EL CONCIERTO VASCO Y EL DES-CONCIERTO ESPAÑOL
No es la primera vez que el Concierto Económico Vasco (CEV)
provoca el “desConcierto” en el resto de España. ¿Debe ser así? Creo que no,
aunque es verdad que el CEV encierra en su propio nombre tanto misterio como
desconocimiento. Sí ahora mismo pidiésemos a cuantos lo han criticado una
definición escueta, comprobaríamos cómo la mayoría de los que hablan de él,
para aprobarlo o para criticarlo, no serían capaces de definirlo, y mucho menos
de extenderse en explicaciones, al margen de que se tratara de nacionalistas
vascos o, incluso, nacionalistas españoles. El CEV es la muestra más evidente
de lo que se dieron el llamar Derechos Históricos del País Vasco, -así son
nombrados en la Constitución Española-, como una reminiscencia foral que, tal
como subrayan los nacionalistas vascos, son anteriores a España. Es verdad
esto, pero si interpretamos la Historia para determinar de qué modo se han
producido los hechos hasta nuestros días, cabe concluir que en buena medida el
CEV no tiene por qué representar un obstáculo en las buenas relaciones entre
Euskadi y el Estado español.
Hace escaso tiempo la Hacienda española ha hecho público, de
forma tan irresponsable como gratuita, un documento que recoge ciertas
opiniones de presidentes de Comunidades Autónomas que plantean dudas respecto
al sistema de Concierto y Cupo vascos, a los que tachan de favorecer ventajas
para Euskadi en la financiación de la Hacienda española. Cuando estos
presidentes autonómicos han sido consultados al respecto, casi todo han sido
explicaciones ambiguas, más propias de quien no ha contrastado debidamente sus
opiniones que de quien hace una interpretación rigurosa. ¿Saben realmente lo
que es el CEV, y su evolución a lo largo del tiempo, quienes se han atrevido a
poner el grito en el cielo? Claro que tampoco resulta suficiente la respuesta
del Lehendakari Urkullu: “El respeto al CEV, que es un elemento esencial del
pacto político de convivencia entre Euskadi y el Estado español, constituye una
línea roja infranqueable, porque el
CEV es la clave de bóveda del autogobierno vasco”. No es suficiente, pero es
contundente: el Concierto Económico no se toca o, si se toca, se hunde el
autogobierno vasco, y los vascos se verán abocados a seguir el camino de los catalanes.
Eso ha parecido que quería decir el Lehendakari.
Si la Hacienda estatal, con el caudillo Montoro a la cabeza y
agazapado, ha encendido la chispa, los medios de comunicación han puesto el
resto, y los líderes políticos vascos, incluidos los dirigentes de formaciones
de ámbito nacional, han salido a la palestra. La unidad de criterio ha sido
casi total, solo los emergentes de Ciudadanos
y los debilitados de UPyD se muestran contrarios, los demás se derriten en
alabanzas a esa figura del Concierto, a la que consideran la máxima responsable
de la prosperidad de los vascos. Los líderes vascos no han dudado en ningunear
incluso las opiniones de sus superiores en el ámbito superior para ensalzar el
CEV. De nuevo me pregunto si tales ensalzamientos obedecen al conocimiento, a
la fe o a la estrategia electoral de cada cual. Recojo una definición del CEV:
“Es un instrumento jurídico que regula las relaciones tributarias y financieras
entre la Administración General del Estado de España y la Comunidad Autónoma
del País Vasco”. Otra cosa es el Cupo que, obediente al Concierto, es la
cantidad de dinero que el País Vasco abona al Estado para financiar el coste de
las competencias no transferidas, además del solidario Fondo de Compensación
Interterritorial.
Tradicionalmente, ha sido la fijación del Cupo lo que ha
venido marcando las desavenencias entre el Estado y Euskadi, hasta tal punto
que algo que debiera ser revisado cada cinco años lleva más de diez años sin
sufrir ninguna modificación. Buscando más la sonoridad que la precisión de sus
palabras, Mikel Iceta ha jugado con los términos “Cupo” y “cuponazo”, pero
también los líderes del PNV y del Gobierno Vasco han tergiversado los conceptos
para decir que Euskadi no “recibe” de España sino que “aporta”. Cada cual usa
el debate para hacerse notar, mientras, el Ejecutivo vasco paga su cuota de
Cupo estipulada en el 6,24% del gasto total del Estado, aunque Urkullu se
ajusta a porcentajes estadísticos que le son favorables de cara a la galería,
porque las ratios de población de Euskadi está en el 4,6% de la población
española, y en cuestión de riqueza Euskadi alcanza el 6´07% de la española.
Sin embargo, aunque debemos convenir que Concierto y Cupo
responden a un todo inescindible, es preciso subrayar que la fijación del Cupo,
a través de la consiguiente Comisión arbitral entre Euskadi y el Estado
evitaría casi todos estos escarceos. No es necesaria una revisión periódica del
CEV, que desde el año 2002 se rige mediante una Ley de vigencia indefinida,
pero sí hubiera convenido que el Cupo hubiera sido revisado conforme el tiempo
lo reclamara, pues no en vano la Ley del Cupo es quinquenal.
Con buen criterio la Diputación Foral de Bizkaia fundó la
Asociación para la Promoción y Difusión del CEV, Ad Concordiam, en el año 2000,
en vísperas de la renovación pertinente del Concierto. No era una Asociación de
carácter partidista, porque fue además constituida de la mano de las dos
grandes Universidades Vascas. Ad Concordiam divulgó, en varios volúmenes, la
opinión de políticos de todas las formaciones políticas, además de las de
economistas e intelectuales de todos los ámbitos. De uno de los libros recojo
textualmente lo que yo mismo aporté, en un amplio artículo que titulé “La
desmitificación del Concierto”: “El Concierto Económico no es sino el texto
escrito mediante el que se regulan las relaciones de orden tributario entre
Euskadi y el Estado español. Solo eso. Quien quiera ver en ello otra cosa y lo
trate como tal, solo está colaborando a su mitificación, ya en estadio muy avanzado
, y a su conversión en mero instrumento de la lucha política partidista. Es
cierto también que su peculiaridad dota de plena autonomía a la Administración
pública vasca y posibilita el ejercicio de las competencias (funciones y
servicios) que han sido asignadas a Euskadi en virtud del Estatuto de Autonomía
de 1979. Esa peculiaridad es consecuencia de un proceso histórico que debe ser
tenido en cuenta, pero el Concierto, a lo largo de la Historia , no ha llegado
a ser lo que es por voluntad expresa del pueblo vasco, sino por los avatares
sucesivos producidos tras un cúmulo de transformaciones sociales y políticas
que se inician mucho antes de que protagonizaran la Historia quienes ahora
intervenimos en la discusión del nuevo Concierto. Por todo ello, urge
desmitificar lo que no es una bandera autonómica sino una institución
tributaria”.
En ese afán desmitificador hay que decir que el CEV, como
institución, inició su andadura a raíz de la Ley Abolitoria de los Fueron de
1876. Lo hizo con naturalidad, si bien los nacionalismos español y vasco se
empeñaron en alimentar polémicas y controversias. La “guerra” dialéctica fue
encarnizada a principios del año 2000, intentando convertir el CEV en lo que no
era. Si hubieran leído la Historia se habrían dado cuenta de que la Ley
Abolitoria de 1876, tras la derrota carlista, supuso el fin de la exención
fiscal y militar de los Territorios Forales, aunque no fueran eliminadas todas
las especificidades vascas, muchas de ellas reclamadas por los parlamentarios
vascos liberales. Fue entonces cuando se establecieron los Conciertos que
regulaban las relaciones entre las Diputaciones Forales y el Gobierno Central.
El primer Concierto se firmó en 1878, y se renovó en 1887. Le siguieron
renovaciones posteriores en 1894, 1906 y 1925, todos de duraciones limitadas,
hasta que la Guerra Civil inhabilitó todos los acuerdos en 1936. Curiosamente
Franco no derogó los tres Conciertos, dejó en vigor el de Álava como premio a
su fidelidad con él. Todo esto tuvo lugar en la larga travesía que medió desde
la abolición de los Fueros hasta hoy, si bien las vicisitudes y los tiempos han
cambiado nuestra visión de la vida y de la realidad. Cuando hablaba de “desmitificación” del Concierto lo
hacía para evitar que algo que estuvo siempre llamado a ser un instrumento útil
se quedara en una disculpa para provocar agravios comparativos y controversias.
Por lo que se ve actualmente, hay quienes aún se sienten agraviados. ¿Con
fundamento? Yo creo que no…
…Aunque convendría responder a quienes han protestado con
razones y no con cabezonadas. El CEV no es el Cupo, aunque ambos estén
estrechamente relacionados, pero ha sido muy eficaz por muchos motivos. Si nos
atenemos sólo a los resultados inherentes a su aplicación basta con recurrir al
artículo del Doctor en Ciencias Económicas y Catedrático de la Universidad del
País Vasco, Ignacio Zubiri, en el libro de Ad Concordiam: “El CEV ha sido un
instrumento básico en el progreso de la Comunidad Autónoma del País Vasco
(CAPV) en los últimos 20 años (era el año 2001). Ha aportado unos recursos
financieros considerables, ciertamente mucho más elevados que los que tienen
las Comunidades Autónomas (CCAA) de régimen común. Así, debido al diseño del
Concierto la CAPV , con una presión similar a la del resto de España, ha
obtenido en torno al 60% más de recursos per cápita que las CCAA de régimen
común. Al amparo de estos recursos se ha desarrollado un Sector Público Vasco
muy importante que en términos de gasto se aproxima al 25% del PIB. Más aún,
debido a los recursos con que ha contado, el Sector Público Vasco no solo ha
podido hacer frente al coste de una reconversión industrial tan importante como
la que ha atravesado la CAPV a lo largo de la década de los 80 y principios de
los 90, sino que al mismo tiempo ha podido financiar unas prestaciones a los
ciudadanos considerablemente más elevadas que las del Territorio Común (resto
de España). Así por ejemplo, en 1995 el gasto per capita en Sanidad en la CAPV
era un 20% superior al del Territorio Común y el gasto en Educación un 15% más
elevado. De igual forma, la CAPV ha desarrollado programas de lucha contra la
pobreza que, probablemente, son los más avanzados de España”.
Esto, con lo que el catedrático introduce su reflexión,
culmina en una serie de propuestas y consejos de los que extraigo uno bien
sencillo: “Sería necesario diseñar un mecanismo mediante el cual los
Territorios Forales pudieran realizar una defensa efectiva de sus intereses en
la UE y participar en aquellas cuestiones que les afectan de forma más directa.
Un punto de partida razonable para diseñar este esquema de participación sería
el presentado en su día por el Gobierno Vasco. Según este esquema los
representantes de las Comunidades Autónomas participarían en los diferentes
órganos del Consejo de la UE mediante representantes de diferente nivel según
el Organismo. La representación autonómica corresponde a una de ellas y se
produce dentro de la delegación del Estado y como miembros de pleno derecho de
la misma. Esta representación será obligatoria en todas aquellas cuestiones que
constitucional y estatutariamente les hayan sido transferidas y en asuntos que
sean competencia exclusiva de las Comunidades Autónomas el representante
autonómico definirá la posición y la estrategia negociadora”.
Si así se hiciera, Montoro no podría presentar públicamente,
enseñando su colmillo retorcido, ese documento con las opiniones de los
dirigentes autonómicos encelados, y se podría explicar claramente que el
Concierto Económico Vasco responde a un comportamiento de Euskadi responsable y
comprometido con el Estado, en el que el riesgo está presente, pues aunque la
aportación o Cupo está fijada de antemano, la recaudación fiscal no está
asegurada y depende de la situación socioeconómica y de la eficacia y
eficiencia de los aparatos recaudadores. Es decir, que el Concierto Económico
ha provocado un desConcierto que el “director” Montoro ha querido usar en su
provecho.
FDO. JOSU MONTALBAN