
que supera sus posibilidades de éxito y perjudica tan claramente a la sociedad
catalana, y también a la española? ¿O será una ocurrencia suya más?
Y un último efecto colateral por el que pasaré de carrerilla.
En lso últimos días los grandes Bancos, Empresas y Corporaciones que tienen sus
sedes y centros de operaciones más importantes en Cataluña han anunciado que
sacarán sus sedes de allí. Estos anuncios están siendo bien acogidos por el
Gobierno de Rajoy, por los españoles no residentes en Cataluña y también por
los catalanes no independentistas, que ven en esos movimientos nuevas razones
en contra del proceso. Y sin embargo, esos movimientos de los “ogros”
económicos denotan que nuestras vidas, las de todos, están supeditadas al valor
y el poder del dinero, a los caprichos de la Economía y de sus prebostes. Bien
se ve que quienes han permanecido callados mientras la debacle se ha ido
consumando, sin anunciar siquiera sus intenciones, son tan escasos en su
fiabilidad como los propios independentistas aunque, eso sí, más poderosos. Los
independentistas han querido imponer a todos los catalanes una nueva patria, y
los Consejos de Administración, aunque tarde y mal como corresponde a su
prepotencia, van a ser capaces de imponer a todos (catalanes y españoles,
indistintamente) su asquerosa Patria, que no es otra que la Patria del Capital
y del Dinero. Mientras han estado callados han sido unos mezquinos y unos
aprovechados. Ahora que se mueven no pasan de ser unos desvergonzados y unos
egoístas: les importa un bledo ser españoles o catalanes, y les importa muy
poco lo que impaciente a los ciudadanos normales y corrientes: sólo quieren
seguir siendo ricos.
¡Visca Cataluña!
Fdo. JOSU MONTALBAN