¿HA RENUNCIADO EL PNV A LA INDEPENDENCIA DE EUSKADI?
Un articulista político de larga trayectoria no suele poner
títulos interrogativos a sus trabajos, pero lo hago yo en esta ocasión porque
confluyen en mí algunas circunstancias: todo el mundo sabe que pertenezco al
“bando” no nacionalista y, como militante de un partido político, mis artículos
son interpretados tras ser pasados por tamices previos. Aclarada la forma, voy
al fondo de mi artículo.
¡Sí! Resulta evidente que el PNV no tiene, ni entre sus prioridades
ni entre sus intenciones, la lucha por la independencia vasca en estos
momentos. Desembarazado de las prietas ataduras en que le dejó el Lehendakari
Ibarretxe con su Plan (independentista), ahora permanece tranquilo gozando
sobre un remanso de aguas mansas y apaciguadas y, curiosamente, disfrutando del
más importante poder social e institucional desde que llegó la Democracia
posfranquista. El actual PNV ha dejado atrás a los intransigentes a los que
había revestido de un poder omnímodo dentro de la formación: Garaikoetxea se
fue a otra sede que él mismo improvisó; Arzallus también se fue acuciado por
sus fracasos y por sus excesos, pero dejó a Ibarretxe como abanderado de la
siguiente generación nacionalista, aunque dotado de los mismos vientos de intransigencia.
Hubo dirigentes intermedios, pero todos ellos transicionales, porque la huella
de Arzallus tardaba demasiado en ser borrada.
Actualmente, ni de la dirección del partido ni de los
responsables institucionales surge el más mínimo desaire que desemboque en una
reivindicación para lograr la independencia de Euskadi. El conflicto catalán no
ha llegado siquiera a impacientar a los dirigentes del PNV, que apoyan las
reivindicaciones catalanas y los pasos que vienen dando para alcanzarlas, pero
siempre después de recalcar que lo hacen porque no les queda otra salida que
esa. Sin embargo, lo hacen con una falta de rigor y de vigor manifiestas, vean
si no de qué modo tan resignado se expresa su burukide Mediavilla: “Si la
mayoría absoluta de los catalanes así lo estima, ¿qué deberíamos hacer? ¿Negar
la evidencia? ¿Contrariar la voluntad democráticamente expresada?”. Así, con
este pase de pecho ha liquidado todas las dudas que pueden agobiar a sus fieles
afiliados y votantes, pero nada dice de la pretensión del Presidente Mas de
declarar la independencia catalana de forma unilateral con solo disponer de la
mitad más uno (68) de los parlamentarios catalanes. ¿Y si fueran 68 pero en una
Elecciones con una abstención superior al cincuenta por ciento? Porque podría
darse el caso de que los 68 parlamentarios se consiguieran con solo un veinte o
veinticinco por ciento de los votos de todos los catalanes con derecho a votar
para la candidatura CDC-ERC. ¿Sería, en ese caso, legítima una declaración
unilateral de independencia?
No lo sería. En todo caso se trataría de un atropello a
quienes hubieran optado por no ir a votar, porque si ir a votar constituye en
este caso una aceptación de las normas (y del carácter plebiscitario) del
proceso impuestas por Mas y Junqueras, no ir a votar y conseguir una abstención
desorbitada puede ser interpretado como un desprecio al proceso, es decir, la
no aceptación de las bases por caprichosas, antinaturales y antidemocráticas.
Esto, tan fácil de entender, no suele ser comprendido por quienes ponen la
imaginación (el famoso “imaginario”) por delante de la realidad, que suele ser
una estrategia muy generalizada en los grupos nacionalistas. Pero el PNV se ha
aferrado a la realidad y ha abandonado la aventura independentista, eso sí, aportando
algunas razones para que no parezca que se trata de una renuncia o un
desistimiento: “El PNV ha hecho escalas en el trayecto porque la inteligencia
aconsejaba asegurar el terreno ganado. También ha perdido generaciones en el
camino, pero no se ha detenido… La reforma estatutaria que promueve se concibe
como una estación tránsito desde la que el andén de destino comienza a ser
alcanzable. Sin complejos, sin almas opuestas, simplemente con corazón y
cabeza” (Koldo Mediavilla).
Este nuevo posicionamiento tiene lugar a la vez que ha
conseguido, en las urnas, en los restaurantes y en las oficinas, el mayor poder
institucional que nunca ha tenido en la Democracia: gobierna en el Gobierno
Vasco, en las Diputaciones Forales de los tres Territorios y en las capitales
de Euskadi. Por si fuera poco gobierna también en la Comunidad Foral Navarra.
Con tanto fruto cosechado no resulta raro que haya abandonado su reivindicación
independentista y la haya sustituido por Ponencias de Autogobierno y otras
zarandajas, que se dirimen entre bastidores y se quedan en el objeto, nada
desdeñable pero escasamente “independentista”, de “reformar” el actual
Estatuto. El PNV sabe, porque lo comprobó en sus propias carnes, que los
extremismos de Ibarretxe llevaron a que se consumase un pacto tan antinatural
como el del PSOE-PP, con la colaboración de UPyD, que sacó al nacionalismo de
Ajuria Enea. Sabe también que un “sabino arana”, en nuestros días, no se
comería un rosco siquiera, y que la independencia del País vasco, Euskadi o Euskal
Herria, -como se quiera expresar-, es tan absurda y contraproducente como
imposible.
Vendrán nuevos tiempos y…
Fdo. JOSU MONTALBAN