¡SED DECENTES!
ETA va a desarmarse. Buena noticia. Para hacerlo va a
precisar de casi tres semanas, hasta el 8 de Abril. Espero que el anuncio haya
sido real, que no haya sido un globo sonda, porque el maestro de ceremonias en
el anuncio no fue ningún etarra encapuchado sino el sindicalista y ecologista
“Txetx” Etcheverry. ¿Qué nivel de credibilidad debemos conceder al anuncio? Yo,
de momento, le concedo toda mi confianza aunque, eso sí, esperaba que los
terroristas fueran más valientes, acudieran al escenario del anuncio sin velos
ni subterfugios, y pusieran sobre la mesa las armas y su acta de disolución
porque, ¿de qué sirve la entrega de las armas si aún creyeran que ETA tiene
alguna razón de ser y de seguir existiendo? Además, si como ha dicho el presentador
del desarme en esta ocasión, las armas ya no están en manos de los terroristas,
¿a qué viene que no se disuelvan? ¿Acaso esperan que recibamos a los
terroristas en las capitales vascas para darles las gracias por tal renuncia?
Y sin embargo el anuncio ha provocado buenas dosis de
escepticismo en cuantos han opinado al respecto. Porque quien tenía la
obligación de anunciar el desarme debería haber sido la propia ETA, aunque
repitiera una vez más la macabra imagen de los encapuchados tocados con la clásica
txapela. Han preferido una imagen diferente, menos subversiva, a pesar de que
iban a hablar de armas mortíferas. Van a ser 280 armas las entregadas,
debidamente empaquetadas y ocultas, que han permanecido durante los más de
cinco años que no han sido empuñadas, en zulos y escondrijos bajo tierra. Las
armas, supongo enroñecidas y deterioradas, con sus detonadores atascados,
quizás envueltas en papeles de estraza,
debidamente engrasadas, si bien la grasa estará enmohecida. Lo cierto es que el
8 de Abril nos desayunaremos con el desarrollo de la noticia en las radios y
televisiones. No faltarán los entusiastas excesivos que aplaudirán fatuamente,
pero en muchos rostros aflorarán las lágrimas de pena por los que han muerto a
causa del terrorismo de ETA.
El día 9 de Abril aún andará por ahí una ETA, aunque
desarmada, que mientras no asegure lo
contrario podrá rearmarse a nada que una ocasión lo requiera, o que a un
descerebrado se le ocurra. Por eso conviene atemperar el optimismo y atenuar la
euforia. Lo primero de todo ha de ser valorar las reacciones de los líderes
políticos y sociales. Quienes se han expresado lo han hecho con mesura, dejando
las especulaciones para otros momentos. Todos sabemos que a ETA le han
derrotado la voluntad popular y el Estado de Derecho, por eso este anuncio de
desarme debe ser interpretado como una rendición. Nada de armisticio.
Rendición, aunque el pueblo se exprese con serenidad y cordura y no haga alarde
de deseos de venganza. Así se han expresado los demócratas, con una prevención
necesaria, sin euforias ilimitadas, con pena por haber perdido tanto tiempo en
luchas y especulaciones.
Pero Otegi no ha actuado como debiera haberlo hecho. Ha
pedido que “este capítulo se cierre de forma ordenada”, y ha pedido a los
gobiernos español y francés que “no pongan obstáculos a este desarme definitivo
e integral”. Para ello da validez al ya
viejo grupo de verificación que entronizó la propia ETA, aquel que nos aduló y
premió en 2014 con la imagen de una escueta mesa sobre la que lucían una docena
de pistolas y saquitos de explosivos, más propia de la infraestructura de un
delincuente callejero que de una organización terrorista de alcance
internacional, como es ETA. Dicho lo cual sería juicioso que la discreción
condujera los próximos pasos de todos.
Y sin embargo, la discreción no tiene
por qué implicar ni debilidad ni complacencia. A partir de ahora tiene que
primar el rigor si no queremos que el resultado final se parezca mucho más a un
trueque o un cambalache que a un acto de justicia. No vale el famoso trueque (“paz
por muertos”) que viene a ser el resultado final que pretenden algunos, si
hacemos una lectura despiadada del desastre terrorista y su evolución, por eso
la reclamación de Otegi a los gobiernos español y francés es más propia de un
sinvergüenza que de un líder político, aunque lo sean de corte
“pseudodemocrático”.
La verdad es que el anuncio que ETA nos traslada al 8 de
Abril para el anuncio de su desarme abre nuevas esperanzas a los demócratas,
siempre ávidos de sorpresas halagüeñas. Si a ETA aún le queda un poco de
vergüenza debería anunciar ese mismo día su disolución, y dejarse de pamplinas
y estrategias baratas. Y Otegi debería, igualmente, de empeñarse en ello. Si le
quedan “arrautzas”, que convoque un acto público en que pida a ETA, se lo exija
más bien, su disolución con las mismas características que el desarme, es
decir, unilateral e incondicional. Nada,
salvo eso, es lo que pedimos y exigimos los vascos, españoles y franceses
decentes. Quien no lo pida así es que no ha conocido la decencia.
FDO. JOSU
MONTALBAN