¿PARA QUÉ HA DE SERVIR LA POLÍTICA?
De pronto la declaración del Ararteko en relación con la RGI
(Renta de Garantía de Ingresos), del siguiente tenor: “No puede ser que el 36%
del trabajo del Ararteko sea atender quejas de la RGI”, ha desbordado mi
curiosidad y mi indignación. La entrevista es amplia y extensa, pero apenas
tiene eco en el periódico, eclipsada por la noticia de moda y por sus ecos. Da
la impresión de que el “procès” catalán nos tiene a todos demasiado ocupados y
preocupados. La entrevista del Ararteko Manuel Lezertúa ofrece todo tipo de
respuestas interpretables y a veces confusas, pero lo esencial es que el debate
en torno a las ayudas públicas que inciden en la lucha contra la pobreza, ha
cedido frente a la quimera irresoluble que es el proceso secesionista
desencadenado en Cataluña.
De todo ello surge una pregunta de difícil respuesta: “¿Para
qué debe servir la Política?”. Ahora mismo no hay nada que me preocupe más.
Como político, pero incluso como persona, sin más, nada me inquieta tanto como
el hecho de que una quimera resulte ser fundamental frente al comportamiento de
una sociedad que se caracteriza por la desigualdad económica y social, por el
deficiente reparto de la riqueza, por el imperio de una injusticia que hace que
los más humildes sean auténticos parias y, sobre todo, por la desidia con la
que obramos casi todos en la solución de esas situaciones tan injustas. Por
tanto, no está de más la pregunta en torno a la utilidad de la acción política,
que no solo debe incidir en la conquista y el uso del poder, sino en la
utilidad del Gobierno, según el modo como se ejerza y se desarrolle.
Las relaciones de Cataluña con España son importantes, sin
duda, pero ¿pueden serlo en medida tan drástica como para que queden en el
olvido asuntos pendientes tan vitales como otros que nos atosigan más
directamente? Durante los dos últimos meses, quizás algo más, los diarios
dedican todo su espacio a las desavenencias entre Puigdemont y Rajoy, como
figuras señeras del independentismo catalán y del “imperialismo” español.
Curiosamente, el lenguaje se ha convertido en un factor esencial en estos
tiempos, de modo que quienes son los infractores en la actual situación,
quienes quieren con uñas y dientes la secesión camuflándola tras eufemismos
como “libertad”, “derecho a decidir”, “independencia” o “soberanía”, son
presentados como benignos servidores de la democracia. Y quienes dicen proteger
dicha Democracia por el medio más expedito y directo, el cumplimiento de las
reglas democráticas y de las leyes, han sido convertidos en malvados enemigos
del propio sistema en que basan sus métodos y convicciones. También por eso mi
pregunta -¿Para qué sirve la Política?- resulta tan pertinente como
imprescindible.
Volvamos a mi primera intención… Pero volvamos con cautela
para que nadie piense que el “procès” catalán no es nada interesante y vital
para todos los españoles…Da la impresión de que los españoles vivimos en una
Arcadia feliz en la que podemos enfrascarnos en un debate inacabable y falaz,
como el asunto catalán, aunque para ello abandonemos todas las discusiones que
reclaman los ciudadanos, pero no es así porque, como ha dicho antes, el
desempleo no disminuye a pesar de que la crisis se dé por superada a tenor de
las voces de “claqué” con que los gobernantes del PP nos embaucan; la
desigualdad alimenta la injusticia, que deviene en guerra social y crisis
convivencial; las políticas sociales que deben incidir en atenuar los rigores
de quienes tienen más dificultades para vivir con dignidad, cada vez resultan
más difíciles de proveer porque, entre otras cosas, son mal acogidas por los
ciudadanos mejor acomodados; las pensiones de nuestros mayores, aunque escuetas
y poco copiosas en otras prestaciones, constituyen un problema en lo que
concierne a su financiación, que exige nuevas fuentes de aportación de fondos,
toda vez que la Seguridad Social no consigue ya retroalimentarse con
suficiencia.
A la vez que se producen estas vicisitudes nuestros jóvenes
se las ven y desean para encontrar empleos dignos a pesar de ser tan preparados
procedentes de un sistema educativo ambicioso y muy costoso para las arcas
públicas. Y nuestra Sanidad igualmente se resiente porque las dotaciones de los
Hospitales y Sistemas de Salud han alcanzado costos prohibitivos, muy difícil
de que puedan ser financiados con el actual nivel de impuestos. La esperanza de
vida está fundamentada tanto en los avances científicos que previenen las
enfermedades como en los que alargan la vida de nuestros ancianos, de forma tan
artificial que convierten los últimos años de sus vidas en auténticos
calvarios, tanto para ellos como para las familias que los cuidan y mantienen.
Los movimientos migratorios convierten a los países de
acogida (España lo es) en tierras de promisión. La riqueza, la abundancia, e
incluso la mera suficiencia, atraen a quienes viven en sus países de origen
sometidos a carencias de lo más básico. Los Tratados y Acuerdos internacionales
dibujan marcos solidarios en los que los países ricos reciben a quienes salen
de sus lugares vitales porque son víctimas del hambre, de los conflictos
raciales, de las guerras o de sistemas totalitarios y dictatoriales en los que
los derechos humanos más básicos no están garantizados y son burlados con
muchísima frecuencia. Sin embargo la Política y los políticos que gobiernan en
nuestro país solo han dado cobijo a poco más de la décima parte de los
refugiados que se había comprometido a acoger. Y bien, ¿para qué sirve la
Política si tampoco sirve para cumplir las promesas que a bombo y platillo se
pregonan en los diarios escritos o hablados?
Sin embargo, en el “procès” catalán, que responde a un
capricho mucho más que a atajar un problema relacionado con la subsistencia, o
con la supervivencia, o sencillamente con la preservación de la dignidad de los
humanos, se reclama que actúe la Política, y que los políticos suplanten a los
legisladores y a los guardianes de la Democracia. Las Leyes no son suficientes,
al parecer, aunque hayan sido elaboradas y redactadas por quienes fueron
encargados a hacerlo por los elegidos en las urnas.
Resulta chocante ese reclamo a la Política para que resuelva
el contencioso catalán, surgido de quienes no tienen agallas para afrontar la
difícil situación que, de momento, solo puede considerar aceptable el mandato
de las Leyes. Cuando algunos vocingleros pregonan que nos encontramos en un
“estado de excepción”, conviene advertirles que lo excepcional no es
precisamente la Ley, sino su transgresión en nombre de la democracia –con
minúsculas- que bien poco tiene que ver con la Democracia –con mayúsculas-
auténtica. Revalorizar la Política es ponerla al servicio de los ciudadanos y
de sus vidas. La Política debe servir para redactar leyes eficaces que tengan
por objetivo mejorar las vidas y hacer armoniosa la convivencia, exactamente lo
contrario de lo que se está consiguiendo en el proceso secesionista catalán,
que no debe ser repudiado por el mero hecho de plantear y culminar la secesión,
sino porque la separación de Cataluña de España llevará aparejada la
destrucción de la convivencia entre los propios catalanes.
¿Para qué debe servir la Política? ¿Y los políticos?... Para
ser útiles. De su fiabilidad depende la confianza que los ciudadanos sientan
hacia el compromiso que sustentan los partidos políticos a los que pertenecen,
las ideologías que dicen sostener y los programas electorales que exponen en
sus campañas. Pero por encima de todo ello la Democracia ha de imponer sus
reglas y métodos, que no son solo los procedimientos de actuación, que deben
ser compartidos, sino que deben obligar a la obediencia a todos en tanto no se
modifiquen mediante los procedimientos normales y preestablecidos. Las Leyes
pueden ser cambiadas, pero no pueden ser dinamitadas al capricho de unos pocos.
De modo que ahora que el “proceso” catalán ocupa todos los espacios de la
Política española, y no deja apenas espacio para las necesidades reales y
apremiantes de los españoles, la pregunta pertinente es la que da título a este
Artículo.
Las Instituciones siguen abiertas, y también las ventanillas
donde se formulan las reclamaciones, pero la Política está enfangada en el
debate improcedente, desalmado y absurdo en torno a la independencia de
Cataluña. Los pobres, los desempleados, los pensionistas, los que esperan para
ser intervenidos quirúrgicamente, los jóvenes a la caza del primer empleo, las
mujeres discriminadas en sus salarios, los que reclaman justicia para suavizar
sus aflicciones, los, los, los…, tendrán que esperar a que el “proceso” catalán
supere la fecha fatídica del Uno de Octubre. Hasta ese momento da la impresión
de que la Política está sirviendo para poco… ¿Y
después?
Fdo. JOSU
MONTALBAN