EL
REVISIONISMO AL SERVICIO DEL POPULISMO
El debate político pasa por malos momentos porque ha perdido
profundidad y dignidad. Hay una razón fundamental por la que esto ha ocurrido.
Estrechamente concatenados el declive de los partidos políticos más antiguos
con el afloramiento de las nuevas formaciones políticas, han facilitado que se
nieguen las evidencias, que se minusvaloren los esfuerzos hechos y se desprecie
por “falsa” una evolución que durante cuarenta años ha cultivado alabanzas en
casi todos los ámbitos.
Lo cierto es que un revisionismo ramplón y mal intencionado
se ha puesto del lado de los partidos de nuevo cuño para desacreditar la
Transición, con lo cual han convertido a los protagonistas de aquella, fueran
de derechas, de izquierdas o del centro político, en meras marionetas cuyos
hilos obedecieron a la Dictadura y a los herederos del dictador fallecido. Es
tal la cicatería de quienes usan dicho revisionismo que omiten las estrecheces
y adversas condiciones en que vivieron buena parte de los protagonistas de la
Transición durante el franquismo, que tuvieron que ocultarse bajo pelucas
ridículas, admitir documentos de identidad falsos o vagar por los ligares
españoles evitando ser descubiertos, como si se tratara de desconocidos, a
pesar de que estuvieran ayudando a otros “perseguidos” por el régimen
franquista, como ellos.
Este comportamiento es indigno de las personas (“gente”)
decentes. Ni siquiera el hecho de que alcanzaran el uso de razón después de la
muerte del dictador Franco constituye una razón suficiente para admitir las
insensateces inherentes al revisionismo actual. Quienes no vivieron el
franquismo con pantalones largos ni medias de espuma, deberían ser discretos
cuando relatan lo que ocurrió. Aún no está escrita la Historia referente a
aquellos años negros del franquismo, al menos no lo está la Historia que
escriben los historiadores, que suele ser más rigurosa que la que ofrecen los
cronistas y los “cuentacuentos”. Es muy respetable el trabajo de los cronistas,
pero no lo es tanto el de los “cuentacuentos” que componen los pasajes siempre
al servicio de sus caprichos.
En los últimos días la periodista Elisa Beni ha escrito un
artículo cuyo título es suficiente para valorar sus intenciones: “Transición
Sangrienta”. Se trata del artículo de una autora tan mal intencionada como
tendenciosa y miedosa, que son las características más evidentes de la falta de
rigor. Elisa Beni, que alardea de haber sido la directora más joven de un
Diario español, y de ser “una voz que cree en lo que dice”, publica en el
artículo aludido que “la Transición no fue un periodo de concordia”, para luego
atenuar su negativa con un “o no lo fue solo”. ¿Lo fue o no lo fue? ¿Fue de
mucha concordia o lo fue de algo menos concordia? Resulta descorazonador el comportamiento
de quienes no aportan ni un solo razonamiento de peso en el que sustentar sus
afirmaciones.
En su artículo afirma, con tanto atrevimiento como miseria
moral, que la Transición fue un tiempo en que hubo “violencia extrema”, “en el
que no solamente ETA regó de sangre las calles”. ¿Acaso justifica las acciones
de ETA?. Le recordaré que cuando ETA inició su andadura, mientras el franquismo
estaba en plena vigencia, ETA intentó contar con el beneplácito del PNV, que
era una formación conservadora y católica cuyos dirigentes vivían en el exilio
como otros dirigentes y políticos de partidos de izquierdas perseguidos por el
franquismo. Pues bien, ETA sufrió el rechazo contundente del PNV que afirmó
“que la organización conocida como ETA ni es núcleo activista, ni sección
terrorista de nuestro partido, ni tiene con este ningún lazo de disciplina”.
Pues bien Elisa Beni, con su silencio respecto a los asesinatos de ETA tras la
muerte de Franco, da la impresión de que intenta hacer tabla rasa, y lo hace
sólo para “justificar” una afirmación gratuita: que entre los años 1976 y 1983
la “sangrienta” Transición en ciernes se cargó a 188 españoles. Luego, cuando
pretende ilustrar dicha afirmación nombra a sólo ocho personas muertas, si bien
en condiciones o situaciones que no tienen mucho que ver con el régimen pasado
que ya estaba siendo finiquitado.
Lo cierto es que asistimos a un revisionismo absurdo
protagonizado por quienes, no habiendo podido luchar directamente contra el
franquismo por su edad aún escasa, se erigen en héroes a tiempo pasado. Es bien
cierto que algunos calificativos dedicados a la Transición, como “ejemplar” o
“modélica” suenan a excesivos, pero el descrédito al que quieren condenarla los
que son ”hijos” de ella, suena más a llanto de huérfanos interesados que a voz
de personas sensatas y sensibles. No Voy a enumerar todos los perseguidos por
el franquismo que hicieron posible esta Transición, entre ellos los había mucho más comprometidos social y humanamente
que los líderes de la fatua "nueva" política que les echa en cara la
flojedad. Lo cierto es que la Democracia ha sido posible y que la sangre
derramada en la Transición ha obedecido principalmente a grupos terroristas
(ETA, GAL, Batallón Vasco Español,…), y unos pocos a actuaciones excesivas
achacables a fuerzas policiales (Estado), durante el tiempo en que aún estaban
vigentes los restos del ya viejísimo régimen franquista.
Se optó por la Transición en lugar de la Revolución. Fue,
pasado el tiempo, una buena elección. La única y la mejor posible entre las
pacíficas. Ha dicho el líder de Podemos Domenech, en otro alarde de insensatez
que han habido “transiciones” que han provocado más muertes que algunas
revoluciones. Y puso de ejemplo de tal tipo de revolución la Revolución de los
Claveles de Portugal que, al parecer,
solo produjo dos (según Domenech). Lo que no dice es que no fue realmente una
revolución armada al uso, que no hubo conflicto bélico, ni que fue más un
movimiento de agitación democrático y cultural (a pesar de obedecer a un levantamiento
militar) frente a una dictadura que daba sus últimas bocanadas. ¿Conoce el
señor Domenech alguna otra revolución como aquella?
De modo que esta forma de revisionismo a la que asistimos
oculta intenciones absurdas y obedece a un oportunismo que solo es propio de
populismos farsantes. En el caso de Elisa Beni, la condecoración concedida a
Martín Villa con motivo del 40 Aniversario de la constitución del primer
Parlamento de nuestra Democracia, ha disparado su locuacidad y su verborrea.
Puedo compartir con ella que Martín Villa no es la persona idónea para ser
condecorada en esa fecha, pero de ahí a quemar toda la casa para aprehender al
ladrón que se oculta en ella va un abismo… un abismo tan oscuro y profundo como
el que los populistas actuales, -adscritos sobre todo a la mal llamada “nueva
política”, y algunos de la “vieja política” acomplejados por los vocingleros de
la “nueva”-, quieren abrir en el lenguaje político para subrayar sus osadías.
Sin embargo lo valiente y osado fue resistir al franquismo y
derrotarle, ¡sí, derrotarle!, construyendo la democracia con la Transición que
fue posible, y que pasado el tiempo merece más elogios que críticas. A mí
siempre me dio reparos la revolución. A Elisa Beni y a Domenech también, del
mismo modo que todos sentimos ciertas dosis de miedo. A ellos dos, que llegaron
al humo de las velas, debería avergonzarles convocar a una “revolución” que,
como bien saben, ya no tiene sentido. Cada uno se redime como puede. Ellos, y
otros revisionistas como ellos, lo intentan hacer jugando con los soldaditos de
plomo que exhiben en sus lujosas estanterías.
FDO. JOSU
MONTALBAN