CATALUÑA: SEDICIÓN PARA LA SEDUCCIÓN
La quimera catalana no responde a ninguna razón objetiva, ni
siquiera a un razonamiento deductivo lógico que partiendo de una situación
complicada requiera y conduzca a una solución mediante un método reflexionado previamente.
Los catalanes, -o mejor, sus elites-, debe resolver sus problemas sin recurrir
a esa idiotez del “cuanto peor, mejor” porque, salvo en la mente de los necios
o de los malintencionados, lo peor siempre es “más malo”.
Los gobernantes catalanes actuales han propuesto a sus
administrados un proyecto sedicioso con ánimo de seducirlos. Es decir, que la
sedición que predican y proponen se ha constituido en su modo de seducción, en
su forma de cautivar el ánimo de los catalanes y las catalanas para engañarles
e incitarles suavemente hacia el peor derrotero. El engaño es manifiesto, y la
endeblez de los fundamentos en que sustentan su propuesta sediciosa es aún más
manifiesta. Hay un puñado de catalanes y de catalanas que desean irse de
España, es decir, dejar de ser españoles. A todos ellos, al parecer, nunca se
les ha oído ningún aserto diferente al que niega su españolidad, pero ahora
desean ir bastante más lejos, si por ellos fuera construirían una muralla como
la china para aislarse de Aragón o de Castellón, y de ese modo olvidar tantos
años y vicisitudes en las que han tenido que ser españoles por obligación. Pero
nunca, hasta hace muy poco tiempo, se han mostrado tan inhóspitos para ´sus
vecinos españoles.
La sedición de Cataluña respecto de España es un capricho de
Puigdemont y de sus muchachos y muchachas. Sí, es verdad que son bastantes más
los que salen a las calles con sus esteladas a vocear consignas y slogans, pero
en todo caso nunca los suficientes para justificar tan flagrantes desprecios infligidos
contra la legalidad imperante. Las autoridades autonómicas catalanas, en un
alarde de arbitrariedad, han superado y pisoteado las leyes y procedimientos
que en su día hicieron que llegaran a su posición predominante de Gobierno. No
han sacado las debidas cuentas para cerciorarse de que quienes les acompañan
son minoritarios respecto a la población catalana general, pero sobre todo no
han dudado en romper la convivencia de y entre los propios catalanes. Han
inventado organismos (ANV, Omnium y otros) que han suplantado a quienes debían
haber gobernado la “vida” (convivencia) de todos ellos. Han enfrentado a unos
con otros. Han enmudecido a una gran mayoría de catalanes que permanecen en sus
casas a la espera de que vuelva la tranquilidad, y la cordura, para salir de
ellas. En las calles, según dicen los apologetas falsos del gobierno
Puigdemont, no hay violencia, claro, pero no la hay porque hay muchos
catalanes (catalanes y españoles a la
vez) que prefieren esperar en sus casas viendo en la televisión, o desde los
balcones, lo que ocurre en lo que es, o debería ser su hábitat social. Las
salas de estar de sus casas son ahora mismo lugares más saludables y
soportables que las calles.
Los catalanes son ahora mismo los sufridores de una pléyade
de impostores. La agitadora Forcadell, el diletante Puigdemont, el escurridizo
Mas, y quienes se han puesto obedientemente al frente de las impostoras
asociaciones que hacen el papel de correveidiles del Gobierno, son las figuras
estelares de esta imitación burda y grosera de “Fuenteovejuna”. Nada se
interpone porque las fuerzas de seguridad –Mossos incluidos- no hacen sino
obedecer y cumplir las órdenes de los Tribunales de Justicia, a los que también
se desacredita desde el enrabietado gobierno. Y en medio, siempre, el rostro
hierático, como si el asunto no fuera con él, de Oriol Junqueras, capaz de
emocionarse y lagrimear cuando anuncia que les han sorprendido con algunos
millones de papeletas impresas e ilegales. Este es el elenco de actores y
actrices. Lo demás es turba, multitud, muchedumbre que asiste a los actos
programados y lo mismo susurra que murmura o vocea o protagoniza una cacerolada
con las cazuelas vacías mientras las cazuelas llenas reposan en los anaqueles y
fogones de las cocinas.
Esto es lo que hay: desorden e incertidumbre, es decir,
incomprensión. Y desidia por parte de quienes intentan escribir su nombre en la
historia catalana (quizás también en la histeria), aunque con las letras
difusas de quienes las están plasmando con rencor hacia la mayoría de los
catalanes que, no me cabe ninguna duda, quieren convivir en paz y concordia con
los demás españoles. Ahora quienes están sembrando a voleo el campo de la
discordia en Cataluña solo merecen la aplicación de la Ley y el veredicto
sopesado de los Tribunales, además del desprecio de los catalanes más
“normales” y humildes, de esos que prefieren ver lo que está ocurriendo en las
pantallas de sus televisiones que salir a las calles a provocar enfrentamientos
siempre baldíos.
Fdo. JOSU
MONTALBAN