LA AMENAZA CATALANA…
…alcanza a todo el Estado.
Por fin “la Cataluña silenciada toma la calle para rechazar
la independencia” (titular de periódico). Y empezó la guerra de los números y
las cantidades. Suele ocurrir cuando aflora la intransigencia de un lado de los
litigantes que el otro lado responde, y en lugar de dialogar, debatir o
discutir, se empeñan en competir. No es fácil dirimir quién es el triunfador en
una competición si la medición de los méritos no responde a un baremo o a una
valoración cuantitativa de dichos méritos. Digo esto porque los no
independentistas catalanes ya han salido a la calle, en gran número, para
mostrar su fortaleza que es mucha, tan grande o mayor que la de los
independentistas… Y aún es mayor el número de los catalanes y las catalanas que
no han salido en ninguna ocasión, que prefieren seguir reflexionando a mostrar
entusiasmos desmesurados.
Entre las muestras de los que salieron el día 1 de Octubre y
quienes han salido el día 8 de Octubre, en vísperas de esa amenaza llamada DUI
(Declaración Unilateral de Independencia), hay alguna coincidencia y también
alguna diferencia. Dos coincidencias: en ambos casos se han portado con gran
profusión diferentes banderas, aunque el fondo mostrara parecido colorido, y en
ambos casos se han mostrado dudas a la hora de interpretar los datos, si el 1
de Octubre se criticaba la posible afluencia de agitadores violentos
procedentes de otros lugares de España y Europa, en la del día 8 se ha hablado
de la llegada de personas de otros lugares, aunque con intenciones meramente
pacíficas, es decir, solamente destinados a engordar la concurrencia.
Debe ser interpretada como una señal de normalidad esta
segunda manifestación, que ha tardado tanto tiempo en pergeñarse por las dudas
que concitaba el hecho de que el independentismo no se había mostrado de forma
muy violenta, pero sobre todo no se ha mostrado de forma pacífica, así que el
resultado de esta manifestación debe ser interpretado con naturalidad, alejado
de las comparaciones numéricasy los triunfalismos que suelen convertir los
impulsos más nobles en falsos y desleales.
No han de caber dudas: si la manifestación del día 1 hizo
reflexionar a unos, ésta del día 8 ha tenido que hacer reflexionar a los otros.
Unos y otros deben sentirse satisfechos pero, sobre todo, han de reflexionar
Puigdemont y quienes han colaborado tan estrechamente con él para culminar su
galimatías. Llegados al punto que han llegado cualquier paso hacia
adelante será tan decisivo como
peligroso. Soy de la opinión de que al Gobierno catalán actual solo le queda
dar dos pasos encadenados: derogar las leyes que aprobó, de corte
antidemocrático, para propiciar su obsesión independentista, y convocar
Elecciones. Ambas medidas deberán ir acompañadas de un mutis por el foro de las
figuras que han querido protagonizar este “procès” claramente fallido.
Las aguas deben volver a la normalidad. Cataluña y los
catalanes deben recomponerse después del desorden, de las desobediencias, de
los miedos y de las incertidumbres. Claro está que todo esto exige de un paso
más, porque el “procès” catalán ha tenido repercusión en muchos otros lugares
de la “piel de toro”, -¡perdón, quería decir del Estado!-. Y esas repercusiones
a las que aludo han sido pésimamente administradas y gobernadas por el Gobierno
de Mariano Rajoy. De modo que sería bueno, imprescindible más bien, que Rajoy
dimitiese y convocase unas Elecciones españolas que coincidiesen con las
catalanas.
Por el bien de Cataluña. Por el bien de España. Por el bien
de los catalanes y de los españoles, que son bienes que deben ser coincidentes.
Fdo. JOSU MONTALBAN