LA RECUPERACIÓN DE
LAS IDEOLOGÍAS
Llevo un tiempo dudando de casi todo lo que dicen los líderes
políticos y sus comentaristas. De los primeros porque dicen lo que no están
dispuestos a hacer, o hacen lo que no han prometido previamente. De los
comentaristas porque leen o interpretan lo dicho por los líderes poniendo
previamente un cristal ante sus ojos, eso sí, coloreado a su antojo. La
Política es una ciencia demasiado inexacta, ni siquiera una ciencia. Es una
disciplina que conduce los pensamientos hacia derroteros perseguibles. Es una
filosofía que influye de forma trascendental en los comportamientos de los
ciudadanos y de quienes dirigen sus destinos. Es todo esto y mucho más. Ahora
mismo la Política es algo denostado por la mayoría de los ciudadanos. Y los
políticos, entendidos como clase o casta, son gente despreciable que no cumple
con sus obligaciones, que utiliza sus puestos predominantes para favorecerse a
sí mismos con prebendas y privilegios, que se adueña de los caudales públicos o
ayuda a que lo hagan sus correligionarios y familiares, que gobierna sólo para
saciar su autoritarismo desenfrenado… Quizás
porque quienes la ejercen y desarrollan no han leído ni interpretado la
sencilla definición que hace de ella el Diccionario de la R.A.E.: “Arte,
doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. Actividad de los que
rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”.
De momento, una vez que la noción de “Estado” ha caído en
crisis, los políticos (y los gobernantes) solo quieren dedicarse a regir los
asuntos públicos, cada vez menos comprometidos por el Estado que apenas se ha
convertido en una Nación en el orden puramente territorial, que incluye
naciones diversas, nacionalidades y regiones que los gobernantes, erróneamente,
consideran tan importantes o más que el Estado. En la España actual hablar del
Estado español como aglutinante de todas las naciones, nacionalidades,
comunidades autónomas y regiones que componen su territorio global provoca
rechazo social. No solo eso, sino que la componenda llamada en la actualidad
“derecho a decidir” ha venido a servir como la mejor coartada para reivindicar
unos derechos territoriales, muy por encima de los derechos inherentes al
Estado. En realidad la reivindicación de este derecho, -que traslada al
lenguaje más cotidiano el importantísimo derecho de autodeterminación, y
convierte el derecho de los pueblos perseguidos y oprimidos en una
reivindicación arbitraria-, ha puesto en crisis al Estado como garante de las
vidas y los modos de convivencia de los ciudadanos.
Es labor de los politólogos y comentaristas de todo tipo
esclarecer las razones, ocultas o patentes, que justifican y explican el
proceder de quienes, al frente de las instituciones, gestionan la cosa pública,
pero la labor de los políticos debe huir del mero objetivo de agradarles para
que sus opiniones sean las más halagüeñas, en suma, que los políticos deben
huir del pragmatismo y volver a aferrarse a las ideologías, cada cual a la
suya. La crisis de las ideologías, el final de la Historia, junto a otros
términos incorporados a la nomenclatura política, han venido a sepultar a las
viejas ideologías (socialismo, comunismo, liberalismo, anarquismo, etc…) a las
que se tacha de ser instrumentos viejos, útiles enmohecidos por el paso del
tiempo, pero en esencia nada ha cambiado tanto como para echar un borrón y
abrir una cuenta nueva.
Sí, han cambiado las estructuras sociales, la Economía es la
estrella que lo guía todo, que supedita todo a ella, pero si tal ocurre es
porque la Política y los políticos se han convertido en sus criados en lugar de
erigirse en sus señores. No es extraño ver como los dirigentes políticos se echan
en manos de los prebostes económicos para diseñar unas políticas que tienen el
factor humano y la cuestión social en muy segundo orden. El primer orden
siempre es la “estabilidad”, que es un concepto que casi nadie sabe definir con
meticulosidad ni explicar, salvo el malvado capitalismo y sus secuaces. Y se
producen paradojas inexplicables. Si los capitalistas y los empresarios son los
que generan el empleo y crean los puestos de trabajo, ¿quién genera el
desempleo y destruye los puestos de trabajo? ¡Asombraos Amigos! No encontraréis
a nadie que acuse a los empresarios o al Capital de tal afrenta a los
ciudadanos, porque encontrarán a algún político al que responsabilizar de la
tragedia. Cuando los gobiernos no cuentan con mayorías solventes suele decirse que
el Capital se retrae, o está a expensas, o permanece vigilante, o… Y en esos
periodos los políticos, sobre todo si pertenecen a los grupos de izquierdas,
son los responsables (culpables, más bien) de todo. Cuando las mayorías son de
derechas el Capital va y viene con libertad, especula con desparpajo, juega con
el empleo al que somete a unas reglas brutales que nunca tienen en cuenta que
cada empleo, ganado o perdido, corresponde a una persona que tiene vida propia
y, además, reclama dignidad.
Ya es el tiempo de recuperar las ideologías, porque el
pragmatismo que no está basado en principios ideológicos concretos deviene en
pura tecnocracia que, casi siempre, impone normas y comportamientos poco
democráticos. En el actual momento que atraviesa España, en que cuatro fuerzas
políticas juegan con sus mayorías, holgadas aunque minoritarias, a imponerlas a
las demás, resultan claras sus vinculaciones ideológicas: puede concluirse que
al bipartidismo bipolarizado (PP-PSOE) ha venido a sustituirle, sin llegar a conseguirlo,
un nuevo “bipartidismo emergente”, igualmente bipolarizado
(Ciudadanos-Podemos). El resultado último ha sido un nuevo bipartidismo con una
derecha formada por PP y Ciudadanos, y una izquierda formada por PSOE y
Podemos. Nada nuevo, por tanto, salvo que unos y otros, en su afán por pescar
en el río revuelto, han negado casi todo, inventando términos que no significan
nada pero que intentan llenar los debates de dudas que impacientan a los
oyentes, y de añagazas falsas que engañan a los más aventureros.
Toda duda es gratuita cuando se trata de discernir entre la
izquierda y la derecha, porque ambas existen y son diferentes en sus premisas,
en sus diagnósticos y en las terapias que aplican a cada enfermedad o estado
morboso de la sociedad. Por más que quienes tienen el viento a favor nieguen el
tradicional bipartidismo, que tiene que ver con las ideologías tradicionales,
existen izquierdas y derechas, arribas y abajos, ricos y pobres, privilegiados
y perjudicados por el sistema, que ya es común a las ideologías en vigor, y que
se llama capitalismo. Las personas, los hombres y mujeres no somos números que
engrosamos una cantidad, no somos gente, ni un aluvión de individuos, ni una
masa informe. La gente no tiene un único cerebro que piensa, sino que está
formada por muchos cerebros que piensan, y que lo hacen de modo diferente.
Preocuparse de la gente no es lo mismo que ocuparse de los individuos o los
ciudadanos. El pragmatismo se ocupa de la gente; las ideologías se ocupan de
las personas.
Por el bien de las personas debemos recuperar las ideologías,
sobre todo, las ideologías de izquierdas.
FDO. JOSU MONTALBAN