LA BUENA SOLUCIÓN
Un buen amigo, uno de
esos amigos casuales que surgen de una conversación de barra de bar sobre
fútbol, o sobre los encantos de tal paraje o de tal actor o actriz que ocupa la
pantalla del televisor salpicada de heces de mosca, ese buen amigo ha resuelto
alguna de mis incertidumbres y, en buena medida, me ha tranquilizado.
Aún reciente el último Congreso del PSOE en el que Pedro
Sánchez ha hecho una barrida más que intensa, yo le he mostrado mis dudas
respecto a los primeros pronunciamientos del Secretario General sobre el cambio
de criterio impuesto a todos los socialistas respecto al Tratado de Libre
Comercio con Canadá, el famoso CETA, y la “podemización” del PSOE. Y me ha
tranquilizado porque lo de Canadá no culminará en nada trascendental y porque,
según él, lo de la “podemización” puede ser leído e interpretado de una manera
muy favorable para el PSOE.
Lo primero que me advirtió, lo cual comparto, es que son muy
pocas las personas que saben realmente de qué trata eso del libre comercio con
Canadá. “Es más, me dijo, si lo de Canadá tuviera algún viso de dar al traste
con el Tratado, no se hubiera atrevido a tomar la decisión de abstenerse”. Yo
insistí porque, al parecer, en el último y reciente Congreso del PSOE se aprobó
una advertencia contra el “libre comercio”, a lo que me respondió que lo
aprobado no tenía que ver con lo de Canadá específicamente. Convinimos él y yo
en que el “libre comercio”, expresado en un Tratado entre dos partes, es más
lógico y asumible con Canadá que con cualquier otro país del Mundo, y que el
beneplácito o alabanza que Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse), el de
Podemos no debe llevar a los socialistas más que a alertarnos sobre la segunda
duda que me ocupa: la “podemización” del PSOE.
Yo acababa de leer algunas noticias y opiniones al respecto.
Pablo Iglesias ha advertido que “por coherencia” los socialistas deberían votar
“no” al CETA con Canadá, y aprovechó la oportunidad para enmarañar: “lo
importante en política no es el tamaño de la letra a la hora de poner la
palabra izquierda, sino la coherencia y plantear que, frente a tratados de
libre comercio, están antes la soberanía, los tribunales españoles, los
trabajadores y la democracia”. Y, en su alarde por expulsar del terreno de
juego de la izquierda al PSOE se atrevió a subrayar que “la gente no va a
entender las medias tintas, esperamos que no den solamente el medio paso
(abstención) sino que den el paso completo sin complejos”. Traducido a lenguaje
ordinario, Pablo Iglesias pretende que el PSOE, con más de 130 años de trayectoria
y un importante ramillete de vicisitudes a favor o en contra de sus reflexiones,
se avenga a hora de forma incondicional a asumir sus tesis y ponerse a remolque
de sus controvertidos y oportunistas decisiones, que derivan de apenas cinco
años atrás.
No voy a ser yo ahora el que desautorice unas teorías
políticas por recientes, pero sí por inconsecuentes. La principal
inconsecuencia de Podemos se extrae de un simple y sencillo ejercicio que tiene
que ver mucho más con el comportamiento de su líder Pablo Iglesias, que con
leer e interpretar el ideario o programa de Podemos. Veamos cómo aprovechó las
movilizaciones del 15M, que él no impulsó, para crear la Plataforma Podemos. De
aquella amalgama de descontentos e irritados sacó una conclusión contundente: si
la “vieja” política había sido representada por PSOE (izquierda) y PP
(derecha), la “nueva” política debería desprenderse de tal dualidad, y creó
junto a otros “impostores” de la Política la teoría de que ni la izquierda ni
la derecha eran posiciones ni ideologías válidas, y que por tanto los partidos
existentes en aquel momento (2011) no representaban debidamente a los
ciudadanos. Fue, sin duda, una interpretación maximalista de lo que ocurría
entonces, basada en un populismo que perseguía juntar votos de aquí y de allá,
que sirvieran para dar poderes parciales a pseudolíderes que, aglutinando
pocos, llegaran a reunir los apoyos suficientes para alcanzar el poder absoluto
que diera a Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse) la Presidencia del Gobierno
español.
Las sucesivas sorpresas electorales, que han entregado a
Podemos muchos votos con los que nunca soñó Pablo Iglesias, le apresuraron.
Primero elaboró un mosaico con candidatos a las grandes alcaldías que iba
fichando por aquí y por allá. (Vale como ejemplo, el equipo que rodea a Manuela
Carmena en Madrid, a la que han metido en varios atolladeros, por la baja
calidad humana y política de sus comportamientos en el desempeño de sus
funciones públicas). Después culminó el mosaico fichando a los candidatos para
las Elecciones Generales en las diferentes demarcaciones: aquí un Guardia Civil
rebelde, allá un sindicalista del campo andaluz no falto de viviendas y
propiedades, en otro lado un burguesito hijo de miembro de Consejo de
Administración de un Banco con ansia de representarse a sí mismo, allá un
muchacho que se hubiera hecho famoso reivindicando alguna excentricidad, etc…
Eso sí, en todos los procesos electorales se ha reservado el pedestal máximo
para Don Pablo Iglesias. Para preservar ese lugar, primero se retiró de escena
institucional a Monedero, después a Bescansa y por fin se ha ubicado en la
tercera fila, como poco, a quien le ha querido puntualizar, que no contradecir,
Iñigo Errejón. Esta ha sido la evolución en Podemos, con el factor añadido y miserable
de convertir a un partido (PCE) y a una ideología (comunismo) históricos en una
mera palabra (“Unidos”) que apenas significa nada, porque “Unidos Podemos” sólo
es Podemos, hasta tal punto que son muy escasas la ocasiones en que Pablo
Iglesias (Turrión, que no Posse) usa la palabra “unidos” cuando nombra su
formación.
Y ahora, para terminar, vuelvo a la conversación que tuve con
mi amigo, porque me alumbró y, en buena medida, , suavizó la aspereza de mis
incertidumbres. Me dijo que si el PSOE es capaz, en este nuevo tiempo, de no
contagiarse del populismo de Podemos, si es capaz de rehacer su ideología y su
estrategia, algo maltrechas tras el último año de vacilaciones, cabe la
posibilidad de que Podemos sea un auténtico colchón de seguridad para el PSOE,
una reserva de votos que volverán a las filas socialistas conforme la “gente”
vaya entendiendo que el populismo no genera efectos favorables y duraderos, que
la prisa nunca es buena consejera, ni siquiera cuando hay urgencias, y que
“asaltar” los cielos” para hacerse con el poder absoluto es tan nefasto como
“asaltar el poder” con la disculpa de convertir la Tierra habitada en un Cielo,
siempre deshabitado.
Agradezco a mi Amigo su apoyo, sobre todo el hálito que
ofreció a mi abatimiento cuando me dijo que fuera del PSOE, pero de un PSOE
racional y firme, no hay solución posible.
Fdo. JOSU MONTALBAN