viernes, 8 de febrero de 2013

RAJOY:  COMO  LOS  MONOS  DE TOSHOGU
“La boca no es para hablar. Es para callar”. Así empieza la obra literaria “Todo es silencio”, de Manuel Rivas. El novelista es gallego, como también lo es Rajoy, aunque Manuel no suele callar, como sí lo hace Rajoy. Ocurre que Manuel Rivas pone voz y palabras a quienes ahora mismo están sufriendo las brutales consecuencias de las medidas que Rajoy está firmando en el Boletín Oficial del Estado. Mientras tanto Rajoy imita a los tres  Monos Sabios que esculpió Hidari Jingoro y que son exhibidas en el santuario de Toshogu desde el año 1636. Se trata de una escultura en madera en la que tres monos están en actitudes bien diferentes: con sus manos, uno cubre sus ojos, otro cubre sus orejas y el otro su boca. La Sabiduría, según se desprende de la escultura, consiste en “no ver, no oír, no decir”, por eso los Monos Sabios se llaman Mizaru, Kikazaru e Iwazaru, cuyos nombres significan precisamente eso: no ver, no oír y no decir.
La Filosofía permite estas interpretaciones que la Mística incluso sublima, pero cuando de lo que se trata es de valorar la acción del Gobierno de Mariano Rajoy no vale para nada la imitación de los Monos Sabios. Porque el Gobierno de Rajoy ya lleva más de un ejercicio de andadura, ya administra los Presupuestos que ha aprobado a su antojo gracias a su mayoría absoluta y, además, cuenta con el apoyo de casi todos los gobiernos autonómicos. El mapa español se vislumbra bien lleno de “gaviotas” que van dejando caer sus excrementos en todas las ciudades, pueblos y aldeas de la geografía nacional. Nada de cuanto pasa le es ajeno a este Gobierno que ha mostrado la máxima prisa para convertir a España en un territorio bajo su dominio, y a los españoles en súbditos amedrentados, todo ello a base de Decretos –Ley que, como método o fórmula de gobernanza tienen poco que ver con un talante realmente democrático.
Da la impresión de que este Presidente ni ve, ni oye, ni dice, pero todos sabemos que eso no es verdad. Ve los telediarios, oye las noticias en general y oye a los asesores que él mismo ha elegido, pero dice pocas cosas porque no quiere provocar discusiones que debiliten su figura. Su frase más repetida desde que accedió al Gobierno ha sido “se trata de una medida necesaria, imprescindible”, para justificar los continuos recortes sociales que, lejos de haber sido administrados con tijera de miniaturista, han sido efectuados con la burda técnica de los hachazos. Hizo un Gobierno de fajadores atrevidos y montaraces porque las medidas que estaba decidido a tomar llevarían la discusión a terrenos empinados y escabrosos. Para tratarse de un Gobierno de derechas lo que menos caracteriza a muchos de los miembros del gobierno son la educación y las buenas maneras. Ellos, que podrían aprobarlo todo recurriendo al socorrido amparo de su mayoría absoluta, no han dudado en provocar discusiones absurdas en las que han dejado ver su intransigencia, por encima de su deseo de convencer.
Muchas han sido las decisiones presentadas como necesarias e inevitables cuyo resultado práctico ha sido el contrario del pretendido. Probablemente ninguna de las medidas tomadas hasta ahora ha tenido el alcance y las pretensiones de la Reforma Laboral. Su finalidad era, al parecer, la flexibilización del mercado laboral cuyas consecuencias deberían haber sido acabar con el crecimiento del desempleo, que comenzaba a ser una losa de excesivo tonelaje. Pero resulta que nos hemos puesto en seis millones de parados (aproximadamente un millón más que cuando accedieron al Gobierno), por cierto, muchos de ellos como aplicación de la Reforma: con indemnizaciones más bajas y condiciones mucho más desfavorables para los trabajadores despedidos. La negociación colectiva se ha quedado en nada, con el consiguiente deterioro de las relaciones laborales, en las que los sindicatos se van a ver obligados a tragar sapos y culebras si no quieren convertir las calles de las ciudades en itinerarios de un sinfín de manifestaciones.
La Economía aún no crece, al menos no lo hace con suficiente fuerza. Nadie se atreve ya a aventurar previsiones, pero el miembro mediopensionista del Gobierno, Luis de Guindos, busca aliados en Europa que le permitan sembrar mínimas esperanzas. Rajoy ha guardado silencio en relación a la petición de rescate económico para España pero el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker ha salido en su ayuda: “Yo personalmente no creo que Rajoy vaya a pedir el rescate y en cualquier caso las especulaciones no solo están de más sino que son perjudiciales”. También la directora del FMI, Lagarde, ha echado manos de ayuda a Rajoy. Y De Guindos, junto al presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi, ha aprovechado su estancia en el Foro Económico de Davos para anunciar que se va a producir un crecimiento económico a partir de Julio. El anuncio será tanto mejor, y más esperanzador, si el desempleo se reduce en España, si las tasas de pobreza disminuyen y las alarmantes cifras que tanto asustan a los ciudadanos comienzan a bajar. Rajoy, mientras tanto, calla. No parece dispuesto a revisar ninguna de las medidas tomadas a pesar de que el clamor de los más directamente afectados atruene las calles.
Rajoy, el Mono Sabio, debería interpretar tanto las cifras como las actitudes de los españoles. Y deberá establecer comparaciones para decidir después. Volvamos a la Reforma Laboral. ¿Puede considerarse eficaz, a la vista de la evolución de los resultados? En el año 2012 se han triturado casi los mismos puestos de trabajo que en el año 2008, a pesar de que la caída de la economía haya sido mucho más baja (de 3,7% a 1,3%). Si relacionamos empleo con evolución del PIB, según los datos oficiales, si en el peor momento de la Gran Recesión cayeron 406.000 empleos por cada punto del PIB perdido, ahora en el trimestre menos malo la caída ha sido de 531.000 empleos por punto del PIB. Luego la Reforma Laboral ha sido un fracaso más, a pesar de que haya conseguido algunos objetivos: las empresas se han visto favorecidas mediante bajadas de sueldo unilaterales a los operarios, se han producido traslados forzosos y reducciones de jornada a conveniencia del capital. Esto acontece a la vez que más de dos millones  y medio de parados no perciben ningún tipo de subsidio.
Podría exponer en este artículo muchas más medidas tomadas por el Gobierno cuya eficacia ha sido muy dudosa. Las privatizaciones sanitarias que, tanto han servido para enriquecer a empresas privadas que se han apropiado de servicios y beneficios, como para debilitar la cartera de derechos y servicios a los ciudadanos, en detrimento de la calidad. La imposición de copagos diversos que cargan contra las clases medias y desfavorecidas. La intervención sobre los derechos de los españoles en materia de libertades públicas. La paralización de la aplicación de la Ley de la Dependencia que fue aprobada con la vocación de que se convirtiera en un pilar más del Estado del Bienestar, además de un importante nicho de generación de empleo. El encarecimiento de los procesos judiciales, que aleja la Justicia de las posibilidades de los más desfavorecidos. La imposición de una Educación alienante que ignora las competencias autonómicas y favorece el elitismo. Todas estas disciplinas están siendo intervenidas por el Gobierno del Mono Sabio Rajoy, aprovechando el despiste y la desidia de los españoles que votaron al PP creyendo que la derecha y la izquierda políticas hacen lo mismo cuando acceden al Gobierno.
Ante este desaguisado, el desprecio con que el Presidente de España viene comportándose obedece al carácter y al devenir histórico de la derecha más alienígena de cuantas hay en Europa. Rajoy debería responder a cada una de las demandas y protestas de los españoles. No como Mizaru: debería abrir bien los ojos para ver las penosas condiciones en que viven ya los españoles más necesitados y pobres. No como Kikazaru: debería limpiar la cera del interior de sus orejas y afilarlas para escuchar las voces y distinguir las palabras y los gemidos de los que se quejan, sufren y reclaman actitudes más justas y equitativas. No como Iwazaru: debería abrir bien la boca y agilizar sus labios para dirigirse a los que quieren, ya que no parece posible una solución definitiva a sus problemas, al menos una frase de esperanza que les reconforte. Desde los tiempos en que Jingoro esculpió sus monos han pasado casi cuatrocientos años, los suficientes como para que la Sabiduría precise de ojos, orejas y bocas bien abiertas… Además de principios éticos que la derecha española dejó arrumbados en el olvido. El silencio del Presidente Rajoy va bien parejo a la condescendencia de los poderosos hacia sus recortes sociales que constituyen el ejemplo más nítido de lo que es una Política antisocial.
FDO.  JOSU  MONTALBAN