EL ACUERDO DEFINITIVO. LA HORA DE
LA VERDAD
Toda la gente dice, -ved que uso
el término “gente” en lugar de ciudadanía o cualquiera otro más respetuoso,
para ajustarme a lo más actual-, que estamos en un tiempo nuevo, como dando a
entender que nada del pasado sirve para nada, y que el futuro va a enterrar a
unos para encumbrar a los que llegan, ávidos de poder y ansiosos por ocupar un
escaño que les lleve en volandas a la posteridad.
El viejo bipartidismo ha durado
más de treinta años y ha construido un entramado institucional al que los
líderes de los partidos emergentes se quieren encaramar para reutilizarlo a su
antojo. Esa es la principal razón de que Pablo Iglesias (Turrón, que no Posse)
se haya obstinado en dirigir y administrar el CNI, el CIS, la TVE, la Lucha
contra la Corrupción, la Oficina de Derechos Humanos, y bastantes cosas más,
como Vicepresidente del Gobierno español que quiere ser. No me cabe ninguna
duda de que si el PSOE respondiera a su propuesta con otra en la que él, Pablo
Iglesias, pasara a ser Presidente, y se dotara al PSOE con una Vicepresidencia
con las encomiendas que él propone, no la aceptaría y correría a esconderse en
el rincón más próximo con el rabo entre las piernas.
Esto me permite introducir en sus
justos términos el debate que está sobre la mesa, incidiendo en aspectos que
están pasando desapercibidos, por ejemplo, que el bipartidismo viejo que tanto
se denuesta no fue derrotado el 20D, ni en votos ni en escaños, aparte de que a
ese denostado bipartidismo habría que añadirle los votos y escaños de fuerzas
regionalistas y nacionalistas tan antiguas como las que forman el bipartidismo.
Tampoco ganó realmente la izquierda, ni en votos ni en escaños, de modo que
quien se arrogue la disposición a propiciar el cambio, a formar un nuevo
gobierno de progreso, ha de poner toda la carne en el asador, dejando las
soberbias a un lado y llevando a las mesas de negociación todas las intenciones
buenas y ninguna mala.
Han pasado dos meses y aún no se
ha avanzado casi nada, salvo que entre bambalinas estén ocurriendo cosas que
nos ocultan en las abundantes ruedas de prensa en que se exhiben los líderes
sin decir nada de fundamento. En todo caso asistimos a una situación compleja y
absurda porque Mariano Rajoy, que tuvo el descaro de destemplar al Rey
renegando a la investidura, ahora se regodea en la vicisitud de seguir
dispuesto a formar gobierno si Pedro Sánchez –el encargado por el Rey- no tiene
éxito. De las fuerzas emergentes cabe destacar el papel mediador de Ciudadanos
y el entorpecedor a ultranza de Pablo Iglesias que, por activa y por pasiva,
enseña su rabia ante la situación, que nos e caracteriza por su voluntad de
facilitar el cambio de progreso, a pesar de que sea capaz de afirmar que se va
a dejar la piel en el empeño. (Bien sabe él que cuando se tiene dura la tez de
la cara, es muy difícil dejar la piel en ningún escollo). Capítulo aparte, y
nada desdeñable por honrado y por valiente, merecen Garzón e IU, que han
mostrado su talante favorable al cambio sin pedir contrapartidas imposibles de
ser cumplidas.
En realidad, tras la vergonzosa
renuncia por desistimiento de Rajoy, sólo Pedro Sánchez sigue en sus trece
apostando por el cambio necesario, que sería el cambio hacia un gobierno
progresista y de izquierdas, o el cambio imprescindible, que daría pie a un
nuevo gobierno regeneracionista que adecentara la Política y ayudara a
conseguir una sociedad más digna. Cuando Podemos aborrece a Ciudadanos, -o
Ciudadanos aborrece a Podemos-, están obligando al PSOE de Pedro Sánchez a optar
por uno o por otro, poniendo en gran riesgo el cambio, necesario o
imprescindible, y abocándonos a unas nuevas Elecciones, allá por Junio, que
discurrirán afectadas por el hastío de los ciudadanos, es decir de la gente.
Como bien asegura Borrell en una
entrevista reciente es Pedro Sánchez el único líder político que está jugando
su papel con dignidad. Cuando se trata de alcanzar acuerdos y firmar pactos,
siempre son dos las partes que intervienen, por eso resulta muy importante que
a la hora de valorar los hechos definitivos, lo primero a puntuar sea la
actitud de cada cual, y en ese aspecto hay muy poco que achacar al modo como
Pedro Sánchez se está desenvolviendo. Su posición no está siendo laxa ni se
está mostrando huraño con nadie. Regenerar la Política y devolver la dignidad
perdida a las Instituciones es lo más urgente, principalmente para que no
vuelvan a surgir nuevas formaciones emergentes, -que, ahora sí, serían en
exceso extremas y peligrosas-, que enterraran al bipartidismo y a las que han
llegado después, para sumirnos a todos en la intransigencia propia del
patrioterismo.
Fdo. JOSU
MONTALBAN