LOS ALBIOLES Y LOS MAROTOS
¿Es ilegal emigrar? ¿Lo es, acaso, inmigrar? Las migraciones
han estado presentes, siempre, en la Historia de la Humanidad. Pueblos enteros
han protagonizado éxodos masivos. Etnias diversas se han visto obligadas a
emprender larguísimas expediciones para aposentarse en lugares seguros donde no
fueran asediadas por otras etnias poco amigas, o por caprichosos sátrapas o
dictadores que les impusieran unas condiciones de vida inadmisibles. Estas
migraciones están en los libros de Historia y, en la mayoría de los casos, o
pasan desapercibidas o no pasan de ser vicisitudes superadas por el tiempo. No
así ese éxodo por goteo que significa la inmigración en esta Europa nuestra que
va de progre por el Mundo pero exhibe un tono retrógrado en sus posiciones que
pone en tela de juicio el humanitarismo que siempre ha dicho practicar y
defender.
Si el ex alcalde de Badalona, García Albiol, sorprendió a
todos tildando a los inmigrantes de su ciudad de “delincuentes” o de “plaga”,
si Maroto, el ex alcalde de Vitoria, -igual que Albiol, del PP-, se expresaba
del mismo modo acusando a los inmigrantes vitorianos de vagos y delincuentes,
ahora resulta que un instituto europeo que se dedica a hacer sondeos
(Eurobarómetro) ha anunciado que el número de ciudadanos que se muestra
preocupado (añado yo, amenazado) por la
inmigración es ya del 38%, con un aumento del 14% en los últimos seis meses.
Este dato bien podría empavonar a Albiol y a Maroto, sin embargo les hace aún
más culpables de lo que constituye una degradación moral de esta sociedad
mercantilista e insolidaria que es capaz de abandonar a su suerte a tantos
semejantes suyos que viven atribulados por peligros manifiestos (guerras,
satrapías, conflictos tribales o religiosos, plagas, epidemias, etc), o por
carencias flagrantes (pobreza, déficits alimentarios, degradaciones
medioambientales, etc), que convierten sus vidas en auténticos calvarios. No
solo a ellos, sino a tantos que callan y, al callar, otorgan validez a la
situación.
Si antes eran las barreras naturales, -el Mediterráneo o el
Atlántico, por ejemplo-, las que preservaban nuestro bienestar, el bienestar
del Primer Mundo, separándole del Tercer o Cuarto Mundo, ambos africanos o del
sureste asiático, ahora esa barreras han quedado superadas por la desesperación
de los parias de la Tierra y por la fuerza que da el sufrimiento injusto a
quienes lo padecen. Cuando la vida no ofrece casi ninguna satisfacción, y se
convierte en el único bien del que disponen los parias, la esperanza es un impulso
que lleva a librar vallas altísimas coronadas por hirientes concertinas, o a
surcar los mares y océanos subidos sobre cascarones rudimentarios, o a
atravesar fronteras acurrucados en receptáculos diminutos habilitados en las
cabinas de los camiones, o… Por eso al espectáculo dantesco de los africanos
que llegaban tras muchos kilómetros de travesía por el desierto al Monte
Gurugú, para arribar a las tierras españolas y, por tanto, europeas, le ha
sucedido este otro de los inmigrantes que han avanzado aún más, que han
atravesado el territorio europeo y se disponen a llegar al Reino Unido a través
del Eurotúnel que parte de las costas
francesas.
El asunto no es baladí, exige un estudio mucho más minucioso
porque esta Europa que consideramos uniforme y homogénea es demasiado extraña y
diversa. Empeñada en ser fuerte económicamente ha provocado que cada uno de los
Estados que la forman lo quiera ser a su vez compitiendo con los estados que
están a su lado. Ved, si no, las palabras del máximo dirigente de Hungría,
Víctor Orban, que ha mandado construir una valla en su frontera con Serbia de
175 kilómetros de largo y cuatro metros de alto (700.000 metros cuadrados): “Si
de mí dependiera, preservaría una Europa para los europeos, pero a lo que nunca
renunciaré es a defender una Hungría para los húngaros”. Resume perfectamente
el pensamiento de los “albioles” y “marotos” que tanto proliferan ahora mismo.
De momento, y a la espera de nuevos capítulos del culebrón,
bueno es subrayar la coincidencia de Albiol con el máximo dirigente británico
Cameron al tildar el hecho migratorio de “plaga” que, curiosamente, Cameron
espera combatir con más guardias (humanos) y más perros (animales). Es cierto
que los perros a los que se ha debido referir son “perros adiestrados”, pero no
ha dicho para qué han sido adiestrados, porque hay perros lazarillos, hay
perros pastores, hay perros de compañía y perros de muestra, pero hay también
perros cancerberos y perros peligrosos (de razas malditas) que muerden sin
piedad y no distinguen en las carnes humanas cuál es de monja o de inmigrante
africano, qué carne es “legal” o “ilegal”.
Imagino a Albiol y a Maroto exultantes porque el
Eurobarómetro parece darles la razón que ellos buscaban, pero tener razón no es
lo mismo que estar en lo justo o e´tico. Es una pena que los humanos, ¡tantas
veces!, nos expresemos con tanta inhumanidad, y aprovechemos el mal de muchos
para considerarnos listos y no bobos consolados. La gran pena es que no seamos
capaces de sacar conclusiones y enseñanzas ni siquiera de los contrastes.
Queridos lectores, os dejo uno para propiciar la reflexión: “La pequeña playa
de La Mirandole, en el municipio de Vallauris, cerca de Cannes, en el
departamento de los Alpes Marítimos, estará cerrada al público durante los días
que permanezca de vacaciones en el pueblo el rey de Arabia Saudí, Salmán Bin
Abdelaziz. Así lo han decidido por motivos de seguridad las autoridades de la
zona… La navegación también quedará prohibida a menos de 300 metros de la
costa”. De modo que Salmán Bin Abdelaziz no es inmigrante, por lo que no hay
que echarle los perros.
Fdo. JOSU MONTALBAN